Capítulo 3

La lluvia no cesaba ni un segundo, Nathe manejaba hacia una dirección que seguía sin conocer, tenía algo de gasolina ya que amablemente una pareja de ancianos que pasaron por el lugar le brindaron su ayuda, pasándole algo de gasolina con una manguera y un garrafón de gasolina que según ellos, les servía por si atravesaban por alguna situación similar a la de él, y bendijo mentalmente que aquellos ancianos no conocieran el mundo musical actual. En cuanto vio a Alexandra en aquella situación tuvo pánico de que lo culparan por algo, así que antes de que llegara aquella pareja a su rescate, cargó a Alexandra y la metió en el camión pensando que Elisa sabría que hacer, y ahora estaba ahí, con casi nada de gasolina, en medio de la nada, con una lluvia horrible, con frío, hambre, y con una hermosa chica de ojos azules. Quiso regresar pero no ubicaba bien por donde había venido, y menos de noche.

Desde aquel encuentro curioso con esa chica misteriosa pasaron cinco horas, pero aquel sentimiento de temor, rabia, y confusión que le había provocado su madre, continuaban muy vivos dentro de él. Odiaba la idea de tener que ser novio de alguien como Cathalyn, por lo que se propuso no descansar hasta encontrar la manera de resolver el nuevo problema al que tendría que buscarle una buena solución. De pronto el camión se paró, la gasolina se había terminado y no sabía como localizar a su madre, ya que su celular no tenía buena señal. Estaba a punto de volver a intentar llamar a su madre, cuando de pronto sintió un golpe en la cabeza.

Cuando volteó rápidamente hacia atrás, sus ojos se cruzaron con aquellos ojos azules, de un azul incluso más claro que los de él, era una chica muy hermosa, vestía unos jeans negros algo desgastados, una sudadera color gris, y una blusa blanca, aquella chica traía en las manos un cucharón de madera que estaba seguro que lo había tomado de la pequeña cocineta, su mirada era audaz, estaba llena de vida y eso le agradó a Nathe.

—Hey, ¿por qué hiciste eso? —le preguntó Nathe con mucha cautela.

—Para demostrarte que no sirve de nada que me secuestres, y para que entiendas que siempre encontraré algún medio de defenderme —respondió Alexandra con voz arisca.

Nathe se dio cuenta de que la actitud de aquella chica le hacía gracia, ¿acaso no lo conocía?, cualquier chica se le abalanzaría a los brazos, pero esa chica no, entonces le entró una curiosidad enorme por saber de ella.

—No te estoy secuestrando —respondió Nathe.

—Entonces ¿qué hago aquí, con un completo extraño, de noche, en medio de la nada? —Alexandra frunció el ceño—. Si lo que buscas es dinero deja que te diga que pierdes tu tiempo, soy pobre.

—No busco ni necesito dinero, tengo de sobra —Nathe cada vez se sentía atraído por saber como es que aquella chica no lo reconocía—. Y te vuelvo a repetir que no soy un secuestrador.

Alexandra guardó silencio pero seguía en posición de defenderse.

—Si no eres un secuestrador... ¿Quién eres?.

—¿En serio no tienes idea de quien soy? —un brillo de diversión se colocó en los ojos azules de Nathe—. Eres la primer chica que conozco que no sabe nada de mí.

—¿Quién eres? —Alexandra repitió la pregunta sin soltar el cucharón, como si esa fuera la única salvación.

—Soy Zoerk —Nathe sonrió.

—¿Qué clase de nombre es ese? —Alexandra no bajaba la guardia.

—Ese no es mi verdadero nombre, ¿no tienes idea de quien soy, verdad?.

—Pues no —Alexandra estaba estudiando todo a su alrededor, buscaba una salida.

—¿Acaso vives en una cueva? —Nathe intentó acercarse más a ella, pero al ver que Alexandra lo miraba desafiante, paró en seco—. Mi nombre verdadero es Nathe Philip, pero soy mejor conocido por el mundo entero como Zoerk, el cantante pop más famoso del momento.

Alexandra aventó una media sonrisa, lo cual desconcertó por completo a Nathe, quien comenzaba a sentirse incómodo ante ese gesto simple y fugaz por parte de aquella chica misteriosa.

—Zoerk —habló Alexandra con cierto aire burlón—. Que nombre tan raro para un cantante.

Aquello le hizo gracia a Nathe, cuando su madre le informó acerca de su nuevo nombre artístico él pensó lo mismo, incluso se atrevió a pensar que no funcionaría, que sería algo difícil de recordar, pero fue todo lo contrario.

—Lo raro aquí es que no me conozcas, ¿acaso no te gusta la música?.

—Si, bueno no, pero... —respondió Alexandra con voz apagada.

—Eres la primer persona que conozco que no escucha música —Nathe comenzó a relajarse un poco.

—Ya, pues no te conozco y no me interesa hacerlo, así que si no eres un secuestrador, ¿cómo es qué estoy contigo?.

—¿No lo recuerdas?.

—No, solo recuerdo que esquivé a un idiota que venía en el carril contrario —Alexandra gruñó.

—Pues creo que ese idiota soy yo —Nathe soltó una pequeña carcajada, nadie le hablaba así, mucho menos una chica—. Cuando me esquivaste chocaste contra un enorme cartel y te desmayaste, traté de pedir ayuda, pero entré en pánico, no podía dejarte en medio de la nada, con esa lluvia, por lo que me pareció correcto traerte hasta aquí hasta que despertaras.

Eso fue algo que dejó completamente sorprendida a Alexandra, nadie hacia nada por ella con buenas intenciones, ella siempre ha estado sola y se las arreglaba para salir de sus problemas sin la ayuda de nadie, ni siquiera sus propios padres le tendían la mano para salvarla de algún peligro.

—¿Dónde está el truco? —Alexandra preguntó a la defensiva—. ¿Qué buscas a cambio?.

—¿De qué hablas? —Nathe estaba confundido—. No busco nada a cambio.

—Me cuesta trabajo creer tan enorme amabilidad, y no puedo confiar en la ayuda de un completo extraño sin obtener algún beneficio, así que deja de hacerle al tonto y escupe.

—¿Escupir? —Nathe se estaba divirtiendo con aquella chica, por primera vez en años mantenía una conversación con alguien del sexo opuesto sin tener que aparentar o hablar de su fama y sus millones—. ¿Por qué escupiría?, eso es asqueroso.

—Lo que quiero decir es que me digas qué es lo que quieres de mí —Alexandra puso los ojos en blanco.

—Nada, no quiero nada, ya te lo he explicado.

Alexandra no confiaba nunca en nadie, por lo que dudosa comenzó a bajar aquel cucharón para ver la reacción de aquel chico, y al hacerlo notó una ligera relajación por su parte.

—Entonces me voy.

—¿Te vas? —Nathe se mostraba serio, por alguna extraña razón no quería perder la compañía de aquella chica misteriosa—. Pero no me has dicho aún como te llamas.

—Mi nombre no tiene importancia, si eres ese chico tan famoso que dices ser, dudo que sea algo importante decir —Alexandra comenzó a dar pequeños pasos atrás sin perder de vista a Nathe.

—¡Espera, no te vayas! —gritó Nathe—. Afuera no para de llover, es de noche y puede ser muy peligroso para una mujer.

—¿Más peligroso que estar encerrada en un enorme camión con un desconocido en medio de la nada?.

—Si, bueno no soy...

—No me importa, sobreviviré.

Alexandra aventó el cucharón y se dirigió a la salida de aquel camión, pero al intentar abrir Nathe la siguió tropezando con algo y cayendo encima de ella. Alexandra se asustó al sentir ese contacto tan cerca.

—Lo siento —dijo Nathe mirándola fijamente a los ojos, sus labios casi rozaban—. No era mi intención.

—¡Bájate en este preciso momento, de lo contrario serás primera noticia en todos los noticieros por la mañana! —Alexandra estaba nerviosa y llena de coraje.

—¿Por qué seré primera noticia? —Nathe estaba fascinado con aquella chica.

—Por que te asesinaré —Alexandra lo miró fijamente, entonces Nathe supo que hablaba en serio.

—Bien.

Nathe se puso de pie y Alexandra se alejó rápidamente de él.

—No tienes porque amenazarme, fue un accidente —Nathe encogió los hombros—. No quería estar solo, eso es todo.

Alexandra estaba a punto de decir algo cuando sonó el celular de Nathe, quien rápidamente contestó sin apartar la vista de su chica misteriosa. Se trataba de su madre, le quedaba poco menos de 2% de batería.

—Hola mamá.

—¿Dónde demonios estás? —exclamó la mujer que le dio la vida.

—Mamá yo...

—Calla, se supone que tendrías que estar arreglando tu cita con...

—Adiós mamá.

Nathe colgó y se sintió un poco aliviado.

—Debes de ser un chico muy afortunado al tener unos padres que se preocupen por ti —para sorpresa de Alexandra las palabras brotaron de su garganta sin su permiso.

—¿Afortunado? —Nathe abrió los ojos como platos—. Mi madre es una bruja y mi padre un borracho que nos abandonó, odio mi vida.

—¿Odiar tu vida? —Alexandra estaba enfadada—. Tienes todo, por lo que me dices, eres un chico famoso, debes estar bañado en dinero, tienes una madre que se preocupa por ti, duermes en la comodidad de una cama segura, no tienes problemas verdaderos, ¿cómo puedes odiar las bendiciones con las que naciste?.

—Tú no sabes nada de lo difícil que ha sido mi vida —contestó Nathe en un tono algo brusco y a la defensiva como solía hacer cada que alguien intentaba juzgar su vida—. Es verdad que tengo todo a mí alcancé, o casi todo, pero...

—Esas son excusas —Alexandra se cruzó de brazos.

—¿Cómo puedes decir eso?.

—Sabes, mientras muchos como tu están en este preciso momento quejándose de su vida, teniendo todo al alcance de sus manos, sintiéndose rotos cuando solo están algo quebrados, habemos personas que se la juegan a diario por sobrevivir en un mundo lleno de personas que lastiman, y sin embargo buscamos la manera de seguir adelante, porque es lo que hay, no te conozco, pero creo que todo lo que has hecho hasta ahora es quejarte de tu vida, no has intentado encontrarle el lado bueno a las cosas, si algo no te gusta de tu vida perfecta, cámbialo, pero deja de quejarte y de pensar que es más fácil esconderse en la comodidad de la cobardía, arriésgate.

Nathe estaba sorprendido e impactado con las palabras de aquella hermosa chica, estaba completamente hechizado por la forma de pensar y de actuar de esa desconocida.

—Vaya, nadie me había dicho algo así, ¿y qué me dices tú? —Nathe no dejaba de observar los hermosos y carnosos labios de aquella chica, y de pronto se encontró con el extraño pensamiento de saber qué se sentirá besarlos—. ¿Tu vida es perfecta?.

—No hay vida perfecta, solo hay vidas capaces de crearse algo mejor para sobrevivir en este mundo lleno de m****a —Alexandra respondió con voz átona.

—Pero... ¿Qué me puedes decir de ti?.

—¿Y para qué quieres saber algo de mí?.

—Quisiera saber algo de la persona que le acaba de brindar un rayo de luz a mi vida —Nathe sonrió con la esperanza de que esa chica le devolviera la sonrisa, pero eso no sucedió, Alexandra seguía igual de seria.

—Soy una mezcla de desastres y mala suerte, con una sonrisa falsa para cada ocasión y un corazón destrozado, pero con sueños poderosos, eso si —la mirada de Alexandra parecía vacía y eso le inquietó a Nathe—. Es todo lo que necesitas saber de mí.

—¿Cuanto daño te hicieron para qué pienses de esa forma?.

—El suficiente para saber que hasta el color rosa contiene un lado oscuro.

—Me pareces una chica muy interesante, ¿me dirás tu nombre?.

—No.

—¿Por qué no?.

—Porque no confío en nadie.

Entonces en ese instante un relámpago retumbó por todo el lugar, haciendo que Alexandra sintiera temor, ya que eso mismo sucedió aquella noche en la que Berth abusó de ella, rápidamente corrió y se escondió debajo de una mesa que estaba dentro de aquel enorme camión, juntó sus rodillas y se las llevó al pecho. Estaba asustada y sus manos temblaban.

—¿Te dan miedo los truenos? —Nathe se acercó hasta ella e intentó darle la mano para ayudarla a salir, pero Alexandra lo rechazó rápidamente dándole un manotazo.

—¡Aléjate de mí, no me toques, no te atrevas a hacerme daño! —Alexandra cerró los ojos tratando de calmarse, ya que por más que intentara llorar, no podía, estaba seca por dentro—. No me hagas daño.

Alexandra repetía eso muchas veces, y es en ese preciso momento, cuando Nathe sintió algo en su interior, un sentimiento que jamás había experimentado, entonces volteó y al fondo vio algo que pensó que sería la única forma de volver a calmar a su chica misteriosa.

Una noche lluviosa, un trueno que retumbó en lo profundo de dos corazones jóvenes, y una nueva oportunidad para empezar desde cero, esa misma noche Nathe había descubierto una cosa: que las personas más maravillosas muchas veces están escondidas en lugares de m****a, solo es cuestión de observar más allá de lo simple para encontrar una joya entre tanto lodo.

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