Capítulo 3: El primer encuentro.

Me despierto temprano y decido que es mejor me levante ahora y salga de casa con tiempo a la universidad. Es un día de lluvia bastante agitado en la ciudad, una que hace años no se veía, por lo que puedo imaginar el tipo de caos que nos encontraremos de camino al campus.

Me visto con unos sencillos jeans, un suéter beige y unas botas, arriba de todo me pongo un abrigo impermeable. Meto los libros que debo renovar en una bolsa sellada, para protegerlos del agua. Bajo a la cocina, donde la televisión está encendida y el desayuno preparado.

Veo en el canal de noticias que el viento ha botado árboles, dejando varios sectores sin luz, semáforos apagados y retraso en el tránsito, salir temprano hoy es una verdadera necesidad.

-Buenos días, princesa – un beso en la frente de mi padre me hace sonreír -.

-Buenos días, papi. Tan guapo como siempre.

-Me vestí así para mi novia – sonríe y me guiña un ojo -.

-Afortunada tu condenada novia entonces – dice mi madre con aparente molestia, me da un beso en la mejilla y sonríe -. Dime si este hombre no está como el vino.

-Prefiero no oírlo – mi hermano entra riendo y toma asiento -. Sería perturbador, ¿no?

-No lo creo, se nota que se aman y el amor los mantiene así.

Mis padres me sonríen y comenzamos a comer.

-Hija, hoy vas con Anthony, Edgar se irá con César a la escuela.

-Bien, padre – me pongo de pie y me despido de cada uno -. Lo siento, pero debo llegar temprano a la universidad. Los amo.

Salgo con treinta minutos de anticipación para evitar llegar con retraso a la universidad, pero ni siquiera esa previsión me ayudó con el inicio del día.

Miro desde el asiento trasero el tráfico atestado de autos, quejándose con bocinas histéricas por la tardanza en el avance, pero esa acción es inútil ante un accidente que ocupa dos de tres calzadas.

-Lo siento, señorita.

-Tranquilo, Anthony, precisamente por algo así quería salir temprano de casa.

Decido meterme en uno de los libros, ya que hoy no tendré las clases regulares. Sin embargo, no puedo dejar de asistir a esa famosa conferencia, porque contará como asistencia a las clases y tengo asistencia perfecta, no la voy a manchar por no querer estar en esa cosa.

Tras lo que parece una eternidad, consiguen quitar uno de los vehículos involucrados, lo que abre una calzada más y el avance de vehículos comienza a fluir poco a poco. Miro el reloj nuevamente, llegaré casi a tiempo para renovar un par de libros y luego de eso, a la conferencia de economía, que será todo el día, donde escucharemos profesores, alumnos egresados y destacados hablar de la necesidad de las carreras humanistas y científicas en el área empresarial.

Durante el trayecto, la lluvia había menguado un poco y se había mantenido mientras esperábamos en el camino, sin embargo, justo cuando Anthony consigue estacionar el auto fuera del campus, comienza a caer la lluvia como si lanzaran miles de baldes de agua.

-Señorita, puedo acompañarla hasta las instalaciones, para ayudarla con todo eso y el paraguas.

-Gracias, Anthony, el impermeable y las botas son suficientes y los libros vienen protegidos. Que tengas un lindo día.

-Usted también, señorita.

Bajo con toda la prisa que puedo, tengo menos de veinte minutos para llegar a la sala de conferencias. Corro por el camino de hormigón hasta la biblioteca, subo los dos peldaños que están fuera de la puerta y, al abrirla olvido por completo secarme los pies. Consigo dar un par de pasos y resbalo, cayendo al piso como si fuera en cámara lenta.

Cierro los ojos, como si eso ayudara a amortiguar el golpe, sabiendo que será doloroso y me quedará por varios días la evidencia de mi imprudencia, pero en lugar de sentir la dura y fría cerámica, caigo en algo un poco más blando y que me rodea por la cintura.

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Me levanto mucho antes de la hora habitual, la lluvia no ha menguado durante la noche y prefiero salir temprano para no llevarme sorpresas, puesto que los accidentes ocurren de nada.

