II

Las pantallas a mis lados se iluminan. El lugar es sombrío, no hay suelo, más bien es algo transparente que me mantiene en pie. Me estremezco por los murmullos ahogados más allá de esta clase de bosque, llamada la mente de la bastarda.

Empiezo a revisar cada pantalla, viendo momentos de su infancia, el cómo se cortó la lengua de pequeña por intentar cocinar algo, hasta su primer encuentro sexual. El ambiente es pesado y me siento flotar. A mis espaldas algo se mueve, me giro con celeridad, encontrándome con mi reflejo a través de un espejo empañado. Toco el cristal, y al hacerlo, su memoria reciente se muestra ante mí. Respiro hondo ante las escenas.

Ella se encuentra justo detrás del vidrio de visión unilateral. Está observando al detenido con una máscara de enojo puesta en su rostro, oprime un botón del panel del control, desactivando las cámaras y altavoces. ¿Cómo logró entrar a la sala? Abro los ojos sorprendida… un hombre con capucha acaba de entrar en la estancia, el detenido empieza a suplicar, pidiendo que lo deje intacto, pero sus suplicas no sirven de nada, pues ha agarrado su cabeza con las manos enguantadas, y empieza a golpearlo contra la superficie rugosa de la mesa. Actúo sin pensar de nuevo.

Entro en la memoria y ahora me encuentro justo al lado de la mujer como un espectro borroso. El hombre tiene una complexión demasiado conocida, está iracundo por la forma en como maltrata al epidémico. Me inclino, intentando ver su rostro, sin embargo, no logro verlo. Se detiene, jadeante, con sus ropas manchadas de sangre negra y viscosa, sus jadeos son satisfechos, en ningún momento levanta su cabeza. Es como si supiera que yo estoy ahí, que yo en algún momento me metería en la mente de su camarada.

Respiro hondo para luego gruñir. Estoy perdiendo la conexión, alguien me está jalando a la realidad, pero me resisto como puedo. Necesito ver más. Las paredes empiezan a agrietarse y el recuerdo se desvanece poco a poco.

Abro los ojos absorbiendo grandes bocanadas de aire. Enfoco la mirada en la mujer inconsciente a mi lado, los ruidos de mi alrededor explotan en mis tímpanos. Me levanto como puedo, temblando como una hoja y con mucho frio. Una manta cae sobre mis hombros mientras mis ojos se adaptan a mi entorno. El salir de una memoria de esa manera tan brusca me hace daño. Me marea de una forma horrible.

—¿Zhúric?

Levanto la vista. Índigo me mira con ojos preocupados para luego sacar un pañuelo de su chaqueta. Lo agarro con dedos trémulos; me limpio las mejillas y la nariz.

La tela pintada con mi sangre ya es algo natural para mí, esto es lo que sucede cuando entro en las memorias de otro; mi cuerpo no soporta del todo el viaje extracorpóreo y la forma de demostrarlo es sangrando por la nariz o también por los ojos.

—Hay que arrestarla —resuello—. Es una cómplice. —Me levanto con esfuerzo, siento que mi cuerpo se tambalea sin hacerlo en realidad—. El epidémico no se suicidó, lo asesinaron. Alguien del plantel vestido con capucha y totalmente de negro lo mató a golpes, simulando un intento de suicidio —comento con la lengua laxa y agitada—… algún compañero nuestro es el traidor… es el sabueso —jadeo, pues mi alrededor empezó a dar vueltas gracias al cómo me levanté de manera abrupta.

Me agarro del brazo de Índigo, que tiene una mirada oscura y la mandíbula apretada, mostrando el musculo palpitante de la zona.

—Hay un jodido traidor —exclamo, aturdida.

Él me agarra de los hombros, moviéndome un poco, buscando que me calme.

—Está en shock. —Alguien dice, su voz se escucha lejana. Pierdo el enfoque y aprieto los párpados con brío.

—Hay que llevarla a la sala médica, ¡rápido! —ordena mi jefe en un gruñido. Me sostiene entre sus brazos, empiezo a temblar más—. Muévanse, ¡le puede dar un maldito derrame cerebral! Quítense. ¡Busquen al jodido sospechoso, ahora!

