Capítulo 02

Los dos no se inmutan, no continúan, no me dicen nada.

—Si no hablan voy a explotar, se los juro—. Una risa nerviosa se escapa de mi garganta.

El silencio desaparece cuando papá abre su boca para hablar:

—Nos vamos a mudar.

Por fin se separa de la ventana y al ver sus ojos un nudo se apodera de mi garganta. Reconozco esa expresión de decepción, de asco.

—¿Mudarnos? —, todo en mi cabeza es confusión.

Los conozco, no se mudarían si fuera estrictamente necesario. A mi familia no le gusta estar mudándose cada vez que se les antoje, solo nos hemos mudados dos veces en mi vida; en California donde viví hasta los seis años y a partir de ahí hemos vivido aquí en New York.

Con mi mirada interrogo la interrogo y con un simple asentamiento de cabeza me da su respuesta: es verdad.

—¿A dónde iremos?

Toda esta situación me está cansando.

—No es tan fácil decirte esto, Jennifer

Los ojos de mi mamá se llenan de lágrimas.

—Me pueden decir lo que quieran—los animo— No puede ser tan grave.

El camina hacia mí y me pongo de pie rápidamente. Ente él y mamá se miran para luego ella ponerse de pie y entrelazar sus dedos.

—Mi esposa y yo no mudaremos a otra ciudad. Dejaremos New York, nos iremos lejos—. Lo dice cómo sino fuera nada.

Y lo más inquietante, ¿Por qué no me menciona en esa oración?

—¿Se puede saber a dónde vamos a vivir?

El nudo de mi garganta se agranda y se siente como si me estuviera quemando. Con mis ojos llenos de lágrimas los miro confundida.

—¿Todavía no entiendes, Jennifer? —, pregunta de una manera tan grosera que de verdad me estoy replantando si soy lenta -. No eres tonta conecta los puntos, querida hija. Nos mudaremos, pero sin ti. A partir de ahora dejas de ser nuestra hija. Dejas de ser la hija de Nicolás y Anastasia Evans.

Choco con el mueble al querer retroceder, me apoyo de el para no caer y me alejo de ellos. Sus palabras son como disparos que impactan en mi pecho, sin dolor, sin arrepentimiento.

<<Son mis padres ¿Cómo me pueden abandonar?, no pueden>>.

—¿Qué? —, es lo único que sale de mi boca.

Mis lágrimas caen una por una al pensar en una vida sin ellos. Tal vez no son los mejores padres, pero son los míos y los amo, así con su actitud, con su falta de cariño y no puedo evitar sentirme triste, ellos me dan a entender que ya no me quieren, que se quieren deshacer de mí, de su única hija.

Arrastro mis dedos por debajo de mis ojos, eliminando algún rastro de lágrimas.

—¿Por qué? —, les pregunto con mi voz rota —solo quiero tener una maldita razón para justificar que van a dejar a su hija. Solo quiero saber eso—. Les respondo apretando los puños a mis costados.

Me duele la forma en como me miran, en cómo es fácil para ellos deshacerse de mi sin ningún motivo valido. Es natural que me sienta enojada, cualquiera en mi lugar lo estaría, pero también comparto el sentimiento con la tristeza y la duda. ¿Cómo es tan fácil dejarme, deshacerse del título de padres?

 —¿No me van a responder, señores Evans?

Mamá intenta acercarse a mí, pero retrocedo evitando su toque. Quiero una respuesta, una excusa para poder entenderlos.

—¿No tienes una excusa, mamá? –, miro sus ojos canela.

Ella baja su mirada al suelo y no puedo evitar sentirme decepcionada de ellos. A mí me pueden abandonar, dejar de ser mis padres, pero eso no les quitará el peso en su conciencia de que me dejaron botada.

Siempre dolerá ser el causante de un corazón roto.

—No puedes ver a los ojos a tu hija, a la que tuviste nueve meses en tu vientre. ¿Que hice para merecer este trato de ustedes?, ¿No fui suficiente?, ¿No estuve a su nivel?

Mamá empieza a llorar y mi corazón se parte en mil pedazos más. Lo más difícil que puedes ver, es a tu mamá llorando, duele como cuando te raspas la rodilla o cuando te cortas con una hoja y duele como los mil demonios. Papá da un paso hacia mí y me paro derecha, no quiero darle la satisfacción de que me está destruyendo.

