CAPÍTULO 2. DESCUBIERTA

La emoción de José Luis no le cabía en el pecho, se sentía alegre, positivo, eufórico, nunca pensó que terminaría locamente enamorado de una chica con solo verla una sola vez, antes de ella no creía en el amor a primer vista, le parecían cuentos de caminos como lo de los aparecidos, debió haber experimentado la sensación en carne propia con su potra, para darse cuenta de que era una realidad.

                

Ahora, ese día quedaría grabado en su memoria por todo esos intensos momentos vividos, no solo se enamoró, sino también se comprometió para casarse apenas a unas horas de verlas y para terminar sellando la fuerza arrolladora del amor, había tenido la noche de sexo más espectacular de su vida, bueno eso no fue eso, sino amor en su máximo esplendor.

Jamás pensó en enamorarse, a decir verdad siempre fue un don Juan, endulzaba a muchas mujeres y luego de estar con ellas terminaba haciéndolas a un lado, sin embargo, con Marcia Miranda todo era distinto, después de haber estado con ella, no creía poder olvidarla nunca.

Aceleró la velocidad de su camioneta, por el camino de tierra que conducía a la casa principal del hato, una hermosa mansión estilo colonial construida con materiales de madera, ladrillo, rodeadas con grandes pasillos y gruesas columnas, dándole la textura y estilo a cada espacio, de forma ecléctica al combinar lo viejo con lo nuevo.

Estacionó el auto en la puerta delantera de la casa, bajándose y dejando las puertas abiertas, mientras cantaba una música llanera sin importarle que su afinación no era buena, “aunque cantó bien se oye mal”, se dijo en su interior para dentro de sí mismo, mientras entonaba una estrofa de esa canción.

“Les contaré señores,

la historia muy bonita

de linda potranquita

con ojos soñadores,

colita de caballo,

andar casi trotero,

de crines muy hermosas,

corría por los esteros”

Al entrar el hombre, estaba su madre Cristina Salvatierra, una mujer aún joven, con un poco más de cincuenta años, delgada, cabello castaños y ojos rayados, dicho así por ser una mezcla de amarillo con verde, demasiado estirada para no haber nacido de una familia de alto linaje, pues sus padres solo eran parceleros de unas pequeñas tierras, sin embargo, mucha gente cuando logra un poco de poder o de posición, se les olvida sus orígenes, como dicen, a veces a algunas mariposas se les olvida que en algún momento fueron orugas.

En ese momento la mujer estaba realizando unos cambios en la sala de la casa familiar, cuando observó a su hijo entrar por la puerta principal, cantando, con una sonrisa de oreja a oreja y ¡sin camisa!

—¡¿Qué se supone que debo pensar al respecto José Luis?! Cuando entras a esta casa con ese aspecto tan desaliñado, propio de un vulgar jornalero —inquirió con una ceja elevada, al ver a su hijo sonreír con mayor intensidad.

—¡Alégrate madre mía! —exclamó, mientras la tomaba en sus brazos y empezaba a bailar con ella—. Porque este hijo tuyo, el primogénito de los Salvatierra —replicó con orgullo, va a casarse con la mujer más hermosa y maravillosa del mundo ¡He encontrado a la mujer perfecta! —mencionó, emocionado el moreno, ante el evidente rostro de disgusto de su madre.

—¡¿Cómo que vas a casarte?! ¿Qué clase de broma es está José Luis? —sin embargo, no lo dejó responder y siguió hablando—, me parece de mal gusto entrar a esta casa haciendo esos juegos tan pesados —recriminó a su hijo con aprehensión, al mismo tiempo de observarlo como si le hubiesen salido dos cabezas.

—No estoy bromeando doña —empezó a decir con cariño—. He encontrado a la potra más hermosa que ha visitado estas llanuras, voy a convertirla en mi esposa en dos semanas —su tono de voz era firme y decidido.

Su madre lo miró con desagrado, porque José Luis, no era un hombre que mentiría frente a un tema como ese, de hecho nunca antes lo había escuchado decir que se casaría y su madre lo sabía perfectamente.

—¿La conozco? —preguntó la mujer, con una mezcla dureza, miedo y curiosidad, por el hecho que desde el mismo momento, cuando José Luis cumplió los veintidós años quiso casarlo y todos sus intentos habían sido infructuosos.

