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-Ahora estarás bajo su custodia. ¡¿Lo sabes?! -me sobresalté y me viré en su dirección. Ella se encontraba sentada sobre mi cama, justo donde la luz exterior no penetraba en su totalidad. 

- ¡No! No entiendo de que me hablas -le respondí con un tono de voz vacilante y temeroso. 

-A partir de hoy todo será diferente, todo lo que sabes dejará de ser real, él es muy inteligente, por así decirlo, pero si quieres que te sea honesta, debes ser muy cuidadoso y no tomar muy en serio lo que te enseñe, o de lo contrario entraras en un letargo de confusión del que te será muy difícil salir, y con el paso del tiempo desearás no haberle conocido nunca. No intento asustarte, solo es para prevenirte -sin más, salió de mi habitación dejando abierta la puerta. 

Sobre el pasillo que conectaba las recamaras, nuestro padre había colocado un juego de tragaluces que alumbraban todo el corredor. Cuando la luz se posó sobre ella, la misma sensación de terror que había experimentado junto a aquel pútrido olor, se hizo presente, cuando miré tras su espalda cómo una titánica y alargada sombra se colaba junto con ella en su dormitorio y acto seguido lo que para mí fue un portazo le sucedió. 

Permanecí inmóvil, azorado, pues ya comenzaba a entender un poco más a mi familia, en eso la voz de mi madre se hizo presente, llamándome desde el comedor, bajé temblando, la boca se me había resecado, así que estando yo en presencia de mi madre, le pedí un momento para servirme agua en un vaso. Entré casi corriendo a la cocina y tomé el primer recipiente que hallé, lo llené de agua del grifo en un par de ocasiones, bebiendo todo el contenido hasta el fondo, sin embargo, la sensación no había disminuido en lo mínimo. 

Mi madre recargada sobre el canto de la entrada a la cocina me miraba, deposité el vaso sobre el fregadero y volteé para encontrarme con su mirada. 

- ¿Te sucede algo hijo? -fueron sus palabras. 

- ¡No! -Respondí en automático- ¡Todo está bien, no te preocupes! -le ofrecí una sonrisa titubeante. 

- ¡Esta bien, te creeré! -Su expresión parecía enjuiciarme, pero sin más demora, me invitó a que la acompañara al despacho de mi padre- ¡Vamos! tu padre nos espera en su oficina. 

Mientras descendíamos los escalones a la oficina, en mi cabeza daban vueltas y vueltas las palabras de Albana, pues nunca me había hablado en tan fría y seca tonalidad, me agradaba su compañía, pues desde que tengo conciencia, ella siempre estaba conmigo, se había convertido en más que una hermana y amiga, teníamos un vínculo tan cercano que nadie podía romper jamás, o eso creía yo. Sin embargo, llegó un día en el que su actitud comenzó a volverse inflexible, de pronto, se mostraba como la niña más bondadosa, pero de un momento a otro, su personalidad se transformaba en otra irreconocible. 

Añoraba a la hermana que me dedicaba su tiempo y cariño, ahora ya no era ni la sombra de lo que dos años atrás había sido... «Tal vez desde aquel incidente» ... 

Cuando llegamos a la entrada del sótano que, en primera instancia era normal, al atravesarla uno se adentraba en un cuarto húmedo, del cual se desprendía un olor a humedad, este cuarto contenía varios estantes en los que se amontonaban cosas que mis padres desde tiempo atrás ya no utilizaban cómo: herramientas, botes de pintura, también envases con diversos tipos de solventes, cajas de cartón y plástico cómo las que se utilizan para las frutas y verduras, además de materiales de laboratorio que mi padre ya no empleaba pero que aún conservaba, llenándose de polvo y demás residuos. 

La puerta de la entrada a su despacho se encontraba tras una pared sobrepuesta, al fondo del sótano. Del lado derecho de la trampilla, se encontraba un diván de madera, el cual, al recorrerlo hacia su derecha, emitía un sonido muy parecido al que emiten ciertas puertas de seguridad y enseguida la pared se removía en forma automática hacia el frente y después hacia su izquierda. 

Tras el falso muro, se hallaba un pasillo de aproximadamente veinte metros de largo y era del ancho de dos personas; al llegar al final, se encontraba una imponente puerta construida en madera de Quercus, sumamente duro y difícil de trabajar; pero esto no fue impedimento para que sobre la puerta se tallara con gran técnica la entrada al infierno que Dante creó. Así como la leyenda ya por todos conocida y transcrita en la parte superior. 

Contaba con un grosor de cincuenta centímetros, con un peso aproximado de media tonelada. La altura rondaba los dos metros con cincuenta centímetros. Su ancho no sobrepasaba más de un metro con veinte centímetros. Su funcionalidad se basaba en el electromagnetismo. Tanto la puerta cómo los marcos de esta contenían en su alma un juego de pistones, los cuales permanecían incrustados tanto al suelo cómo al marco superior mientras se encontraba cerrada, ejerciendo una fuerza de presión de tonelada y media. 

Cuando la puerta se abría, un ruido apenas perceptible se producía. La corriente electromagnética se desactivaba y tras esto la puerta se abría en automático. Sin embargo, esto solo duraba un corto tiempo antes de que la puerta volviese a cerrarse y una vez dentro con la puerta cerrada, no había escapatoria de la oficina. 


Así que entramos y después de echar un vistazo rápido a aquella habitación inexpugnable hasta ese momento para mí, quede atónito. Todo aquel recinto había sido recubierto desde las paredes hasta el techo y el suelo, con un material liso de una tonalidad verdosa clara que al mismo tiempo reflejaba todo como un gigantesco espejo. 

De la parte central del techo, se desprendían en todas direcciones líneas rectas platinadas, estas al bajar a las paredes lo hacían en una disposición un tanto extraña que distorsionaban la forma de aquella habitación que, aunque yo sabía que era cuadrada, la rara luminosidad de aquellos ríos de plata la hacían parecer una enorme esfera, pues volvían a unirse en el centro del piso. 

También pude notar que en el Interior de las líneas platinadas que adornaban el sitio, se hallaban pintados en su centro, patrones semejantes a panales tan perfectos como si la misma naturaleza los hubiese dibujado. La parte delineada que daba forma a los panales emanaba apenas un perceptible destello plateado que le daba una apariencia cromática. 

Otra de las cosas más extrañas que observé, fue que, no había ni una sola lámpara, ni un solo foco que pudiese darle luz artificial a aquel lugar bajo la tierra. Sin embargo, todo estaba totalmente alumbrado. 

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