Propuesta

—Vamos a darnos un buen baño —asentí con la cabeza, pues mi voz no sale después de tan largo y húmedo beso.

Aiden sonrió ladeado, levantándose de encima mío y dándome de su mano para que así me levantara también.

—Esto nos estorba mucho —bajó mi vestido en un solo segundo—. Esto también...

Apretó mi trasero antes de quitarme la ropa interior. Ya no me da tanta vergüenza como antes de estar completamente desnuda frente a él, pero igual no deja de ser incómodo. Aiden es tremendo hombre, con un buen cuerpo y un atractivo que detiene el corazón de cualquiera, mientras yo soy gordita y un poco bajita, pero con un enorme corazón. No voy a negar, al principio de nuestra relación no me la creía, pues cómo un hombre tan guapo como él, se fijaría en una mujer como yo. Venimos de mundos diferentes, pero aun así, aquí estamos juntos, uniendo esos dos mundos y creando uno solo.

Él me dio amor, protección y mucha seguridad. Es gracias a él que mis inseguridades se han esfumado como por arte de magia.

—Eres mi diosa —volvió a besarme, mucho más pausado y tierno.

—No estamos a mano, tramposo —soltó una risita ronca que me erizó la piel—. Déjame quitarte ese traje.

Primero quité su corbata, para después dejar caer la americana al suelo. Desabroché botón por botón de su camisa, viendo con gran ansiedad y deleite su buen trabado pecho y abdomen. Aprovechando, acaricié su vientre con las palmas de mis manos bien abiertas, creando un camino directo a su pantalón. Su respiración acelerada me iba poniendo a mil.

—Eres cruel —tragó saliva—. Muy cruel.

—No comas ansias, cariño —viendolo directamente a los ojos, quité del cinturón y empecé a bajar su pantalón y su bóxer al mismo tiempo —. Oh, alguien está muy feliz de verme.

—Y no solo de verte, mi reina —entrelazó su mano en mi cabello sin llegar a hacer tanta fuerza, y acercó sus labios a los míos—. Él solo desea estar en las profundidades de tu corazón.

—¿Y qué estará esperando? ¿Qué le haga una invitación, o qué? —mordí mi labio.

—No tenemos que pedir permiso para tomar lo que nos pertenece.

—¿Entonces...?.

—Entonces no hay más que decir aquí.

Atacó mi boca con furia, como si mi aire le fuera necesario para respirar. Torpemente quitó sus zapatos, su pantalón y el bóxer sin dejar de besarme. Sus manos no tardaron en empezar a recorrer mi cuerpo con gran desespero. Pasaron largos días en los que no nos vimos, es normal que el deseo entre nosotros se muy grande.

Mi espalda tocó la fría pared y, entonces un gemido sonoro escapó de mi garganta al tiempo que me arqueé para recibir sus dedos en mi interior. Los movimientos circulares, profundos, rápidos y certeros me llevaron a la mismísima gloria. Aiden bajó los labios por mi cuello mordisqueando y chupando mi piel, sin dejar de penetrarme con los dedos.

—Estás tan húmeda, tan apretada... tan exquisita como siempre —cerré los ojos a causa del inmenso cosquilleo que sentí en el vientre—. Mi diosa, te necesito tanto.

—Aiden... —gemí, viendo las mismísimas estrellas del universo.

No soy patética, solo es el inmenso y profundo amor el que me convierte en una mujer tan melosa. Además de que, ¿cómo no sentir el universo entre mis manos por obra y gracia de Aiden?.

Me aferré de sus hombros, apretando mi vientre y dejando salir esa presión que por sus dedos me causaba. Mi cuerpo perdió toda energía, pero sin dejar aun de estar caliente. Sus dedos hicieron una buena labor, pero aun no es suficiente para calmar el deseo que siento en mi más profundo interior.

—Sorpresa... —murmuró sobre mi cuello.

—¿Eh?.

Abrí los ojos, viendo todo a mi alrededor. El enorme Jacuzzi se encontraba muy bien decorado, de hecho, no había lugar del baño que no hubieran pétalos de rosas, velas y un aroma exquisito en el aire nos envolvía. ¿Cómo no me di cuenta antes de lo hermoso que estaba el baño? Sintiendo la vergüenza esparciéndose por mi rostro, Aiden rio suavemente, como si me hubiera leído los pensamientos.

—Te ayudo —me tomó de la mano y dejó un beso en el dorso de la misma, antes de ayudarme a adentrarme en el Jacuzzi.

—Gracias, mi vida —sonreí tímidamente.

Tomé entre mis manos los pétalos de color rojo, mientras Aiden se acomodaba atrás de mí. Mi espalda tocó su pecho y mi trasero sintió su erección debajo del agua, por lo que sonreí como una tonta.

—¿Vino?.

—Por favor...

Reímos, la verdad tengo la garganta seca.

—Andas raro, ¿sabías? —pronuncié en voz muy baja—. No en estos detalles que siempre tienes conmigo, sino en tu actitud. Pareces como nervioso, ansioso. No sé...

—Sí, estoy muy nervioso —aceptó, pasándome la copa de vino—. He pensado mucho en cómo decirte estas palabras, princesa. Llevamos dos años de relación, es normal sentir un poco de ansiedad por conocer lo que queremos a un futuro. Yo veo mi futuro a tu lado; cada amanecer lo quiero despertar estando solo junto a ti, teniendo cientos de niños corriendo por los pasillos de esta casa tan grande. Verte dormir y despertar entre mis brazos es lo único que he venido deseando desde hace mucho tiempo ya. Quiero ser el único hombre que tenga la dicha y el privilegio de estar en tu dulce y bondadoso corazón. Sara...

Se detiene, mientras que mi corazón no deja de acelerarse cada segundo más. Voltee la cara para verlo mejor. El gris de sus ojos son un imán magnético y hechizante, pues son los más bonitos que haya visto antes.

—¿Sí? —hasta contuve el aliento en espera de que siguiera hablando.

—Eres mi sol, mi luna, mi cielo, mi infierno; eres el bien que necesito para mis miedos, y el mal que me hace temer a algún día llegar a perderte.

Tomó el vino de su copa sin dejar de verme a los ojos, lo tragó y unió sus labios fugazmente con los míos. Seguidamente tomó mi mano, y metió uno de mis dedos en su boca; no supe cuál, sino hasta que lo sacó y en sus labios se expandió esa sonrisa ladeada tan atractiva y sensual que siempre logra derretirme.

—¿Quieres casarte conmigo, ser la única que acompañé mis días hasta la muerte y ser la madre mis hijos para siempre, Sara Harris? —besó el anillo junto con mi dedo, y mi corazón explotó en cientos de latidos emocionados y felices uno detrás del otro. 

—¡Por supuesto que sí! ¡Sí, y mil veces sí me caso contigo, Aiden Bardot! —Efusivamente lo besé, con las lágrimas cayendo sin cesar de mis ojos. Esta felicidad que siento en el pecho no tiene punto de quiebre o desdicha que logre acabarla. 


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