Capítulo 7: Todo cambia con el tiempo.

Arranco el auto, las manos me tiemblan y solo ruego que ella no lo note, porque quedaría en ridículo.

-Muchas gracias – me dice con un poco de nostalgia en la voz -. La verdad es que no recuerdo cuando fue la última vez que alguien me ayudó sin esperar algo a cambio de mí.

-Bueno, tampoco es que no espere nada a cambio – ella me mira sorprendida -. Supongo que esto amerita el pedirte un día que almuerces conmigo, para que me sigas contando sobre tus trabajos anteriores. Aún no sé por qué te despidieron, si eres tan inteligente.

-Por un momento creí que harías lo que hacen todos los hombres que me han dado su ayuda “desinteresada”.

-Yo jamás haría eso – le digo divertido mirando el camino -.

-Obvio, no es que yo sea de tu gusto – se ríe -.

Mi cuerpo se tensa, pero no dejo de reír, más porque su risa me contagia que porque me cause gracia. Por primera vez siento que esta mentira que me ha servido para escapar de las intenciones de mi madre me está jugando una mala pasada, se me está devolviendo y de mala manera.

-Oye… dime lo que piensas, estás muy serio.

-Solo cosas de la vida.

-Deben ser cosas muy importantes, para que arruine esa carita tan linda que tienes – me dice mirando a la ventana, justo cuando me detengo por el semáforo -. No deberías dejar que nada te borre esa sonrisa de la cara.

Me mira fijamente, aunque está oscuro aquí dentro, puedo ver que está sonrojada. Sonrío otra vez, siento que de cierta manera está coqueteando conmigo, o puede ser que yo lo esté malinterpretando porque me muero de ganas por estar con ella para siempre. La mejor forma de saberlo es tomando valor y decírselo directamente, porque se supone que yo no tengo interés en ella.

-¿Es mi idea o me estás coqueteando? – le digo avanzando otra vez, si no la miro a la cara, puedo hacer esto -.

-Tal vez, eres lindo, y no me refiero solo a lo físico, porque la palabra lindo te queda muuuuy pequeña. En verdad serías un hombre maravilloso para cualquier mujer u hombre, por eso no entiendo que sigas tan solo. Dime, ¿siquiera has besado a alguien en tu vida?

-No.

-Detente – la miro y ella insiste con un gesto de la mano -.

Le hago caso y busco un lugar donde estacionarme. En cuando me detengo ella se quita el cinturón de seguridad y se sienta de lado para verme directo a la cara, hago lo mismo, aunque me pueda arrepentir de esto.

-Alex, ¿en verdad nunca has dado un beso?

-Jamás.

-Pero… pero ¿cómo sabes que no te gustan las mujeres?

Y por un leve momento siento la necesidad de decirle la verdad, de ser honesto con ella, para cortejarla, besarla, ofrecerle una vida conmigo y hacerle el amor, cada día. Pero el teléfono me interrumpe los pensamientos, veo que es mi madre y esa mujer es demasiado insistente, si no contesto ahora, no dejará de llamar.

-Lo siento, debo contestar…

-Tranquilo – ella sonríe y se acomoda en su asiento, se coloca el cinturón y comienza a revisar sus redes sociales en el teléfono -.

-Mamá – digo secamente -.

-Alex, ¿ya vienes a casa?

-No.

-¿Estás con alguien?

-Sí – y así empieza el último control de la semana -.

-¿Hombre o mujer?

-Eso no te interesa, mamá.

-¡Alex! No me respondas así, soy tu madre – casi puedo verla con su rostro horrorizado y la mano libre en el pecho, quiero reír -. Solo necesito que llegues lo antes posible, es una emergencia.

-¿Cómo la de la semana pasada, mamá? Que me dijiste lo mismo y era Amy Valdés esperando por mí.

-No…

-Pero si hay alguien esperando por mí – suspiro cansado, esto pasa cada cierto tiempo -.

-Hijo, aunque no apruebo las relaciones sexuales antes del matrimonio, tal vez una mujer podría ayudar con tu enfermedad.

-Mamá, yo no estoy enfermo – elevo un poco la voz y veo que Alissa baja su teléfono -. Solo no me interesan las mujeres, en especial las que tú buscas para mí, porque son las más cínicas de la sociedad. ¿Quién es ahora? Porque solo faltan Rebeca Williams y Rose Bermejo.

-Rose – admite, siento su tono algo avergonzado -.

-¡Ja! Rose acaba de terminar con su novio secreto y los rumores dicen que fue porque quedó embarazada, aunque al parecer se practicó un aborto.

-Dios… eso es horrible.

-Sí, horrible. Por eso, deja de buscarme chicas con las que salir, porque no lo haré. Tú buscas apariencias sociales, yo quiero una muj… una persona de verdad, que no sea falsa. Adiós, no sé a qué hora regrese.

Cuelgo totalmente frustrado, porque mi madre me está sacando de mis casillas con regularidad. Tiene miedo que llegue a los cuarenta y sin descendencia. Apoyo mi cabeza en el volante, tratando de contener el enojo, podría estrellarme contra un muro, a lo mejor Dios se apiade de mí y me deje inconsciente unos cuantos años. Siento que Alissa se aclara la garganta y me incorporo.

-Vaya que es intensa tu mamá, la mía solo me molesta porque todavía uso pijamas de conejitos.

-Lo… lo siento, por un momento olvidé que no estaba solo.

-Debe ser porque siempre has estado solo – pone una de sus manos sobre la que mantengo en mi rodilla nerviosa -. Pero ya no más, te lo prometo.

-Gracias.

-Y si quieres, puedo tomar un tax…

-No, sigamos, luego de llevarte a tu casa, iré por ahí.

-Me parece perfecto, tal vez encuentres al amor de tu vida.

Mantenemos la mirada lo que me parece una eternidad, hasta que vuelvo a la realidad, ella quita su mano y yo vuelvo a retomar el camino.

Solo nos dedicamos a reír, y a pretender que esta vida puede ser mejor, sin tantos enredos ni complicaciones. Llegamos a un edificio, ella me dice que allí vive y toma su cartera, pero sin intenciones de bajar.

-Gracias por todo, en verdad aprecio todo lo que has hecho por mí esta semana.

-Y haré todo lo que pueda para que cada semana sea buena… hace tiempo que no tenía alguien en quien confiar.

-¿Ignacio no cuenta?

-Con él no puedo hablar de sentimientos, de cosas profundas. Es un buen amigo y me apoya en todo, pero siempre de manera superficial, sin preguntar el trasfondo, sin llegar a entenderme.

-Bueno, eso problema conmigo no lo tendrás. Si le tienes miedo a la oscuridad, solo dímelo, porque yo también…

-Entonces, desde ahora cargaré una linterna a donde sea – ella se ríe y me da un beso en la mejilla sin que me prepare para eso. Mi cuerpo se tensa ante ese contacto -.

-Lo siento… es que yo.

-No pasa nada, no me molesta, somos amigos – le devuelvo el gesto y siento su piel cálida en mis labios -.

Ella baja y camina hacia la entrada, se gira para despedirse con la mano. Me aseguro que entre y luego conduzco hasta un parque, uno al que solía llevarnos mi padre a Jazmín y a mí cuando éramos pequeños. Con el paso de los años ha cambiado muchísimo, si yo lo he hecho, es lógico que el lugar también.

Camino con las manos en los bolsillos por un buen rato, hasta que decido que estoy lo suficientemente cansado como para llegar directo a mi habitación a dormir. Ya mañana será un mejor día y puede que encuentre la manera de confesarle al verdad a Alissa.

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