Aventura de una Chica Inocente
Aventura de una Chica Inocente
Por: Marcia E. Cabrero
Capítulo 1

GEORGINA

Me siento en mi escritorio y me dispongo a trabajar inmediatamente. Mi trabajo con Heidy está terminado, pero con el del incansable señor Walker, o más bien Adam, aún tengo bastante que hacer. Afortunadamente Sarah volverá el lunes de esas cortas vacaciones que se ha visto obligada a tomar gracias a ese intenso mes que pasó, con tantos cambios y tristezas, para volver a su puesto. Me siento muy feliz por ellos, incluyendo a los niños. Fue un agobiante mes para todos los que conocíamos la verdad de Alexander, pero todo terminó bien y Sarah hoy está disfrutando de semejante hombre que se desvive por ella.

A pesar de la locura que pasaron, es un amor muy bonito que Heidy no permitiría que se perdiera luego de saber que Alexander la amó desde hace diecisiete años.

Temía que Sarah se disgustara conmigo y no me perdonara por haber participado un poco dándoles algo de información, pero Paula tiene razón, el corazón de su rubia es más grande que ella misma y tan dulce como la miel de sus ojos.

Heidy se asustó mucho cuando Sarah decidió terminar con el juego, casi entra en crisis, jamás nos hubiéramos imaginado que todo era culpa del ignorante causante de todo. Verlos besarse de esa manera en la fiesta de Halloween fue muy alucinante, incluso creo que sentí una corriente por los brazos al ver la intensidad que brotaba de esos dos. Fue peor que ver a Paula con Brad, y a ella sí que le gusta lo exhibicionista.

El cumpleaños de Sarah fue hace apenas dos semanas y me sentí feliz al verla entrar al salón, donde todos la esperamos durante más de una hora, tomada de la mano de Alex, con sus hijos a su alrededor pareciendo una bonita familia. Llegaron tarde y, además, con el cabello peinado muy diferente a como la dejamos al salir del salón de belleza, pero la sonrisa que tenía estampada en su rostro, no tenía precio. No íbamos a preguntar lo obvio de cómo terminó su encuentro.

Ahora estoy haciendo el trabajo de mi amiga, mientras ella está de «luna de miel» junto a su nuevo amor y sus cuatro hijos, porque el pequeño Lou ya es parte de la familia y Christian no pretendía que lo dejaran atrás, visitando a la familia de Alex en San Francisco luego de haberlos llevado una semana a España.

El ascensor anuncia su llegada y levanto la mirada, sintiendo cómo mi rostro refulge de calor. Es su hora usual de llegada y sin haberlo visto ya siento cómo mi cuerpo se derrite. Es estúpido, lo sé, pero no lo puedo evitar así me esfuerce. Nunca he podido lograr que mi cuerpo reaccione de manera correcta ni que mis pensamientos se mantengan alineados cuando él está cerca. Mi jefe.

Escucho su silvido y también sus pasos.Y suspiro, con ganas de abofetearme por ser una tonta a su alrededor. Aparece, enfundado en un traje de esos costosos que suele usar, pero no con la elegancia que tiene Alexander, su mejor amigo. Adam Walker no necesita ser elegante, tiene su propio atractivo y su actitud relajada es lo que lo hace quien es. Sonríe al mirar hacia mí, y yo lo hago imitándolo como una tonta. Sus ojos oscuros, casi negros, parecen revivir con malicia, y eso me fascina.

—Buenos días, pequeña minina —dice, o susurra, mientras desvía sus pasos hacia mí y trato de no sonreír.

—Buenos días, señor Walker —saludo.

Siento que me derrito aun más al ver cómo me sonríe de esa manera aniñada y traviesa.

Este hombre me tiene prendada desde el primer momento que lo vi en mi primer día de trabajo hace dos años y medio; y lo más doloroso es que él lo sabe, gracias a Heidy, pero para él no soy más que una niña que le causa gracia y ternura. Por algo me ha puesto ese tonto mote que me fascina. Sé que él me lleva unos catorce años de edad y es precisamente por ese tipo de gusto que me metí en problemas y tuve que alejarme de mi familia. Intenté llevar una relación con alguien de mi edad al conocer a Oscar con su encantadora sonrisa y sus palabras dulces, pero todo fue peor. Resultó ser amigo de Chase y me buscaba solamente para hacerme daño y que Lucy volviera con ese horrible hombre abandonando a su esposo y a su bebé. Gracias a Alexander y a su rápido actuar, todo se solucionó en pocos días.

Aunque la carta que me dejó con Sarah fue muy conmovedora y dulce. Él solía tratarme de una manera tan tierna, como si fuera algo real. En su momento lo creí, tanto que pensé que podría ayudarme a olvidar esta locura que siento por mi jefe, mi risueño jefe. Queda comprobado que mi capacidad para elegir hombres es terrible.

Me gustaría cumplir su deseo de visitarlo en la cárcel, darle la tranquilidad de mi perdón que dice necesitar. Es un buen hombre que se perdió en el camino, y esa parte noble de él fue lo que me gustó al conocerlo.

Parpadeo al notar la gran mano de Adam sobre el escritorio frente a mis ojos y lo miro aún más sonrojada.

—¿Te he perdido, mi dulce minina? —dice, suavemente, endulzando mi corazón.

Niego y sonríe abiertamente.

—No.

Nunca —debería decir, pero no me atrevo.

—¿Qué tal tu noche? ¿Cómo están Achís y Nulo? —pregunta con gracia.

Sé que los nombres de mis gatos no son comunes ni mucho menos lindos, pero son míos y la historia es muy graciosa, pero ahora no es momento de contarla. Lo que tengo frente a mí en este momento es mucho más interesante.

—Igual que siempre. Son gatos y no les interesa nadie más, que la mano que los alimenta en el momento.

—Auch... Eso dolió, bella minina —dice, aparenta estar ofendido y sonrío un poco más.

Le tomó mucho cariño a mis gatos en esa semana que estuve en su casa cuando creyeron que Oscar me buscaba para hacerme daño, pero sé que no era como ellos creen, al menos no después de conocernos. Ahora, luego de abandonar su casa y su cama, donde me llevó a dormir un par de veces, siento que no puedo estar lejos de él, sin sus desayunos, sus extrañas historias antes de ir a la cama y esa sonrisa divertida que siempre lo sostiene. Achis dormía con él y corría a restregarse en sus pies cuando llegaba, a la hora que fuera. Era algo muy bonito despertar y verlo en el comedor recibiéndome con esa bella sonrisa y un plato de frutas para mi desayuno. Sin embargo, el mejor de mis días fue cuando desperté en sus brazos porque la habitación que me asignaron estaba junto a la de Heidy y esa noche hizo gritar tanto a Julia que me vi obligada a bajar a la sala. Me quedé dormida allí, pero al despertar, Adam se aferraba a mí con sus fuertes brazos rodeando mi cintura y una de sus piernas sobre las mías, sobre su gigantesca cama, por fortuna él llevaba pijama completa, dice que no me quería asustar. Obligó a las dos mujeres a disculparse conmigo, pero ambas, junto a Alexander, sólo se rieron de mí a sabiendas de que nunca tendré un mejor despertar que ese.

Me avergonzó y me dolió por partes iguales, porque me di cuenta de que el sentimiento no es recíproco y me ve como si fuera la hermanita que nunca tuvo y, a la que cree, debe proteger.

Sacando de lado mis tontos pensamientos, le entrego algunos documentos que debe firmar y me sonríe antes de besar mi frente, eso provoca que cada parte sensible de mi cuerpo se agite ferozmente por él. Se va a su oficina como si nada, cruza la gran puerta de cristal dejando atrás la fragancia de su perfume maderoso, mezclado con su esencia y su crema de afeitar de bambú, y el que ya perdió su camiseta. Sé que puede sonar algo acosador y enfermo, pero es lo único que podré tener de él. Me la prestó y «olvidé» regresarla, ahora duerme acariciando mi cuerpo cada noche, porque no puedo desear sus brazos.

Esto es un castigo para mí.

Cuánto desearía poder sacar esto de mi corazón.

Asimilar estos pensamientos me hacen sentir tan estúpida.

Heidy no vendrá hoy, se ha ido desde ayer por la tarde, junto a su novia, a un viaje fugaz que Julia tiene por su trabajo en algún paradisíaco lugar del caribe, así que estaré a disposición de Adam al no tener una secretaria, porque Mel no resistió la presión que este hombre ejerce a la hora de trabajar.

[...]

Mi día pasa tan rápido, que no lo siento. Lo único que me distrae, es cuando mi jefe baja y quince minutos después vuelve con una bandeja y dos almuerzos en ella, gracias a que no tengo mucho tiempo al tener que hacer el trabajo de Sarah. Se sienta frente a mí y comemos en completo silencio. Creo que me conformo con ser su amiga, así no me vea como a una mujer deseable.

Es duro de sobrellevar.

—¿Qué harás mañana por la noche? —pregunta, cuando estoy recogiendo mis cosas para irme a casa con mis mascotas.

Odio ponerme así de nerviosa cada vez que lo veo sin importar la distancia.

—Nada —contesto casual, ruego por no verme como un tomate.

Siempre sonríe y acaricia mis mejillas con diversión al notar mi sonrojo. Él los provoca y no le importa. Eso duele en el alma.

—Un amigo cumple años mañana y lo veo muy poco. ¿Me acompañarías?

Lo miro incrédula, pero sonríe de esa manera tan bella, relajada y única que derrumba cualquier barrera, donde los chinos resguardados tras sus murallas no tienen oportunidad alguna de contenerlo. Asiento, aún insegura. No sé qué ponerme para algo así, lo más probable es que será algo elegante, conociendo a sus amistades.

—¿Qué tipo de fiesta?

—Ya sabes, de ese tipo donde hay periodistas y toda eso.

—No creo que pueda —digo, y miro mi ropa.

Noto que se acerca a mí y levanta mi cara con sus dedos en mi mentón. Mi respiración se corta de manera literal y acaricia mi mejilla sonriendo.

—Yo me ocupo, mi suave minina. Vamos, te llevo a tu casa.

Se aleja una vez más dejándome temblorosa y sé que sudorosa. Toma mi bolso y oprime el botón del ascensor, totalmente ajeno a mis tontas reacciones. ¿Por qué no le importa?

Sé que debería negarme a que me lleve y dejar de castigarme permaneciendo al lado de este hombre que logra hacer que lo quiera más y más, pero soy una mujer débil. Felizmente débil por él.

Bajamos en completo silencio, o por lo menos yo no muevo mi boca, mientras que él habla hasta el cansancio cambiando de tema tan rápido como las hojas caen en el otoño, pero no me importa. Me gusta escucharlo —aunque a veces muera por callarlo a besos— y reír con sus ocurrencias.

El primer día que estuve en su apartamento, me dijo que mis ojos se ven demasiado tristes y que es una lástima que el mundo no pudiera disfrutar de lo bello que son cuando sonrío. Lo he dicho con mis palabras de lectora empedernida, pero básicamente, ha sido eso.

—¡Geor! —grita Paula llamando mi atención y sonrío en su dirección antes de ir hacia ella en el garaje subterráneo del edificio.

Adam se aleja hacia su auto y Brad hace lo mismo para esperar a Paula en el suyo, luego de besar a su mujer. Ella se ve tan feliz ahora que ha regresado con él y creo que, si no hubiese sido por la intervención de Sarah, ella aún estaría sufriendo y haciendo sufrir al pobre hombre en el proceso.

—¿Cómo estás?

—No mejor que tú —dice, golpeando mi cintura con sus caderas con picardía haciendo un gesto hacia Adam. Es imposible no rodar los ojos—. Estás aprovechando bien el tiempo con el jefe.

—Sabes muy bien que no —digo, y trato de ocultar mi malestar, pero sé que me conoce muy bien.

Ella fue testigo de cómo me trató Adam en la fiesta de Sarah. De cómo palmeó mi cabeza como si fuera un cachorrito y de cómo apretaba mis mejillas como si fuera su hermanita pequeña. Lucy dice que me esfuerce por conquistarlo, pero no sé cómo hacerlo. Él es un hombre hecho y derecho que sabe muy bien lo que quiere de la vida, mientras que yo sólo soy una niña que fue obligada a madurar a la fuerza, insípida y sin gracia. No creo ser el tipo de mujer para Adam Walker.

—No es nada que un sexy vestido y la apropiada lencería atrevida, no pueda solucionar.

Ríe por mi sonrojo y mi balbuceo de pez. ¡Por Dios, no! No soy capaz de algo semejante y para Adam, mucho menos. Nunca he sido atrevida.

Escuchamos el grito de Brad y Pau rueda los ojos sacándole el dedo medio. Él ríe y hace un gesto con las manos que no alcanzo a entender, pero que hace jurar a mi amiga y ahora es ella la sonrojada. No creo querer saber del juego de esos dos.

Nos despedimos y camino con la cabeza agachada hacia el Audi negro de Adam. Abre la puerta para mí, como siempre, y entro sin mirarlo.

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