Capítulo 7

Nathe la observó mejor, y se pudo dar cuenta de que tenía rotos los tenis, era más que obvio que era una chica pobre, y se preguntó porqué estaría en la carretera en plena lluvia como si escapara de algo o de alguien. Necesitaba saber quién era ella, por lo que sin decir nada se metió a la ducha teniendo en mente que al salir le preguntaría acerca de su vida.

Por otra parte Alexandra estaba agotada, y en cuanto Nathe cerró el baño para darse una ducha, se asomó por la ventana, estaba preocupada por su hermana.

Cuando salió Nathe, Alexandra se puso roja al verlo solo con una toalla rodeando su cuerpo de cintura para abajo. Apartó la mirada de él y regresó al sillón.

—¿Y bien? —la voz de Nathe era más seria.

—¿Qué?.

—¿Ya me dirás quién eres y cómo te llamas?.

—No.

—¿Pero por qué no?.

—Porque no tengo ganas de decírtelo.

—¿Por qué no?.

Alexandra comenzaba a exasperarse, ese chico era muy insistente.

—Si te lo digo, ¿me dejarás en paz?.

—Lo prometo —Nathe sonrió como niño pequeño, por fin sabría quien era su chica misteriosa, se sentó en la cama quedando frente a ella—. Soy todo oídos.

—Me llamo Alexandra Ashfield, tengo 16 años y vivo en uno de los barrios más pobres de la zona —dijo Alexandra con un tono de voz algo monótona.

—Alexandra —un brillo se colocó en los ojos de Nathe—.  Alex, que bonito nombre, creo que va contigo.

—Alexandra, no Alex, no lo abrevies —Alexandra enarcó una ceja—. ¿Por qué dices que va conmigo?.

—Porque se nota que eres una chica con mucho carácter, eres explosiva y muy misteriosa —Nathe no paraba de sonreír.

—Tener carácter no es ser explosiva, insultante y prepotente; eso es ser infantil, tener carácter es la capacidad de controlar tu loco interior para hablar claro, sin pisar la cabeza de nadie, no te confundas —respondió Alexandra con calma.

—¿Pero, y la bofetada que le diste a ese tipo? —Nathe soltó una pequeña risa.

—Ese es una excepción, él se la merecía.

—Bueno, pero cuéntame de tu familia, ¿tienes hermanos?, ¿cómo son tus padres?, ¿tienes amigos? —Nathe estaba encantado con Alexandra, ahora sabía su nombre, ya no era su chica misteriosa, necesitaba saber más de ella, de su vida—. Quiero saberlo todo de ti.

—Yo... —Alexandra lo miró fijamente, a ella no le gustaba hablar de sus cosas personales con desconocidos, de hecho, solo hablaba con Steve y con su hermana, ellos dos eran sus únicos amigos—. No quiero hablar de eso.

—Está bien, yo te hablaré de mí, soy el cantante de pop más famoso del momento, no tengo padre ni hermanos, mi madre es una bruja que solo le interesa el dinero que gano, hice un trato con ella y cuando termine podré ser lo que más deseo, un cantante de black metal, solo tengo un mejor amigo, se llama Brandon, vive en California, Estados Unidos, casi no lo veo, y mi vida es una m****a, me siento solo todo el tiempo —Nathe habló tan rápido que no se dio cuenta de que Alexandra se dio la media vuelta para ignorarlo—. ¿Me estás escuchando?.

—Sí.

—Pues no lo parece, ¿qué sucede? —Nathe se puso de pie—. Te estoy contando sobre mi vida y pareciera que has escuchado el discurso político de alguien.

—Lo siento, pero no tengo tiempo de estar escuchando las quejas de un niño mimado como tú.

—¿Niño mimado? —Nathe frunció el ceño—. Tengo 18 años, no soy un niño mimado, ¿acaso no me has escuchado?.

Alexandra comenzaba a tener frío, se dio la media vuelta y lo miró fijamente a los ojos.

—¿Quieres escuchar verdadera m****a?.

—¿De qué hablas?.

—Conozco una chica que vive en un barrio muy pobre, sus padres constantemente la maltratan y ella solo aguanta para proteger a su hermana menor, ha robado comida para alimentarla aunque ella se quede días sin alimento, la han golpeado, la han violado, ha soportado vivir sin el cariño y apoyo de unos padres, se gana unas cuantas monedas cantando con su guitarra en una plaza, no duerme en una cama cómoda, su casa está llena de goteras, su ropa esta llena de agujeros, y aun así no se pasa su vida quejándose como una niña —Alexandra estaba sin aliento—. Lo que precisamente haces tú.

—¿Quién es esa chica? —Nathe abrió los ojos como platos.

—Yo.

Nathe se quedó anonadado, no podía creer que aquella chica hermosa hubiera sufrido tan terribles cosas, tragó saliva y bajó la mirada.

—Eres afortunado, estrella del pop —Alexandra se puso de pie, se acercó a él y lo empujó—. Vamos, ¿acaso la vida te golpea y quieres llorar?.

—¿Qué? —Nathe estaba confundido.

Alexandra no paró, lo empujó una y otra vez.

—¡Vamos estrella del pop! —Alexandra lo empujaba y Nathe se levantaba cada vez que ella lo hacía—. Voy a llorar porque soy un chico incomprendido, porque la vida me hace sufrir, porque soy un cobarde, ¡vamos, la vida te está golpeando!, ¿no vas a hacer nada?, ¿qué harás estrellita?.

Alexandra lo empujaba y Nathe se levantaba, ella se subió a la cama y comenzaba a empujarlo nuevamente.

—¡Détente! —Nathe comenzaba a enfurecer—. ¡Deja de hacer eso!.

Pero Alexandra no paraba, ella seguía empujándolo, tomándolo del cabello y jalándoselo no tan fuerte, hasta que de pronto Nathe le dio un manotazo y la empujó haciendo que Alexandra cayera de nalgas al suelo.

—¡Oh, no quería hacerlo! —Nathe se levantó como rayo y la ayudó a ponerse de pie.

—Eso es estrellita —le dijo Alexandra más tranquila—. Te diré una cosa, jamás renuncies a tus sueños, metas, todo está a tu alcance, solo es cuestión de tirar más fuerte de la cuerda, de subir más alto esa escalera llena de obstáculos, te lo dice una chica que no tiene la vida nada fácil como tu, una chica que está en un infierno constante pero que entre toda esa m****a, sabe que hay un rayo de luz esperando por ella.

—Pero mi vida no es fácil, yo...

—Lo tienes todo, estás lleno de oportunidades, y solo por que las cosas no salen como quieres, o no obtienes lo que deseas por miedo a salir de tu zona de confort y enfrentarte al mundo entero, no tienes ningún derecho a quejarte como lo has hecho hasta ahora —Alexandra se dirigió a la puerta del baño, necesitaba una ducha—. Si la vida te golpea, golpeala más fuerte, si la vida quiere jugar contigo, enseñale quien manda en el tablero y haz trampa, estrellita, tu eres el problema, pero también eres la solución, así que...¿Quieres ser el espectador o la estrella que sube al escenario?, vive tu propia vida, tú si tienes esa oportunidad que muchos no tenemos.

Nathe estaba impresionado, ella tenía razón en todo, la vida de esa chica era oscura, y sabía que aún había más si se dedicaba a escarbar en su pasado.

—Vaya, si que eres dura y cruel —Nathe le aventó una media sonrisa.

—Disculpa por no ser tan sutil, y disculpa mi lenguaje, es solo una forma de gritarle al mundo la m****a que he estado sintiendo durante 16 años.

—¿Siempre has sido así, fría, cruel, y distante? —Nathe volvió a tomar asiento en la cama, ambos no se veían, estaban de espaldas cada uno.

—No me volví así porque quisiera, lo hice para defenderme de tanto daño que hacen las personas —murmuró Alexandra.

—Sabes, cuando te vi inconsciente pensé que serías como todas las chicas, buscando su príncipe y viviendo su cuento feliz —Nathe suspiró—. Pero creo que me equivoqué.

—Yo no busco cuentos con final feliz, busco vivir aventuras con gente extraordinaria, gente perdida con corazones hechos de brújulas que no marcan un destino definido —Alexandra sonrió para sus adentros.

—Lo único que deseo en esta vida es que me escuchen, que escuchen la música que realmente me apasiona —Nathe se puso de pie y volteó a ver a Alexandra, quien volteó y lo miró fijamente.

—Creo que algún día el mundo entero te escuchará de la misma forma en que escuchas tu canción favorita, y entonces sabrás que estás en el escenario correcto, estrellita —Alexandra no dijo nada más y se metió al baño.

Esa chica le había dado una gran lección a Nathe, hasta ahora solo se había quejado de todo, pero no se había atrevido a hacer algo para cambiar su rumbo, su destino. Entonces observó como aquel labial rojo estaba en el sillón, se le había olvidado, es cuando en ese instante se escuchó otro trueno, tan fuerte, que la luz del relámpago traspasó la ventana, Nathe recordó que Alexandra lo apretaba cuando se asustó por el rayo, por lo que al escuchar que eran varios los que se escuchaban, rápidamente entró al baño, pero se paró en seco al ver a Alexandra, desnuda, de espaldas, con ambas manos en el pecho, tenía los ojos cerrados.

—No me lastimes por favor —ella susurraba una y otra vez en voz baja.

Nathe tragó saliva y se aterrorizó al ver la espalda de Alexandra, la cual estaba llena de heridas, rasguños, y moretones. Entonces Nathe tomó una decisión, ya era tiempo de tomar las riendas de su vida.

Tenía un plan, una vida que salvar, y un nuevo sentimiento que lo hacía no estar vacío por dentro.

—Alexandra.

Ella abrió los ojos de golpe y volteó a verlo tapándose los senos con ambas manos.

Pero Nathe no veía su cuerpo, él la miraba fijamente a los ojos.

—Tengo un plan.

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