Capítulo 5

- Escúchame bien niña.

El hombre toma mi rostro entre sus manos con fuerza y me inmoviliza contra la mugrosa pared detrás de mí.

- La regla más importante en este lugar es: Jamás hablar ante cualquier circunstancia. ¿Entendiste?

El miedo paraliza mi cuerpo y asiento frenéticamente con la cabeza.

- Muy bien niña. La siguiente regla que tienes que aprender muy bien es: Todo lo que te pida hacer el cliente lo haces. ¿De acuerdo?

Por favor, otra vez no.

Estoy a punto de vomitar. Hace dos días que salí de un infierno y me vine a meter en otro.

- Responde niña estúpida. – Grita.

Su puño derecho impacta con mi mandíbula obligando a mi cabeza a girar a la derecha.

De nuevo asiento con la cabeza. El golpe me provoca un mareo, pero me mantengo de pie con su asquerosa mano izquierda aun en mi rostro.

- Si el cliente te pide que te pongas en cuatro lo haces, si el cliente te dice que le hagas una felación, lo haces. ¿Está entendido?

Me obligo a detener el vómito en el momento en que lo siento en mi garganta. Asiento de nuevo, pero esta vez con lentitud.

“Por favor, por favor, que alguien me mate. No puedo seguir soportando esto.”

- De acuerdo, niña. Que tengas un buen día. – Muestra la sonrisa más malévola que haya visto en mi vida. – Por cierto, antes de que lo olvide. – Toma mi cabello entre sus dedos de la mano derecha y comienza a acercarse a mis labios. – Si sale una sola palabra de esa boquita voy a disfrutar cortándote la lengua.

Su aliento choca con mi rostro y el vómito lo vuelvo a sentir en mi garganta.

“No vomites, no vomites.”

Me repito una y otra vez.

Sus dedos abandonan mi cabello y acaricia ligeramente mi labio inferior.

Hago todo lo posible para no mover un solo musculo y soportar su tacto sin vomitar.

- Una sola palabra que salga de esa boquita y te obligaré a comer tu propia lengua de cena. ¿Entendiste?

Cada amenaza se queda grababa en mi memoria y me prometo a mí misma no decir ni una sola palabra mientras esté en este lugar.

Vuelvo a la realidad y me encuentro con la escena más triste que mis ojos hayan presenciado en toda mi vida.

El amor de mi vida está en el piso, llorando y pidiendo disculpas.

Lloro por la amargura en la que vive mi corazón desde que llegué a este lugar y lloro por ver sufrir a la mejor persona que tiene este mundo.

- Husein.

“No puedo dejarlo sufrir, no a él.”

“Pero no puedo hablar, ellos siempre sabían cuando una de nosotras hablaba, si ellos se enteran de que hablé me mataran.”

El pánico comienza a invadir cada rincón de mi cuerpo.

El miedo provoca escalofríos y todos los recuerdos comienzan de nuevo a invadir mi mente.

Tres hombres entran a la habitación donde se encuentran las jaulas con nosotras dentro.

Se enciente la única luz que cuelga del techo y dirijo mi mirada hacia la navaja que tiene uno de los hombres en su mano derecha.

“Por favor que no sea a mí, que no sea a mí.”

Imagino lo peor y empiezo a hiperventilar por el pánico que se apodera de mí.

- Es ella. – Habla el hombre apuntando con la navaja hacia la mujer de la jaula en la esquina de la habitación.

Giro mi cuello para observar a la mujer y noto su largo cabello oscuro y golpes en toda la superficie de su cuerpo, similar a los que tenemos el resto de las mujeres de la habitación.

Los otros dos hombres caminan hacia la jaula de la mujer y abren la puerta.

Uno de ellos comienza a buscar algo en los bolsillos de su pantalón y después de unos cuantos segundos, saca una llave.

Acerca la llave hacia el candado en las cadenas que sujetan las manos y tobillos de la mujer. La liberan y la toman de ambos brazos hasta sacarla de la jaula.

- Quiero que me digas exactamente lo que le dijiste a uno de los clientes anoche.

Habla el hombre con la navaja. Su voz es grave e intimidante. Se nota que está enojado, pero aparenta tranquilidad y trata de no alzar la voz.

La mujer comienza a llorar incontrolablemente y puedo notar el miedo que irradia sus ojos.

La empujan hacia la pared frente a mi jaula y puedo observar que comienza a orinarse por el miedo.

Los hombres que la sostienen se alejan un poco de ella, pero sin soltar los brazos de la mujer.

El miedo comienza a invadir a todas nosotras, lo puedo notar por las lágrimas que comienzan a derramar todas las mujeres enjauladas.

Todas tememos que nos castiguen por culpa de una mujer que habló con un cliente.

- Tienes permitido hablar solo por esta ocasión niña, así que responde. ¿Qué fue exactamente lo que le dijiste?

Se puede ver la orina regada en el piso bajo las piernas de la mujer, pero eso no le importa al hombre con la navaja.

Se acerca peligrosamente hacia ella, como un león acechando a su presa.

- Yo no dije nada, lo juro.

Habla finalmente la mujer, claramente aterrada por la situación.

- ¿En serio? Porque aquí tengo lo que le dijiste al cliente.

El hombre de la navaja procede a sacar un pequeño papel del bolsillo izquierdo de su pantalón y lo desarruga.

- Por favor ayúdame te lo suplico.  – Lee el hombre del papel.

La mujer tiembla de miedo y más aún cuando el hombre guarda de nuevo el papel y levanta la navaja a la altura del rostro de la mujer.

- No me gusta que me mientan. – Dice el hombre y empieza a acariciar la mejilla de la mujer con la navaja.

- Te juro que yo no dije nada, por favor no me hagas daño. – Suplica la mujer.

El llanto se hace más intenso por parte de todas y en ese momento siento como mi pecho va a explotar, porque sé perfectamente lo que le va a pasar a la mujer.

- Tomen su lengua. – Ordena el hombre con la navaja.

Uno de los hombres que sostiene a la mujer, se aleja un poco y saca un aparato similar a una pinza de su bolsillo.

No puedo ver lo que pasa a continuación porque los tres hombres se interponen entre la mujer y yo y por lo tanto la cubren con sus cuerpos.

La mujer comienza a forcejear y los hombres la golpean para que se tranquilice. Sigo sin poder ver en que partes de su cuerpo la golpean, pero puedo ver cuando la mujer está a punto de caer el piso y los mismos hombres que sostenían sus brazos, la toman y la colocan de pie frente a ellos.

- Esto ocurre cuando desobedecen mis reglan niñas. – Habla el hombre con la navaja de nuevo.

Solo puedo ver la espalda de ese hombre, pero noto como su mano derecha se encuentra alzada y comienza a caminar hacia la mujer.

Ella está completamente desorientada y si no fuera por los hombres que sostienen sus brazos, ella ya habría caído al piso.

El hombre se encuentra a centímetros de su rostro y veo como saca la lengua de la mujer de su boca y con el mismo aparato que vi hace unos minutos, toman su lengua obligándola a mantenerla fuera.

Los ojos de la mujer se encuentran cerrados y no percibe lo que ocurre a su alrededor, pero cuando la navaja comienza a cortar su lengua, ella comienza a gritar y tratar de correr.

Los hombres que la sostienen la inmovilizan y el hombre con la navaja sigue con su trabajo.

La sangre comienza a salpicar en el rostro de ese hombre, pero parece no importarle.

Agacho mi cabeza llorando por la mujer y finjo que el pánico por ser la siguiente, no está atormentando mi mente.

Escucho los gritos de las otras mujeres, pero simplemente las ignoro y evito a toda costa hacer cualquier sonido.

Llevo tanto tiempo encerrada por psicópatas que he tenido que ver tanta sangre, que ya no me afecta de la manera en la que lo hizo la primera vez.

Escucho cada latido de mi corazón y las lágrimas chocando en la alfombra bajo Husein.

Mi cuerpo tiene pequeños espasmos de tanto llorar y, sin embargo, no me atrevo a buscar consuelo en los brazos de Husein.

Mi corazón late tan fuerte que podría ser escuchado fuera de esta habitación.

Quiero correr y abrazarlo, pero mi mente me pide que me aleje de él todo lo que sea posible.

¿Cuántos minutos ha pasado?

El tiempo sigue corriendo y solo soy capaz de levantarme de mi asiento para acercarme un solo paso hacia Husein.

“No puedo tocarlo, él podría hacerme daño.”

“Jamás te haría daño”

“Lo mismo decía el señor Taylor y aun así me obligaba a desnudarme frente a él”

La discusión conmigo misma no funciona y solo tengo una sola salida de esta situación.

No sé en qué momento mis pies comienzan a correr hacia la puerta, pero cuando me doy cuenta me encuentro fuera del consultorio de la doctora, corriendo sin rumbo.

Corro hasta encontrar unas escaleras y las bajo apresuradamente sin importarme el dolor tan intenso en todo mi cuerpo.

Solo quiero huir de esta realidad y quiero alejarme de Husein. 

¿Por qué?

Porque la única persona que me ha amado se encuentra destruido por mi culpa. Se siente culpable por algo que no hizo y verlo llorar me rompe el corazón.

Sigo corriendo hasta llegar al final de las escaleras y noto que estoy en el primer piso del edificio.

Me dejo guiar por la flecha en un cartel colgado del techo que me indica la salida. No hay nadie en el pasillo así que relajo un poco mi paso, pero aún me mantengo con una velocidad constante rumbo a la salida.

Puedo visualizar la salida marcada por un rútulo de color rojo y cuando estoy a punto de atravesar las puertas, veo a dos hombres corriendo hacia mí.

“¡SON ELLOS!”

Son los mismos que cortaron la lengua de esa mujer. Son los mismos que me llevaban a la habitación con los clientes.

El corazón está a punto de salir expulsado de mi pecho y el mismo miedo con el que vivía constantemente en esa jaula se apodera de mí.

Las lágrimas se derraman a montones y el pánico nubla mi mente. Corro velozmente hacia las puertas, pero es inútil.

Los hombres logran derribarme y sostienen mis brazos tal y como lo habían hecho con esa mujer.

Lucho por mi vida y trato de golpearlos con mis piernas, pero ellos se percatan de lo que trato de hacer y giran sus cuerpos para esquivar mi golpe.

Se acomodan encima de mi cuerpo y noto como uno de ellos comienza a sacar algo de su bolsillo.

“¡Es el aparato!”

Empujo a ambos con toda la fuerza que tengo y logro liberar uno de mis brazos de su agarre.

De pronto noto como algo se comienza a incrustar en mi brazo, todavía retenido entre las manos de uno de los hombres y un dolor agudo comienza a entumecer mi brazo.

Es una inyección de algún tipo con un líquido transparente similar al agua. Me mantengo observando el líquido entrando en mi brazo y después de unos segundos, comienzo a sentirme adormilada.

“Por favor no me maten”

Suplico en silencio, pero me niego a dormirme para que puedan hacer conmigo lo que quieran.

Ambos hombres se ponen de pie y mi cuerpo deja de reaccionar. Quiero seguir corriendo, pero ningún musculo de mi cuerpo obedece mis órdenes y me mantengo recostada en el piso.

Veo que alguien se acerca corriendo hacia mí y noto que es la doctora Candace.

Se arrodilla junto a mí y veo preocupación en su rostro.

“Por favor no dejes que me hagan daño”

Ruego con la mirada. Empiezo a llorar y me permito pedir ayuda después de tanto tiempo.

“No quiero morir”

El pánico se apodera por completo cuando mis ojos comienzan a cerrarse y la esperanza de volver a abrirlos se comienza a desvanecer.  

“No quiero morir”

Repito una y otra vez en mi mente, pero el sueño cada vez es más fuerte.

Distraigo mi mirada un solo segundo del rostro de la doctora y noto a su lado al mismo hombre que hace unos segundos lloraba frente a mí.

Sus ojos aún siguen rojos por el llanto, pero ahora puedo ver el miedo y la preocupación que está sintiendo.

Después de tantos años sin verlo y aún puedo reconocer esos hermosos ojos celestes, su cabello oscuro perfectamente recortado y finalmente, sus labios. Esos labios con los que soñaba besar el día de nuestra boda y que ahora simplemente parecen un sueño.

Se acerca hacia mí lentamente y noto que trata de controlarse para no saltar a abrazarme.

“Husein te extrañé cada día desde que dejé de verte”

Se encuentra a unos centímetros de mi cuerpo. Quiero estirar mi mano hacía él y decirle que no tengo nada de que perdonarlo, pero no puedo. No por la droga que ahora mismo recorre mi organismo, sino porque aún no sé si pueda confiar en él.

Dirijo mi mirada hacia el otro lado y noto que se encuentran de pie, junto a mí, los mismos hombres que me derribaron hace un momento.

Observo sus ropas y me doy cuenta del grave error que cometí. Son guardias de seguridad y no los hombres que yo creía. Sus gafetes con sus nombres lo identifican como la seguridad del hospital y sin embargo me dejé llevar por el pánico al verlos correr hacía mí.

- Adaeze yo cuidaré de ti, lo prometo.

Escucho la voz de Husein y me vuelvo a concentrar en él. Está preocupado, lo sé, pero él no puede hacer nada por mí.

Igualmente trato de sonreír mientras las lágrimas siguen derramándose por mis mejillas.

“Husein solo quiere ayudarme y yo lo quiero a él”

“No dejes que me hagan más daño, por favor”

Y después de lo que parece ser varios minutos, el sueño finalmente me vence y ahora que sé que Husein está a mi lado puedo dejarme llevar, sabiendo que pronto despertaré y lo tendré a mi lado.

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