Capítulo 3

GEORGINA

—¿Estás lista para la fiesta? —pregunta Paula, mientras almorzamos.

Me alivia saber que, tanto ella como Sarah, también irán a la fiesta. El sujeto que cumple años es el hermano mayor de Brad y es amigo también de Alexander, él es la razón por la que adelantaron su viaje de regreso a casa. Dicen que es un popular corredor de la NASCAR, pero yo nunca había escuchado de él. Quizás porque nunca veo ningún tipo de deporte.

—Debí decirle que no.

—Nunca podrás decirle que no a ese hombre y él lo sabe, a pesar de que no quiera aprovecharse de ti. Parece que la edad le está afectando.

Suspiro, no porque quiera que se aproveche de mí, sino porque desearía poder darle todo de mí. Creo que hace mucho debería de haberme hecho a la idea de que él nunca se fijará en mí.

—¿Sarah confirmó que irá?

—Esa es otra que no sabe decirle no a su delicioso dulce amargo que lame cada noche.

Ella nunca podrá dejar de hacer esos comentarios, eso la hace ella. Niego intentando no sonreír y me guiña un ojo. No es que me moleste que hable de esa manera, estoy bastante acostumbrada a ella y su manera de hablar, pero me incomoda que hable de su vida sexual y de la de otras como si hablara de algún vestido de aparador. Lo considero algo muy privado.

Hablamos un largo rato sobre su nuevo trabajo como encargada de la oficina de recursos humanos. Con el despido de Anderson ha sido a ella a quien le han ofrecido el trabajo luego de una semana con el puesto vacante. De nuestro grupo, es la única que fue a la universidad, estudió administración, además lleva muchos años trabajando en la empresa, eso la hace ser la más capacitada para el trabajo y Brad se siente muy orgulloso, lo malo es que ahora extraña tenerla a la mano, como si nunca se cansara de estar a su alrededor.

Termino mi ensalada entre risas, no deja de hacerle la vida imposible a su secretaria sólo por placer. A la pobre Mel nadie le dijo que Brad estaba ocupado y tuvo la osadía de invitar al hombre a salir. Ahora, la embarazadísima mujer del hombre, es su jefa. Paula no parece querer apiadarse de ella, lo disfruta, así devore todos los chocolates que Mel le deja cada día para disculparse por intentar seducir a su esposo. Mel es muy dulce, pero se metió con quien no debía.

Me despido de Paula en el elevador y me recuesto a la pared de metal al estar sola, me siento más confundida que nunca. Por más que no quiera pensar en Adam de manera romántica y desee sacarlo de mi corazón, no logro hacerlo. Es demasiado satisfactorio tenerlo cerca llamándome hermosa o bella minina con esa demandante voz que captura mi atención sin importar los cientos de personas que haya a nuestro alrededor, ver esos ojos oscuros como pozos profundos que me arrastran a conocer lo bello de la vida, ese toque suave que electrifica y debilita mis piernas, y esa preciosa sonrisa que alegra mis días...

Un nuevo suspiro se me escapa, pero sonrío. Antes sólo podía aspirar a admirarlo a lo lejos y ahora me considera una buena amiga. Ahora que todos nuestros amigos están emparejados, sólo quedamos él y yo solteros. Quizás eso debería hacerme sentir mal, pero he decidido que eso es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. No hay nada como sentirse querida —así sea como amigos—, por ese hombre que despierta todos mis sentidos y vuelve mi mundo al revés.

Parpadeo al ver una caja negra, con un bonito lazo rojo cerrándola, sobre mi escritorio. Me acerco pensando que quizás es para Heidy y tomo la tarjeta que reposa encima.

*Pasaré por ti a las ocho, preciosa minina. Así que ya es hora de que te vayas para hacer esas cosas de mujeres que ustedes tanto disfrutan. * A. W.

Muerdo mi labio y aprieto la tarjeta en mi mano tratando de calmar mi desenfrenado y rebelde corazón. Atravieso rápidamente la puerta de cristal para ir a su oficina, pero lo encuentro vacío. Eso me decepciona un poco. Esta mañana lo vi y me saludó con un rápido movimiento de manos antes de encerrarse y cumplir con un par de citas con clientes que tenía programadas, pero eso fue todo.

Con mi bolso sobre el hombro, cierro los archivos en los que trabajaba y tomo la caja antes de irme. Muero de curiosidad por ver que hay dentro, pero soy fuerte y prefiero gritar en la soledad de mi hogar, en lugar de aquí, donde alguien me podría ver. Eso me haría morir de vergüenza. Un taxi que me lleva rápidamente a mi casa. Me tomo todo mi tiempo para exfoliar y humectar mi cuerpo completo. Sé que no debería emocionarme, pero es inevitable si es con el hombre que me quita el aliento cada día, con el que saldré y quien tomará mi mano esta noche.

No te emociones tanto, Georgina Fray.

Mi mente y mi corazón no logran ponerse de acuerdo cuando se trata de Adam Walker. Es como tener a ese diablito y al ángel en mis hombros diciéndome que hacer, cada uno deseando algo diferente.

A la hora en punto, el timbre de mi puerta se escucha y mi corazón se sobresalta, emocionado, mientras que mi estómago se contrae. El maullido de Achis me hace reaccionar y cojo mi bolso antes de abrir. Mi gata se para junto a mí y ruedo los ojos. Esa gata pretenciosa es otra enamorada de ese precioso hombre. Me doy una última mirada al espejo y me arrepiento de ponerme este vestido ceñido. No creo que él lo haya escogido, es demasiado y no concuerda con sus palabras sobre lo demasiado exhibicionista que era mi disfraz de nativa americana. Es negro, liso y muy suave, con los hombros descubiertos y escote triangular, mostrando de más, diez centímetros debajo de las rodillas, pero tiene una abertura sobre mi pierna izquierda. Es bonito, pero no algo que yo usaría. Me pongo el saco blanco, grueso y largo que me «prestó» Paula hace un tiempo, y cubro el vestido. Me lo prestó hace un año y nunca me ha permitido regresárselo. Tomo una profunda respiración antes de abrir la puerta.

—Hola, mi hermosa min... —susurra, con esa sonrisa de 24 quilates que me deslumbra y que muere poco a poco.

Me observa detenidamente de pies a cabeza, centímetro a centímetro. Cierro la parte del saco y me aferro a él, con fuerza.

Sonrío y me siento un poco más enamorada al verlo sonreír. Está tan perfecto como siempre con su cabello bien peinado, como nunca, y esa pajarilla elegante.

—Hola, Adam —murmuro, fallo enormemente en no sonar nerviosa y él sonríe, tendiendome la mano.

Se acerca y besa mi mejilla, con demasiada suavidad, como si se tratara de algo frágil lo que tiene en sus manos, y su aliento rozando mi mejilla me hace suspirar.

—Espero te haya gustado el vestido —dice, y frunzo mis cejas aferrándome más al saco—. Te cubres como si fueras en ropa interior.

Bajo mi rostro, porque así me siento. Veo a Achis disfrutar paseándose entre sus piernas mientras Nulo se acerca y se echa a su lado. Mis gatos odiaban a Oscar y nunca pudo pasar de la puerta de mi casa por librarse de las uñas de mis gatos, pero a Adam lo adoran, incluso más que a mí. Me gusta que mis mininos lo amen. Se agacha a acariciar el lomo de ambos gatos y sonrío al escucharlos ronronear. Salgo para que deje su tarea, podría durar horas así, sólo consintiéndolos. Se encarga de cerrar mi puerta de la manera correcta asegurándose de que mis gatos queden bien. Al subir a su auto, se inclina un poco sobre mí para sacar un quitamotas de la guantera, eso me hace sonrojar y no sólo por el aroma de su Dolce & Gabbana.

¿Por qué no pensé en sacar mi quitamotas?

Simple. Porque ese hombre corta cualquier pensamiento coherente y anula las conexiones de mis neuronas.

—Lo siento —le digo apenada.

—Sabes que no me importa —contesta mirándome mientras termina de limpiar las botas de su pantalón y guarda el pequeño cepillo—. Es hora de irnos.

Toma camino rápidamente y me perturbo por lo poco hablador que está luego de quince minutos. Creo que lo prefiero hablador.

—¿El hombre que cumpleaños también es tu amigo?

—Desde la escuela, aunque era más amigo de Alex. Estaban juntos en el equipo de básquetbol, incluso fueron a la misma universidad a pesar de la diferencia de edad.

—¿Él es mayor que ustedes?

—No. Alex es dos años menor que nosotros. Nick cumple 37 y Alex no cumplirá los 35 hasta enero.

Eso no lo sabía. Creo que su cara dura lo hace ver mayor de lo que es. Aunque eso no le resta belleza, todo lo contrario.

—¿Y tú no jugabas?

—Prefería el Lacrouse.

Asiento sin saber de qué más hablar y él sigue el camino como si lo prefiriera así.

—¿Estás molesto conmigo?

—¿Por qué estaría molesto contigo? —dice, como si fuera la cosa más absurda que hubiera escuchado en toda su vida.

—Estás algo distante conmigo.

Sonríe y toma mi mano haciéndome temblar.

—Nunca sería así contigo, Georgina. Nunca contigo.

Pero por alguna razón no creo que las cosas estén bien.

Me anuncia que hemos llegado y estaciona frente al lujoso hotel de Alexander —el mismo donde se hizo la fiesta de Halloween y donde vieron a Oscar por última vez—, casi a las afueras de la ciudad. Uno de sus tantos hoteles alrededor del país y más allá. Un hombre de traje abre la puerta para mí y salgo agradeciéndole con una pequeña sonrisa.

Lo de los periodistas, era totalmente cierto.

Antes de llegar a dar siquiera el tercer paso tratando de huir de las cámaras —que no están interesadas en mí—, Adam ya está a mi lado sosteniendo mi mano con firmeza y toma mi cintura para que nos tomen fotos. Hago mis comunes ejercicios de respiración y camino tratando de no tropezar, con él llevándome a través del lobby como si fuera su pareja. Técnicamente lo soy, pero sólo por una fiesta.

—¿Trajiste regalo? —le pregunto y empiezo a soltar los botones de mi saco.

—No, preciosa. Eso se hace llegar antes a su casa.

Me sonrojo sintiéndome tonta. Bueno, de donde vengo el regalo se entrega al llegar y para la fiesta de cumpleaños de Lucy y la de Sarah, también lo hicimos así.

Los ricos y sus costumbres.

—Creo que debí escoger el vestido yo mismo —dice con su mirada puesta en mi pierna desnuda y sube a mis pechos, demasiado exhibidos gracias a lo apretado del escote.

Sonrío con pena y camino dentro del salón un poco encorbada, pero me detiene. Levanta mi cara, endereza mis hombros y besa mi frente.

—Volviste a estar perfecta, bella minina.

Y las mariposas en mi estómago hacen vibrar mi cuerpo.

Se hace a un lado y me ofrece su brazo para entrar. El salón se ve muy diferente a como estuvo hace unas semanas. Muchas luces con candelabros elegantes, meseros recorriendo el lugar con copas llenas de licores de diferentes tonalidades, personas hablando y sonriendo felices. A lo lejos veo a Sarah con Alexander sujetando su cintura, él sonríe un poco, y a Paula abrazada a un alegre Brad. Ambos hablan con un sujeto que ríe de manera exagerada. Mis amigas consiguieron buenos hombres, a pesar del recién fallido matrimonio de la rubia. Sarah lleva un vestido color crema hasta las rodillas, de manga larga y un amplio escote frontal; y Paula uno aún más corto, que es suelto y deja ver lo abultado que se está su barriga, de color esmeralda que combina muy bien con su cabello rojo, ella no necesita mucho para verse impresionante.

Caminamos hacia ellos y aprieto mis labios con fuerza con el calor recorriéndome cuando mis dos amigas me miran impactadas, o eso creo. Sus novios me miran con las cejas enarcadas y Brad silva.

Esto no puede ser más vergonzoso.

—Llegó el hombre por quien las mujeres lloran porque nunca les niega nada. —Eso lo dice un sujeto rubio y no me cuesta mucho adivinar que es el hermano de Brad, el famoso Nicholas Hudson. Abraza a Adam y recibe sus felicitaciones por su cumpleaños—. ¿Y quién es esta bella señorita?

—¿Eres tú, Georgina? —pregunta Alex con una pequeña sonrisa.

—Mi minina es hermosa, ¿no es cierto? —dice Adam con orgullo, y su mano en mi espalda me acaricia, revolucionando mi sistema. Por lo apretado del vestido, siento como si tocara mi piel directamente, y se siente alucinante. No creo tener que explicar todo lo que le pasa a mi cuerpo en este momento gracias a él.

Adam —le gruñe Alex y suelta a Sarah antes de tomarlo del brazo con fuerza. Adam rueda los ojos y se deja llevar.

—¿Todo está bien? —pregunto, preocupada, y veo como se alejan.

—No pasa nada, cariño —susurra Sarah, abrazándome—. Estás muy hermosa esta noche.

—La soltera más ardiente —dice Paula, y ruedo los ojos.

Ya no me parece muy cómodo estar en éste lugar. Miro hacia donde se han ido Alex y Adam, pero no logro verlos por ningún lado. Paula me abraza y ambas me distraen, hablan del viaje de Sarah y Pau la avergüenza hablando de sexo. No me molesta escucharlas hablar de esa manera, no soy una mojigata como ellas creen, pero no estoy acostumbrada a hablar como ellas, al menos como Paula, y, luego de las cosas estúpidas que hice en mi adolescencia, prefiero mantener mi vida al margen de eso. Sé que Harold era mayor que yo, pero yo era consciente y nunca me obligó a nada, también tengo culpa en eso y en no haberme cuidado de la manera adecuada para que mi bebé lograra venir al mundo. Ahora estoy llena de sobrinos, el próximo año habrá tres bebés más, eso, si Alex no embaraza a Sarah pronto.

—¡Nicholas, imbécil de m****a! —grita una mujer y todos miramos, nadie en la fiesta se pierde la furia de la mujer que viene caminando hacia nosotros como toro embravecido—. ¡Te voy a matar!

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