Capítulo 6: No era su novio.

Para mi mala suerte hemos regresado a la conferencia y he quedado detrás del podio, por lo que no consigo tener mucha visión del salón, además, mi Aurora no ha ocupado el mismo lugar, no tengo idea de dónde se ha ubicado esta vez.

Las exposiciones se me hacen eternas, pero terminan. En cuanto nos dejan ponernos de pie, salgo disparado y rodeo el edificio para ir por ella, quiero ver si consigo intercambiar números, para mantener contacto, salir, conocernos. Logro verla a lo lejos y comienzo a correr para alcanzarla, hasta que veo que un hombre alto, de cuerpo bien formado y mayor se acerca a ella.

Ambos se abrazan, él le quita la mochila y caminan de la mano hacia el estacionamiento. Sabía que existía la posibilidad de que ella tuviera novio, porque es demasiado bella, y eso de la soledad sea una manera de alejar a otros chicos, pero nunca me imaginé que le gustaran los hombres mayores.

-¿Qué pasa? – Agustín pone su mano en mi hombro, sacándome de mi decepción -.

-Tiene novio.

-Vaya, que mal, pero puedes dar la pelea… ¿es guapo?

-No lo sé, era alto, musculoso y mayor, mucho mayor.

-Uf, la tienes difícil entonces, le gusta la experiencia.

-Agustín, no me levantes el ánimo – comienzo a caminar hacia la oficina de mi profesor, en donde he dejado mis cosas -. No puedo creer, la primera chica que me gusta y ya está comprometida.

-Conquístala.

-Claro, se lo dices al más experto en conquista.

-Oye, tienes el porte, la facha y el encanto, solo debes usarlos.

-No tengo idea cómo.

-Solo… propóntelo y ya verás. Si te gusta la chica ermitaña, que no te intimide un gorila de cuarenta.

Me río de la descripción de Agustín, pero es cierto. No hay nada que un chico bien parecido no pueda competirle a un hombre de cuarenta de buena apariencia. Mi primo se queda fuera de la oficina, me cambio de ropa y salgo con mis cosas. Él me ayuda con el traje y un par de libros, caminamos hasta el estacionamiento, guardo todo en el auto y me despido de Agustín.

Mientras voy rumbo a casa no puedo dejar de pensar en ella, en sus ojos, en su cuerpo, su aroma… olía a lluvia, a mañana y a paz, una mezcla exquisita que quiero cada día junto a mí. Así que me decido, haré lo que Agustín me aconsejó, conquistarla, aunque no tenga idea de cómo se hace eso.

Llego a casa, Francesca sale a recibirme con los brazos abiertos y sonriente. Tiene dieciséis años y es la chica con más entusiasmo por construir que he conocido, su pieza es una galería de maquetas bien hechas de casas y edificios, ha comprado libros de edificación y no sabe si estudiar ingeniería o construcción civil.

-Hermanito, quiero pedirte un favor – me dice tomando mi traje y cerrando la puerta trasera del auto -. ¿Me llevarías a comprar materiales?

-¿Otra maqueta? – le pregunto divertido, porque es obvio que sí -.

-Sí, pero si no puedes no te preocupes, puedo pedirle a Pía que me lleve.

-Hagamos algo, si puedes esperarme una hora, te llevo a donde quieras y cargaré todo lo que compres.

-¡Por eso eres el mejor hermano de todos!

-Es un insulto para los otros cinco hermanos que tienes – dice Lorenzo tras nosotros -.

-¿Tienes auto? – le dice Francesca, Lorenzo se molesta -. Eso creí… además, Alex en lugar de meterme en problemas, me enseña a tomar buenas decisiones.

-Todos dicen lo mismo, ¿no se aburren? – dice Lorenzo muy molesto -.

-Francesca, no es bueno hacer comparaciones. Lorenzo es un gran hermano, ahora está sufriendo el castigo por tomar una mala decisión y estoy seguro que él te habría llevado sin problemas a comprar tus materiales.

-Por supuesto, hasta te ayudaría con la pintura si me dejaras – le dice Lorenzo, dándole un beso en la frente -.

-No, gracias, prefiero hacerlo sola – dice ella muy seria -.

-Solo piensa que, en construcción, las cosas no se hacen solos – le dice Lorenzo con una sonrisa y camina hacia la cocina -. Mientras esperas a Alex, te preparo un sándwich.

-¡Sí, por eso te amo tanto, hermanito! – me río de mi voluble hermana, que a las voces de comida siempre cede a sus enojos, berrinches y depresiones adolescentes -.

Subo las escaleras y llego hasta mi cuarto, busco ropa seca y limpia, me meto a la ducha y dejo que el agua me ayude a aclarar mis ideas. Puede ser que mi hermana me ayude, ella es muy enamoradiza, aunque no ha tenido un novio hasta ahora, la pobre es demasiado hermosa, pero también inteligente y los chicos de su edad no las quieren inteligentes.

