El Jardín Sin Ocaso 1

Desde chica tuve la certeza de que el cielo, el paraíso, no se parecía a ninguna de las descripciones que dan las distintas religiones, y que se parecía a todas a la vez. Mi idea del paraíso era que cada uno encuentra lo que esperaba encontrar antes de morir.

Yo lo bauticé el Jardín de las Columnas.

Y considerando que nunca me había detenido a pensar cómo creía o quería que fuera el paraíso, tuve que reconocer que me sorprendía mi propia imaginación.

Era un prado de hierba y tréboles florecidos, rodeado por un bosque antiguo que lo cerraba como un muro vivo. En su centro había un espacio circular cubierto de losa blanca y rodeado de columnas altas, también blancas, sin techo. Una cornisa las unía entre sí, como un anillo trunco.

Más allá estaba la Fuente del Principito. La llamaba así porque desde que la vi por

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