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Capítulo 3.

Papeleo

"La atracción mental es mucho más fuerte que la física. De una mente no te libras ni cerrando los ojos."

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— ¿A dónde me estás llevando?— Cuestionó Roselyn al ver que la dirigía a un pasillo algo largo. Las paredes tenían un color café oscuro y la escasa luz proveniente de un flash del celular no ayudaba mucho para darle seguridad.

— Normalmente cuando cerramos el bar siempre recogemos los objetos olvidados y los depositamos en la oficina. Por si un día deciden reclamar algo.— Narró Arthur mientras colocaba una llave en el interior de la cerradura de la puerta, logrando abrirla en pocos segundos.

Entraron los dos y al instante las luces fueron encendidas dejando mostrar una oficina desordenada con un montón de papeleo. Roselyn observó al instante que en la cima de un mueble se encontraba su bolso tal cual como lo había dejado.

Sin querer perder más tiempo intentó alcanzarlo en unos pequeños saltos. Ignorando las precauciones que su compañero intentaba advertirle. Pero para la rubia, él no tenía derecho a decirle cómo debería hacer las cosas. En un último salto logró atraparla pero perdió el equilibrio haciendo que el mueble cayera junto con ella cuando simplemente intentaba sujetarse para evitar perder más equilibrio.

El movimiento fue tan rápido que ni siquiera había visto cuando el castaño la había arrastrado junto a él para evitar el golpe final del mueble encima de ella. Sí que era una chica terca. Si hubiera escuchado sus precauciones sobre la poca resistencia del mueble, hubieran evitado esta tragedia.

Pues se trataba de un lugar donde se guardaba la mayoría de los papeleos y firmas de derechos sobre el bar. La bolsa de Roselyn había sacado a volar los papeles importantes revolviéndose entre la pila de las demás hojas.

— ¡Maldición!— Chilló la rubia observando un mar de papeles llenando el piso. ¿Cómo haría para encontrar sus hojas correspondientes?— ¡Esto es tu culpa!— Acusó.

— ¿¡Mi culpa?!— Exclamó el hombre sorprendido por el poco juicio recto que ella tenía.— ¡Tú no quisiste escuchar mis advertencias!

— ¡Porque no quería perder más tiempo, me esperan en mi casa!— Debatió sintiendo sus mejillas arder nuevamente por el enojo.— Además... Debiste hablarme más claro para que te pusiera atención.

— ¿¡Tengo que hablarte como si fueras una niña mimada para que aprendas a escuchar a los demás?!

— ¿¡Cómo me has dicho?!.....

— ¡Ya!— Increíblemente ella estaba acabando con su tolerancia. Lo cual era muy extraño, no solía tener un carácter así. Ahora retractaba sus pensamientos acerca de pensar que ella podía ser un ángel caído del cielo a juzgar por su cabello oro y sus ojos azules. Ahora creía que quizás era un ángel..., Pero del Inframundo.

Su carácter restaba todo. Sin importar su belleza sin igual.— Mira, concentrémonos en buscar mis papeles y...

— ¿Por qué te ayudaría a buscar tus papeles?— Interrogó sin mucho ánimo.

— Porque mi papeleo estaba dentro de ese mueble que se te ocurrió tirar. Y... ¿Por qué debería ayudarte a entrar en este bar en primer lugar?— Contraatacó.

— ¡Ash, de acuerdo!— Se resignó. No tenía mucho gane, y si en algo ella era buena, era que aceptaba las cosas; pero más odiaba hacerlo. Le gustaba más ser ella la que tuviera razón.— Acabemos lo más rápido y así nos liberamos de nosotros.

Ambos comenzaron a recoger hoja por hoja. Era necesario tener un cuidado y una buena vista de uno por uno; la mayoría se encontraban sueltos por lo que corrían el riesgo de llevar un papel extra a una clasificación donde no pertenecía.

Arthur estaba cansado, no había tomado en cuenta cuánto tiempo llevaba encerrado en esa oficina con la "señorita gruñona", pero suponía que aún tenía tiempo para llegar a la fiesta de su amigo.

———❤️———

Después de quién sabe cuánto tiempo lograron encontrar sus respectivos papeleos. Ambos acomodaron el lugar y le dieron un orden mejor para evitar una perdida más de información.

Salieron de la oficina en silencio y a pesar de que no habían tomado el pasar de las horas, Roselyn sentía el peso en sus ojos. Necesitaba llegar a casa y descansar. Llevaba varios días con las horas de dormir desequilibradas dando una consecuencia negativa en ella. Incluyendo el mal humor.

— Bien...— Golpeó de manera improvisada el hombro de Arthur haciendo que él exclamara de dolor.

— ¡Auch!, ¿Por qué la agresión?— Sin duda ella nunca sería de su tipo. Y como había dicho su otro acompañante. Pobre del que quisiera pasar el resto de su vida a su lado.

— Eso es por tocar mi cintura.— Regañó con una furia inferior a la de horas antes. Tomó un suspiro y se acercó a él en un rápido movimiento tomándolo desde el cuello de su camisa para levantarse de puntillas y besarle en la mejilla.— Y esto... Por ayudarme.

Comenzó a alejarse sin esperar ninguna respuesta más. No tenía motivos para permanecer más tiempo a su lado.

Por otra parte, Arthur levantó su mano para acariciar esa pequeña marca de labial sobre su cachete. Era algo que lo había dejado impresionado y estático.

Sin duda era una chica diferente a las demás.

Aunque quitando su mal humor, debía admitir que no le afectaba su belleza.

— ¡Ey!— Llamó antes de que ella girara en la esquina.

Ni siquiera se molestó en voltear pero sí se detuvo ante su llamado.

— ¿Puedo saber al menos tu nombre?— Quería recordarla al menos para huir si una vez se escucha ser pronunciado.

— ¿Para qué?— Su mala contestación había vuelto. Pero al menos había girado su vista para encontrarse con esos ojos verdes que desde un principio debió admitir que no estaban feos.— No volverás a verme nunca más.

En eso tenía razón. La ciudad en la que se encontraban era demasiado grande para verse una vez más. Tenía la leve esperanza de volver a verla en ese bar pero, sabía que eso no pasaría ya que no tenía motivos para regresar. No después de la última escena que tuvo con su cita fallida.

Volvió a dirigir su atención hacia ella pero se sorprendió al ver la oscuridad del resto del camino. Ya había marchado.

Trató de no pensar más en el asunto, sólo había sido una noche demasiada extraña para un encuentro así.

Observó su reloj el cual marcaba las 4:30 de la mañana.

Tenía que pensar muy bien en las disculpas que le daría a Benjamín por su ausencia en el festejo. Seguramente ahora todos estarían dormidos después de varias pasadas en las copas.

Sonrió por último y optó por regresar a su edificio. Su trabajo comenzaría en unas cuantas horas y tenía que asegurar al menos un poco de sueño.

Aunque no sería muy fácil. La imagen de la rubia no permitiría que despejara su mente con tranquilidad.

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