3

Había un hombre frente a ellos con una gran sonrisa de oreja a oreja. Su cuerpo envuelto de explosivos mientras mantenía sus brazos alrededor de la mujer que gritaba y suplicaba por su vida. Cinco soldados mantenían la mirada clavada en él, esperando las indicaciones de su capitán. 

Red light mantenía los brazos cruzados a escasos centímetros del hombre, sus gruesos hombros tensos subiendo y bajando al ritmo de su respiración intranquila, al espera del mínimo ataque. Le ganaba por unas cuantas cabezas de altura al hombre pero eso no significaba que no le robaba la calma.  Aquel hombre incluso con unas cuantas armas sobre él, seguía manteniendo esa gran sonrisa en su rostro. Un ruidoso suspiro salió de los labios del soldado. 

—Ahora— dijo finalmente el capitán, justo antes de saltar ante el hombre y arrebatarle la pequeña mujer temblorosa que temía por su vida. La lluvia de metal detonó los explosivos provocando que  sangre y trozos de piel volaran a cada dirección.—¿Estás bien?— le preguntó a la mujer que se encontraba bajo de él, llorando y temblando. 

—¿Capitán?— gritaron los hombres tras la cortina de humo.—¡¿Capitán está bien?!  

—¡Estoy bien!— gritó, levantándose del suelo para ayudar a la mujer. La mujer lo observó de la misma manera que lo había hecho Cleo al salvarla, para todos él se estaba convirtiendo en un héroe sin capa—Félix, encárgate de la mujer— ordenó antes de seguir su paso por las oscuras calles de la ciudad. Tenían una misión y era sacar la mayor cantidad de civiles posibles de aquel lugar y no descansaría hasta conseguir lo que quería. 

Tras de él, su tropa lo seguía con constantes pasos. El sonido de sus pisadas provocaba un suave eco entre los edificios abandonados. En tan solo unas horas la ciudad había quedado prácticamente sola, no se veían civiles cerca pero su trabajo y sus valores lo obligaban a continuar buscando. 

—¡Capitán!— gritó un chico desde un vehículo que se acercaba con velocidad hacia ellos. Los soldados se detuvieron y suspiraron aliviados al ver a sus compañeros— no queda ni un solo civil, nuestra misión ha terminado por el momento. Por favor suban al vehículo.

—Luis, te he dicho que me saludes como se debe. Si los altos rangos te observan...

—¡Ah!— soltó Luis antes de saludar a su superior. Siempre era lo mismo con él, habían crecido en el mismo internado militar que el hecho de saludarse de manera apropiada resultaba bastante extraña entre ellos. 

—Descansa— dijo Jack.—¡Suban al vehículo!— ordeno antes de ver a su tropa subir a la mujer al vehículo. Uno a uno los soldados subieron al vehículo antes que Red light finalmente subiera.

—¡Avancen!— dijo Luis, el chofer asintió y presionó el acelerador. 

Jack recargó su cabeza sobre la lámina de metal que protegía el vehículo. El aire y una extraña sensación en el estómago le hicieron recordar a la mujer que había salvado al inicio de la misión. Aquella mirada que le había dado a los ojos junto al perfecto saludo militar se había quedado en su cabeza todo el día. Nunca había conocido a una mujer parecida a ella, de hecho no había conocido a muchas mujeres en su vida y solo de vez en cuanto había pasado un rato con ellas para satisfacerse. Su trabajo le impedía relacionarse a fondo con mujeres así que normalmente no recordaba sus rostros después de unas horas. Mucho menos sus voces y sus aromas. Pero esa mujer se le había clavado en la cabeza y comenzaba a torturarlo. ¿Qué mujer en su sano juicio abandonaría a unos soldados que podrían protegerla por un perro? No podía entenderlo, por más que lo pensaba una y otra vez, no lo entendía. 

El sonido de un disparo cerca de ellos los obligó a detenerse. Jack saltó del vehículo sin pensarlo y tras de él lo siguió su mejor amigo, ambos listos para atacar. 

—No hay buena iluminación así que tengamos cuidado, puede ver civiles atrapados— dijo avanzando con su rifle en manos, ambos soldados se llevaron las manos al casco antes de encender su visión nocturna. Solo necesitaron adentrarse unos cuantos metros al interior de la propiedad para descubrir al causante de aquel alboroto. 

Cleo volteó hacia ellos bajo la leve iluminación de la luna y gritó antes de levantar su rifle. Tras de ella yacían dos hombres muertos, uno con un disparo en la cabeza y el otro totalmente perforado con probablemente una navaja. 

—¡No se muevan o les vuelo la cabeza!— gritó apenas percibiéndolos bajo la oscuridad.

Los hombres llevaron sus miradas hacia el cachorro que parecía esconderse entre las piernas de la mujer. Una pequeña risa salió de los labios del mejor amigo del capitán.

—Veo que encontraste a tu animal— soltó el capitán antes de sonreír bajo el pasamontañas que le cubría el rostro. 

—Diablos chica, tienes valor— dijo el otro hombre.— ¿Puedes vernos?

—Baja el arma— dijo el hombre entres de comenzar a acercarse a ella con lentitud, él podía verla con claridad gracias a la visión nocturna pero ella apenas podía percibirlos en la oscuridad. Cleo bajo el arma y la dejo caer a unos cuantos metros antes de tomar a su cachorro en brazos.— vamos. Te sacaremos de la ciudad o ¿Acaso tienes otro animal que salvar?

—Que gracioso— susurró ella, avanzando con cuidado en aquella oscuridad. Jack pasó la mano por su delgado brazo para sujetarla y ayudarla a salir de ahí. 

Los tres subieron al vehículo unos cuantos minutos después. Las largas piernas del capitán rozaban levemente con los muslos desnudos de Cleo que se encontraba sentada en el suelo del vehículo. Una mirada furiosa se dirigió a él cuando nuevamente sus zapatos rozaron la suave piel de la mujer. En esos momentos le quedaba claro que haber utilizado unos shorts ese día, había sido un completo error. 

—No hay espacio— dijo él, sarcásticamente mientras la veía a los ojos.

—¿Estás hablando en serio?— preguntó ella sin dejar de verlo a los ojos, incluso bajo el pasamontañas y el casco podía percibir sus ojos brillantes. Los soldados a su alrededor notaron la molestia en el tono de voz de su capitán. De inmediato desviaron la mirada al verlo voltear hacia ellos. 

—¿Cuál es tu nombre?— soltó él.

—Te he preguntado tu nombre hace horas y no quisiste decirlo, ¿Por qué tengo que decirte mi nombre solo porque tú lo deseas? 

—Soy Jack— dijo él, causando que todos voltearan a verlo. No debían decir sus nombres en público. Era una regla militar pero al parecer a él no le importaba romper las reglas.—¿Cuál es tu nombre?

—Cleo— dijo ella, manteniendo ese contacto visual que comenzaba a incomodar a los presentes.

—Cleopatra, ¿Qué?— preguntó, exigiendo conocer su apellido. Cleo negó suavemente y desvió la mirada para poder ver al cachorro que llevaba entre las piernas. 

—No puedo decirte mi apellido. Es peligroso— dijo antes de desviar la mirada repentinamente hacia el exterior del auto.

—¿Eres la hija del presidente o algo parecido?— preguntó el otro soldado que la había acompañado al auto.

—¿Cuál es tu nombre?— preguntó ella, intentando cambiar el tema de conversación a cualquier cosa que no fuera su descendencia familiar. Jack se llevó las manos a la cabeza antes de quitarse el casco con un ligero movimiento en la cabeza, suspiró antes de quitar el pasamontañas que cubría por completo su rostro.

Bajo la luz de la luna sus miradas se volvieron a encontrar, ambos sentían que sus miradas eran imanes de polos completamente diferentes. Totalmente avergonzada bajo la mirada hacia su cachorro.

—Soy Logan— dijo el segundo soldado, descubriendo su rostro por completo al igual que su capitán. Dejando a la vista una gran cicatriz en su rostro que viajaba desde su mejilla hasta la parte inferior de sus ojos. Temía mostrar su rostro frente a la chica por miedo a obtener una horrible reacción pero ella lo miró por un momento y sonrió. Jack observó la sonrisa en el rostro de Cleo y volteó a ver a su mejor amigo.

—No puede ser— susurró ella, haciendo que el hombre se cubriera la mitad de su rostro con su mano. Cleo negó suavemente y se estiró antes de quitar la mano del hombre.— no me dejas ver tus ojos... son los ojos más hermosos que he visto en mi vida, te lo juro— confesó ella, viendo los perfectos ojos azules.

