TRISTÁN.

Mi vida dio un giro de 180º desde la muerte de mis padres, tenía la impresión de tener algo inconcluso en mi vida y no sabía exactamente lo que era. Mi madre nunca fue cariñosa conmigo, siempre fue fría y descuidada. Aprendí desde muy niño a valerme por mí mismo. No comprendía como hacía mi padre para soportar su mal carácter.

Siempre anulándolo como hombre e incluso algunas veces como padre. Trato en más de una ocasión de dañar nuestros lazos. Sin embargo, en lo único que mi padre fue firme, fue en nuestra relación.

Traté de olvidarme de todo eso cuando llegué a casa de mi tío Valerio. Yo era un hombre hecho y derecho, pero esperaba encontrar el calor de una familia. La familia que no había tenido en casa. Mi sorpresa fue grande al descubrir que él no era diferente a mi madre, padecían el mismo mal.

A ninguno de los dos le era grato ver a su pareja triunfar, me pregunté, cómo Imperio lo soportaba. Ella tenía todo para ser feliz, siendo una mujer muy guapa e inteligente, había descubierto sus bocetos por casualidad una noche en el estudio; pero no fui capaz de interrogarla sobre el tema.

Pedirle que me acompañara a la entrevista de trabajo fue mi primera molestia hacia su persona, creí por un momento que se negaría, pero ella me sorprendió al aceptar. Después de obtener el puesto en la constructora de Luciano, la invité a comer. Quería agradecerle de alguna manera por su compañía y así fue naciendo la confianza entre nosotros.

Las semanas que llevaba viviendo con ellos, me sirvió para conocerla mejor.  Era una buena mujer, madre abnegada y esposa ejemplar. Una lástima que mi tío no fuese capaz de ver todos sus atributos. Empezaba a sospechar que quizá ya no había amor de su parte.

Él se limitaba a comer y subir a su habitación, nunca los vi conversando o dedicarse tiempo como pareja. Mientras, Imperio limpiaba, mi tío subía a su habitación, sin importarle lo cansada que ella estaba.

Ante aquella actitud me propuse con firmeza no ser una carga para ella, ayudarla a preparar el desayuno o alguna otra labor del hogar no era para mí nada nuevo, por lo tanto, podía bien hacerlo por ella.

Sé que mi presencia inicialmente le causó desazón ¿Y a quién no le causaría molestia recibir a un completo desconocido en su casa? Pero nuestra relación fue cambiando con el paso de los días y luego semanas, me sentí a gusto y sé que le hacía sentir lo mismo.

Cuando mi tío se negó rotundamente a dejarle firmar el contrato como diseñadora, enfurecí, pero yo no tenía ni voz ni voto en el asunto, escuche todo en completo silencio. Observando simplemente cada una de las emociones que se mostraban a través de sus expresiones. Había dolor, enojo y vergüenza, todo aquello sucedió en cuestión de segundos.

Esperé a quedarnos solos para poder conversar, pues sabía que tanto Ofelia como mi tío se irían a la cama después de cenar.

Tuve el impulso insano de estrecharla entre mis brazos y consolarla. Era un error, el solo pensamiento debía ser prohibido; pero no podía evitar la necesidad que nacía en mi corazón de querer protegerla. Y conteniéndome opté por tratar de convencerla de tomar una decisión, incité de alguna manera a que rompiera las cadenas que le ataba a Valerio.

La escuché hablar sobre lo que significaba para ella diseñar y pude notar la pasión que sentía al hablar sobre sus diseños. Dejé que hablara sin interrumpirla hasta que sentí que ella había dejado salir todo lo que guardaba en su corazón antes de yo hablar.

—No tienes por qué renunciar a tus sueños Imperio, nadie tiene derecho a cortarte las alas, debes comprender y entender eso. No es justo que seas tú quien siempre ceda ante los demás. —Ella luchó para no llorar, pero ante mis palabras terminó cediendo y sus lágrimas se derramaron por sus mejillas y sin poder evitarlo las limpié con las yemas de mis dedos.

Tocar su piel fue como sentir una descarga eléctrica recorrer mi cuerpo, algo que no podía explicar, porque nunca antes me había sucedido.

Esa misma noche llamé a Luciano para qué me autorizará tener el día libre, mi intención era acompañar a Imperio y eso fue lo que hice.

A la mañana siguiente le dije que iría con ella. Se sorprendió mucho, pero aceptó mi compañía, convirtiéndonos de esta manera en cómplices. Horas después salió de la oficina con un contrato bajo el brazo, me entregó las llaves del auto y supuse que le sería difícil manejar con tantas emociones vividas.

—¿Cómo te sientes, siendo oficialmente una diseñadora exclusiva de Fátima? —pregunté para hacer una conversación y distraerla un poco de su estado de nerviosismo.

—Estoy feliz Tristán, pero también tengo miedo de que tu tío se entere de lo que he hecho —su respuesta fue sincera e imagine que la reacción de mi tío no sería nada agradable ¡Ella lo había desafiado!

Sin pensarlo, termine confesándole cosas acerca de mi familia, ella frunció el ceño al escuchar mis palabras. No sé exactamente por qué lo hice, o quizás sí y mi intención era que ella se diera cuenta de que tenía derecho a soñar y no ser prisionera de nadie.

 Hizo unas cuantas preguntas al respecto, las cuales respondí sin problema. Después de unos minutos la invité a comer para celebrar su triunfo, porque estaba seguro de que esto sería solamente el principio de una carrera brillante.

**

Las horas pasaron y nos vimos en la obligación de regresar a casa, afortunadamente lo hicimos antes que Ofelia y mi tío. Me dispuse a ayudarle, pero fui interrumpido por el sonido de mi móvil. Mire la pantalla y me disculpe, camine a la sala para atender.

—Luciano ¿Qué tal ha estado el día sin mí? —pregunte, escuche refunfuñar a mi amigo al otro lado de la línea mientras despotricaba contra su padre y de todo, únicamente comprendí que necesitaba revisar los planos del nuevo proyecto y sin pensarlo lo invite a casa. Al darme cuenta de mi error, le pedí que me esperara en línea. Volví con prisa hacia la cocina para hablar con Imperio.

— ¿Te molestaría si invitó a mi amigo a cenar? —pregunté había actuado impulsivamente olvidando que esta no era mi casa.

—Por supuesto que puedes invitarlo Tristán, siendo tu amigo será bienvenido a casa, somos una familia —su respuesta me hizo sentir una calidez en el pecho a la que preferí no prestar atención.

—Tu amigo ¿Tiene novia? —no comprendí el motivo de su pregunta en primera instancia y luego asumí que le preocupaba Ofelia. Por lo que negué de manera inmediata, Luciano apenas tenía tiempo para respirar con tantos trabajos acaparados por su padre y la constructora.

Luego de confirmar a Luciano que podía venir, él no demoró parecía estar cerca del condominio donde vivíamos y minutos más tarde llamó a la puerta. Llamé a Imperio para poder presentarlos de manera formal, le solicité la autorización para trabajar en su estudió y ella no se negó, todo lo contrario, ella siempre me sorprendía.

Media hora después nos reunimos en la mesa, presente a Luciano ante mi tío Valerio y Ofelia mientras Imperio servía la cena. Me sorprendí al escuchar a Ofelia tan habladora e incluso mi tío parecía un hombre conversador. Desde que llegué únicamente nos mirábamos en el desayuno y la cena. Nunca hablamos entre nosotros, él parecía no tener ningún interés en conocerme mejor.

—No se desvelen, me retiro, mañana tengo trabajo que hacer —se disculpó, mientras se ponía de pie para salir del comedor, es lo único que esa noche no cambió de su tan rutinaria vida.

Después de dejar la cocina limpia tal como le había prometido a Imperio. Ofelia subió a su habitación aparentemente casada. Luciano y yo nos encerramos en el estudio a trabajar en los planos, el tiempo avanzó y sin darnos cuenta era cerca de la una de la mañana.

—Déjame terminar esto, te los llevaré a primera hora —palmeó la espalda de Luciano quien se notaba cansado él no se negó, se despidió y marchó, dormiríamos pocas horas, pero el trabajo estaría listo tal como era el deseo de Armando Barrera.

Corregí algunos datos antes de guardar y dejar todo en orden. Me dirigí a la cocina por una taza de café, lo necesitaba con urgencia aún tenía que planchar mi uniforme para el día siguiente.

Volví minutos después para apagar las luces del estudio que descuidadamente había dejado encendidas. Mi sorpresa fue grande al encontrarme a Imperio sentada en la silla donde minutos antes yo había estado.

Su cuerpo desnudo y perfecto estaba a la vista y por mucho que quise apartar la mirada no pude. Me sentí embrujado totalmente por esa mujer. Siendo hombre y ningún santo observé como ella se tocaba a sí misma, con una mano masajeaba suavemente sus senos, apretando y jalando sus pezones y con la otra entraba y salía de su húmeda intimidad, mientras pequeños sonidos guturales surgían de su boca.

Me maldije por no ser un caballero dar la vuelta y salir de allí, pero los sonidos eróticos que abandonaba sus labios, me mantuvieron clavados al piso y solo fui consciente de todo cuando ella gritó su liberación y la taza de café se cayó al piso.

El sonido rompió el hechizo, mientras ella me miraba con los ojos dilatados, asustada al verse descubierta ¿Qué podía decir o hacer? Mi cuerpo estaba encendido por el espectáculo que acababa de ver, su imagen estaría grabada en mi retina para siempre.

Ella cubrió su desnudez con la bata de manera rápida y torpe. Yo deseé poder tomarla entre mis brazos y hacerla mía en ese preciso momento, asustándome de mis propios pensamientos hacia la mujer de mi tío.

—Lo siento, yo… perdóname —no pude decir nada más yo, no tenía derecho a pensar en ella más allá de lo permitido.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo