3. El grupo

NOA

Asiento riéndome tontamente. La verdad es que no voy totalmente sobria después de haberme pedido tres cubatas. Nos adentramos en la sala de luz roja que está cubierta con plantas en las esquinas y sábanas blancas aterciopeladas y de repente me siento diminuta. Veo a varias personas y me sorprendo al ver entre ellas a Isabella, la antes mencionada por mi amiga. Al lado de esta, no puedo evitar quedarme embobada con un chico que parece estar durmiendo, con los brazos en jarras y la cabeza apoyada en el respaldo del sofá. Su pelo negro y ondulado cae perfectamente en su cara. Bajo la vista a su camisa negra entreabierta y no puedo arrepentirme más porque me doy cuenta de que me está mirando fijamente y sabe que me ha pillado dándole un repaso de lo más descarado.

Noto que la sangre me sube a la cabeza y muerta de la vergüenza, me giro para pedirle al camarero una copa.

Gran solución, Noa. Solucionando la vergüenza con más alcohol.

- Ven, Noa. – Adrien me devuelve a la realidad y me ofrece un asiento. Rebecca se sienta con una chica que al parecer es de su misma universidad.

- Damas, caballeros… Ya que estábamos conversando sobre la hípica, os quiero presentar a mis chicas de confianza. Algunos ya conoceréis a Rebecca Smith, una de nuestras alumnas en el centro y que hace poco se introdujo en el mundo de la competición. – hizo una pausa para señalizarla. - Y… a Noa López. Es de las mejores profesionales con las que he trabajado, con pasión y dedicación.

Le doy una sonrisa incómoda debido a todos los ojos que se han posado en figura de un momento a otro. Fijo mi vista de nuevo en el chico que está hablando con Isabella. La chica se ríe y una vez más, me sorprende lo guapa que es. No me extraña que la mayoría de los chicos de la sala estén maravillados con ella. Noto que uno de ellos se levanta de su asiento y se acomoda al lado mío.

- Soy Kevin, encantado. – un chico moreno y delgado me sonríe relajadamente.

- Soy Noa. – le devuelvo el gesto.

-  Eso he oído. Nunca te he visto por aquí, ¿es la primera vez que vienes?

- Sí, la verdad es que este lugar es impresionante. Mi amiga y yo nos hemos perdido. – río cuando lo recuerdo. Le cuento lo sucedido y el chico se ríe ante ello.

- La próxima vez que vengas, puedo hacerte de guía. – gira su cuerpo hacia el mío, – solo si quieres, claro.

- Dudo que frecuente mucho este sitio, pero, sí, no estaría mal.

- Genial, me has alegrado la noche.

Kevin me da una sonrisa coqueta y yo me sonrojo al instante, llevándome un sorbo de la copa a mis labios. Sigue observándome hasta que vuelve a hablar.

- Me encantan tus ojos. Ahora con esta luz no se ven muy bien, pero apuesto a que a la luz del día son más azules que nunca.

Heredé los ojos de mi padre y cada vez que estamos juntos, no dejan de recordarnos lo parecidos que somos. Adrien escucha este último comentario y salta al respecto.

- Kevin, Noa no suele ser tu tipo cuando ligas. – se ríe y cruza los brazos.

- Es verdad, yo diría que.... – esta vez habla otro chico que se encuentra al lado del misterioso pelinegro. Es moreno y bastante alto. Los músculos de se notan perfectamente a través de su camiseta blanca, - es más del tipo de Alex.

- No digas gilipolleces, Daniel. – oigo hablar al pelinegro por primera vez en toda la velada y su voz ronca me hipnotiza.

Así que se llama Alex…

- Venga, tío. Pero si solo te acuestas con las niñas pijas y santurronas. – inquiere Kevin una vez más.

- La chica no me interesa lo más mínimo. Dejad el tema – Auch, reconozco que eso me picó.

- No te enfades, anda. Solo es una broma. – Isabella le sonríe y luego desvía sus ojos a mí y no puedo lograr saber a qué tanta intensidad en su mirada.

Instintivamente dirijo mi mirada hacia el aludido y veo que sostiene en sus labios lo que parece un cigarro. Lo enciende y al instante huelo que en realidad está fumando hierba.

- ¿Aquí se puede fumar… hierba? – susurro a Adrien.

- Puedes llamarlo porros, petas o como quieras. Pero te aseguro que es de lo más suave que te vas a encontrar por aquí. – me da una sonrisa torcida.

Me sorprende lo distintas que son las discotecas cutres comparadas con las lujosas. En la discoteca de mi barrio hay policías en cada rincón, y en este sitio los guardias pasan olímpicamente de lo que haces.

Miro de nuevo a Alex, a quien esta vez pillo ojeándome sin reparo. Sin saber por qué, el calor regresa a mi cuerpo de nuevo y no puedo evitar ponerme nerviosa. Sé que lo ha notado porque lanza una pequeña risilla por lo bajo sin que nadie se dé cuenta. ¿Se está riendo de mí? ¿Quién se cree que es?

Sin dudarlo, me levanto y todos os ojos se posan en mí con curiosidad.

- Voy un rato a la terraza. Quiero que me dé un rato el aire. – le digo a Becca.

Esta asiente, se ofrece en ir conmigo, pero me niego ya que sé que está disfrutando y no quiero molestarla. Cojo mi bolso y subo a la azotea donde puedo ver la preciosa ciudad de Londres bañada de luces blancas.

Una vez fuera, ato mi pelo en una coleta y agradezco el aire frío que me da en el cuello. Estoy un rato apoyada en la barandilla, oyendo la música de lejos hasta que una voz masculina me sobresalta.

- Bonitas vistas, ¿verdad? – se trata del amigo de Alex.

- No lo puedo negar. – sonrío amablemente, - eres Daniel, ¿no?

Asiente con la cabeza y le da un sorbo a su cerveza.

- Me has caído bien, sería bueno verte más a menudo. – se pone en la misma posición que yo, fijando su vista en mí.

- ¡Y tú a mí! Pensé que seríais los típicos estirados de turno. – puse una mueca exagerando mi comentario.

Daniel soltó una risa abiertamente. - Sí, bueno, la mayoría de los que están aquí lo son. Pero conmigo no te vas a aburrir.

- Entonces… Demuéstralo. – inquiero una sonrisa maligna, - súbete a la tarima y baila un striptease.

- Hey, chica, eso es muy suave para mí. – deja su cerveza ahora vacía en una mesa y hace el amago de irse. – Estamos casi todos en la pista de baile, ¿quieres venir?

- Claro.

Una vez abajo, siento que el nivel de alcohol ha disminuido y mis pasos son menos torpes. Encuentro a Becca y enseguida me uno con ella y su compañera, la cual se hace llamar Julia.

Empiezo a bailar al son de la música y enseguida me sumerjo en ella. Cierro los ojos de vez en cuando para sentir más la canción y no soy consciente de que me están observando una vez que me lo advierten.

- Tía, esos tres chicos están dándote un repaso de narices. Ve a por el de en medio, tiene pinta de ser un fiera en la cama. – inquiere Rebecca.

Miro donde me indica y en efecto, tres chicos con pinta de ser menores que nosotras me observan detenidamente. Y yo, dejando rienda suelta a mi vena extrovertida, me contoneo de forma más sensual manteniendo mis ojos en ellos.

Pienso en acercarme a ellos, pero unas figuras rompen mis pensamientos.

- Hola, chicas. Estamos de vuelta. – Adrien viene acompañado de Alex y Daniel.

- Alex, Isabella te estaba buscando, no consigue localizarte. Está en el ala oeste. – advierte Julia, la chica rubia de pelo rizadísimo.

- Se me ha acabado la batería del móvil, enseguida me paso a buscarla.

Es entonces cuando me permito fijarme más detenidamente al chico que he prestado atención toda la noche.

Es alto. Muy alto diría yo. Perfecto para envolverme con esos músculos. Y para mi desgracia, la camisa entreabierta con los pantalones negros solo consigue que se vea aun más atractivo. Subo mi mirada a su cara y puedo ver con más detalle sus facciones. Es ahí que parece que se da cuenta que alguien le está escudriñando y me mira.

Me paralizo y creo que por un instante se me olvida como respirar. Sus ojos de un color miel se centran en mí y forma una sonrisa torcida.

- Llevas toda la noche mirándome. – se acerca hasta quedar a unos pocos centímetros de distancia y yo no soy capaz de decir nada.

- ¿Te ha comido la lengua el gato? – de nuevo, pone distancia entre nosotros y con eso puedo recomponer un poco mi compostura. – ¿Tanto te gusto como para ponerte a cien?

Decido intentar recuperar algo de mi dignidad y replico:

- No te lo tengas tan creído, tú también me mirabas.

Felicidades, Noa, has conseguido que parezcas una niña de diez años replicándole lo mismo.

- Deberías ser menos engreída, no te creas que te miraba porque me interesases o algo por el estilo. No me gusta ver por aquí a chicas como tú que se hacen las santas.

-  Ni a mí me gusta ver gilipollas como tú.  – espeto.

- Sí, bueno, ambos sabemos que estás deseando ver a este gilipollas desnudo en tu cama.

- Ni en tus mejores sueños, imbécil. – me giro sin decir nada más y le digo a Becca que voy a pedir un taxi para regresar a mi piso. Intenta pedirme explicaciones, pero insisto en que ya le contaré cuando nos veamos.

Me quito los tacones y el vestido nada más llegar a casa. Suelto un suspiro de cansancio y me dispongo a limpiarme la cara. Mis pensamientos del chico sexi y misterioso vuelven para atormentarme. Suelto un gruñido, exasperante. ¡Quién diablos se creía para hablarle de esa forma! No puedo negar que era muy evidente que me lo comía con la mirada, pero eso no le daba derecho a ser tan arrogante.

Apartando a ese pelinegro de mi mente me dispuse a meterme en la cama y dormir en lo que quedaba de noche.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo