UN FINAL FELIZ

Justo antes de ser trasladado a dependencias judiciales, Julio Fernández recibió la visita de Alicia de Santiago.

—Hola, hija. Gracias por visitarme —dijo el empresario al verla.

—No tienes nada que agradecerme, quería verte antes de que fueras trasladado —respondió ella.

—¿Ni si quiera te vas a apiadar de mí estando detenido?

—Te dije que no me iba a temblar el pulso si tuviera que detenerte yo, a parte que te lo has buscado tú solo. Yo no tengo miedo de que me pillen en nada.

—Bueno, quiero decirte que te quiero y que no quiero hacerte ningún mal, por lo que no voy a decir nada de Luis. —Gracias —susurró Alicia, saliendo de la zona de las celdas.

Esas palabras le llegaron al corazón. Tenía una extraña sensación, al fin y al cabo, era su padre.

La inspectora de Santiago volvió a su escritorio y se quedó sentada sin decir nada y con la mirada ausente puesta en el horizonte.

—Hola, amor —dijo Ricardo Bautista dándola un

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