—¡No queremos seguir con una hija mediocre como tú ¡—, me grita molesto y yo retrocedo sin reconocerlo – ¡Nos das vergüenza, ya no te amamos¡, nos vamos y tú—, me señala— te vas con mi hermana, porque no somos tan m****a para dejarte en la calle. Te dejamos el dinero necesario y espero no verte nunca más en mi vida—. Se da vuelta y empieza a caminar a la salida con mamá.

Los sigo, me paro firme delante de la puerta e intento no llorar.

— Todavía no respondes mi pregunta ¿Por qué? ¿Me odias? —, susurro mirándolo a los ojos.

—No puedo seguir viéndote a los ojos y no recordar lo que te sucedió. No lo aguanto más. Después de todo no puedo ver a mi niñita, a mi princesita—. Me ofende lo que dice cuando no sabe lo que en realidad paso y como sus palabras me destruyen.

— No fue mi culpa y tú muy bien lo sabes— trago saliva queriendo disminuir el nudo en mi garganta e intento explicarle— Crees que me gusta recordar todos los días lo que me paso. Que ya no soy la misma, pero solo piensas en ti—. Los miro a ambos.

Camino dejándoles el camino libre. No voy a rogar, ni sentirme culpable por algo que no tuve la culpa.

— Espero no se arrepientan de la decisión que están tomando.

Ellos me dirigen una última mirada antes de salir por la puerta. Me quedo en el inicio de la escalera y me siento con la ilusión de que regresen y me digan que todo fue una broma.

Pasan los minutos hasta llegar a una hora y en un silencio terrorífico, solo se escucha mi llanto y no paro de mirar la puerta esperando que ellos vuelvan, pero no hay nadie.

No soy ni la primera ni la última que se queda huérfana, porque así me acaban de dejar ellos, sola. Nunca me imaginé que podrían dejarme aquí, sola en esta casa tan grande, pero Dios sabrá porque hace las cosas y lo que me espera ahora en adelante.

Dos días después…

     Ya pasaron dos días de lo sucedido y todavía no me lo creo. Se fueron sin mirar atrás, sin una pizca de arrepentimiento.

Si yo fuera madre no tendría corazón para abandonar a mi hijo.

En estos dos días no he ido al colegio y no he comido muy bien que digamos. Ya he empacado la mayoría de mi ropa y lo que ya no quiero, lo deje todo en una caja para darlo a donación. Por otra parte, Esteban estuvo llamándome sin cesar y en ninguna le conteste. Después de tanta insistencia le mande un solo mensaje y dejo de llamar. Ahora, tenía planeado ir a la secundaria a sacar mis papeles para poder irme y emprender camino a California.

Ya guardé todas mis cosas en el carro. Tendré que manejar cuarenta y ocho horas. Si, dos días para llegar a California, para después manejar tres horas más para llegar a Berkeley, donde vive mi tía.

Me subo a mi coche, me coloco el cinturón de seguridad y me voy directa al colegio. Llego y estaciono cerca de la entrada. Faltan como unos quince minutos para que terminen las clases y todos los alumnos se vayan para sus casas donde los reciben sus padres. Y yo aquí unas horas antes de irme lejos de lo que pensaba que era mi hogar. Después buscare a Esteban para contrale que me marcho y espero que me entienda y no se enoje más de lo que ya debe estar.

Llego a la oficina y su asistente me deja pasar. Entro y me siento en la silla delante de su escritorio. Es una oficina sencilla, vieja pero limpia. Nunca me gusto estar aquí, siempre cuando te llaman a la dirección es solo para regañarte y a mí no me gusta que nadie me juzgué sin saber porque hice las cosas.

Siempre fue esa alumna perfecta, con buenas notas, que ayudaba cuando se lo pedían, que no se metía en problemas. Y así fueron estos ocho años, fingiendo ser alguien que no era.

—Buenas tardes, señorita Evans—. Me saluda el director, sentándose en su silla—¿En qué puedo ayudarla?

—Buenas tardes, quiero solicitar mis papeles para cambiarme de colegio—. El director me ve extrañado, y ya sé cuál será su respuesta.

—Disculpe señorita Evans, pero sabe que se necesita el permiso de sus padres o que estén presentes para proceder a lo que me solicita.

—Eso no puede ser director, mis padres se fueron del país y yo me voy con mi tía a California. Necesito esos papeles hoy mismo—. Le respondo con toda la calma que puedo en estos momentos.

—Está bien, Jennifer. A las dos de la tarde los tendré listos.

—Gracias, nos vemos luego—. salgo de la oficina y me voy en busca de Esteban. Que ahora si no me equivoco tiene práctica de fútbol americano.

