Capítulo 04

– ¿Tú también eres parte del sequito hechizado? – se burló la pálida al notar como su mejor amiga simulaba un abanico con sus manos mientras pretendía bajar el calor de su cuerpo.  Así de dramática y elocuente es su compañera de trabajo.

 – Cariño, si lo hubieses visto, estoy segura que estarías tan dispuesta como yo en decirle sí a todo lo que pudiese pedirte. – la bonita chica de complexión pequeña solo negó divertida ante el descaro nada oculto en la mirada de la pelirroja.

– ¿Recuérdame porque es que tú y yo somos mejores amigas?. –

Mi-suk ni siquiera se ha tomado la molestia de mirar a través de la sección de empleados, como el resto de sus compañeros, quien es el hombre que parece tener encantado al personal femenino. No era una situación que le importase ya que esta lo bastante ocupada en su sección para atender a simples impulsos de mujeres hormonales.

 – Porque tú eres blanco, y yo soy negro, porque tú eres tranquilidad y yo soy tempestad, porque eres tan aburrida como mi abuela y yo vivo la vida loca. Por eso. – se río la hermosa chica de ojos café.

– Hey, no soy aburrida. – se quejó mientras llenaba algunos saleros.

– Mi-suk. – sosteniéndola de los brazos, la pelirroja habló.

– Eres tan aburrida que, si no fuera por mí, estarías todos los malditos días encerrada en tú casa viendo las temporadas de “You”. – guardó silencio analizando lo terrorífico y poco usual su mejor amiga confesar el amor por esa serie extranjera.

– Como si eso no fuera lo suficientemente psicópata para alguien que tiene la apariencia tan pequeña, esponjosa e inocente. –

La oji-miel negó mientras trataba de intimidar a la contraria y hacerle ver que quizás estaba equivocada, ella podía ser muy intimidante si se lo proponía

 – Ves, incluso en tu faceta de mamá gruñona no dejas de ser tierna y apachurrable. – se burló cuando precisamente, ese contraste de personalidades resultaba ser el hit en su amistad.

 Kim Mi-suk tenía ese instinto de sobreprotección y cuidado hacia todo él mundo, la chica de ojos miel posee un carácter cálido y amable que encanta a toda persona quien la conoce. Jisso, algunas veces pensaba que él mundo no merecía a alguien como su mejor amiga. Ya que la inocencia y bondad en el corazón de la más bajita realmente era algo que debía ser cuidado. Y claro, ella se encargaba de esa parte, siempre atrás de la casi rubia.

–Puedo ser muy divertida si me lo propongo – levantando los hombros con cierto orgullo, miró a su compañera de piso.

 – ¿Así?, ¿Cómo?, ¿Jugando ajedrez y comiendo pastelillos? . – mirando de mala gana las burlas de Seok, la rubia negó mientras le daba la espalda y doblaba algunas servilletas.

– A mi, me resulta muy divertido y para tu información. – le apuntó con el dedo. – El señor Chon, del 53 dice que son noches locas y de descontrol cuando lo invito a casa. – la pelirroja soltó una tremenda carcajada al escuchar a su pequeña y tierna amiga justificar su “diversión”.

– ¡Por dios Mi-suk!, estamos hablando de un viejito de 78 años que apenas puede mover sus brazos. – le explicó. – Le gusta ir a casa porque el ancianito no se cansa de presumir que en sus años dorados fue campeón de ajedrez. Y tú pareces ser lo suficientemente sabionda para cambiar sus jugadas y ser una digna rival de inteligencia y cosas aburridas. –

Le explicó que la definición de “diversión” para la rubia estaba muy lejos de ser realmente una – Y según tú, ¿qué es una noche de diversión? – le retó

La pelirroja bajó de la mesa donde estaba sentada para acercarse a ella y explicarle. – Ir de fiesta, alcohol, buena música y ya sabes, muchos chicos lindos para pasar el rato. – alzó los hombros despreocupada.

– Esa si es una buena noche de descontrol. – levantando las cejas de manera sugerente. La pálida sintió sus mejillas enrojecer cuando la insinuación de sexo estaba puesta en la mesa de interrogatorio.

– A este ritmo, querida amiga, quedarás más virgen que el mismo nombre. –

No es que el tema del sexo fuese un mito para ambas, pero las ideologías en cuanto a la palabra y el disfrute de la vida sexual implicaba el contraste de ambas mujeres y personalidades. Mientras Seok Jisso disfrutaba de los placeres carnales, para una reservada y tímida chica pálida, el tema del sexo iba más allá que un simple encuentro casual.

 – Ves, te has puesto roja. – levantando una vajilla, haciéndola mirar su propio rostro sonrojado. – Y ni siquiera he dicho la palabra con P. – le sonrió a la rubia. – Y termina con “ene”.

