Parte II: Capítulo 7.5

— Tú, chiquillo molesto, no te atreverías a matarme ni aunque tu vida dependiera de ello —se acercó con paso lento, haciendo crujir las pocas ramas secas a sus pies—. No podrías matarme, porque no eres más que un débil humano ahora.

Su sonrisa se amplió despacio al ver el nacimiento de ese toque rojizo en sus pupilas. Ese toque rojo carmesí que tanto le gustaba ver en él, porque era señal de que seguía siendo el mismo chico con el que se crió en el mundo de sus padres. Era muestra de que su esencia no había muerto y se mantenía intacta tal y como él lo recordaba.

Aymé sacudió enérgicamente la cabeza y al verle pasar de largo, ignoró el dolor causado por las heridas al caer, y se abalanzó sobre él, tratando de detenerlo mientras le gritaba a Mat que tomara al menor en brazos y huyera.

— No dejar

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