Capítulo 2

El escenario estaba preparado para la gran noche, las luces que alumbraban su cuerpo lo hacían ver como el dios del pop que todas anhelaban, estaba solo, a pesar de estar rodeado de mucha gente, de millones de fanáticas, nadie podía quitarle ese vacío en su interior, algo le faltaba, algo que ni con todo el dinero del mundo lo compraría, ¿Amor?, no, él tenía eso y más de lo que pensaba merecer por parte de sus seguidoras, ¿lujos?, tampoco, ya que con solo tronar los dedos tenía todo lo que deseaba, ¿entonces qué era eso que le faltaba?, aún seguía buscando la respuesta a esa pregunta perdida en la infinidad de sus mares sentimentales.

A menudo pensaba que aquellos pensamientos y sentimientos eran algo cliché de los cantantes o de gente famosa, pero al entrar en ese mundo lleno de fama, se dio cuenta que no todos son así, algunos disfrutan, otros se ahogan en sus vicios tratando de encontrar una salida fácil, y otros más solo hacen lo que les piden para vender aunque no sea su género musical, como él.

Nathe Philip, mejor conocido en la industria musical como Zoerk, era el cantante pop del momento, estaba en el primer lugar del top diez de los más famosos, todas se morían por él, era guapo, alto, tez clara, ojos azules, y cabello oscuro, pero ocultaba un gran secreto: odiaba ser cantante pop, si, a la edad de trece años formó una banda de Black metal, junto a su fiel amigo Brandon Escostk, y otros tres integrantes que eran vecinos del barrio, no eran famosos, solo lo hacían por diversión, pero un día su madre lo observó mientras cantaba y se le ocurrió la grandiosa idea de inscribirlo a un show de música, en donde competían miles de personas y el ganador sería el nuevo cantante pop. Al principio Nathe no quería, ya que odiaba ese tipo de música, pero su madre insistió tanto que al verse tan desesperada optó por hacer un trato con su hijo, si él llegaba a las semifinales, lo apoyaría con su banda de Black metal, lo cual le ilusionó muchísimo y terminó aceptando. El problema radicó en que no solo llegó a las semifinales, sino que ganó el concurso, pero cuando Nathe reclamó lo que su madre le prometió, esta lo obligó prácticamente amenazándolo con impedirle ser un metalero como él quería. Y así llegaron a un trato, el cual consistía en que al cumplir sus veinte años, podría renunciar a ser un cantante de pop, y hacer lo que quisiera, actualmente tenía 18, por lo que contaba los días y los meses para estar cada vez más cerca de su sueño.

—En diez minutos saldremos —dice su madre sacándolo de su viaje mental—. Prepárate, necesitamos llegar al hotel a tiempo.

—Lo sé —Nathe contesta de forma desganada mientras mete ambas manos a sus bolsillos—. Solo quería conocer el escenario, ya sabes, creo que es de buena suerte.

—Tonterías —su madre pone los ojos en blanco—. No hay mejor suerte que el dinero.

Nathe observó a su madre con detenimiento, ella era una mujer alta, de tez clara, rubia y de ojos azules, pero su mirada era severa, él nunca conoció a su padre, su madre le había contado hace años que era un borracho que los abandonó cuando él tenía 2 años de edad, por esa razón intentaba recordar y justificar su amargura, era una mujer desgraciada y muy avariciosa. Lo único que había sacado de su madre eran los ojos azules.

—Como digas —Nathe suspiró mientras recordaba que se trataba su madre, para no terminar ahorcándola por lo egoísta que era.

Nathe bajó del escenario y se dirigió a paso decidido hacia su madre, quien no dejaba de revisar algo en su celular, ambos se dirigieron al camerino para recoger sus pertenencias cuando al entrar se encontraron con Elisa Melchore, su mánager de 27 años, alta, de figura esbelta, tez apiñonada, ojos negros y de sonrisa encantadora.

—Me alegra que estés aquí Nathe —lo recibió con un enorme abrazo.

—¿Pero de qué hablas? —sonrió mientras se alejaba un poco de ella—. Hace una hora nos vimos.

Elisa le aventó una mirada cómplice a la madre de Nathe, quien tomó asiento tranquilamente en uno de los sillones del lugar.

—Eso lo sé, pero...

—¿Conoces a Cathalyn Hermon, mejor conocida como Strekyn? —le preguntó su madre con una sonrisa de oreja a oreja, lo que puso en alerta a Nathe, ya que cuando su madre sonreía de esa forma solo significaba una cosa; problemas.

Cathalyn Hermon era la cantante pop femenina más famosa del momento, mientras que a él lo habían catalogado como el príncipe del pop, ella era la princesa del pop, tuvo dos ocasiones en las que trató con ella y en las dos veces pudo comprobar que se trataba de una chica prepotente, mimada, altanera y muy envidiosa, sabía quien era pero prefirió hacerle al tonto.

—No sé quien es —contestó con cierto aire de pereza.

—Es la princesa del pop, una chica guapa, dulce y muy pero muy rica —un brillo de avaricia se colocó en los ojos de su madre.

—Entiendo, ya recordé quien es —Nathe sonrió ante la idea de molestar a su madre para terminar con ese tema por completo—. Pero... ¿Eso qué tiene que ver conmigo?.

Elisa tosió de repente y se aclaró la garganta con un nerviosismo extremo, después observó la hora en su reloj y volteó a ver a la madre de Nathe, Melyssa, quien con un movimiento rápido de cabeza le indicó que ella siguiera con el tema de conversación.

—Serás pareja de ella —dijo por fin la mánager.

—¿Qué? —Nathe enarcó una ceja— no estoy entendiendo bien.

—¡Vamos Nathe, claro que estás entendiendo bien! —gritó su madre con un tono dramático—. Estamos en la industria musical, por lo que las relaciones entre dos estrellas pop vende mucho y deja bastante de que hablar, y que mejor manera para que todo el mundo esté al pendiente de ti, vender más discos, y...

—¡No! —Nathe gritó con furia—. ¡No voy a hacer eso!.

—¡Si lo harás! —dijo en tono fuerte su madre, pero tratando de parecer lo más relajada posible.

—Eso no es parte del trato —Nathe caminaba de un lado para otro—. No me voy a hacer pasar por novio de esa mimada de m****a.

—Solo será por seis meses, necesitamos que asciendas más, tómalo como un regalo, muchos quisieran andar con esa chica —mencionó Elisa con cierto desdén.

—No, y no cambiaré de opinión —Nathe comenzaba a sentirse asfixiado entre aquellas paredes, y más si se encontraba encerrado con aquellas dos brujas.

—Harás lo que te ordene —su madre se puso de pie—. Soy tu madre, tenemos un trato, y hasta que no cumplas cierta edad como habíamos acordado, estás en mis manos, por lo que en este preciso momento le marcarás a Cathalyn y arreglarás una cita con ella, llévala a dar una vuelta en helicóptero, después a una cena romántica, y posteriormente le pedirás que sea tu novia.

—Vaya, veo que todo lo tienes planeado mamá, ¿no quieres elegir también que calzoncillos debo ponerme para tal ocasión? —Nathe soltó una risilla para enfadar aún más a su madre.

—Pues si es necesario lo haré —contestó su madre tajante.

—Pues olvídalo, no seré novio de nadie que no me guste —Nathe insistió con voz ronca.

—Lo tendrás que hacer —comentó Elisa con cara de pocos amigos.

Nathe estaba harto de que todo girará en torno a su fama, ¿en qué lugar quedaba el ser humano que era?, necesitaba escapar y pensar bien las cosas, quería estar solo. Por lo que antes de que esas dos brujas volvieran al ataque, salió corriendo del camerino a toda velocidad, esquivando a todo el que se pusiera en su camino, hasta que llegó al estacionamiento, buscó su carro pero con decepción se dio cuenta de que no estaba, hasta su madre elegía que carros debía comprar, pero cuando se trataba de algún capricho de ella no media gastos, lo que costara lo compraba, entonces una alarma lo sobresalta, esas brujas habían llamado a seguridad, nervioso y lleno de adrenalina a la vez, se dirigió al único camión que estaba disponible, era el de su gira, un camión enorme con su foto en ambos costados. Corrió a paso veloz hacia donde estaba estacionado y con suma alegría se percató de que las llaves estaban puestas, estaba a punto de subirse cuando escuchó los pasos de alguien.

Volteó atrás de él pero no había nadie, no había tiempo que perder, se subió y arrancó el camión, era una total locura, pero desde que se había convertido en el sueño de cualquier adolescente, no había podido ser él mismo, arrancó y se dirigió a un destino desconocido para él, constantemente se cercioraba para ver si alguien lo seguía, pero no había nadie, probablemente su madre pensaría que en cualquier momento regresaría, pero no le daría gusto alguno.

Por lo que siguió su camino sin mirar atrás, pasadas dos horas se había relajado, pero al observar los números que marcaban la cantidad de la gasolina, se dio cuenta de que casi no le quedaba, por lo que entró en pánico. Afuera estaba lloviendo fuertemente, entonces, al quitar por segundos la mirada de enfrente para sacar su celular, el cual no dejaba de sonar, no se percató que venía una persona en bicicleta a toda velocidad contra él, quiso girar pero era muy tarde, solo pudo frenar al tiempo que aquella persona giraba y se estampaba contra un enorme cartel precisamente de él.

Por segundos tuvo un bloqueo mental, pero rápidamente reaccionó y salió del camión para brindar su ayuda, al acercarse se dio cuenta de que se trataba de una chica, de cabello oscuro, incluso más oscuro que el de él, y de unos hermosos ojos.

—¿Te encuentras bien? —Nathe preguntó jadeante.

Pero era muy tarde, después de hacer un breve contacto con la mirada, aquella chica cerró los ojos perdiéndose en la infinidad de sus sueños. Nathe estaba asustado, sin saber que desde ese momento cambiaría su vida para siempre.

Un encuentro, dos almas perdidas escapando de sus propios infiernos, y unos ojos curiosos vigilando cada movimiento, solo se escuchó a lo lejos un click, capturando aquel momento que marcará el inicio de un nuevo problema.

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