Capítulo 2:

Cuando entro a la facultad me dirijo a la cartelera de anuncios en donde se encuentra un letrero gigante que dice “NUEVO INGRESO”, al llegar ahí noto que hay un listado con el nombre de todos los nuevos estudiantes de la universidad y a la par indica el número de salón, nivel del edificio y con qué catedrático recibiremos la información inicial para el comienzo de las clases.

Hay demasiadas personas caminando por todos lados en el edificio y entre ellos nuevos estudiantes que se acercan a la cartelera, impacientes por ver a dónde deben dirigirse. Cuando busco mi nombre y lo encuentro veo que dice salón 413, cuarto nivel con el catedrático Alfonso Cavalle, por lo que rápidamente camino y subo las escaleras para poder llegar al cuarto nivel, este edificio es gigante, no llevo ni la mitad de las escaleras y siento que se me va el aire. Agradezco a Dios que no me haya tocado en algún salón del último nivel, este edificio tiene 6 niveles, compadezco a quienes tienen que subir hasta el sexto nivel.

Al llegar a mi salón asignado entro sigilosamente, temiendo que las personas se me queden viendo al entrar, no me gusta cuando debo entrar sola a algún lugar con demasiada gente, pero siento un gran alivio cuando veo que hay pocas personas aún en el salón y busco una mesa donde pueda sentarme a esperar a que llegue la hora, faltan 5 minutos para las 8:30 a.m.

Decido sentarme en una mesa que se encuentre adelante para tener toda mi atención en el catedrático y no perderme de nada. Eso sí, la mesa se encuentra al frente, pero pegada a una de las paredes del aula, no quiero estar en medio, me parece que ahí es donde la mayoría de las personas te nota, por eso decido estar apartada del resto y esa esquina del aula me atrae a que permanezca sentada allí sin hacer el más mínimo ruido.

Nada más sentarme decido volver a mi música y aprovechar a leer uno de mis libros que traje de casa para no aburrirme en momentos como estos. La música de Tchaikovsky del lago de los cisnes suena por mis audífonos y con la lectura me transporto al mundo de la imaginación.

Pero en algún momento de mi lectura siento como alguien toca mi hombro, distrayéndome de mi mundo de fantasía, por lo con una sonrisa amable me quito uno de mis auriculares.

-Ciao ¿Puedo ayudarte en algo? – Sonrío al dirigirme a la chica de cabello castaño y ojos verdeazulados.

-Ciao, sí, disculpa que te moleste, vi que estabas leyendo pero se me cayó uno de mis lapiceros debajo de tu mesa y me preguntaba si podrías dejarme recogerlo – Me dijo apenada.

- ¡Oh! No me había dado cuenta, discúlpame tú a mí –Dije inclinándome para recoger su lapicero color negro – Aquí tienes – Se lo entregué y ella me sonrió abiertamente.

- ¡Gracias! Eres muy amable, yo podía haberlo recogido pero muchas gracias por tomarte la molestia –Dijo para colocarlo dentro de su estuche de utensilios escolares.

-No es nada, no te preocupes – Sonrío igual que ella.

Me di cuenta de que tomaría asiento por lo que quise volver a dedicarme a mi lectura y música, pero ella lo evitó.

-Por cierto, Il mío nome é Stella, Stella Capaldi – Extendió su mano hacia mí, provocando que mi mano se dirigiera a la de ella y que la tomara.

-É un piacere conoscerti Stella, mi nombre es Celestia Lombardi –Dije sonriendo.

- ¿Celestia? ¿Algo así como celestial? –Preguntó divertida.

-Sí, algo así, ese es su significado según lo que me dijeron mis padres – Le dije algo apenada.

- ¡Oh fantástico! Me encanta tu nombre Celestia como celestial –Empezó a reír, provocando que yo también riera, no por lo que dijo sino por su contagiosa y linda risa.

La mayoría de la gente deduce lo mismo que Stella, y por ello a veces me molestan llamándome celestial y no Celestia, pero no me molesta, todo lo contrario, me gusta, mis padres me dijeron alguna vez que para ellos soy como un regalo del cielo, un regalo de Dios para la familia, por lo que quisieron ponerme un nombre que lo recordara siempre y que todos pudieran darse cuenta de la magnitud del amor que ellos me tienen.

Sucede que cuando mi madre estuvo embarazada de mí tuvo una gestación anembrionada, lo que significaba que el saco gestacional estaba “vacío” porque yo no aparecía en ninguna de las ecografías que le realizaban a mamá cuando se enteró que estaba esperándome, y cuando me encontraron por medio de una ecografía más profunda el doctor les dijo a mis padres que yo no nacería bien, porque sucede que el saco se alimentaba y crecía pero yo no, yo no crecía y para el tiempo de gestación mi tamaño era anormal, por lo que les dijeron a mis padres que habían dos posibilidades. La primera, que el cuerpo de mamá por sí solo podría provocar un aborto espontáneo y la segunda, que, si bien yo no era abortada de forma natural por el cuerpo de mamá, había posibilidades de que yo naciera deforme y con muchas enfermedades, por lo que ellos le sugirieron a mis padres que me abortaran para evitar que yo naciera mal y sufriera en la vida, pero mis padres nunca dejaron de tener fe, y se negaron a abortarme, le pidieron mucho a Dios por mí.

Conforme el tiempo pasó el peligro de un aborto espontáneo cesó y mamá se fue haciendo sus chequeos los cuales se los realizó en otra clínica donde el doctor más bien apoyó la decisión de mamá y papá de no abortarme y los doctores de esa clínica fueron un apoyo importante para mis padres.

Para no cansarlos con esta historia, mamá y papá siguieron pidiendo por mí, siempre con el control en la clínica y los cuidados que mi madre debía tener durante toda la gestación en casa. Para cuando mi madre cumplió los 6 meses yo ya había salido de peligro y estaba creciendo más, los latidos de mi corazón se escuchaban muy bien. Por lo que puedo afirmar que soy todo un milagro de Dios. Por ello mis padres decidieron ponerme Celestia como nombre, en honor a Dios por haberles dado un regalo celestial que soy yo.

-Bueno Celestia como celestial, espero que podamos llevarnos bien y ser buenas amigas – Me dijo sonriendo.

- ¡Oh! – Me le quedé viendo algo aturdida, porque creí que solo hablaríamos por esta vez y que ya no nos volveríamos ni a dirigir la mirada de nuevo, por lo que sus palabras me tomaron de sorpresa, pero el hecho de ser tímida no me impide comenzar a tener amigos en la universidad por lo que contesté – Claro, me encantaría empezar a conocerte mejor y poder llegar a ser amigas muy pronto –Sonreí y ella emocionada me correspondió.

No soy novata en el hecho de tener amigos, pero la mayoría del tiempo, por no decir siempre, son las personas las que me hablan por primera vez a mí, yo simplemente soy amable y correspondo a lo que ellos hagan conmigo, es decir, si me hablan, yo les hablo, si me sonríen, yo sonrío, si me saludan, yo los saludo. Y este caso no es la excepción, pues Stella me ha hablado y sonreído, y yo simplemente hice lo mismo, por lo que comenzar a hablarle no será nada difícil si ella me da la confianza para hacerlo. Ahora bien, soy retraída y muy tímida si yo soy la que tengo que acercarme a alguien e iniciar la conversación, es ahí donde no prometo tener éxito.

Luego de haber hablado con Stella volví a mi mundo de la lectura al ver que ella comenzó a sacar sus cosas para la clase, por lo que me dediqué a lo mío. Al cabo de 10 minutos el aula se encontraba llena, todos estaban ya en sus pupitres, preparándose para recibir al catedrático o simplemente comenzando a conocerse para crear amistades. Yo seguí con mi lectura hasta que el catedrático Cavalle entró al aula y se presentó, dio la información más importante y general de todo, nos dio una pequeña hojita con nuestro horario que la universidad imprimió para cada uno de nosotros en donde venía el nombre de la materia, el número de salón, el día que tocaba, hora y el nombre del catedrático que la impartiría.

Así se me fue todo el primer día de clases. A la hora del almuerzo me dirijo a la cafetería para comprar mi comida y sentarme en una de las mesas. Vi a Stella con un grupo de chicos y chicas, pude notar que ella es muy social por lo que no me extraña que se haya hecho amigos y amigas en el primer día de estudio.

Estaba tranquilamente almorzando cuando escuché que me llamaban desde atrás y ¿adivinan quién era? Sí, era Stella quien estaba en la mesa de esos chicos y me llamaba para que me acercara, la miré con duda y miedo a la vez, no quería ir hasta ella. Como ella notó mi indecisión se paró y comenzó a dirigirse hacia mí con paso veloz y decidido.

- ¡Hey Celestia! Ciao, ¿Te gustaría venir a la mesa donde estoy almorzando con mis nuevos amigos? –Dijo señalando la mesa.

-Ciao Stella –Dije algo apenada – No sé si yo seré bienvenida, es mejor que me quede acá.

-Por favor, ven conmigo, estoy segura de que te agradarán –Dijo jalando mi brazo derecho para que me parara.

-Está bien –Dije suspirando, rendida ante su pedido, por lo que tomé mi bandeja con mi almuerzo y mi bolso para caminar junto a ella hacía la mesa donde se encontraban sus nuevos amigos.

-¡¡¡Chicos!!! Miren quien viene conmigo –Dijo con voz cantarina y emocionada, esas palabras hicieron que todos los que se encontraban en la mesa dejaran de hacer lo que hacían y se giraran a verme fijamente y con atención, ese simple acto por parte de todos me cohibió más de lo que ya estaba, pero aun así traté de que no se me notaran mis nervios y sonreí amablemente – Les presento a Celestia.

Yo levanté mi mano y la moví de un lado a otro en señal de saludo con una tímida sonrisa cuando Stella me presentó y todos al ver lo que hacía sonrieron y también agitaron sus manos para saludarme.

-¿Celestia? Eso me suena como a celestial –Dijo un chico castaño con rulos que se me quedó observando divertido.

-¿Verdad que sí? –Dijo sonriendo Stella al chico –Yo también le dije eso cuando la conocí esta mañana.

-Pues bien, é un piacere conoscerti Celestia –Dijo otro chico que se levantó de la silla para extenderme su mano amablemente, pero por la bandeja que tenía entre mis manos no pude corresponderle el saludo, por eso él se me quedó viendo raro con su mano aún extendida.

-Perdona, pero la bandeja no me permite tomar tu mano –Sonreí algo apenada.

-Ah, eso podemos arreglarlo –Me dijo sonriendo y tomando mi bandeja para colocarla en la mesa y volver a dirigirse a mí con su mano extendida.

-É un piacere conoscerti –Dije sonriéndole, era muy guapo, de cabello castaño y ojos color marrón. Algo en él me transmitía confianza, por lo que pensé que podría ser amiga de ellos – ¿Y cuál es tu nombre chico castaño? –Me atreví a preguntar.

-Il mío nome é Donato –Me dijo aún con mi mano entra la suya lo que me hizo sonrojar –Es un gusto conocer a una chica tan linda como tú, Celestia –No sé ni por qué dijo eso, lo que sí sé es que volví a sonrojarme y para ocultarlo bajé un poco mi cabeza para que mi cabello tapara un poco mis mejillas, cuando solté su mano el chico castaño con rulos y ojos color azul se acercó a mí y me extendió su mano.

-Ciao bella, yo soy Guido –Dijo con una linda sonrisa que yo devolví tímidamente.

-El placer es mío Guido.

-Bueno ya que todos se están presentando lo haré yo también, ciao cara, Il mío nome é Pía –Dijo una chica que tenía un hermoso cabello ondulado, teñido de color gris y con unos ojos azules muy bonitos – Te presentaré al resto del grupo, ella es Fiorella, él es Flavio y él es Romeo, ya conociste a Stella, Guido y Donato – Dijo sonriendo y señalando a cada uno de los presentes en la mesa.

Flavio era un chico delgado de tez blanca, con cabello ondulado color castaño con tintes rubios y unos hermosos ojos celestes impresionantes. Fiorella era una chica de tez de piel blanca con unos lindos ojos azules con verde, de cabello largo castaño y ondulado. Romeo era un chico pelinegro con tinte rubio, sus ojos eran marrones y de piel bronceada.

Todos me sonrieron cuando Pía los presentó y luego de ello ambos chicos se pararon a darme la mano y Fiorella en vez de ofrecerme su mano me dio un beso en la mejilla.

