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La oscuridad del lugar era iluminada con una pequeña fogata que había creado el soldado con algunos artefactos que cargaba consigo para poder calentar sus cuerpos. La noche había caído fugazmente sobre ellos y no podían salir del lugar. Para ella, la esperanza de salir rápido de ese lugar se había esfumado desde hace tiempo. Las bombas seguían cayendo, se podía escuchar como destrozaban todo a su paso y solo era cuestión de tiempo para que los destruyera a ellos.

—¿Cuál es tu nombre?— preguntó ella repentinamente, intentando conseguir una forma de romper aquel incómodo silencio que había en la tumba de concreto donde se encontraban encerrados. El alto hombre se quedó en completo silencio demostrándole a Cleo que había fallado en su misión.— ¿Te duele la espalda?— preguntó, recordando el golpe que había recibido por protegerla.

—Guarda silencio— soltó el robusto soldado.— puede haber enemigos en el exterior, tu voz los atraerá. ¿Quieres morir?

—Lo siento, solo quería romper un poco...— calló.— Nada, lo siento— dijo al final.

—Bien— susurró él, observando el fuego sin dejar de estar alerta. Mantenía su rifle cerca, cargado y listo para atacar si era necesario.

La mirada de ambos se dirigió hacia la entrada del lugar cuando unos cuantos escombros cayeron rodando por el suelo. 

—¡Red light!— gritó el hombre que había hablado por el radio hace unas cuantas horas, el soldado se levantó del suelo con un rápido movimiento.—Capitán, ¿está ahí?

—Ah... Black Light tardaste demasiado, tengo a la civil. Tiene la pierna herida y el edificio parece estar a punto de colapsar.

—Lo sacaremos en un momento. Capitán por favor espere.

Un ligero gemido de dolor salió de los labios de Cleo cuando se decidió levantar del suelo sin ninguna ayuda, en realidad estaba molesta y no quería que ese grosero soldado la ayudara. Incluso si él era un soldado o un capitán, no le daba derecho de hablarle de esa manera. Conocía a muchísimos soldados y ninguno la había tratado de esa forma. Bueno, siempre la habían tratado con respeto debido a su padre.

Algunas piedras de escombros que obstruían la puerta cayeron, la luz de las linternas entraron al lugar. Con un ágil movimiento el soldado metió las manos entre los escombros y los quitó de su camino. La mirada del pelotón de Red light se dirigió inmediatamente a la delgada mujer de cabello oscuro que tenía el casco. 

—No la estabas pasando tan mal— dijo el mejor amigo del capitán, justo antes de alzar una ceja y sonreír de forma coqueta.

—Saquen a la civil de aquí— contestó él. —llévenla hasta un lugar seguro a las afueras de la ciudad, debemos llevarla al campamento. Es una orden.

—¿Campamento?— fue lo único que pudo decir ella antes que todas las miradas se enfocaran en su débil y delgado cuerpo.—No puedo abandonar la ciudad, tengo que salvar a alguien...—confesó, limpiándose la sangre seca que tenía en el rostro.

—¿A quién?— preguntó el capitán, volteándose hacia ella– ¿Hay más civiles por la zona?

—Salgan de ahí— pidió un uno de los soldados. Red light asintió suavemente antes de acercarse a la mujer y sujetarla de la cintura. Con un ágil movimiento se la hecho entre los brazos y la saco de aquella que había sido su prisión por horas.

El frio aire de la ciudad los golpeó a ambos en el rostro. Aire que se acompañó del asqueroso olor a muerte, fuego y tierra. Ese asqueroso olor que significaba que la guerra había comenzado.

—Dime, ¿A quién tenemos que rescatar?— preguntó él con suavidad. Los soldados observaron a su capitán bajar a la mujer  con sumo cuidado y se miraron entre ellos por un momento antes de asentir levemente y sonreír discretamente. Conocían a su capitán lo suficiente para entender lo que estaba sucediendo. 

—A mi perro— dijo ella. Imaginando lo asustado que estaría su pequeño cachorro, tenía que ir por él. No podía abandonarlo en aquella casa vieja, no podía dejarlo morir solo.

—¿Puedes ver a tu alrededor?— preguntó él con clara molestia. Cleo pasó la mirada por los escombros, por las manchas de sangre en el suelo y por los edificios abandonados. —¡Es una guerra!– gritó, asustándola.

—Sé que es una guerra, por eso mismo no puedo dejar a mi mascota sola— contestó ella con firmeza, ocultando el susto que se había llevado. Incluso si todo a su alrededor le decía que tenía que huir, no dejaría a su mascota. Abandonar a un ser querido nunca había estado en sus planes.

—¿Estás hablando enserio?— preguntó mientras la veía fijamente, sus ojos claros demostraban la evidente molestia que estaba sintiendo. La chica lo estaba irritando, le estaba haciendo perder el tiempo y no había nada peor que hacerlo perder tiempo. Los soldados tras de ellos retrocedieron un paso y susurraron entre ellos, cuestionándose las posibilidades de rescatar a un perro que probablemente ya habría muerto.— Ahora estás a mi cargo, niña.

—Quiero ir por Cookie.

—Escucha, “Cookie” probablemente esté muerto o descuartizado en alguna zona de la ciudad a causa de las bombas.

—Quiero ir por Cookie— dijo ella, manteniendo la firmeza en su voz. Intentando fingir que las palabras del soldado no le habían afectado en lo absoluto. 

Red Light no lo podía creer, estaba peleando con una chica por un animal que no estaba dispuesto a salvar, estaba en ese maldito lugar para salvar vidas humanas. No para salvar mascotas mimadas. Entre más veía a la chica más se molestaba, no podía creer lo segura que estaba de que él accedería a hacer lo que ella quisiera. 

—No irás a ningún lado, niña. — dijo por último el capitán.

—¡No me llames niña, soy una mujer!— gritó ella, acercándose a él, encarándolo. Era tan pequeña que tenía que levantar su rostro para verlo a los ojos.

—¡Entonces compórtate como una mujer!— contraatacó él a centímetros de su rostro, mirándola a los ojos. Amenazándola con una sola mirada que decía más de lo que él había dicho. — vendrás con nosotros y llevaremos tu trasero a un lugar seguro. No pienso salvar la vida de un perro.

—Todos salvamos la vida de quien creemos que vale la pena. Gracias por salvarme una vez pero no estoy obligada a seguir tus órdenes— dijo, alejándose antes de hacer un perfecto saludo militar— no soy militar.

Red Light miró a sus compañeros por un momento y alzó la ceja segundos antes de ver a la mujer cojeando. Alejándose de ellos con su seguridad hasta el cielo. 

—Nunca había visto una mujer así—dijo Félix sin dejar de verla. — quiero que se case conmigo. 

—Tenemos que irnos—dijo Red Light, decidido a dejar a la mujer atrás. Era una civil más. 

—Jack, ¿Viste la manera en que se despidió?—preguntó Black light.

—Claro que lo he visto— susurró él, observándola irse. 

Cleo bajo la mirada para observar el pavimento destrozado de la calle.  Continuó su lento camino hacia la ciudad. Lucia tan segura de ella misma cuándo en realidad estaba temblando, cada cojeo que daba era tan doloroso y aterrador. Claro que quería la protección de unos cuantos soldados pero no estaba dispuesta a rogar por ello. 

Estaba aterrada, le sudaban las manos, las piernas le temblaban y la cabeza le daba vueltas de solo imaginar lo que se podía encontrar al llegar a casa.

—Hazme volver—susurró ella viendo el pavimento destrozado a causa de las bombas— hazme volver, hazme volver... por favor.

—Hey—dijo él finalmente mientras la veía irse. Cleo se detuvo de inmediato para poder voltearlo a ver a los ojos.— mi casco.

—Lo siento— fue lo único que se atrevió decir la joven mujer. 

*****

La electricidad había desaparecido por completo en algunas zonas de la ciudad, el aire traía consigo la aroma apocalíptica que causaba la destrucción de la ciudad. Vehículos militares pasaban de vez en cuando a su lado con grandes cantidades de soldados. Todos listos para pelear y matar. Con cada paso que daba afirmaba sus sospechas. La ciudad había quedado totalmente destruida tras esas bombas y nadie sabía en qué momento volverían a atacar. Su padre miles de veces le había repetido de niña lo que tenía que hacer en caso de una guerra y justo en esos momentos estaba haciendo todo lo que su padre le había ordenado no hacer. Nacer en una familia militar no había sido fácil y crecer en ella mucho más pero, gracias a ese estilo de vida había construido la mujer que era. 

Sus pasos se detuvieron justo en medio de unos escombros. Bajo ella probablemente hubiera personas atrapadas, tal vez muertas o tal vez en espera de ser rescatadas. Había corrido con suerte pero no lo volvería hacer, tenía que cuidar sus pasos o probablemente terminaría muerta al final del día. Poniéndose de cuclillas sobre los escombros se apretó el vendaje que aquel soldado había hecho sobre su tobillo. Incluso si le dolía llegaría hasta su hogar, estaba decidida y lo haría. 

Con un fuerte gruñido que se escapó de su garganta continuó su camino hasta su pequeña residencia. Cada paso, cada cojeo era una tortura para ella pero incluso así no se detenía. Unas cuantas calles destruidas después se encontró con su pequeña casa al final de la calle. Como si de un milagro se tratase, seguía de pie. Algunas casas a su alrededor estaban dañadas. Cleo soltó un grito de dolor al correr hacia su casa, entró pateando la puerta como solía hacerlo de vez en cuando al olvidar sus llaves. Los jarrones estaba en el suelo destrozados, los compartimentos de la cocina estaban abiertos como si alguien hubiera esculcado en ellos y por ultimo observó las fotografías en el suelo. Todo su patrimonio estaba roto, la vida que conocía había terminado. Había caído en una pesadilla de la cual no había manera de escapar. 

—¡Cookie!— gritó al recordar su objetivo. Tenía un nudo en el estómago y una maldita sensación en el corazón que la aterraba. La mayoría de la casa estaba en tinieblas si no fuera por la luna que le regalaba un poco de su hermosa luz. Su padre de niña le había dicho que las mejores lunas venían con los problemas y esa noche demostraba que era cierto. —¡Cookie!— gritó, esta vez con el alma destrozada. No había señales de vida, Cookie no parecía estar ahí.

Gritó corriendo hacia su habitación cuando la alarma se escuchó, anunciando la caminata de la muerte por la ciudad. El cielo se iluminó por segundos y entonces escuchó la explosión. La tierra vibrando, moviendo todo su mundo. Como un reflejo de supervivencia se escondió bajo su cama. 

Su corazón dio un brinco de felicidad al sentir la pequeña bola peluda que tanto conocía rozar su brazo, lo que tanto estaba buscando estaba ahí. Escondido bajo su cama como solía hacerlo cada vez que lo regañaba. Con lágrimas en el rostro lo jalo hacia ella y lo abrazo. 

 La viejas ventanas de la casa explotaron ante un segundo bombardeo, con el cuerpo tembloroso abrazo a su pequeña bola de pelos cuando las lluvia de cristal se abrió camino en su habitación 

—Lucha por tu vida— se dijo a ella misma mientras abrazaba a su mascota bajo la cama. Durante unos cuantos minutos se quedó tendida bajo la cama esperando que su cuerpo respondiera a las señales que su cerebro estaba dando pero el miedo la estaba traicionando, no la dejaba moverse ni un centímetro.— al carajo, si muero prefiero morir intentando huir— soltó finalmente antes de levantarse con su cachorro en manos. Ignorando el dolor corrió por toda su casa, recolectando las cosas que le parecían más importantes. Documentos, comida enlatada e incluso un poco de comida para perro tomó para su huida. Se detuvo frente al espejo del baño, necesitaba quitarse la tierra y la sangre seca que tenia 

—Manos arriba— dijo un hombre tras de ella, colocándole el rifle en la cabeza. A través del espejo pudo ver la bandera en el uniforme del soldado, los enemigos habían entrado a su casa. Era su fin, si no pensaba rápidamente terminaría con dos orificios en la cabeza y nunca podría salir de ese lugar.— dije, manos arriba— soltó el soldado, empujando su cabeza con la punta del rifle. Cleo levantó las manos lentamente sin apartar la mirada de la navaja que siempre dejaba bajo el espejo. Solo necesitaba unos segundos, para asesinar a ese hombre o morir en el intento. El soldado lucia inseguro de sus movimientos, parecía dudar de realmente atacarla y para ella eso era una ventaja. Nunca se debía ser débil frente al enemigo. 

“1...2...3” pensó antes de bajar las manos y tomar la navaja. Se volteó hacia el hombre y con agilidad pasó su navaja por el cuello, abriéndolo, llenándose el rostro de sangre que salía como fuente de él. El soldado disparó antes de caer al suelo con la yugular totalmente abierta. Por suerte ninguna bala le había tocado. Cleo pateó el rostro del soltado unas cuantas veces antes de verlo morir. Tomó su rifle antes de correr hacia su habitación y tomar a su mascota. 

Su rostro lleno de sangre fresca y su tobillo herido no le importaron en lo absoluto cuando huyó de aquella casa con el rifle del enemigo. Había estado tan cerca de morir que sentía a la muerte vigilando cada uno de sus pasos. 

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