– Ya basta. – avergonzada volvió a sus deberes. – Yo solo diré, cuando encuentre a un hombre que haga latir tan rápido mi corazón sabré que es el indicado y solo. – suspiró. – Lo haré. –

Mitos japoneses hablan sobre el verdadero sentir de personas destinas, el hilo rojo de la vida llega a un punto donde deja de alargarse y finalmente encuentras a la persona que te hace sentir calma y seguridad. Es así, según creencias japonesas, te debe hacer sentir tu alma gemela. Sin embargo, en una vida rodeada de peligro es difícil identificar esas señales y sensaciones cuando el peligro y alerta están merodeando constantemente la vida privada de uno de los amantes.

– Es así como Inc. SamSam ha logrado posicionarse estratégicamente en el mercado extranjero. – dijo uno de los siete hombres sentado en la mesa de mayor prestigio y costo de ese elegante lugar.

Había pasado alrededor de media hora mientras esas personas no se cansaban de alardear y parecer tener un concurso interno para asombrarlo con las estupideces que decían. Un buen soldado va a la guerra conociendo a su enemigo, y para la mala suerte de algunos de los presentes, Dai ya los ha investigado para entender que la mayoría miente y solo tratan de evitar su evidente desfalco hacía el futuro.

 Sus empresas ya no eran solventes, por lo tanto. Esperaban que él los sacara de ese enorme agujero negro. Pero él no era una persona caritativa con personas privilegiadas, no era su maldito salvavidas así que solo trataría con las personas que realmente parecía ser formidables.

 – Demasiado idiotas para no darse cuentas que los estas ignorando. – con un perfecto japones que fue desapercibido por los acompañantes de mesa.

Yva miro a su mejor amigo mientras este mantenía su rostro indiferente, por primera vez en la noche se tomaba el tiempo de examinar el lugar. Hasta que el sonido de una bandeja ser arrojada captó la atención en su mayoría de los presentes.

Un platillo ha sido arrojado al suelo manchando la superficie de lo que parecía ser puré, un hombre de traje se puso de pie mientras sus expresiones fáciles eran fáciles de leer, el hombre estaba lo suficientemente enojado para darse cuenta que está protagonizando una escena.

– Eso sabe cómo la m****a misma, no voy a pagar por esta porquería, es evidente que sus chefs no saben preparar algo tan básico como puré coreano salteado. – gritó el hombre de evidente sobrepeso a la camarera quien ha sido afectada por el desplante del hombre. Su rostro estaba manchado de puré y su atuendo ser ensuciado por el choque de alimentos extras. El uniforme que los camareros portaban, para esa chica estaba arruinado.

Todos miraban con lastima la escena, incluso los socios de su mesa habían detenido su platica de ego para mirar con atención como ese hombre humillaba a la chica.

 – Soy un maldito asesino, pero incluso en mi poca moralidad el obeso es un Chikushoume. – el azabache no podía estar más de acuerdo con su acompañante.

Pero dada la situación en la que estaban, lo único que podía hacer era abstenerse de crear otro escándalo, en realidad, la situación le parecía tan inmoral pero no lo suficiente para verse tentado a intervenir, no era su jodido problema. Así que el azabache chasqueó la lengua ante el malentendido mientras dio un trago a su vino. 

– Por esas situaciones, espero digas a mi madre que sus compatriotas son unos malditos hijos de puta. – respondiendo en japones, el castaño solo pudo mirarlo fracciones de segundo.

Nadie tenía intensiones de ayudar a esa pobre chica quien trataba de explicarle al hombre, casi calvo, que esa no era su culpa. La cuestión del sazón o sabor dependía del chef. Pero todos estaban tan atónitos que incluso los gerentes del lugar intentaban descifrar que hacer con ese comensal. Pues a pesar de la empleada ser la principal afectada, en ese lugar de poder y dinero, el cliente siempre tenía la razón.

En especial si se trataba de uno, de los banqueros más importantes de Corea. El gordo hombre empezaba a sudar tras la actividad física de su cuerpo al reclamar, parecía empeñado en seguir humillando a la pobre chica quien estaba tirada en el piso mientras sus lagrimas empezaban a salir.

La desesperación es inminente mientras la prepotencia es una de las cuestiones principales por no ayudar a su compañera, pues era eso o arriesgarse a perder el empleo.

– Ya basta. –

Entretenido viendo como el vino giraba en su copa de cristal, el azabache levanta la mirada al percatarse de una tercera y suave voz irrumpir entre los gritos del hombre. Por primera vez sintió curiosidad de observar quien ha sido la única persona quien está dispuesta a hacer algo por la camarera.

– Por favor señor, mi compañera no tiene la culpa. Si desea presentar sus quejas hágalo directamente en gerencia, pero no cree esta clase de espectáculo. – señalando la dirección del mas cercano gerente, el color rojo empezó a aumentar en el rostro del hombre de complexión redonda. 

Levantando la ceja ante el atrevimiento de la chica, la pequeña camarera parecía tener agallas. Captando de inmediato su atención y no despegar su fija y directa mirada de la mujer.

El azabache miró las acciones de la rubia,  una camarera de piel tan pálida como la leche, sus labios rosados parecían tintados de manera natural, sus ojos color miel combinaban a la perfección con sus espesas y largas pestañas, su pequeño rostro era la cereza de un hermoso postre. La chica poseía un marco perfecto, pues sus facciones son finas naturalmente.

Además de esa mirada que transmite más que simple compasión, esa mujer le esta haciendo imposible despegar sus ojos después de los tres minutos que se ha atrevido a examinarla. Haciendo un recorrido detallado de sus finas facciones

La rubia limpia el rostro de su compañera con un pañuelo que ha sacado del uniforme que resulta ser más largo y cubierto al resto de empleadas. La chica parece no querer llamar la atención de esa forma al cubrir su cuerpo discretamente. Mientras, susurrar palabras de aliento a su compañera quien deja de llorar y la rubia le sonríe con ternura, la satisfacción de su gesto es curioso para él.

Su mirada y acciones ha demostrado ser un claro ejemplo de lo que él no posee, como un iman atraído y fascinado por un pequeño cordero. En su mundo, la chica rubia es la clase de presa que todo depredador como él desea, especialmente, un asesino, encuentra fascinante la inocencia, pureza y empatía que sus ojos reflejan y la protección que de alguna manera le está brindando a su compañera de trabajo. Tres simples palabras que él no tiene y hace mucho tiempo perdió desde la primera vida que tomo entre sus manos.

La curiosidad de saber cuál sería el siguiente acto lo hizo fruncir el ceño cuando el hombre obeso tomó su brazo para levantarla bruscamente provocando un gesto de dolor en ella.

– ¿Y tú quien carajos eres para decirme lo que debo de hacer perra?

 – Nadie señor. – la voz de la chica empezaba a ser cortada, el agarre del hombre era mucho más fuerte marcando su pálido de piel de un color rojo.

– Solo le pido comprensión, mi compañera no ha hecho nada malo y usted la ha lastimado. –

Al parecer todos vieron como el hombre aventó los platillos hacia su compañera, ignorando las heridas de sus brazos por la vajilla colapsar en el suelo, cortando la piel, su compañera está lo suficientemente afectada para reaccionar.

– Me vale una m****a, estoy pagando por un servicio. Lo mínimo que espero de ustedes. – recorrió el cuerpo de la rubia con asco. – Pobres, es que me den a mí, lo que deseo. ¿Acaso no saben quien soy?. – sacudió el pequeño cuerpo de la chica.

– Estoy en la cima, así que puedo decir o hacer lo que se me da la maldita gana. Incluso puedo golpearte si así lo deseo y ¿sabes que niña? Tú no podrías hacer nada porque eres una maldita don nadie. –

Las expresiones a su alrededor eran diversas, desde miradas despectivas hacía las chicas quien solo hacían su trabajo, hasta el sentimiento de lastima. En un mundo gobernado por el dinero, el rico tiene dos lados.

– Ella no podría hacer nada, pero yo sí. – levantándose de la mesa mientras limpiaba los labios con la servilleta de ceda, el hombre azabache acaparó la atención de todos los comensales. Incluso el mismo agresor abrió los ojos al reconocerlo.

Rodeando la mesa de donde se suponía esta degustando sus platillos, el alto caminó con calma y elegancia hacía esa parte del restaurante con las manos guardadas entre sus pantalones. Los comentarios y el ambiente de pronto de volvió mas tenso.

– Habla de niveles. – sonrió de medio lado. – Entonces… – nunca dejó de mirar al hombre casi calvo. Intimidándolo con esa mirada indescifrable.

– Quiero que te arrodilles y pidas perdón. – el grito de asombro rodeo a los comensales pudientes.

No pudiendo creer que el mismísimo Dai Kang estuviese frente a ellos, interviniendo en esa situación de gran disgusto con la gentuza que atendía ese lugar de renombre.

– Vamos Kang. –  quiso aligerar el ambiente pensando que solo se trataba de una broma. Pues al final, ambos eran de la misma sociedad.

 – Sé muy bien que te disgusta la ineptitud, en eso somos muy parecido, querido amigo. – dando un ligero golpe a su hombro.

El obeso hombre solo tomaba enserio a hombres como Kang, pues él no se consideraba al nivel de gente como la que aun sostiene con una de sus manos. Eran como cucarachas. – No soy tu amigo, y dudo mucho que nos parezcamos. – el alto lo recorrió con la mirada.

– Para ser igual a mí. – dio un paso mas cerca a él. – Te falta mucho. Solo eres un simple banquero. – Dai sonrió ligeramente mientras la burla y altanería rodeó sus palabras

– Pide perdón. – volvió a decir. Mientras el rostro rojo, por la evidente humillación hizo al hombre soltar a la pequeña chica.

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