Salgo con mi traje en una funda para protegerlo de la lluvia, me visto con ropa casual y me cambiaré en el campus. A esta hora nadie se ha levantado, así que salgo sin despedirme de nadie.

Voy muy atento al camino, me faltan pocos minutos de trayecto para llegar, no dejo de pensar en este día. Por ser uno de los alumnos destacados de la carrera, he sido seleccionado para participar en la conferencia, en donde debo explicar a las carreras humanistas y de ciencias la ventaja de ser tu propio jefe en una economía donde las pequeñas y medianas empresas representan más del 50% de la fuente laboral en Chile.

Suena absurdo e ilógico, porque soy el heredero a una de las empresas de moda más importantes del país y el mundo, sin embargo, el jefe de la carrera de economía me ha elegido para eso, por ser un excelente alumno.

Escucho un estruendo detrás de mí, miro por el espejo y veo una colisión, llamo a emergencias de inmediato, sin dejar de seguir mi camino, porque voy bastante bien en la hora.

Al llegar al campus, me voy a una de las oficinas de los profesores, que quedaron destinadas para los fines de cambiarnos, puesto que ir a los camarines significa terminar mojados en el trayecto entre ambos edificios y esa no es la idea.

Una vez listo, aprovecho para ir a la biblioteca por unos libros que necesitaré, pero si no voy ahora luego no tendré tiempo de sacarlos. 

Camino por el pasillo cubierto por un techo de acrílico que protege esa ruta, justo antes de subir las escaleras pasa frente a mí una chica bastante apurada, entra sin pasar por el limpiapiés y veo todo en cámara lenta, dos pasos en la cerámica y resbala, me apresuro para sostenerla, pero no lo suficiente para detener su caída, no me queda más que usar mi cuerpo para servirle de amortiguador.

-Te tengo – le digo en su oído con mi voz de barítono, la siento estremecer, mientras mi cuerpo solo quiere dejarla allí para protegerla -.

La observo fijar su mirada a nuestras piernas, las mías sobresalen bastante de las de ellas, mientras que este contacto me tiene con los latidos a mil por hora. Una de las encargadas se acerca a nosotros y ayuda a la chica a ponerse de pie.

-Aurora, Aurora… ¿qué es tan de vida o muerte que vas tan apurada? – la reprende la mujer -.

-La conferencia, vengo a renovar estos libros y debo correr al auditorio – su voz suena avergonzada -.

-Tienen un retraso de al menos veinte minutos, el rector está atascado en un accidente a quince minutos de aquí.

-Seguro el mismo que me retrasó a mí – se gira hacia mí y me quedo helado -.

-Alex, gracias por ayudarla – dice la encargada -. Mi chica es tan distraída a veces, siempre absorta en los estudios.

-No fue nada – me quedo hipnotizado por los ojos claros de la chica, un tono como la más dulce miel -. Espero que tengas un buen día en esa conferencia.

Le entrego los libros y sin evitar mirarla de manera intensa, por primera vez en mi vida, tengo la necesidad de abrazar y quedarme junto a una chica, es más baja que yo, menuda y preciosa.

-Gracias… - me dice con un susurro, recibe los libros y se queda con la encargada, mientras yo me voy en busca de esos libros -.

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Me encuentro con una figura masculina, de traje casi perfecto, seguro producto de la caída, agachado recogiendo mis libros. Al ponerse él de pie, me quedo hipnotizada con un par de ojos azules, como el cielo de Estambul, que me miran desde lo alto.

Por primera vez en mi vida, me siento atraída por un hombre, con ganas de besarlo, aunque quedaría en ridículo, porque jamás he besado.

Luego de darle las gracias y de recibir mis libros, lo veo perderse por los pasillos de la biblioteca, pensando cómo es que nunca me lo he encontrado por allí antes. Una de las posibilidades más obvias es que nunca levanto la vista de los libros.

Un sentimiento de pérdida me queda en el pecho, mi cuerpo desea sentirse protegido, rodeado de nuevo por esos brazos y sentir esa seguridad que no había sentido antes fuera de mi núcleo familiar.

Cierro mis ojos para respirar profundo, pero la imagen de ese par de cielos me llega y estoy segura que no me dejarán sola por varios días, al menos hasta que olvide este incidente.

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