Llego a la cancha y visualizo a Esteban a lo lejos. Le hago una seña para que me vea, se acerca a donde estoy y se ve molesto, bueno yo también lo estaría si el desapareciera dos días, lo llame y solo me responda con un mensaje de texto que diga "no me llames, no quiero hablar contigo".

Es entendible su enojo.

Llega a donde estoy. Se quita el casco, me mira de arriba abajo, serio

—¿Qué quieres? — ok, si está molesto.

—Necesito hablar contigo— lo miro a los ojos.

—¿Ahora si quieres hablar conmigo? —, pregunta con burla.

—Lo siento ¿Si? No quise responderte de esa manera, no te lo merecías. Solo vengo a decirte que me voy de aquí.

El me observa como si no pudiera creer lo que le esto diciendo.

—¿Cómo que te vas?, ¿A dónde?

En verdad no lo quiero dejar. Él me ha ayudado demasiado y es algo que le voy agradecer siempre y más ese día que marco mi vida, que el presencio y que por eso mis papás me abandonaron.

— Me voy con mi tía a California.

Es lo único que pienso decirle, no quiero que se entere del resto. Me quedo en silencio esperando que me diga algo.

—¡¿Es lo único que me vas a decir?!, ¡¿Me vas a dejar aquí?¡ —, grita y yo ya perdí la poca paciencia que me sobraba al salir de la oficina del director.

Me acerco a él y lo apunto con mi dedo, haciendo que retroceda.

—Primero; a mí no me gritas, idiota ¿lo entiendes? —, retrocedo y respiro hondo antes de seguir— Segundo; si como escuchaste me voy de New York, ya no voy a vivir aquí—. respondo seria y sin ganas de pelear por esto.

—Yo no pienso manejar una relación a distancia.

—¿Estas terminando conmigo, Esteban? —, pregunto seria.

 No puedo creer que me hable así, ni siquiera un, pero ¿Estas bien?, Que idiota.

Él se acerca a mí, pero yo me alego. Suelta un suspiro, cierra los ojos y los vuelve abrir, mirándome.

—Jennifer, yo quiero una novia que la pueda ver todos los días, poder besarla. No tener que manejar horas para por lo menos darle un beso—. Pone los ojos en blanco.

—No te estoy obligando a nada, pero si me quisieras como tanto dices, lo intentarías, no estarías aquí gritándome, sin siquiera preguntarme como me siento con esta situación. Solo estás pensando en ti.

—Lo siento, pero no sé cómo manejarlo y claro que te quiero, Jennifer. Pero también ponte en mis zapatos. Tener una relación a distancia no es para nada un juego, pero si tú quieres intentarlo, Intentémoslo —. Me dice tranquilo.

Se acerca y me abraza— Sea lo que haya pasado, Jenny. Cuentas conmigo y si me quieres contar aquí voy a estar ¿ok? —, me separo de él, observándolo con alivio.

-Voy a recoger los papeles. Te aviso cualquier cosa. Te quiero- le digo dándole un beso en sus labios. Lo voy a extrañar, Esteban es de esos chicos que aparte de atractivo, es una gran persona por dentro.

— Está bien Jenny. Yo también te quiero, cuídate—. Sale trotando para seguir con su entrenamiento.

Antes de irme, analizo por última vez a Esteban. Tiene su cabello castaño, con un brillo espectacular y sus ojos canela, fue lo que me encanto la primera vez que lo vi. No es un hombre musculoso, pero si tiene buen cuerpo.

Me doy media vuelta y voy a la oficina del director para recoger mis papeles. Espero unos minutos y me entregan los documentos. Salgo de las instalaciones mientras los reviso que no se olvidaran de algo. Subo al carro y me voy directo a la que alguna vez fue mi casa.

 Llego y me bajo del coche, entrando en la casa. Me voy a la cocina y me preparo unos sándwiches de atún. Me los como y subo a mi habitación, sentándome en la cama. Tantos recuerdos vienen a mi mente; cuando tenía un pesadilla, mamá y papá venia y me abrazaban hasta que me volviera a dormir; también cuando jugábamos juntos a ser famosos. Son tantos recuerdos, pero sigue siendo eso: "recuerdos".

Espanto todo pensamiento y dejo todo de lado para levantarme e ir directa a la ducha. Ya bañada y con los ojos pesados por el sueño, me pongo mi pijama y me acuesto quedándome dormida en segundos.

Y hasta ahora me doy cuenta que esta será mi última noche durmiendo aquí.

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