—No lo creo, no es de la región, aunque tiene familia por aquí. La conocí hoy mismo, mientras estaba en los toros coleados, me enamoré a mi primera vista, puedo asegurarte, esa potra es la mujer de mi vida.

Sus ojos tenían un brillo especial, de una manera que Cristina jamás había visto en ellos. Y el miedo inundó su corazón, nunca aceptaría a una mujer que terminara apartándolo de su hijo y al parecer esa fulana a quien acaba de conocer representaba un gran peligro para ella.

—¡No puedes casarte con una mujer a quien acabas de conocer José Luis! No conoces de donde viene, quienes son sus padres, a qué se dedican, cómo es su familia ¡Es una locura! ¡No lo pienso permitir! —dijo enfurecida.

No podía evitar el creciente enojo consumiéndola en su interior, no podía permitir esa relación, debía evitar que su hijo terminara casándose con esa mujer, ella tenía ya le tenía planificada en detalles, la vida de José Luis.

Su mayor sueño, era verlo casado con Clara su ahijada, una mujer hogareña, decente, con principios sólidos, quien fue criada por su familia y por ella misma, para obedecer a su marido, ser una buena esposa y criar a los niños nacidos del matrimonio.

—¡Quien no va a permitir, que te vengas a inmiscuir en mi vida soy yo! Soy un hombre mamá, ya no debo pedirte permiso para hacer cuanto quiera, solo estoy haciéndote saber mi decisión, de casarme dentro de dos semanas con Marcia Miranda y eso ¡No admite discusión! —José Luis borró la sonrisa de su rostro, la cual fue sustituida por un gesto de profundo enfado.

Nunca se imaginó que su madre terminaría reaccionando de esa forma ante la noticia.

—Pues lo lamento por ti José Luis, no vas a casarte con esa mujer ¡Dios, es una completa extraña! Piensa muy bien antes de ir en contra de nuestra voluntad.

» Tu padre va a desheredarte en cuanto sepa de tus planes. Si quieres y tanto te gusta, puedes tenerla de amante, pero tu obligación es casarte con Clara, se lo prometí a su padre en el lecho de muerte y pienso cumplir con esa promesa —el moreno vio con enojo a su madre por primera vez en toda su vida.

—Le has prometido en balde mamá, porque no estoy interesado en Clara, nunca lo he estado y nunca lo estaré, si tanto la quieres entonces cásate tú con ella, porque yo no pienso unirme a ninguna otra mujer que no sea la mujer de la cual estoy enamorado, y esa es Marcia.

»Y en cuanto a lo demás, si vas a influenciar a mi padre desheredarme no te detengas, tengo suficiente dinero para empezar de cero, además te recuerdo, por si acaso lo has olvidado, una buena parte de estas tierras me las heredó mi abuelo a mí. Aunque tampoco creo, que El Paraíso sobreviva por mucho tiempo sin mi dirección. Sabes bien, todo lo que está a tu alcance es gracias al arduo trabajo realizado por mí, la decisión es tuya, tú eliges mamá. ¿Aceptas mi matrimonio con Marcia de buena gana o me perderás para siempre?

El moreno subió con paso firme a su habitación. Sin poder creer la reacción de su madre, y sobre todo la necedad de querer casarlo con una mujer quien no era capaz de provocar en él, ni el mínimo deseo. Todo lo contrario a Marcia, ella le hacía arder la sangre hasta convertirlo en un semental en celo.

Dejo sus pensamientos atrás, entró al baño, luego de quitarse la ropa se metió a la ducha, empezó a recordar la manera salvaje con la cual habían hecho el amor, por un momento creyó que era experimentada por su entrega y pasión, y vaya que se había llevado tremenda sorpresa, ella era virgen ¡Virgen! El solo pensamiento le hizo hincharse de orgullo y deseó tenerla de nuevo entre sus brazos.

Nunca se sintió posesivo con ninguna mujer con la cual yació en el pasado. Pero Marcia Miranda, no era cualquier mujer, era quien le cautivó el corazón con una sola mirada. Cerró la llave de la ducha con una sonrisa, no podía apartar sus pensamientos de aquella hermosa potra. Y sobre todo el deseo de volver a tenerla entre sus brazos e introducirse dentro de sus pliegues, mientras ella lo apretaba estrechando su miembr0, a la par de escucharla jadear de placer. Definitivamente el amor era como una fiebre.

Salió del cuarto de baño con una toalla alrededor de su cintura, dibujando en su rostro una sonrisa de tonto, la cual se vio borrada al ver a la mujer en el centro de su habitación.

—¡¿Qué haces aquí Clara?! —exclamó molesto.

La mujer sonrió, se mordió el labio y caminó dos pasos hacia José Luis, moviendo sus caderas de forma seductora.

—Sé que no quieres casarte conmigo por obligación y lo entiendo, a mí tampoco me gustaría hacerlo de esa manera. No obstante, puede existir mucho más a una obligación o promesa entre nosotros —sin ningún ápice de vergüenza la menuda mujer, dejó caer la bata de seda que cubría su cuerpo, quedando desnuda frente a él.

José Luis la observó sin apartar la mirada de ella, la recorrió con la mirada, quizás antes de conocer a Marcia, hubiese aprovechado si se trataba de otra mujer, pero en verdad no había nada en Clara que encendiera la pasión de su deseo, ni siquiera un solo indicio, su hombría permanecía dormida y satisfecha. Así era cuando un hombre era fiel a sus sentimientos y a su mujer.

—¡Recoge tu bata y sal de mi habitación! —espetó con firmeza aunque con voz serena, sin embargo, la chica se fue acercando de forma lenta, extendió sus manos y recorrió su duro pecho, incluso, llevó la mano a la toalla de José Luis y la tiró en el suelo y la dirigió a su miembr0, no obstante, antes de poder tocarlo él la tomó por las muñecas y se las apretó con fuerza.

—¿Qué pretendes? ¿De qué manera debo decirte que no estoy interesado en ti, Clara? No sé cómo puedes ser tan doble cara, ¿Cómo haces para fingir ser una mujer con todo un dechado de virtudes para todos, sobre todo para mis padres? Ellos te creen una blanca paloma, sin embargo, aquí estás como toda una perra sinvergüenza, ofreciéndote a un hombre que claramente ni siquiera te desea ni regalada Clara, no me inspiras nada —expresó burlesco.

Clara contuvo el enojo y en su lugar fingió sentirse humillada, sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras recogía la prenda para cubrirse.

—Espero que esa mujer con quien pretendes casarte, te haga sufrir tanto como me has hecho sufrir a mí, ojalá se burle de ti en tu propia casa y seas un hombre muy infeliz a su lado —recogió la bata, mientras se la iba colocando a su salida.

No se preocupó, porque la vieran saliendo en ese estado de la habitación de José Luis. En ese momento no le importaba nada, solo sentía esa ira arder en todo su cuerpo. Estaba cansada de los desprecios de José Luis, no obstante, su objetivo de vida era convertirse en esposa y madre de sus hijos, tal cual era el deseo de su padre y de su madrina, no pensaba dejar que una maldita recién llegada, viniera a destruir su sueño.

—Debo sacar esa maldita mujer de tu vida José Luis, así sea lo último que haga, tú eres mío, ¡Solo mío! Y no dejaré que nadie me aparte de ti.

Cuando el hombre vio a la mujer salir, de inmediato se dirigió a la puerta y la cerró con seguro, no podía permitir que la loca de Clara volviera a colarse en su habitación por la noche y lo dejara en una situación comprometedora ante su madre, porque entonces se habrían salido con la suya. Y a decir verdad, solo toleraba a esa mujer por no causar molestia en su madre, nada más; pero hablaría con ella al respecto, de esta reciente invasión a su privacidad. Se acostó, sin dejar de soñar con su hermosa rubia, la mujer por la cual su corazón palpitaba con frenesí.

*****

Marcia intentó hacer el menor ruido al entrar, con los zapatos en la mano, pues no quería que su tío terminara descubriéndola y reprendiéndola, además de cierta manera temía se le notara lo que estuvo haciendo, aunque después de todo José Luis, sería su esposo. No había ni dado tres pasos en el interior de la vivienda cuando se encendió la luz de la sala.

—¡Marcia Miranda! —exclamó su tío con un semblante de absoluto enojo— ¿Es esa la forma en la cual te criaron tus padres? Sin importar la hora de llegada y cubierta con una camisa de hombre ¿Dónde diablos estabas y con quién?

“Usted ha encendido la luz y ha descubierto al hombre del saco.” Película la verdad duele.

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