Capítulo uno.

— ¿Señorita Green, está escuchándome?—Preguntó el profesor con molestia, parpadeé varias veces y sacudí la cabeza. —Preste atención de una buena vez.

—Lo lamento, señor. —Dije volviendo las manos en puños debajo de la mesa. La clase siguió y yo solo bufé, estúpida universidad.

Comencé a juguetear con mi cabello antes de tensarme al sentir un tirón en la vena del cuello a la derecha, eso significaba que un maldito chupa sangre estaba cerca.

—Profesor, ¿puedo ir al baño? Es urgente.

—Cinco minutos. —Dijo sin mirarme, tomé mi mochila y salí corriendo fuera del aula, con la adrenalina comenzando a inundar mis venas.

Salí de la universidad sin detener mi paso y llegué al comienzo del bosque, donde sentí un tirón en la vena de la izquierda, justo al lado del corazón. Hombre lobo.

Me puse la capucha de mi chaqueta y comencé a caminar lentamente por el bosque, siguiendo mi instinto. Cuando los tirones se convirtieron en calambres saqué una espada de mi mochila, mi favorita, de hecho, era una híbrida y lo mejor fue que yo misma la forjé, con la punta hecha de un afilado oro y el resto de la hoja de plata pura, toda ella estaba rociada por esencia de Tacca Chantrieri, flor de Jade y dos pétalos de azucena.

— ¡Te advertí que no te acercaras a mi manada!—Escuché gritar a una potente y masculina voz, me escondí detrás de un frondoso árbol y agudicé mis sentidos.

— ¡No tuvimos elección! ¡La Cazadora ha estado cazando a los míos y no tardaba en dar con mi clan!

Bufé, recordando mi fracaso al no encontrar el clan de vampiros, los cuales se habían convertido en mis presas favoritas hasta el momento. Ellos daban una buena pelea y solo me maldecían una y otra vez, nada de solo gruñir y abalanzarse sobre mí, tal y como los licántropos hacían.

— ¡Ese no era el acuerdo!

—Yo les diré cuál era el acuerdo. —Dije apareciendo frente a ellos con una sonrisa ladina y balanceando a Híbrida, mi adorada espada, de adelante hacia atrás.

Uno de ellos, el más alto y corpulento, era de piel ligeramente tostada, ojos esmeraldas y cabello ondulado. El otro, igual de alto que el moreno pero no tanto, era pálido, de cabello castaño oscuro y ojos rojos moteados de verde. Interesantes especímenes.

—Cazadora. —Gruñeron, interrumpiendo mi próximo e ingenioso comentario, se pusieron en posición de pelea y yo reí, divertida, e hice bailar a Híbrida en mis manos

—Veo que mi reputación me precede. —Dije sonriendo de lado.

— ¿Cómo no lo haría si has acabado con manadas y clanes enteros en cuestión de horas?

—Cierto. —Asentí expandiendo mi sonrisa, el vampiro me miró con odio. —Vamos, no me mires así, les hice un favor al hacerlos irse de ese feo lugar. —Fruncí la nariz, despectiva.

—Y yo le haré un favor a la comunidad sobrenatural al asesinarte. —Gruñó él y se abalanzó sobre mí.

Reí y lo esquivé con facilidad, en cambio, no esperaba que el moreno se abalanzara sobre mí a mitad de su cambio, me lanzó un zarpazo que mandó a volar mi espada y después arremetió contra mi abdomen con su cabeza, lo tomé por los hombros y lo empujé lejos con facilidad.

—Esto ya no es tan divertido. —Dije frunciendo el ceño, puse ambas manos en mis caderas. —Subamos la intensidad de esto.

Levanté una pierna para darle una patada en el rostro al vampiro, pero logró esquivarme, me tomó con fuerza por el tobillo, tiró de él, haciéndome perder ligeramente el equilibrio, y, tras dar dos giros sobre su eje, me soltó, volé durante cinco segundos a través del bosque y finalmente caí con estrépito sobre mi costado derecho, mis pulmones se hicieron puré contra mi caja torácica. Tensé la mandíbula e intenté levantarme, sin embargo, el licántropo, ya en su forma lobuna, se subió sobre mí y gruñó, amenazante, hasta que se quedó observando mi rostro con lo que parecía fascinación, alcé una ceja.

— ¿Soy o me parezco?—Pregunté en mofa antes de hacer un movimiento de cadera, incrustando la suela de mi bota de combate en el peludo trasero del lobo, mandándolo a volar y dejándome libre en cuestión de segundos. — ¿Qué?—Inquirí desconcertada, y desconfiada, al verlos sin mover un pelo luego de que yo me levantara. — ¿Se acobardaron?

— ¡Ahora, Spencer!—Gritó el vampiro y una extraña fuerza me apresó, privándome de movimiento alguno, maldije por lo bajo e intenté usar la casi nula magia que mis tías dejaban en mi organismo para ocasiones como esta. No funcionó.

—Esto es jugar sucio. —Gruñí con el ceño fruncido al ver a un tercer chico pararse al lado de ambas criaturas, su cabello era castaño tirando al rubio, tenía ojos verdes moteados con azul y sus rasgos se me hacían vagamente familiares.

—Como si tú jugaras muy limpio. —Contestó el tal Spencer con brusquedad, me abstuve de poner los ojos en blanco. — ¿Qué haremos con ella?

— ¿Me capturaron sin tener plan alguno en mente?

—No creímos que fuéramos a llegar tan lejos. —Se excusó el moreno, ya en su forma humana.

—Llevémosla a la manada, ahí podremos hacerla pagar por sus crímenes.

Oh, oh.

— ¿Estás seguro, Colm? Él la destrozará.

— ¿Acaso has olvidado todo lo que ella ha hecho, Luther?

—No, pero no merece tal condena.

—Si estás preocupado por mí ni te molestes. —Hablé buscando una manera de liberarme. —Vivo con mis tías, eso ya es suficiente tortura.

—Caso cerrado. —Dijo Spencer y tensó su cuerpo.

La fuerza que me rodeaba comenzó a ejercer mayor fuerza en mí hasta el punto de quitarme el aire, observé furiosa a los tres chicos ante mí antes de que mi cerebro se desconectara de mi cuerpo a causa de la falta de oxígeno.

(…)

Algo pesado tiró de mis "frágiles" muñecas, ocasionando que me queje en voz baja y abra los ojos, encontrándome observada por los tres chicos del bosque, una mujer con aire perspicaz y un hombre de gran altura y musculatura, posiblemente el Alpha de la manada a la que ese trío de idiotas me había traído.

 —Supongo que estoy en problemas. —Dije con voz enronquecida, un amago de sonrisa asomó en los labios del hombre.

—Supones bien. —Se inclinó sobre mí,  poniendo una rodilla en el suelo y recargándose en la otra. —Dime, ¿cuál es tu nombre, Cazadora?

—Los nombres otorgan poder sobre la persona, ¿por qué debería decírtelo?

—Porque puedo sacarte la verdad a latigazos, algo que me hizo prometer mi Luna, sería el último recurso.

—Oh, ya veo. —Miré a la mujer con detenimiento.

Su cabello era rubio y caía delicadamente sobre sus hombros hasta su cintura, donde asomaba la empuñadura de una espada a lado de un abultado vientre de embarazo. Sus ojos azules refulgían en la semi oscuridad que nos rodeaban, y me miraba con bondad, aunque cautelosos.

—Lo agradezco, su alteza, o como sea que le llamen aquí, pero no necesito su misericordia, puedo sola. —Dije haciendo una especie de reverencia con mi cabeza y miré al Alpha. —Adelante, mi nombre no saldrá de mis labios a menos que sea mi último aliento.

—Como desees, Cazadora. —Se levantó y le hizo una seña a uno de sus guardias apostado en la puerta.

Este me hizo levantarme de mi lugar con rudeza y me estampó sin piedad contra la pared, tomó mis muñecas esposadas y las colgó sobre mi cabeza en una especie de gancho de hierro, luego, empujó mi cuerpo hasta que estuve colgada a mitad de la estancia, siendo observada por todos los presentes. Miré al vientre de la Luna y el vello de la nuca se me erizó al escuchar el látigo chasquear en el aire.

—No le quiten la ropa, no esta vez. —Ordenó Luther mirando sobre mis hombros.

—Como ordene, Beta. —Escuché al látigo chasquear antes de sentir a mi cuerpo estremecerse ante el dolor del primer latigazo dado en mi espalda, fruncí el ceño y contuve un grito ante otro latigazo. A estos le siguieron muchos más.

Sentí mi chaqueta y blusa adherirse a mi espalda gracias a la innumerable sangre que manaba de las heridas, solo hice una mueca de dolor cuando me dieron en la cadera, justo en la herida que me había hecho hace tres días en la caza de un vampiro.

— ¿Lista para decirme tu nombre?—Preguntó, radiante, el Alpha, deteniendo el castigo, lo miré con indiferencia y aburrimiento.

—Creo que no he derramado suficiente sangre. —Dije, él tensó la mandíbula y miró al guardia que se encontraba azotándome.

—Látigo C. —Ordenó con furia.

—Como diga, Alpha.

—Cedric, ¿no crees que es demasiado el C? Es solo una niña. —Saltó al instante su Luna, él ni siquiera la miró.

—Ella quiere derramar sangre, no voy a negarle su deseo.

Pronto el guardia volvió portando un látigo con pinchos afilados y electricidad estática saltando en toda su longitud, tragué saliva con fuerza al verlo, ese sí que era una buena arma de tortura, mala suerte para mí que sería usado en mi persona.

— ¿Sabes lo que es esto?—Preguntó el vampiro, Colm, con una sonrisa de oreja a oreja. —Un látigo forjado por las hadas y hechizado por la más oscuras de las brujas, haciendo casi imposible de sanar las heridas que ocasione este juguete.

M****a.

—Adelante. —Dije sin mirarlos, escuché una especie de chasquido crujiente antes de que mi espalda estallara en llamas gracias al abrasante dolor, perdí fuerza en las piernas ante el segundo latigazo y caí hacia delante, sintiendo una opresión en el pecho.

Esto dolía como el maldito infierno.

Al tercer latigazo mi vista se volvió borrosa y mi respiración irregular. Al cuarto ya no pude mantener la cabeza erguida, por lo que mi cabello azabache hizo una cortina frente a mi sudoroso rostro. Al quinto latigazo no pude soportarlo y solté un gemido lastimero, que, al noveno encuentro, se convirtió en un alarido de dolor. Al décimo latigazo no lo soporté más y miré al Alpha, suplicante.

—Soy... —Mi lengua se atoró en mi boca y todo se volvió negro, dándole paz a mi sangrante y adolorido cuerpo.

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