Y así fue como conocí a los chicos que se volvieron desde el primer día en mis amigos, entre comillas porque aún debo conocerlos mejor para poder llamarlos amigos de verdad, pero a pesar de que creí que no conocería a nadie fue todo lo contrario y en parte fue gracias a la ayuda de Stella.

Este día fue bastante tranquilo entre clase y clase, hasta puedo decir que agradable por lo que considero que fue algo exagerado de mi parte el hecho de sentirme nerviosa por tener este primer día de clases universitarias.

Cuando el día terminó salí del edificio de la facultad acompañada de Stella, quien fue la última en salir del salón por arreglar sus cosas en la mochila, yo me quedé a acompañarla por lo que íbamos juntas.

Decidimos pasar comprando una bebida en un kiosco de Starbucks, yo decidí comprarme un chocolate ya que por ser finales de septiembre el otoño ya está comenzando, por lo que el clima se vuelve más fresco y debo decir que es maravilloso ver los árboles en sus tonos amarillos, naranjas y algo marrones, escuchar el crujir bajo tus pies de las hojas caídas de los árboles al pasar caminando. Mientras yo disfruto ya mi chocolate, Stella sigue esperando su té chai, cuando se lo entregan las dos caminamos en dirección al campo de soccer para poder llegar a la salida de la universidad.

Antes de salir del edificio había decidido llamar a Marco para comunicarle que llegaría a la puerta del campus de la universidad para que no se molestara en entrar y Stella había hecho lo mismo con su chofer, por lo que nos dirigíamos hacia la salida para poder regresar a nuestras casas a descansar ya que por ser el primer día no nos habían dejado ningún tipo de trabajos o tareas, ya que solo había sido presentaciones de parte de los catedráticos, de lo que recibiríamos en cada materia y claro nunca falta la actividad de presentarnos todos diciendo nuestros nombres, edades y qué nos gusta hacer en nuestro tiempo libre, por ello estábamos tan tranquilas y sin prisa por irnos.

Esta universidad es gigantesca, además de que cada facultad tiene su propio edificio, hay campos de diferentes deportes como el de soccer, –que mencioné antes – basketball, fútbol americano, volleyball, entre otros, también hay gimnasios para hombres y mujeres, hay piscinas, biblioteca en cada facultad, cafetería en cada edificio, jardines botánicos y área verde en todo el campus, incluso hay edificios en los cuales no sé qué hay, quizás sea la administración general de la Universidad de Roma y puede que me pasee por ahí alguna vez, pero por ahora seguiré caminando rumbo a la salida con Stella.

-Y bueno, la verdad este día ha sido muy tranquilo, agradezco al cielo que no nos dejaran ninguna tarea el día de hoy, aunque nada nos asegura que mañana tampoco nos dejen algo por hacer – dijo Stella después de decirme que le había gustado el contenido de ciertas materias que recibiríamos

-Ti capisco Stella, pero sea como sea debemos mantenernos positivas, ya sea que dejen algo o no, y sea de la materia que sea –Le dije tratando de animarla

-Espero nada más que dejen pequeñas tareas por ahora, aunque he escuchado que los trabajos universitarios son muy largos y que pueden incluso tener un peso valorativo de solo un mísero punto –Me dijo dando un suspiro al cielo

La vi con una sonrisa que expresaba un “No te creo” y ella solo asintió con la cabeza como diciéndome “Créeme, no te miento”.

-Siendo así creo que cuando llegue ese momento, lloraré –Dije suspirando - ¡Hey! –grité al sentir que algo me golpeó.

Algo impactó contra mí haciendo que mi chocolate cayera de mis manos y mojara parte de mi licra y mis botines, enojada dirigí mi mirada a eso que había hecho que botara mi bebida recién comprada, y cuando me voltee pude ver una pelota de soccer que estaba a unos metros de Stella y de mí, enojada busqué con mi mirada a la persona responsable de esta masacre, porque sí, fue una masacre lo que sucedió, mi chocolate caliente desperdiciado en mi ropa, botines y en el césped por culpa de una mugrosa pelota de soccer arrojada irresponsablemente por alguna persona sin cuidado.

Stella tenía una cara de asombro todavía por lo que había sucedido, yo seguía buscando a la persona con mi mirada hasta que lo vi, un chico venía corriendo en nuestra dirección, era rubio y de tez blanca, algo fornido y vestía un uniforme de soccer de color rojo con azul, pasó al lado nuestro y se dirigió a recoger la pelota, yo lo veía todavía enojada.

-Oye, ten más cuidado cuando pateas la pelota, has provocado un accidente –Le dije sin gritarle, pero tratando de que mi voz fuera firme para que notara mi molestia.

-Disculpen no quisimos provocarles problemas, ¿Se encuentran bien? –Preguntó acercándose a Stella y a mí.

-Bueno yo sí, pero mi amiga no, tengan más cuidado al jugar, por si no lo saben muchas personas caminan cerca del campo de soccer y pueden causar accidentes mayores, imagínate si el chocolate hubiera caído directamente en ella y no en sus botines y el césped, se hubiera quemado con seguridad –Dijo Stella mirándolo seriamente.

El chico rubio solo se nos quedaba viendo sin saber qué hacer o qué decir, pero no pudimos seguir con nuestra conversación nada amistosa porque otros chicos del equipo de soccer se acercaron a nosotros, muy probablemente sus amigos.

-Oye ¿Por qué tardas tanto Fede? ¡Apresúrate! –Le gritó un chico pelinegro con piel clara al chico rubio que al parecer se llama Fede que aún estaba parado frente a nosotras con la pelota en su cintura siendo sostenida por su brazo izquierdo – ¿Sucede algo? –Preguntó trotando hasta nosotros al ver que el tal Fede no se movía de su lugar.

-Estas chicas dicen que la pelota impacto contra ella –dijo señalándome- provocando que tirara su chocolate caliente y que eso pudo haberla quemado si no hubiera caído al suelo y a sus botines –Dijo el tal Fede frunciendo sus labios a su amigo pelinegro.

El pelinegro vio primero a Stella y luego a mí con una expresión seria en su cara.

- ¿Fede, Fran hay algún problema?

-Los estamos esperando chicos.

Llegaron dos chicos más a la escena del crimen, donde mi chocolate y yo éramos las víctimas, el rubio y el pelinegro los acusados y Stella mi abogada defensora.

El rubio volvió a explicar el problema a los dos chicos que se habían acercado, uno con pelo cobrizo y el otro también pelinegro.

-Perfecto y ¿estamos perdiendo tiempo de la práctica por una chica y su chocolate? – Dijo el segundo pelinegro con ojos celestes de manera molesta, lo que me hizo molestar a mí aún más porque esto había sido culpa de ellos, no mía, yo solo iba pasando con Stella cerca del campo, no sé por qué ellos tienen que tirar la pelota como que estuvieran a 100 metros de distancia de cada uno.

-Oye, esto es culpa de ustedes, Celestia y yo solo íbamos caminando para ir a la salida del campus, nuestra culpa no es de que ustedes piensen que pueden tirar la pelota como que todo el campus fuera el campo de soccer –Le reclamó Stella ya enojada –No solo su chocolate caliente fue desperdiciado por el impacto de su mugrosa pelota contra ella, sino que también han hecho que su licra y botines se hayan ensuciado de su bebida. – Dijo señalando mi vestuario manchado de chocolate.

-Per favore bambina, si esto lo pueden lavar –Contestó el mismo pelinegro- Solo tienen que echarle agua y jabón, restregarlo y listo, fin del cuento, no sé por qué lloran tanto –Se cruzó de brazos haciendo que yo lo viera furiosa.

Suspiré rendida, no iba a conseguir nada de esto, además no era partidaria de las peleas y esto podría salirse de mis manos por lo que opté por dejarlo así, seguramente no volvería a ver a estos tipos en mi vida, por lo que era mejor que se quedara por la paz.

-Va bene Stella, déjalo así, deja que se vayan ya –Dije jalando a la chica de un brazo para seguir caminando, quería irme ya para llegar a casa y cambiarme

- ¡No Celestia! Al menos deben comprarte otro chocolate, y, si no que se disculpen –Dijo Stella dirigiéndose a los chicos, estos se vieron entre sí algo molestos y serios.

-Hazle caso a tu amiga, castaña, mejor váyanse ya –dijo el odioso pelinegro de ojos celestes a Stella.

-Bien, ya basta, para terminar esto y dejarlo por la paz te compraré el chocolate –Dijo hablando por primera vez el chico de cabello cobrizo.

-No, está bien, no hay necesidad, solo dejémoslo así –Dije negando con la cabeza y encogiendo mis hombros.

- ¡Cele! Deja que te compre el chocolate, que al menos hagan eso, fue culpa de ellos al final de cuentas- dijo Stella cruzada de brazos, yo ya no sabía qué hacer, tenía miedo de tener represalias por parte de estos chicos, no quería que por un simple chocolate pudiera tener problemas y Stella no estaba dispuesta a moverse de su lugar hasta que cumpliera su cometido.

Gracias a Dios quien escuchó mi súplica interna, pude salir de tan incómoda situación pues mi celular comenzó a sonar en mi mano, vi que la pantalla encendida tenía el nombre de Marco lo que me hizo suspirar aliviada y así utilizar esa oportunidad como una excusa para que Stella pudiera dejar su terquedad.

-Andiamo Stella, Marco está llamando, seguramente debe estar ya esperándome en la puerta –Dije jalando su brazo, ella rendida suspiró y les dio una última mirada a los cuatro chicos del equipo de soccer.

-Esto no se queda así niñitos –Dijo molesta a lo que el pelinegro de ojos celestes quiso caminar hacia nosotras, Dios sabe para qué, pero yo asustada de que algo más pasara la jale más fuerte y la hice caminar más rápido, lo último que vi fue que el chico de pelo cobrizo y el rubio lo sostuvieron para que evitara caminar hasta nosotras.

Cuando íbamos rumbo a la puerta contesté la llamada de Marco diciéndole que ya estaba por salir, cuando colgué la llamada vi que Stella iba sumida en sus pensamientos con el ceño fruncido, seguramente pensando en lo ocurrido hace unos momentos.

- ¡Stella sei pazza! ¿Cómo se te ocurre hacer eso? –Le dije reclamándole.

- ¡Ay vamos Cele! No me digas que no te enojaste, esos niñitos berrinchudos tenían mínimo que haberte pedido disculpas por lo que te hicieron, haya sido accidente o no tuvieron que pedir disculpas de alguna manera–Dijo todavía molesta con ellos.

-No lo voy a negar, sí, me molesté y sigo molesta, pero ¿Acaso no tienes miedo de enfrentarte a esos tipos? Porque yo sí, empezando porque son más grandes y seguramente más fuertes que nosotras, y además no pienso tener enemigos en mi primer día de universidad, no ha pasado ni la semana como para empezar a tener problemas y no sé tú, pero yo sí quiero vivir –Le dije con un tono dramático al final de la oración.

-No seas dramática, amica mía –Me dijo abrazándome por los hombros y sonriendo.

-Hablo en serio Stella, per favore, deja esto así, no vuelvas a hacer algo como esto que acabas de hacer, yo al menos no soy como tú, no tengo ni la más mínima valentía para enfrentarme a alguien con palabras, menos a golpes, no sé qué hubiera hecho si esos tipos hubieran querido pelear a puros golpes con nosotras –Dije asustada pensando en qué opciones tomaría si algo así sucediera.

-No iba a enfrentarme a golpes, pero si era necesario lo hubiera hecho, el pelinegro de ojos celestes es muy lanzado, egocéntrico y un atrevido de primera –Dijo molesta –Pero aun así lo hubiera tirado al suelo con unos buenos puñetazos.

-Va bene, suficiente de tanta agresividad por el día de hoy.

-Va bene –Dijo rodando sus ojos rendida ante mi pedido.

-Grazie mille –Dije sonriéndole sinceramente – Por haber sido mi abogada defensora ante ellos, de no haber sido por ti hubiera salido huyendo desde el momento en que el chico rubio apareció.

-No te preocupes, para eso son las amigas ¿No? –Dijo sonriendo.

Yo solamente pude sonreírle más no le contesté porque para mí ella todavía no es mi amiga, pero no descartaba la posibilidad de que así fuera algún día y pudiera llamarla amiga de forma sincera.

Este día fue tranquilo, pero tuvo un final bastante trágico para mí y mi chocolate, si pudiera definir mi día diría que fue choco-trágico y solo espero que esos chicos no vuelvan a aparecerse en mi vida nunca más.

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