UNA SORPRESA INESPERADA

Luis, el padre de Alicia, se incorporó al trabajo en el bufete y después de lo que había pasado tomó una decisión, aunque supusiera perder parte de los ingresos que tenía, pues no quería también perder a su hija.

Llamó a Julio Fernández, pues era uno de los mejores clientes del despacho.

—¿Para qué querías verme? —dijo Julio.

—Voy a dejar de llevar tus negocios, poco legales, no puedo permitirme perder a Alicia si se llega a enterar —dijo Luis. —Pero somos amigos y a Sofía no le gustaría que lo hicieras.

—No nombres a mi mujer, esto no tiene que ver con ella ni con nuestra amistad, es simplemente una decisión comercial y en el resto de asuntos te seguiré representando —contestó el abogado con voz firme.

—Si es tu última palabra, entonces yo tomaré las medidas oportunas. —respondió Julio con voz amenazante mientras abandonaba el despacho.

Alicia y Ricardo aprovecharon que habían ido a investigar unas pintadas en una iglesia cercana al hotel donde se hospedaba el supuesto amante de Sofía, para hacerle una visita.

—Espérame en el coche, que no quiero que se asuste —le dijo Alicia a Ricardo.

Subió a la habitación y llamó a la puerta. La abrió un hombre de mediana edad, bastante elegante.

—Hola Alicia, pasa. No te veía desde tu comunión. —Dijo el hombre mientras la invitaba a entrar.

—Por favor le rogaría que no me hablara con tanta cordialidad. No le conozco de nada. —dijo ella con tono tenso.

—Tranquila, tu madre me habló mucho de ti y tenía muchas ganas de volverte a ver.

En ese momento Ricardo llamó a Alicia, pues les reclamaban en comisaría.

—Me tengo que ir, pero podemos quedar en «La Perla», a las ocho. Está frente a la comisaría. Me gustaría hacerle algunas preguntas. —dijo Alicia tras colgar el teléfono.

Volvieron a comisaría y allí les estaba esperando Montse Ibarra, para gestionar la denuncia que había puesto Sergio a Ricardo.

—Primero tú, Alicia. —dijo Montse y la llevó a la sala de interrogatorios.

—Dime lo que viste de la agresión.

—No vi nada, cuando salí de comisaría vi a Sergio en el suelo y diciendo que Ricardo le había tirado. Ricardo me dijo que simplemente le había empujado. —Gracias Alicia, dile a Ricardo que pase.

Entró él y, tras contar su versión de lo ocurrido, Ibarra le dijo que hasta que se resolviera el malentendido quedaba relegado a trabajo de oficina.

Alicia, al enterarse, fue a hablar con Vanesa Morales.

—Hola Vanesa, creo que Ricardo dice la verdad y simplemente empujó a Sergio, por lo que no se merece esa sanción.

—Pero no hay pruebas que demuestren que no lo hizo y sabes cómo son en asuntos internos —respondió la inspectora Morales —Se podrían ver las imágenes de la cámara de la comisaría, para ver si han grabado algo.

—Dile a Lorena que las saque y a ver que podemos sacar en claro.

Nada más dejar a la inspectora Morales, Alicia fue a hablar con Lorena para ver las imágenes.

Tras estudiar las imágenes y acercarlas lo más posible para ver lo que había pasado exactamente, pudieron descubrir que efectivamente Ricardo era inocente y que la caída se la había provocado Sergio con una papelera.

Les enseñaron las imágenes a Morales e Ibarra y la denuncia quedó desestimada y así se lo comunicaron a Sergio Mayoral, el cual se cabreó bastante.

Alicia cuando acabó el turno se fue a «La Perla», para hablar con el amigo de su madre.

—Alicia creo que esta mañana ha habido un malentendido y piensas cosas que no son.

—Sé que mi madre tenía un amante y le has llevado sus flores favoritas, por eso pensé que eras tú.

—Es verdad que tu madre tenía un amante y me lo contaba en las cartas que me enviaba a Estados Unidos, todavía creía en las cartas y nos escribíamos cada dos semanas.

—Perdóname por pensar mal de ti, pero sabrás quién es su amante, entonces.

—Yo no podría ser, soy un gran amigo de tu madre, pero soy gay. Nunca me lo dijo, pero cuando vuelva a Estados Unidos te envío las cartas.

—Vale, muchísimas gracias de corazón.

Al final descubrieron que, el responsable de las pintadas en la Iglesia era Gonzalo, quien estaba empezando una relación con Salima.

La historia de Gonzalo había sido dura. Era seminarista y lo dejó porque perdió la fe y pensaba que el celibato no se cumplía, aunque él creía en Dios y quería seguir ayudando a los demás, por ese motivo se metió en la ONG.

Primero había sido testigo de abusos nada más entrar en el seminario y, no sólo a los seminaristas, sino en algunas iglesias a los monaguillos. Al denunciarlo no le hicieron caso y acabó sufriendo él también abusos y fue entonces cuando decidió dejar el seminario, en su Zaragoza natal, para emprender una nueva vida en Madrid.

Ya habían resuelto el caso de las pintadas, cuando apareció una nueva víctima del violador de la máscara, por lo que decidieron enviar para ayudarles al Inspector Antonio Merino, experto en delitos sexuales, que había resuelto otros casos y era muy estimado por jefatura. Sus métodos rozaban a veces la legalidad y no seguía los protocolos de actuación, pero como obtenía buenos resultados, le pasaban todo por alto.

Sergio Mayoral no se rendía en su plan de conquistar a Alicia y, encima, con el beneplácito de su padre, que le veía como el yerno casi perfecto. Como con Alicia no conseguía nada, cambió de táctica y pasó a provocar celos en Ricardo, pues éste siempre entraba al trapo y sabía que algo sentía por Alicia, a parte que sentía celos por la buena relación que existía entre ellos.

Alicia recibió las cartas de su madre, como le había prometido su amigo y, lo que leyó, la dejó totalmente sorprendida.

Las cartas eran muy explícitas y daban detalles que la hacían ruborizar. Decía cosas que nunca le había oído decir de su padre, que le amaba más y que era el amor de su vida.

También descubrió que era un cliente del bufete por lo que decidió preparar una fiesta por el cumpleaños de su padre con los clientes del bufete, a fin de descubrirle.

Mientras preparaba la fiesta recibieron el chivatazo de que Julio Fernández iba a recibir un cargamento de droga, por lo que se preparó un operativo para registrar sus oficinas.

Aunque habían mantenido un gran secretismo, Julio recibió la información de que iban a registrar la empresa, por lo que ocultó cualquier posible prueba que hubiera.En ese registro Alicia descubrió algo que no se esperaba, al registrar la caja fuerte vio el reloj que su madre le había regalado a su amante. Disimuló como pudo su sorpresa, pero prometió que conseguiría meter en la cárcel a Julio Fernández. Pero esa no es la única sorpresa que recibieron, Ricardo descubrió que su hermano trabajaba para Fernández, lo cual le disgustó mucho.

Al terminar el registro y el turno se fueron a tomar algo al bar «La Perla» y, tanto él como ella, se contaron lo que habían descubierto y, una vez más, demostraron la confianza que tenían el uno en el otro.

Al día siguiente prepararon un cebo para el violador de la máscara, pero esa noche no atacó, por lo que se quedaron con las ganas de pillarle.

A la mañana siguiente, la oficial Ana López, no acudió a trabajar a la comisaría, pero tampoco contestaba al teléfono, lo que a Encarna Carrasco le preocupó mucho pues era muy responsable y no habría faltado sin avisar. Estaba convencida de que algo le pasaba.

Fueron dos días de muchas sorpresas, donde se descubrieron cosas inesperadas que marcarían la vida de los personajes que les llevarían a tomar decisiones que tendrían consecuencias en un futuro.

Por otra parte, pronto recibirían noticias de Ana y se llevarán una desagradable sorpresa.

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