Y era verdad, aquellos ojos parecían una obra de arte bajo la pequeña luz. Estaba segura que bajo la luz solar sus ojos terminarían siendo una gran obra de arte.  Incluso bajo esa gran cicatriz que probablemente había conseguido por culpa de una navaja en alguna batalla. Incluso si ella quería saber la historia detrás de esa cicatriz, sabía que no era apropiado preguntar. Los hombres a su alrededor no eran sus amigos, solo eran hombres cumpliendo con su trabajo así que después de eso no volvería a verlos. Mucho menos el capitán que parecía ser un Dios creado a mano con sumo detalle. 

—Hey, Cleopatra. ¿Tus padres no te han dicho que no coquetees con cualquiera? —preguntó el capitán repentinamente, clavando su clara mirada en ella.

—Decirle a las personas que sus rasgos son bonitos no significa que le esté coqueteando— dijo ella, alejando la mano de Logan. 

—Que linda eres– dijo Logan, viéndola— eres la primera chica que no se concentra en mi horrible cicatriz. 

—¿Por qué concentrarse en ella cuando tienes esos ojos? Supongo que por su profesión es que creen que todas las personas son malas, son iguales que mi...

—¿Iguales a quién?— preguntó Jack, Cleo observó la mirada de ambos soldados sobre ella y negó suavemente antes de suspirar y mirarlos tímidamente. El simple hecho de pensar en él le dolía, habían pasado unas cuantas semanas y continuaba doliendo como aquel día lluvioso. 

—A mi mejor amigo, era soldado... —confesó finalmente— fue herido en la guerra hace unos meses y murió hace semanas.— dijo, acariciando al cachorro que le había dado antes de morir. Los militares se miraron entre ellos por un momento y finalmente miraron a la mujer frente a ellos.

—¿Chris?— preguntó Logan, Cleo levantó la mirada hacia él y asintió con fuerza antes de levantar a Cookie.

—Es lo único que me queda de él... por eso necesitaba salvarlo, no podía dejar morir la única cosa que me queda de él.

Jack se llevó una mano a la cabeza sin poder creer lo que estaba escuchando, las imágenes de aquel día lluvioso regresaron a él, recordando la manera en que había salido corriendo de aquella habitación de hospital para poder cumplir la última petición de su amigo antes de morir, Chris le había pedido al borde de la muerte que le comprara un perfecto cachorro para su mejor amiga porque sabía que sería la única forma de permanecer con ella. El perro que se había negado a salvar horas atrás había sido la última petición de uno de sus mejores amigos. En esos momentos se arrepentía tanto de no haber correspondido a las exigencias de la mujer pero el hecho de verlo frente a él con tanta vida lo tranquilizaba totalmente.

Mirándola fijamente a los ojos la recordó fugazmente. Recordó aquel funeral bajo la  triste lluvia de la ciudad. El cielo llorando por la pérdida de un grandioso hombre. La única imagen clara que tenía  de ese día era el ataúd bajo la lluvia con la bandera de su país y a ella. A ella llorando y gritando por la pérdida de su mejor amigo. 

—Capitán— dijo uno de los soldados al frente del vehículo. Observando los autos que obstruían el paso de la carretera—¡Emboscada! 

—¡Maldita sea!— gritó Jack, colocándose el casco antes de empujar a Cleo hacia el suelo metálico del auto ante la lluvia de balas que se terminó por desatar.—¡Civiles manténganse en el vehículo! 

Cleo observó a los soldados con terror antes de verlos brincar del vehículo. Gritó repentinamente cuando el soldado conductor aceleró con fuerza para poder sacar el vehículo de esa escena. 

—¡Ayuda!—gritó una mujer a punto de caer del vehículo. Cleo observó a su alrededor y notó a los uniformados lo bastante ocupados para ayudar a la mujer, sin dudarlo se arrastró por el suelo metálico y sujetó a la mujer con ambos brazos sin percatarse del gran error que estaba cometiendo. Cookie estaba a punto de resbalarse de sus piernas para caer sobre la carretera destrozada. 

—¡Suba!— le gritó Cleo a la mujer que luchaba por no caer. Un cadáver sobre la carretera provocó que el vehículo brincara al pasar sobre él. Lanzando al cachorro por la borda. 

Jack maldijo con fuerza antes de lanzar la granada hacia los soldados enemigos y caer al suelo.

—¡Red light!— gritó su compañero al escuchar el desgarrador grito de Cleo y ver al pequeño cachorro caer del vehículo. El capitán volteó hacia la carretera y observó al cachorro llorar sobre el suelo. 

No podía creerlo, el maldito cachorro había caído del auto. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo