Capítulo 2

Al terminar las clases saquo mi teléfono mientras camino por los pasillos del instituto marcando a Liza.

Llamada telefónica...

— ¿Qué pasó, nena? — dice al contestar.

— Hola linda ¿Quieres ir a una discoteca esta noche?

Claro nena, tengo tiempo sin salir.

— Bueno, tú avísale a Mia y hoy en la noche nos vamos de fiesta.

— ¡Síííí, te esperamos en la casa!

Fin de la llamada...

— ¡Chica nueva! —grita alguien a mis espaldas.

Quito la vista de mi teléfono.

— ¿Qué pasa? —pregunto al ver al chico de la cafetería frente a mí.

Sonríe dejando ver una hilera de dientes blancos y perfectos junto con... ¡Hoyuelos!

¡Por estas cosas amo este país!

— Soy Mark Evans.

<<Yo le doy y no consejos...>>

— Samantha Garcia.

— Me agrada tu actitud, Samantha.

— Oh, pues a mí también. —sonrío sin mostrar los dientes— Si no tienes más que decir me retiro.

(°°°)

— ¿A dónde iremos? —pregunta Mia.

— Iremos a un club que está en el centro de Miami —respondo secando mi cabello.

Me visto con un pantalón negros rasgado, una blusa roja y unas zapatillas del mismo color; me maquillo sutilmente ya que soy un asco haciéndolo.

(°°°)

Una vez dentro de la discoteca nos dirigimos a las barras para pedir una ronda de bajo cero y otra de ron. Cuando llegaron nos las tomamos de un solo golpe, sentí mi garganta quemarse por el licor y sonrío tontamente por la satisfacción que sentí.

Junto con Mia me dirijo al centro de la pista para comenzar a bailar con ella, luego se une Liza gritando que esa es su canción.

— ¡Esa es mi canción! —grita Mia al escuchar un reggaeton que yo detesto, pero aun así lo bailo.

Luego de unas canciones y una que otra ronda de vodka veo como Mia y Eliza se van un rincón oscuro de la discoteca a besarse. No las acompaño porque no quiero ser un mal tercio.

Continúo bailando en la pista sola, centrada en las vibraciones que se esparcian por mi cuerpo y me hacían sentir en otro mundo. Al sentir unas manos grandes sobre mis caderas volteo a ver al hombre que está detrás de mí y sigo bailando con él pegado a mi espalda.

Siento como me atrae más a su cuerpo y pongo mis brazos en su cuello acercando su rostro al mío, es bastante alto. Sonrío al percatarme de su mirada con claras intenciones.

Roza nuestros labios y puedo notar que es un hombre atractivo, con facciones duras y, por lo que mis manos tocan, con un cuerpo atlético.

¡Ja! Ya quisiera ver el rostro de esas dos zorras al verme con tal hombre.

– Eres hermosa...

¡Dios que voz! Listo, ya está decidido.

¡Está noche cojo señores!

Tomo al hombre de la muñeca y me acerco a las chicas para avisarles que me iba a tener sexo con el chico de la pista de baile, me pidieron que tuviera cuidado y continuaron con lo suyo mientras yo me dirigía con Dylan, el chico de la pista, a la salida del lugar.

Cerca de la disco había un motel, pero ninguno tenía ganas de caminar, por lo tanto me subo en su auto. Durante el trayecto el coloca su mano sobre la tela que cubría mi intimidad y comienza a acariciar con sus dedos, yo mordía mi labio con una pequeña sonrisa sintiendo mi cuerpo entrar en calor y mis bragas empezar a mojarse.

— Eres hermosa cuando te sonrojas, Sam, muy hermosa. —dice mirándome de reojo para luego apartar su mano y estacionarse frente al motel. Ambos bajamos, Dylan se acerca a mí y me toma de la cintura pegándome a su fornido cuerpo mientras caminábamos al edificio.

— Bienvenidos al motel Eros. —dice el recepcionista cuando entramos.

—Queremos una habitación para toda la noche.

El señor nos entrega una tarjeta y nos dirigimos a la habitación 18. Mi acompañante abre la puerta y yo paso primero, cuando cierra la puerta me hace girar para quedar cara a cara con él, toma mis rostro acercando su rostro al mío con una mirada deseosa.

— Toda la noche, pequeña Samantha… —asegura susurrando.

Me besa con ferocidad adentrando su lengua en mi boca y enseguida le correspondo el beso. Se agacha un poco para cargarme y yo enrollo mis piernas en su cadera y mis brazos en su cuello para sostenerme y apegarme más a su cuerpo.

¡Qué delicia de beso!

Camina conmigo en brazos hasta la cama y me acuesta sobre esta dejando mis labios para bajar sus besos lentamente hasta mi cuello, me quita mi pantalón mordiendo con suavidad mi hombro.

– Lindas piernas.– halaga observándolas, yo sonrío coqueta quitando mi franela y quedando en ropa interior negra de encaje. Me observa con lujuria claramente extasiado por lo que veía. Comenzó a desvestirse y esta vez quien tenía la mirada lujuriosa era yo.

Joder, qué tipo tan sexy.

¿Ya mencioné que me gustan mayores que yo? Porque estoy segura que tiene alrededor de 26 años.

Me quita mi sostén y comienza a lamer lentamente el valle de mis senos mientras yo acaricio su cabello, sus manos exploran mi cuerpo con gusto. Pasa su lengua por mi pezón para luego tomarlo con sus labios y comenzar a jugar con él dando pequeños mordiscos hasta que queda firme y duro; repite la misma acción con el otro haciéndome jadear. Deja mis pezones y comienza a trazar un camino entre besos y lamidas hasta mi entrepierna, pone mis piernas en sus hombros y pasa su lengua sobre la tela que cubre mi vagina haciendo que temblara un poco. Me quita mi braga y comienza a lamer me delicadamente al inicio, deleitándonos a ambos. Yo suelto un gemido cuando introduce sus dedos en mi interior ante la invasión, los mueve en círculos hasta encontrar mi punto de placer.

—Dylan...—gimo su nombre cuando lo encuentra. Jalo un poco su cabello rizado temblando ante aquella sensación tan placentera. Él me observa complacido al oírme.

Introduce otro dedo en mi interior y comienza a bombear en un ritmo que me vuelve loca. Sus dientes raspan mi clítoris suavemente para luego ejercer presión con su lengua, su otra mano amasa uno de mis senos tomando mi pezón entre sus dedos haciéndome retorcer y gemir constantemente. Mueve sus dedos con más intensidad cuando mis paredes empiezan a contraerse, succiona mi clítoris logrando que obtenga un fuerte orgasmo, el cual prolonga gracias a sus dedos.

Cuando los saca pasa su lengua por todo mi sexo tomando mis fluidos, introduce sus dedos en mi boca y yo los chupo soltando un gemido gustoso al probar mi sabor sin quitar la mirada de sus ojos, y eso parece encantarle ya que su miraba se vuelve totalmente oscura. Me besa con mucho deseo.

— Ay, pequeña... Me encantas. —susurra sobre mis labios con su voz ronca.

— Me alegra saber que te encanto. —sonrío coqueta tomándolo de su nuca para acercarlo a mí y devorar sus labios.

Se acomoda sobre mí haciéndose espacio entre mis piernas, comienza a rozar nuestros sexos sin cortar el beso, ahogando gemidos en el mismo. Estira su brazo y toma un condón, se aparta y sin dejar de mirarme rasga el envoltorio para colocarlo rápido Me toma de una pierna y la posiciona sobre su hombro, acerca su glande a mi entrada y presiona sobre ella, torturandome.

— Mételo, por favor...—pido un poco desesperada ante su juego tortuoso moviendo un poco mi cadera.

— ¿Así? —entra de un solo golpe haciéndome arquear y soltar un fuerte gemido por la invasión. Sonrío sintiéndome llena.

¡Ah, qué maravilla!

Comienza a moverse lentamente en diferentes formas buscando mi punto de placer, al encontrarlo empieza a arremeter fuertemente contra mí. Casi grito por el placer que sentía. Mis uñas se clavaron en su espalda durante aquel delicioso proceso, arañando y quizás dejando marcas en ella; sus labios tomaron uno de mis pezones para chuparlo y morderlo haciéndome temblar.

— ¡Ah!... Dios, sí... Más, dame más. —entre gemidos casi desesperados sin darme cuenta que ya no estaba hablando en inglés. Mis paredes comenzaron a contraerse alrededor de su pene, él aumentó las embestidas.

Mi mente se colocó en blanco y una electricidad recorrió todo mi cuerpo en el momento que obtuve mi orgasmo, continuó penetrándome unos segundos más hasta conseguir el suyo. Salió lentamente de mi, besó mis labios con la respiración agitada para luego acostarse a mi lado.

— ¿Te encuentras bien? —pregunta tratando de controlar su respiración tomándome de la cintura y pegándome a él. Yo asiento regalándole una sonrisa.

— De maravilla. — acaricio su trabajado pecho lamiendo el lóbulo de su oreja.

— Aún tenemos toda la noche, pequeña. —sonríe sensualmente acariciando mi espalda.

— Eso suena maravilloso...—susurro para luego montarme sobre él, ganándome una mirada lujuriosa de su parte.

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