Salgo, me miro al espejo y me digo que tal vez hacer ejercicio cada días ya no es suficiente, así que deberé recurrir a mi padre, quiero aprender kickboxing, a ver si así consigo un cuerpo parecido al del tipo que se quedará sin mi Aurora, porque no la voy a dejar.

En la tienda, donde mi hermana pone en el carro palos de maqueta, planchas miniatura de corcho y madera, entre otras cosas, pienso en algún regalo que podría darle a Aurora, algo que le sirva.

-Hermana, tú eres muy estudiosa… ¿hay algo que te guste para estudiar?

-Destacadores, post-it, libretas, bolígrafos, marcadores para libros… - se queda pensando y luego sonríe -, los amo.

-Te invito a comprar algo de eso, si me ayudas a elegir algo lindo para una amiga.

-¡Sí! Te aseguro que no compro solo uno de cada cosa.

-No importa – le digo riendo, mientras saco palos redondos y ella abre los ojos feliz -. No me dejarás en bancarrota.

-Ya quiero ser mayor, para tener mi propia tarjeta de crédito – suspira -.

-Dudo que te la den – me mira feo -. Pía no la tiene, porque ella se gasta el dinero en ropa, tú te lo gastarías en esto – le muestro unas láminas de acrílico, ideales para hacer ventanas -.

-Te perdono solo porque eres el acompañante perfecto para venir de compras.

-Solo dime con tiempo y te acompaño cada vez que quieras.

Se cuelga de mi cuello, aunque ella es la más alta de las mujeres de la familia, sigo siendo alto para ella, tanto Lorenzo como yo somos tan altos como mi padre.

Pasamos por el pasillo donde encontramos los artículos de oficina, Francesca da un suspiro cuando ve todo lo que hay disponible. Elige varias cosas para ella y me ayuda a elegir un par de cosas para mi Aurora. Cuando estamos en la caja, me mira tomando uno de los regalos y sonríe.

-Es una amiga, ¿cierto?

-Sí – le pregunto, avanzando en la fila -.

-¿Ella te interesa? – me pregunta preocupada -.

-Un poco, ¿por qué?

-Porque no me gustaría verte sufrir por amor, eres demasiado lindo para pasar por eso.

-Los hombres no sufren…

-No me digas esa tontería, los hombres sufren tanto o más que nosotras, porque nosotras al menos lloramos cuando se nos da la gana hasta que nos quedamos secas, ustedes se aguantan todo – pone su mano a la altura de mi corazón -. Y eso se acumula aquí, produciendo más dolor.

-Vaya, eres muy sabia para ser una enana.

-Búrlate, pero sabes que tengo razón. Pero solo te pido que, si llegas a sufrir, no me consideres enana y me cuentes lo que te pasa.

-¿Por qué debería hacerlo?

-Porque si alguna vez llego a sufrir, yo voy a recurrir a ti y solo a ti.

-Lo tendré en cuenta, hermanita.

Es nuestro turno de pagar, la cajera se sonroja al verme y luego sonríe al ver a mi hermana saltar cuando dejan una bolsa todo le que le he regalado. Al llegar al auto, ella me ayuda a colocar todo lo que le he comprado a Aurora en una bolsa de regalo, ya se hace tarde y la invito a comer, idea que por supuesto le gusta.

Llegamos a una zona donde hay varios locales de comida rápida, yo quiero ir a una pizzería, pero mi hermana me ruega ir a un local donde sirven hot dogs. Nos sentamos al lado de la ventana, mientras hablamos de cientos de cosas que mi hermana quiere hacer cuando sea mayor de edad.

Ella se pone de pie para ir a buscar más aderezos, yo miro por la ventana y en la pizzería del frente la veo a ella, sentada con el hombre. Ambos tomados de la mano, riendo, siendo felices, no puedo evitar sentir celos, tristeza y una ganas de llorar tremendas.

-¿Qué pasa, hermanito? – me dice Francesca, mirando a la misma dirección que yo -. Oh, ¿es ella?

-Sí… - devuelvo la vista a mi soda, porque de pronto perdí el apetito -.

-Que linda es y su papá no está nada mal – me dice divertida -.

-No creo que sea su papá.

-Oye, si fuera su novio, él no la besaría en la frente, te lo aseguro – miro otra vez y veo lo que Francesca me dice, luego se sienta al lado de ella y la abraza con ternura, creo estar seguro de ella está llorando -. Es un excelente padre, como el nuestro. Tu chica es muy afortunada.

-No es mi chica, solo hemos cruzado unas pocas palabras.

-Vaya… pero ese regalo seguro le encantará. Ahora – vuelvo mi atención a ella -, cómete tus hot dogs o me los comeré yo.

Río un poco más tranquilo, esperando a tener una oportunidad con ella, porque en verdad me gusta y quiero repetir esa sensación de tenerla cerca, rogando que, en lugar de una caída, sea un beso lo que de la cercanía.

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