II

Somalia / África.

Natasha.

Bajo el periódico con el cólera apoderandose de mis ojos chispeantes, coño, ya estoy hastiada de que la Sekhmet sea la maldita protagonista de los encabezados de la OCC.

Es una saboteadora que no hace más que joderme la vida. Nadie la conoce como mercenaria, armera, narco, nada. Solamente es una estúpida a la que le gusta tocarme los cojones.

Rompo las páginas del periódico mientras me haraño el cabello, había pasado demasiado tiempo desde mi último ataque de ira. El pecho me sube y baja con una vehemencia inefable, agarro un tabaco del chifonier y lo enciendo, haciendo que se deshaga la mitad de una sola calada. Me siento en el borde de la cama matrimonial con un tic nervioso en los labios que se me mueven a todos lados, a la par de mi naríz.

Llevaba una maldita semana planeando la estrategia de la captura de Roger Candiani junto a Carlo, justamente ayer íbamos a agarrarlo y la maldita esa me estropeó el plan. La puñetera histeria se ha apoderado de mi sistema durante los últimos dos años, dos años en los que Sekhmet me ha estado dañando toda m****a.

Tengo que averiguar cómo coño esta tipa hace para adelantarse a todos mis ataques, ya me ha quedado claro que la bronca es conmigo, porque en las noticias sale únicamente que ella destruye a todo aquel que quiero matar yo.

Todos los cambios que había conseguido durante los meses en los que no sabía nada de Amelia, se fueron por el caño. Ya no siento ninguna otra sensación que no sea bronca y satiriasis.

Termino el puro y voy por otro, llenando toda la habitación de humo al estar cerradas las ventanas. Es que así hayan fumigado, los egenes siguen por el aire, haciendo lo que les place. África es mi continente menos favorito, y la selva uno de los paisajes que más odio después de la playa y los desiertos.

Unos toques a mi puerta resuenan sobre mi tensión personal, doy autorización de pasar, pero lanzo una navaja apenas abren la puerta. Me toma por culo si asesino a quien la atraviese, para eso Zahori y yo hemos estado enseñandoles a los demás mejores estrategias de esquivamiento y a reforzar sus reflejos.

La navaja viaja hasta la sala a causa de no haber atinado gracias a mis buenas enseñanzas sobre el masculino que me mira con el seño fruncido.

—Voy a suponer que está así por lo del periódico, descartando la posibilidad errónea de que esté en sus días.

—¿Qué m****a quieres?— cuestiono para que vaya directo al grano y se deje de zandeses.

—Carlo acaba de llegar de la OCC y trajo una información bastante útil para usted— me hace saber, moviendose de un lado a otro con el su pequeño entre los brazos.

—Si sabes que fumo como chimenea, ¿por qué coño traes a tu mocoso a que aspire mi humo?— me levanto de la cama, mordiendo la punta del tabaco.

—Zahori está ocupada con Catalina entrenando boxeo, Carlo y Logan en la oficina, rastreando un GPS de no se qué— suspira, acariciando los pocos cabellos de su hijo—, Zamir despertó y tenía que hacerme cargo de él.

—Pues metelo en su puta andadera y dejad las majaderías que tu chaval tiene más juguetes que nosotros armas como para que lo andes cargando todo el puto día, Belial.

—Sí, mi patrona. Sólo venía a comunicarle que Logan y Carlo la esperan en el cuarto de los monitores.

—Tu hijo ya es distracción suficiente, llevatelo de aquí que lo que menos necesitamos es un infante con congestion bronconasal. Que sea la última vez que lo traes mientras fumo.

—Sí, mi patrona.

Le doy una última calada al puro cuando se va y lo aplasto contra en cenizero. Me coloco una camisa verde militar de tirantes, ya que sólo tenía un short de mezclilla. Subo al ático al que le llamamos Sala de monitores y me consigo a Carlo presionando teclas de distintos teclados y a Logan de pié detrás de él con las manos cruzadas sobre la espalda baja.

—Espero que no hayan osado a molestarme por una simple hipótesis— dejo claro por delante de todo.

—Esta vez no es una simple hipótesis, mi patrona— me contesta el italiano, dandose media vuelta sobre la silla giratoria para hablarme a la cara—. Fui a la OCC como probablemente le dijo Graham, hackeando unos sistemas logré sacar un número telefónico que parece pertenecer actualmente a la Diosa Sekhmet.

—Vais a dar vuestra lengua por perdida si volveis a llamar Diosa a alguien que no sea yo— advierto.

—Perdón, mi Patrona.

—¿Ya llamaron para confirmar?

—No— responde mi esposo—, te estábamos esperando para llamar. Pero en vista de que acabas de pasar un ataque de ira, tendremos que llamar en unas horas.

—A tomar por culo— me contengo para no escupirle la cara. Avanzo hasta el teléfono local que reposa en medio de unos mouse—, ¿Cuál es el número?— me dirijo a Carlo.

Él observa Logan en busca de una aprobación mientras que a mí me sale una cana con mada microsegundo que pasa sin que me den el número.

—¿Por qué miras a mi marido como si le estuvieses pidiendo permiso? No pienso os recordar dos veces que yo soy tu puta Patrona y es a mí a quien debeis rendir pleitesía.

El hombre de color abre la boca para articular una excusa, más Logan se adelanta a interrumpir su argumento antes de que comience a relatarlo.

—No se lo des— ordena con una firmeza que me hace mirarlo con los ojos casi saliendo de mis órbes.

—¿Qué m****a habeis dicho, Logan?

—Escuchaste bien, Natasha— me señala con la barbilla, cruzandose de brazos con una postura imponente—. Pero entiendo que quieres probar si tengo las suficientes pelotas para repetirlo; sí, le acabo de ordenar a Carlo que no te dé el número de Sekhmet.

—¡¿Qué m****a contigo?!— lo empujo y me dirijo al italiano— Carlo, dame el número ahora.

—Carlo, no se lo des— reitera el colombiano, ganandose una cachetada de mi parte que tampoco lo hace flaquear—. No hasta que se calme.

—¿Me ocultas algo, Presley?— lo enfrento con los ojos entrecerrados y el mentón alto.

—No, Natasha— copia mi acción, acercandose a mi rostro—. Sólo estoy harto de que todo lo estés ordenando de mala gana, tienes que bajarle dos a esos humos porque la gente como tú cava su propia tumba— me agarra de la quijada, apretujandome la piel—, y yo viudo no me quiero quedar.

—Te recuerdo que soy quien manda en tu vida y en este puto clan, no quieres ser un simple súcubo jugando a ser Lucifer— mis fosas nasales se agrandan.

—Con esas actitudes no llegarás muy lejos, te lo he dicho. Y así como nos enseñas mejores estrategias de ataques y defensa, así quiero que te metas aquí— me toca la cabeza repetidas veces con su índice— que pensar con la cabeza caliente es suicidio.

—No he llegado tan lejos sentándome a escuchar a la gente— me zafo de su agarre—, lo he hecho con los billetes, los putos verdes en los que me puedo bañar si se me canta en coño.

—No eres nada sin dinero, Natasha. Tienes el corazón tan podrido que apuesto a que ni siquiera lo sientes palpitar, a pesar de que ahí está— me mira con desaprobación.

—Que bueno que nunca necesitaré de mi órgano vital para salir adelante— paso mis dedos por el cuello de su camiza azul marina de botones—, porque así como tengo podrido el corazón, estoy podrida en plata. Tengo fortunas por ser narcotraficante, y mucho más por ser tu esposa— recorro el medio de su torso con mis yemas—, a veces no son muy inteligentes tus palabras, Logan Presley.

—Y tú no eres tan astuta como tanto lo aparentas, Natasha de Presley. Dije que no quiero que llames ahora, más no te lo ando prohibiendo.

—Estais de coña si creeis que me podeis prohibir algo a mí— me volteo, dando largas zandas fuera del cuarto.

—No estás pensando ni analizando bien el momento. Esta tipa nos ha estado dañando los planes durante dos años, tienes que calmarte para poder comunicarte con ella. Demostrar rabia o miedo no sería un punto a nuestro favor— explica, siguiendome.

Me volteo a verlo cuando entramos a la habitación, él cierra la puerta tras de sí y me observa con un semblante empático.

—Yo también quiero vengarme de la mafia italiana, pero para un logro así se necesita mucho tiempo. Date cuenta, hemos triplicado nuestra fortuna desde que nos casamos, la idea es conseguir bastante dinero para contratar a los mejores e invadir toda Italia.

—¿Y cuando será eso?— cuestiono entre dientes— Han pasado seis puñeteros años y la muerte de mi hermana sigue haciendo estragos en mi mente porque no he podido vengar tal injusticia. Llevo más de una década limpiando el mundo de injusticias y no he podido eliminar la que más me ha marcado, tío— mi mirada no denota otra cosa además del cansancio—. ¿Hasta cuando, Logan? Ya no quiero esperar más, no hemos avanzado en nada. Cada vez que creemos subir un nivel, Sekhmet nos regresa al punto de partida, cagandose sobre nosotros.

»Hay noches donde la impotencia puede más que yo— exhalo rendida—. Donde los recuerdos me succionan la sangre como cuán vampiro a una simple mortal, donde ya tus caricias y palabras bonitas no me calman lo suficiente. ¡Estoy cansada de esconderme y no poder esparcir mi veneno a mi antojo!

—Te importa demasiado el qué dicen.

—¡Me tomo por culo las opiniones de los demás, Logan! ¡Pero me jode que Sekhmet nos mueva a su antojo como títeres con las cuerdas entre sus dedos sólo porque cree que soy una cobarde que no se atreve a darle la cara! ¡No me ando con niñerías!

—Vamos a solucionarlo...

—Ese es el puto problema— le doy la espalda con un nudo en la garganta—, que tales cosas las dices sólo para descartarme de tus preocupaciones. Soy tu esposa, Presley, no un trabajo del cual debes deshacerte lo antes posible.

—Natasha, eres el amor de mi vida— me agarra suavemente por el hombro, haciendome voltear—, ¿cómo puedes pensar de semejante manera? Me la paso viajando cada semana, buscando hasta la más mínima pieza para ornamentar el rompecabezas de respuestas. Hemos ideado planes de captura y los tiramos por la borda al ver cualquier minúscula falla. La mafia italiana es la más poderosa del mundo, y aún así te prometí con un anillo que la haríamos caer. Porque tú eres el amor de mi vida— enreda sus dedos en mi cabello—, y yo por ti haría lo que sea.

—Y Amelia es el amor de la mía— me aparto cuando intenta besar mi cuello—, y haría cualquier cosa por ella aún después de muerta. Por eso comprendo cuanto amor sientes por mí, pero si tú no me das lo que quiero, tendré que armar una nueva alianza y conseguir lo que quiero por otra parte.

—Estás tan cegada que no notas que cada vez estamos más cerca de hacerlos caer. Zahori y Catalina entrenan a diario, Graham ya no sólo es un simple traficante, pasa casi doce horas al día fundiendose el cerebro con tantas matemáticas para aprender a analizar perímetros y calcular ataques como nadie. Carlo llegó sin saber nada y meto las manos al fuego al decir que sabe mucho más que los demás juntos. Yo tengo socios de confianza, tengo contactos de contactos, ni siquiera vendrás venir cuando tengas millones de tropas frente a ti a la espera de tu órdenes de matar a Anthoaneth Ferrara. Y lo más importante de todo— pasa su pulgar por mis labios—, tienes a un hombre que te ama, y esa es un arma bastante letal que puedes usar como te dé la gana.

Meto su dedo en mi boca y alzo el rostro para lamerlo de manera ascendiente. Desabrocho los botones de mi short y lo deslizo por mis piernas sin romper el contacto visual con mi esposo.

Pasé años rehusandome a volver a verlo, a siquiera permitirle a cualquiera pronunciar su nombre. En una búsqueda de Anthoaneth descubrimos al internado de cuidado femenino, y por las reglas que yo misma impuse, tuvimos que reencontrarnos. Las palabras del difunto Júpiter resuenan en mi memoria mientras mi corazón late desenfrenado bajo las caricias de mi hombre.

"El pasado debe enfrentarse al menos una vez en la vida para contruir el futuro de la mejor manera."

Si él supiera que tal consejo me llevó a contraer matrimonio con su rival y a amarlo por completo aunque me saque de mis casillas constantemente.

Logan aspira el olor de mi cabello mientras sus dedos recorren mi espalda, causandome cosquillas. Agarra el borde de la camiseta sin dejar de susurrar cuanto me ama.

Y yo creo que los susurros son mucho más sinceros que los gritos, porque no es necesario que todo el mundo sepa que esa persona os ama, en vuestra conciencia está que sí. Más sin embargo, Logan Presley me lo susurra muchas veces al día y se lo hace saber al mundo cada vez que tiene la oportunidad.

Puede que aún no capture a Anthoaneth y que cuando eso pase,  costará la vida de alguno de nosotros porque así son las verdaderas guerras, siempre hay que perder a alguien. Aunque todos tenemos un motivo para vivir...

Yo tengo a Logan, quien es la única persona viva que sabe ver a través de mi alma y descifrar cualquiera de mis pensamientos.

Logan me tiene a mí, la mujer a la que esperó tantos años de agonía silenciosa, esperando volver a tenerla.

Catalina... A pesar de considerarla una amiga, jamás le he conocido un motivo para continuar, simplemente es una mujer aguerrida, dispuesta a cualquier cosa con el fin de ganar.

Graham y Zahori tienen a su hijo, pero el brasileño sigue trabajando día y noche para acabar con la mujer que destruyó la vida de Amelia y de su primer hijo, y la mexicana se mantiene firme para el combate por el cual llegó a la DHV.

El motivo de Carlo es cobrarse con sangre la muerte de su mejor amigo, por ello aprende las mejores cosas posibles y calcula que no haya ningún margen de error en todo lo que aquí se planea.

Pero sólo hay una cosa que nos une a todos: El deseo de matar a Anthoaneth Ferrara.

Mis pechos quedan expuestos ante él, me encargo de quitarle el pantalón en lo que se quita los botones de la camisa, aún sin dejar de besarnos.

Paz, seguridad, placer... Todo eso es lo que me brinda mi esposo a diario. Aunque la paz sea en cuestión de mínimos instantes.

Me empuja a nuestra cama y se lanza desnudo a horcajadas sobre mí, toqueteando mis senos y respirando contra mi cuello mientras me lame las clavículas. Un jadeo se escapa involuntariamente de mi garganta con el roce de nuestras intimidades. Le da chupones a mis aureolas y traza un camino de besos mojados desde mi naríz hasta mi vientre. Me arqueo ante las exquisitas sensaciones de sus labios contra la piel de mi torso.

¿Así de tentada se sentiría Eva antes de morder el fruto prohibido?

Con sus manos separa mis piernas y me reparte besos por la periné, haciendo de la espera de nuestros órganos reproductores juntos más tediosa. Su lengua mojada se desliza por mi entrada, logrando que la humedad de mis jugos vaginales me lubrique y se esparsa por mis labios mayores, sus dientes muerden la cara interna de mis piernas, arrancandome suspiros fuertes con la boca abierta.

Decirle "Te amo" a la misma persona a la que le gimes su nombre es una dicha que el destino a muy pocos le otorga.

Este hombre es el culpable de la satiriasis que me consume cada vez que lo tengo demasiado cerca.

Me aprieta los muslos, respirando contra mi hombligo. Sus juegos previos son una condena de años, una que acaba cuando se entierra en mi sexo, permitiendome saborear la libertad al salir de las rejas.

Al subir atrapa mis senos entre sus manos y mis labios entre los suyos, besandome suavemente mientras que yo le muerdo el labio inferior con desesperación. La piel se me eriza por la tortura de sentir la punta de su glande contra mi entrada, me muevo hacia arriba en busca de un mejor contacto, pero Logan me toma por el nacimiento del cabello, yendo a morder el lóbulo de mi oreja.

Prefiero que me metan un disparo en una teta antes de seguir en este mártir.

Lo atraigo hacia mí con boca besando mi cuello, mi mano izquierda halando sus hebras negras con necesidad y la otra rasguñando su espalda con vehemencia.

—Me enloquece su voz cuando reclama y da órdenes, señora Presley— me susurra con un tono ronco—, pero he de admitir que sus súplicas por medio del lenguaje corporal acaban con mi cordura.

Y deja de aplastarme con su pecho, ubicando una de mis piernas a un costado de su cadera, lanzando la primera estocada, haciendome soltar un gemido más de alivio que de excitación.

Mi deceso y resurrección se manifiestan consecutivamente en un microsegundo.

Siento su polla caliente y latente dentro de mi sexo, tornandose húmeda cada vez que entra y sale de mi cuerpo con movimientos lascivos y sincronizados.

Cierro los ojos, disfrutando de las embestidas que hacen que mi cuerpo se mueva de adelante hacia atrás. Siento como sus manos aprietan mi cintura con sus pulgares acariciando mi tatuaje de la serpiente y sus caderas bailando dentro de mí, aumentando la velocidad de las estocadas gloriosas.

Abro mis ojos por un momento, tomo una foto mental del escenario frente a mí. El cuerpo tenso de Logan con la cabeza hacia atrás, apretando mi cintura. Tomo una puta foto cada vez que lo hacemos, en todos los sitios, momentos y posiciones, mi memoria es casi todo un albúm pronográfico.

Ambos respiramos aceleradamente cuando se corre dentro de mí y se acuesta a mi lado con la calentura mermada sobre nuestras anatomías como una capa de piel más, siento mi sexo cansado, palpitante, saciado. Me acuesto sobre mi marido aún desnudos y agitados, meto mi lengua en su boca para batallar con la suya mientras entrelazamos nuestras manos que contienen los anillos de matrominio y con su mano libre viaja a uno de mis gluteos para parmearlo y apretujarlo a su antojo.

—Ya te calmaste— pronuncia, succionando mi labio superior—, ahora hagamos esa llamada.

Atravieso el umbral del cuarto de monitores junto con mi esposo y nuestras manos entrelazadas. Logan le ordena a Carlo que vaya a llamar a los demás que todavía siguen entrenando. Esta es una llamada que debo hacer con todos presentes.

Las mexicanas llegan envueltas en sudor, dispuestas a acatar órdenes de mi parte. Carlo aparece detrás de ellas y Logan ubica su mano a un lado de mi cadera para que comience a hablar.

—Carlo consiguió un número telefónico que aparentemente es el de la tía que nos ha estado dañando todo— Catalina alza una ceja y Zahori sólo asiente para que prosiga—, las mandé a traer para que salgamos de dudas y llamemos.

—¿Y por qué no me llamaron a mí también?— cuestiona Graham, entrando a la escena— Si yo también soy parte de esto. Y me importa el tema de Sekhmet tanto como a ustedes.

Logan busca la respuesta en Carlo, recalcando con sólo una mirada que los mandó a llamar a TODOS.

—Creí que Graham era la excepción porque no formará parte del ataque— se excusó el moreno.

—Tú sabes que necesito toda la información posible para armar estrategias— lo mira serio y ofendido al mismo tiempo al sentirse excluído—. Quizás no vaya para el combate, pero soy parte de ustedes— mira a Logan—, y saben que trabajo con esa información.

—No sabía— contesta el italiano.

—¿No sabías Carlo?— lo mira con una confusión fingida y sarcástica— ¿No sabías y te la pasas revolviendo las cosas de mi oficina en busca de sabrás tú qué? ¿Andas husmeando entre mis cosas y vienes a cagarme la cara diciendo que no sabías que soy parte de quien planea las trayectorias? Hablando de todo como los locos, ¿qué tanto haces buscando información extra en mi oficina si se supone que trabajamos con las mismas noticias?

Todos volteamos a ver al hombre de color.

—Busco las ideas e hipótesis que vas anotando, porque hasta donde tengo entendido, sólo se las presentas a Logan, y yo también necesito que me las plantees— lo encara—. Estás crecido porque llevas más años aquí que yo, pero los dos sabemos que no es cuestión de tiempo, sino de conocimiento.

Miro la escena con un signo de interrogante entre las cejas.

—Para eso puedes pedirmelas, que sepas más que yo sobre sistemas no te da ningún derecho de violar mi privacidad. A mí se me hace que buscas algo más que información, echa tu cuento como es, Carlo— lo desafía.

—Bueno, bueno, ya— los interrumpe Logan, colocandose en medio de ambos—. No nos reunimos para broncas, estamos aquí para verificar si es o no el número de Sekhmet el que consiguió Carlo. Le pueden ir bajando a sus humos.

Sigo al italiano y agarro el celular cuando me da el número en una hoja de papel mientras los demás se mantienen de pié detrás de mí a la espera de mis órdenes.

—Lo voy a colocar en altavoz, quiero sumo silencio. Nada de chismorreos ni murmullos, es una situación de suma importancia. Dejen sólo la audición mientras la llamada corra, desconecten los otros cuatro sentidos. No hablarán al menos que yo lo ordene, ¿entendido?— les dedico a los cinco una mirada autoritaria.

Tacleo pausadamente los números que me indica el papel, los tonos del celular se oyen por toda la habitación hasta que descuelgan el otro lado de la línea y se hace presente en medio del silencio una voz alterada con un modificador.

—Ninazu— parece que alguien esperaba mi llamada. La sorpresa se me nota a leguas de inmediato, ¿cómo coño sabe que íbamos a llamar hoy precisamente? No, esa no es la pregunta... ¿Cómo coño sabe que consefuimos su número?

—Sekhmet— le sigo el hilo—, ¿por qué ocultas tu verdadera voz? No estamos jugando a la puta casa de papel— simulo tranquilidad.

—Al escondite tampoco, pero parece que nos gusta comenzar a jugar ciertas cosas sin previo aviso.

Suelto una risa sin ganas.

—Tan atrevida para salir en los periódicos y tan cagada para hablar conmigo como es. ¿Me teneis miedo? Veo que os matas al tigre y le temes luego al cuero.

—¿Vienes a hablarme tú de miedo, Natasha? ¿Tú que te ocultas bajo un ridículo símbolo de un triángulo con un patético signo de exclamación en medio?

Veo a Logan con un furor chispeante en mis ojos, sabía que ese era uno de los motivos que me dejarían en ridículo, por su puta culpa.

—Lo que opinas me trae sin cuidado— le digo.

—Pero lo que hago no, porque un pajarito me dijo que sufres ataques de ira en consecuencia de mis triunfos— chasquea la lengua.

—¿Quién eres?— inquiero entre dientes.

—¿En serio no lo sabes, Natasha Videla? ¿O no quieres reconocer tus hipótesis en voz alta?

—¿Quién eres?— reitero.

—Me conoces tanto como para saber el por qué intento destruirte, vuestro problema está en que no lo averiguas porque no quieres.

No tengo ninguna sospecha. Tengo suficientes enemigos como para dudar de cualquiera, ¿Dakota resentida aún por lo de su hijo? ¿Y si es una de las esposas de Jailev que realmente no está muerta? También podría ser atenas, queriendo vengarse de que ya le mandé todos sus dedos. Muchos de quien dudar, más es un dolor de cabeza descartar uno por uno.

—Vuestro jueguito va de primero en la lista de las cosas que me paso por el culo. A otro con vuestros intentos de confundir.

Se escucha una risa, proveniente de su parte.

—Ninazu, si mis palabras, pensamientos y acciones te las pasaras por el culo, no tendrías una lista.

—No me toques los cojones— mascullo.

—Entonces no los ofrezcas en bandeja de plata. Porque todo lo que te hago es porque te dejas meter el dedo. No me has matado porque te dejas manipular por tu marido, haciendole caso de que hay que esperar un tiempo más.

Me volteo abruptamente hacia Logan, ¡¿Cómo cojones sabe esa escoria sobre lo que pasa aquí dentro?!

—¿Qué m****a te traes? ¿Qué m****a quieres?— farfullo.

Al menos con eso último me reveló que está confabulada con la mafia italiana.

—Quiero jugar a las ruletas contigo, Cleopatra— hace una pausa—. Pero ansío tanto tenerte de frente, que esta vez haré una excepción. No os dejaré con vida.

El tic nervioso de mis labios vuelva a aparecer y volteo a ver a los demás, Graham alza la mano, indicando que quiere hablar con la tipa esta.

—Vete al infierno— le digo a Sekhmet.

—Ay, cariño. Aún me falta mucho para viajar hacia allá, pero Satanás ya está advertido de que cuando eso suceda, su trono tendrá nueva reina.

Me hago a un lado para que Belial pase a hablar. Es al que más creo conveniente por el trabajo que ejerce en esta misión.

—Señora Sekhmet, le habla Graham de Oliveira— se presenta.

Se hace un silencio de unos diez segundos donde lo único que se escucha son nuestras respiraciones.

—Señora Sekhm...— Belial intenta reiterar, pero ella se apresura a interrumpir.

—Señora no, no estoy casada, Graham de Oliveira.

—Perdón por el mal entendido, señorita...

—Señorita tampoco— vuelve a interrumpir— porque no soy virgen, estoy muy lejos de serlo.

—Soy un hombre al que le gustan las formalidades y respetar a las mujeres— explica—, le pido una disculpa si mis suposiciones la hicieron sentir incómoda, más no me gustaría tutearla sino estipular un debido respeto. Si no es señora, ni señorita, ¿cuál es el estado civil en el que se encuentra?— se queda a la espera de una respuesta.

—Soy una dama— responde con un ápice de superioridad y elegancia nata—, puedes llamarme La dama de las ruletas.

Y el silencio de la llamada finalizada se extiende entre las cuatro paredes tras ser esa la última respuesta de mi presunta rival.

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