¿Es así como se supone que entraré en coma? Vaya… pienso de manera burlesca antes de perderme en la oscuridad.

❂❂❂

Despierto bañada en sudor. Ya es de noche, y el sonido del electrocardiograma, de algún modo, me adormílese. Gimo tocando mi frente que palpita. Observo la intravenosa en mi mano derecha, las gotas del suero caen por aquel tubo directo a mi vena maltratada. Me quito la aguja con un gruñido y quito la bolsa con ese líquido que cae junto al soporte con un estrepito. Mis pies tocan el mármol gélido, enviando una corriente de electricidad por mis demás articulaciones.

—Deberías quedarte en reposo.

Me sorprendo. En mi jefe veo el rostro de Vester, que siempre me decía aquello antes de huir de alguna sala médica.

—Estoy un poco aturdida, pero bien. —Me siento en el colchón más duro que el propio suelo—. ¿Dónde está mi ropa?

Cruza sus piernas, se ve demasiado ostentoso en ese sofá.

—En la lavandería.

—Y ¿la mujer?

—Justo en una celda a la espera de que la interroguen.

—¿Encontraron al sabueso?

Suspira, pasa sus dedos por su frente y por el corto cabello.

—No. Ni siquiera dejó rastro. —Reposa sus codos en sus muslos—. Es como si conociera como la palma de su mano el plantel. Se esfumó con rapidez.

—Ya era muy tarde de todos modos. Ya esa maldita había guardado el cuerpo junto a sus colegas —sacudo la cabeza en negación—, pero ella qué hacía aquí… ¿cómo entró?

—Los guardias la dejaron entrar. Creyeron que iba al laboratorio por su credencial.

—Hay que elevar la seguridad entonces. Se armó un despelote desde que llegué. Justo hoy toco mi oficina después de unas supuestas vacaciones, y suceden todas esas mierdas. —Me lamo los labios resecos—. Eso me hace deducir, sin duda alguna, que el sabueso trabaja aquí, que está entre nosotros como una vil cucaracha.

—Mañana se interrogará a todo el personal.

—Y ahí debo intervenir —musito—, pueda que caiga en coma, pero realmente me importa poco, puedo utilizar mi don…

—Ni lo pienses —vocifera. Me encojo por el ronquido de su voz—, eres demasiado importante para nosotros, eres la única observadora entre mis manos y no te perderé tan fácil. Los sanadores dijeron que necesitas reposo y eso harás, te mantendrás en cama.

—Pero…

—¡Es una orden! —truena.

Me muerdo el interior del labio, rendida.

—Está bien, pero si me necesitas, ya sabes, vienes y me das mi equipo y…

—Ni de coña. En la cama te quedas, no te buscaré para nada hasta que estés mejor. Qué terca eres —bufa con cansancio.

Muevo la cabeza a un lado junto a un suspiro.

—En fin, ¿cómo está Colt?

Sus ojos se reúnen con los míos.

—Bien. Es un hombre difícil de derribar, en menos de dos días lo verás dando órdenes por aquí.

Sonrío. Es más tenaz que un lobo y fuerte como un tronco.

—Entonces ya puedes irte, no te necesito —lo despacho con un gesto de barbilla—, ten por seguro no me voy a ir. No te voy a desobedecer, sabes que eso no va conmigo.

—Mañana vendré a visitarte.

Revuelve mi cabello antes de irse. Exhalo una bocanada de aire; es mi jefe, y a pesar de eso, se comporta como mi padre. Después de todo ambos se conocieron, trabajaron juntos y fueron compañeros.

Mi padre era un observador, yo heredé la habilidad. Y con el tiempo me fui adaptando a ella, hasta que papá decidió partir; su muerte fue una quemadura insaciable en mi alma, un mal sabor en mi boca… con el recuerdo inseparable de él jugando conmigo en los columpios del parque ya olvidado, en donde alguna vez estuvo mi casa. Me recuesto contra las suaves almohadas, que parecen reforzar la dureza del colchón.

Aprieto mi brazalete y el holograma con la foto de mi padre ilumina la habitación. Ahí está él, con un uniforme similar al mío, agarrando la pequeña mano de Vester. No tuve la oportunidad de conocer a mamá, pues murió en el parto. Y papá se hizo cargo de todo, con genuina astucia y mandato de un militar. Así me críe y he de decir que mi infancia siempre fue bonita y lo seguirá siendo.

Pulso el otro botón que me muestra los archivos, recién actualizados, de Monaca Mayorga, la mujer que ahora se encuentra tras unas rejas a la espera de su interrogación. Observo bien su rostro redondo; su expediente qué no dice de ella… en su juventud tuvo contacto con drogas, un presunto homicidio y el ding dong ganador es su presunta coacción con el Sabueso. Un hombre no identificado que ni en los archivos más profundos de la fiscalía aparece, el ser despreciable que me quitó a mi otra mitad.

—El día que me dé cuenta de quién eres, Sabueso, juro que te quitaré la piel a tiras —murmuro recordando el cómo asesinó al que era mi objetivo.

❂❂❂

Me inclino para abrocharme las botas. A primera hora de la mañana vino Greta, la compañera inseparable del jefe, que me dedicó una sonrisa maternal mientras me entregaba mi equipo. Se suponía que debía reposar hasta que el sanador dijera que estaba bien, pero hubo cambio de planes. Requieren mi presencia en la sala de juntas, en donde un Colt ya sano —dejó de estar enfermo de una manera poco convencional y para nada creíble— se encuentra, a lo seguro, con los brazos cruzados viendo enfurruñado a todos los superiores sentados al frente suyo. Dirijo la vista al espejo, mis ojos demuestran el cansancio que contengo junto a una mueca de querer seguir durmiendo. Me rasco la nuca al abrochar mi cinturón con mis armas relucientes en él.

Salgo de la pequeña pieza con la barbilla en alto, los hombros cuadrados y paso firme. Saludo con una inclinación de cabeza al equipo de sanadores que toman café; lo irónico es que debo ser amables con ellos, pero conmigo no lo son, para nada. Por algo es que no me agradan.

Bajo las escaleras de dos en dos hasta estrellarme en las puertas corredizas del salón de juntas. Paso la lengua por mis labios justo antes de deslizarme por la estancia. Me siento al lado de mi compañero sin despegar la mirada de la pantalla holográfica en la mesa, ahí en el archivo está la foto de Vester y yo recién entrando a laborar. Frunzo las cejas, ¿a qué viene todo esto?

—Buenas tardes, Revenge Zhúric.

Observo su canosa barba y luego su rostro con respeto.

—Buenas tardes, mayor.

—La hemos llamado para asignarle una misión junto a su compañero. —Se gira para tocar el tablero, encendiéndolo con sus dedos que sostienen un cigarro. Le doy una mirada extrañada a Colt que se encoje de hombros—. Es de suma prioridad descubrir el causante del brote infeccioso; ya van más de treinta civiles muertos gracias al virus.

La pantalla muestra fotos de las personas infectadas, desde niños a ancianos.

—La apelpisía[1] parece no querer detenerse —interrumpe el primer hombre, entre los de alto mando, carente de algún don—, y hemos logrado ubicar el porqué. Hace un mes la CCV nos envió una carta avisando que en las calles bajas las personas empezaron a recaer y a atacar a toda persona cercana como si tuvieran la conocida rabia. Entran en un estado de inconsciencia, es decir, atacan sin razonar, con furia incontenida. —Bajo la mirada a mi tablero para ver mejor las crudas imágenes—. Sabemos que un individuo peculiar está tras de ello.

—¿Un individuo peculiar? —se jacta Colt, con sus labios estirados formando una sonrisa satírica. Niego con la cabeza, debería tener respeto ante los superiores.

—Así es —contesta Índigo, abrochándose su gabardina, para luego toquetear el tablero mostrando una secuencia de fotos. Lo reconozco al instante—; parece inmune a los epidémicos, dado que mantiene una relación con ellos.

—¿Qué clase de relación? —averiguo. Juego con las mangas de mis guantes.

—Una muy cercana. Las fotos fueron enviadas por un anónimo, y como puedes ver —señala una mujer que en el rostro muestra la gangrena que la percute—, toca al sujeto. Contacto piel con piel, y como ves, él no demuestra algún ápice de enfermarse.

Trago saliva… la cosa está interesante. —Entonces, se puede deducir que también es posible que sea inmune a mí.

—A eso vamos —susurra con voz suave Greta—, porque repeló nuestra seguridad, a mis chicos, los mejores celadores que escogí. Ellos lo hubiesen detectado, pero no fue así… es más, ni su presencia se sintió.

❂❂❂

Apoyo mi barbilla en mi mano pensativa; intento llegar a alguna conclusión.

—Además, sabemos que él fue el causante de la muerte de Revenge Vester. —Cierro los ojos con un nudo en la garganta, no puede ser. Colt se estremece a mi lado, quizá por el impacto de las frías palabras del mayor—. Shane, nuestro mejor rastreador, lo dedujo cuando inspeccionó una foto reciente tomada esa noche… nuestro objetivo se encontraba ahí, mientras tu arrastrabas el cuerpo moribundo de Vester.

—¿Cómo? —susurro, con los dientes rastrillándose entre sí.

—Fue una herida ocasionada a un rango de treinta metros, ¿no es así? —inquiere Greta. Asiento—, estabais tan distraídos, que no tomaron en cuenta la presencia de alguien más que estaba en la lejanía, apuntando hacía alguno de los dos, pero ¿por qué? Porque quería asesinar a los dos observadores más queridos de la policía, así no tendría dos piedras en su camino. Sin embargo, dejó una, y esa piedra eres tú. Ahora desea acabar su trabajo… —Sus ojos se posan en mí—. Eliminarte.

—¿Eliminarme?, ¿si se supone que también es inmune a mí? No le veo sentido.

El silencio encuentra su momento para brillar. Nuestros altos mandos se observan entre sí, no saben qué responder. Colt aprieta mi muslo bajo la mesa, intenta trasmitirme fuerzas que rechazo sin querer.

—Ahora debemos estar enfocados en su aparición “magistral” de ayer —gruñe mi compañero, de ese modo deshace el incómodo silencio—, creí que nos llamaron a esta junta para hacernos cargo del interrogatorio a nuestros colegas…

—De eso nos hacemos cargo nosotros —ladra el mayor, Rick, impaciente—, les damos algo con más prioridad.

—Pero ¿qué exactamente? —gruño, aprieto los puños.

Rick responde de manera autoritaria: —A partir de hoy ustedes se harán cargo de interrogar los habitantes de las calles bajas. En donde ha habido más interacción del terrorista que más ha ocasionado daño en esta ciudad, nada más ni nada menos que el Sabueso.

Inhalo oxigeno con fuerza, así apaciguo el rencor.

—¿Por qué me están haciendo ir a la boca del lobo?

Índigo sonríe.

—¿Cuántas veces nos pediste investigar la muerte de tu hermano? Su muerte tiene mucha conexión con lo que sucede, porque él no solo fue asesinado por ser un observador, también fue por algo más.

Abro la boca al igual que los ojos, jadeante y sin palabras.

—Él tuvo algún trato con el Sabueso.

—Tal vez sabía su identidad —agrega Índigo. Hace que los vellos de mi espalda quieran salirse de la carne. Veo a Colt que tiene los ojos puestos en el tablero, su expresión es inexplicable, en cambio, la mía, es más que horrorizada.

Me levanto, con las piernas que flaquean.

—En memoria de Vester Revenge, asignamos a su hermana, Zhúric Revenge y a su compañero, Colt Deveraux, a investigar los nexos que tiene el Sabueso con el asesinato del ya nombrado y los últimos brotes de apelpisia en las calles bajas.

Alzo la mirada con el corazón en mi puño, por fin, después de dos dolorosos años, podré investigar la muerte de mi mellizo.

❂❂❂

[1]Es el virus principal que se contagia de diferentes maneras; a través del aire, por los fluidos y toques. Hace que la persona infectada se desespere, entre en trance y empiece a atacar a sus semejantes sin un ápice de razonamiento. De ahí su nombre.

Apelpisía significa en griego desesperación.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo