TEBORI "Mafia Japonesa"
TEBORI "Mafia Japonesa"
Por: Monganine
Capítulo 01

Dai Shinoda ha aprendido desde pequeño que la única manera de enfrentar a la muerte, está dictaminada en dos vías, el tiro a matar o conociéndola tan bien que incluso le sea difícil deshacerse de ti.

El miedo es imparcial, una respuesta biológica a lo desconocido, es así como ha vivido durante veintisiete años, celebrando y estado tan cerca de ella que puede considerar tener una íntima amistad con intangible estado. Sin embargo, el jefe jamás se sintió tan acorralado hasta ese momento donde la bala disparada en su abdomen no ha dejado de sangrar y los hombres que resguardaban su espalda están, en su mayoría, regados por toda esa bodega mugrienta.

Se supone que sería una simple inspección de cargamento, un nuevo buque descargaría la mercancía de drogas y estas serían contabilizadas y distribuidas a distintos sectores de entrega que están bajo su control. Pero sus planes se han desvanecido cuando no pasó más de un minuto ante la primera bala ser disparada hacia su dirección. Aniquilando al hombre que resguardaba su lado izquierdo, era una maldita emboscada, él se había confiado lo suficiente para no llevar a los hombres necesarios e inspeccionar el área antes de ingresar. Muy estúpido de su parte, pero después de un día lleno de asuntos por resolver, una parte de él solo quería llegar a la seguridad de su mansión y descansar después de días en vela dándole castigos a los traidores.

Yva Nakurama, su mano derecha y mejor amigo le había advertido sobre tomar precauciones respecto al control de su propia seguridad, quizás fue demasiado confiado, o el bastardo que se ha atrevido a incitarlo sea lo suficientemente estúpido para declarar una inminente guerra a su propia organizacional criminal.

 Cualquiera que fuese la razón, su instinto le podría confirmar que esa emboscada estaba relacionada directamente con los traidores que hace días se ha encargado de rastrear y tratar personalmente, dejando un claro mensaje al líder del cual entregaban su devoción.

Yakuza no era un maldito juego, él es el jefe y puede ser todo menos piadoso o generoso con lo esos hijos de perra que se han atrevido a retarlo directamente. Ahora lo entendía, el maldito arte de la guerra, forzar y cansar al tigre presionándolo en su propio hábitat, de esa forma se esperaría que el tigre solo quisiese retirarse a su cueva sin prestar atención alrededor. 

Chikushoume (hijo de put*) . – rió ligeramente ante el dolor de la herida confirmando la profundidad de bala.

 Dai ha aceptado la muerte a tal grado en su vida que incluso allí en medio de las balas rosar sus sentidos, no tiene miedo, fueran los años de mantenerse operando como una de las organizaciones criminales más poderosas de Japón, pero el jefe estaba listo para morir si es que así está escrito.

Nakurama le habló sobre recientes disputas formándose en el corazón de las alcantarillas, lugares donde el peor de los males terrenales toman rostros humanos y la perversidad de la humanidad puede ser puesta en cuestionamiento. El barrio bajo. Pero él no creyó porque ¿Quién sería tan estúpido como para planear un ataque de esa intensidad?

Tal vez la respuesta la conseguiría muy pronto cuando la lluvia de balas dejó de escucharse al estrellarse entre los contenedores que le resguardan de esa masacre sangrienta.

 – ¡Kuso! (m****a). – dijo cuando dejó de hacer presión a la herida y la sangre seguía escociendo directamente del cuerpo.

“La invencibilidad está en uno mismo, la vulnerabilidad en el adversario”

Recordó el fragmento que su padre le hizo memorizar como si fuera su más fiel credo, dándose cuenta que él tiempo de tener oportunidad de ganar esa batalla estaba limitada pues su vista empezaba a nublarse y sus sentidos hacer eco en su propia cabeza, efecto de su anímica condición en la que empezaba a decaer y bloquear sus poderosas técnicas de combate.

 Estando en ese lugar prácticamente solo, los minutos decisivos han de marcar la vida y muerte. Tenía que darse prisa mientras se obligó a suprimir el dolor de su sistema, con años de tortura, la sensación era soportable para moverse entre los contenedores y encontrar alguna forma de arriar bandera y cambiar la situación a su favor.

“Enfoque en la polvora.”

Morir o vivir, los puntos medio no valían en su mundo. Un mundo lejos de ser moral y éticamente correcto, un mundo donde no ha elegido nacer, pero la sangre y el deber es más fuerte que cualquier decisión que pudiese marcar un antes y después en su vida.

– He esperado durante mucho tiempo un descuido tuyo, Dai Shinoda. – las ondas de agua filtrada le hacían percatarse del sentido en la que ese hombre se movía hacia él, su presa lo está casando a él.

– Con la paciencia de un Tanuki, pero la determinación de un zorro rojo. – el agua bajo sus pies seguía filtrándose y moviendo. Rápidamente se detuvo para no permitir que su adversario conociera la ubicación.

– Pero las semanas se volvieron meses y los meses años hasta que por fin, esta noche me has facilitado todo el maldito trabajo en el cual esperé pacientemente. – su risa provocó que el pelinegro frunciera el ceño. Eso quería decir que toda la maldita escena de infiltrados y rebeldes eran distracciones para llevarlo a ese momento.

Un montaje perfectamente hecho, solo quien conocía el sistema y precauciones de un Yakuza podía manipular una situación a tal grado de hacerlo caer tras esos “asuntos” en específico que requerían la atención del jefe.

– El maldito linaje de Shinoda termina contigo, mestizo. – el alto escuchó un arma ser cargada.

 – Kunio estará tan complacido que me dará lo que tú padre no supo valorar en mí. – era ilogico que mencionara ese apellido. Sin embargo, no era el momento de pensarlo.

El hombre estaba dispuesto a tirar para matar.

Nació de un asesino, lo cual automáticamente ha sido cubierto en el pecado que lo proclama como sucesor del linaje Shinoda, un niño manchado de sangre ajena y quien a medida que cumpliera la mayoría de edad retornaría a ser una leyenda en el mundo ilegal y bajo. Los roles son simples, eres el depredador sin piedad o la maldita oveja que todos atrapan como presa.

Revisando su cartucho de balas, solo cinco eran aquellas que defenderían su vida.

– Eres un maldito traidor, Tomoe. – gritó.

Sabiendo que ese acto revelaría inmediatamente su ubicación y la caza se dirigiría hacia él. Pero eso no importaba, porque esas cinco balas irían a traidores que cobrarían un castigo ejemplar ante la mayor de las ofensas.

– Al parecer no te bastó ver como cortaba tu dedo meñique y se lo diera a comer a mis perros. – frente a él, el hombre que una vez consideró como un tio le miraba con rencor. Tomoe Sku, ex mano derecha de su padre. El antiguo jefe, que había querido derrocar de la manera más cobarde y poco honorable, en ese entonces solo tenía dieciocho años para saber que detrás de esa sonrisa y “comprensión” que Sku siempre pareció mostrarle, el hombre que portaba una cicatriz en su ojo derecho trataría de envenenarlo de la misma forma que lo hizo con su progenitor.

 – Estás marcado por mí, Tomoe. No puedes huir de tu pasado. –

El hombre alto descubrió toda la verdad, en ese entonces, después de la muerte de su padre tuvo que ascender de manera estrepitosa y forzada al control de toda una organización que ya lo consideraba su “Jefe”. El apenas era un chico sin experiencia, con pocas agallas de empuñar firme a lo que hoy sería su más fiel compañera, un arma cargada. 

– En ese tiempo fui piadoso porque te consideraba familia, muy a pesar de lo que hiciste. – le recordó.

 –  No pienso cometer el maldito error dos veces. – alzando su arma cubierta de oro, la determinación de ambos es palpable

Habían pasado tantas cosas desde que desterró a Sku como la única forma de honrar la memoria de su difunto padre, quien consideraba a “la rata” como un hermano.

Quizás fuese el único deseo que le otorgaría a su progenitor, pero ahora, al tenerlo enfrente, ya no duraría en aniquilar al Konashi (bastardo)  que está trayéndole problemas.

 – Sigues siendo patético, niño. – Sku estaba tan confiado que la historia de hace años se repetiría, él sabía la clase de “niño” que siempre fue Dai, su madre coreana le enseñó piedad y devoción a la familia.

Piedad que no servía en ese mundo, una vez más, la cabeza de Dai sería el pase directo y entrada a la organización que competía directamente con los Yakuza.

– Subestimarme es un error Tomoe. – el chico de piel pálida le sonrió. Casi como si pudiera oler la muerte y su mirada cambiara a una mucho más intensa.

– No soy el niño asustadizo que solía ser y tú. – reafirmo con ambas manos el agarre en arma. – No eres familia. – fue el primero en presionar el gatillo y escuchar el arma detonarse mientras que él contrario hizo lo mismo

El impacto de letales armas, ha terminado en el cuerpo del pelinegro quien ha sido alcanzado por el arma de fuego, Dai logró esquivar de manera inmediata la dirección del disparo resultando solo afectado el hombro izquierdo.

Los sentidos han sido puestos en alerta tratando de asimilar lo que está ocurriendo mientras el dolor estaba bloqueando sus movimientos.  Su vista se desenfocaba por periodos de tiempo mientras intenta retener la sangre que aun brota con intensidad en su abdomen.

 – Nos vemos en el infierno, chikushoume. – Dai quiere comprobar que el disparo haya acabado con el rival.

El cuerpo de Sku esta recargado sobre la sección de los contenedores con un perfecto tino en medio de la frente. El agujero en su cráneo le confirma que el hombre ya no le daría problemas mientras él intentaba llenar sus pulmones con el oxígeno que estaba empezando a fallar.

Kuso (m****a). – escupió la sangre acumularse en su garganta.

Su poderío parecía concluir en ese mismo lugar, una bodega abandona en medio de la nada. Sin embargo, aun cuando el sabor metálico se presentaba nuevamente en la garganta estaba lo bastante abatido para pensar que el idiota de Sku tenía razón. Toda una organización entraría en conflicto cuando se diera a conocer la noticia de su muerte.

Porque él no tenía alguna clase de heredero el cual pudiese cederle el lugar, así como hicieron con él tras la muerte de su padre. Toda la m****a en la que trabajó durante años sería derrumbada en un último suspiro.

 El cielo estrellado se dejaba ver a través de los techos desgastados.

Su cuerpo parece llegar al punto de bloquear el dolor, únicamente era él y sus pensamientos esperando el ultimo respiro de vida. Sin lágrimas, ni compañía, de alguna forma lo bastante triste cuando se negaba a sí mismo a hacer lo mismo con otro niño que no sería inocente y que no podría escapar de su evidente destino.

Sus manos ya tenían el derrame de vidas que por docenas podían ser contadas.

Dong-Min Dai Shinoda Kang y su legado en Yakuza termina con él, en medio de la soledad y penumbra.

Donde las relaciones, específicamente hablando de amor era más temible que una daga puesta sobre el cuello. Porque al final de la historia, ¿Quién podría amar a un hombre como él? Lejos de ser el príncipe de la historia, el villano jamás podía permitirse ser feliz, no porque estuviese a elección, sino porque podría ser visto como una maldita debilidad.

– No tuve que esperar tanto tiempo para tu encuentro, padre. – su voz apenas podía escucharse.

– Pero es evidente que en esta y en otra vida tendremos que volver a darnos la cara. – el delirio empezaba a jugar con su mente.

Pensando en el cielo y el infierno, estaba seguro que al lugar donde él terminará sería similar al de su padre pues se convirtió en claro reflejo de lo que él fue en vida. Incluso más despiadado y respetado.

Dai estaba seguro que si su padre aun viviera, estaría orgulloso del hombre sin escrúpulos y poca empatía hacia la vida en el que se ha convertido. Más sanguinario y cruel, ha logrado consolidar a todo un territorio y mantener parcialmente los asuntos de rebeldía controlados. O al menos eso fue lo que pensó hasta escuchar a Tomoe y su anhelo de pertenecer a Kunio.

– Perdóname madre. –  el pelinegro se estaba despidiendo de su progenitora.

Él sabe que no lograría cumplir al fin de cuenta la promesa que cada mañana su madre le exigía decir. “Regresar sano y salvo”.

Una mujer de descendencia coreana que el único error que cometió fue enamorarse de su padre. Un hombre de apariencia encantadora, pero arrastrando demonios en su espalda.

A pesar de ello, jamás entendió porque al saber la clase de hombre que era su progenitor decidió quedarse en el mundo donde solo la arrastraría a constantes sombras y una vida llena de desgracia. Ama a su madre, pero nunca comprendería por qué ha elegido esa vida.

Se juró a sí mismo a pesar de ser un maldito Bakayaro, no hacer lo mismo.

No sentenciaría a un niño a una vida llena de torturas durante su crecimiento que forjarían su carácter, a intensar horas de entrenamiento para condicionar su cuerpo, extenuantes jornadas de estudio para desarrollar sus habilidades como líder y estratega. En conclusión, el hijo del jefe era preparado para ser todo un arte y arma letal quien defendería la historia y vida familiar.

Porque vivir de esa forma, ni siquiera era vida.

Aun cuando esos actos ilícitos le otorgaban ciertos caros prestigios, permitiéndole reducir la culpabilidad de conciencia al hacer buenas obras, su vida era como vivir en doble sentido, una moneda con dos caras.  

Si bien, Yakuza es una de las mafias más peligrosas del mundo, eso no quería decir que no siguieran ciertos códigos, códigos que él no estaba dispuesto a comprobar. No cuando recuerda toda esa preparación para convertirse en lo que es hoy, un empresario de renombre especialmente en la elite japonesa y un magnate prometedor en toda asía quien guarda un oscuro secreto y resguarda la real imagen del monstruo que es.

– ¡El Jefe está herido! –

Un grito que apenas pudo percibir fue lo último que escuchó para cerrar los ojos y tornarse todo en una intensa oscuridad.

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