Amor y Celos
Amor y Celos
Por: Ixtab Lee
Amor y Celos

En un principio, el amor era perfecto y puro. No estaba corrupto y era universal. No distinguía ni edad ni género ni color y vivía en completa libertad entre los seres de los distintos mundos del universo.

Antes, para Amor no existía diferencia del cariño que había entre hombre y mujer; hombre y hombre o mujer y mujer. Era libre. Era la armonía absoluta.

Pero ya desde antes estaba escrito que las cosas hermosas cargarían a sus espaldas enemigos poderosos que los condenarían a la injusticia y a la destrucción. Una guerra eterna entre la luz y la oscuridad.

Siguiendo tal regla, sus hermanos, Control y Celos, se aliaron a Sufrimiento y a Dolor que desde años atrás jugaban cruelmente con Amor, causándole pequeñas heridas superficiales.

Su alianza dio frutos demasiado rápido, sin que nadie se lo esperara.

Una tarde, siguieron a Amor en uno de sus acostumbrados paseos por uno de los tantos mundos del basto Universo: la Tierra. Ahí, la vida apenas daba los primeros pasos, así que el pequeño Amor estaba ansioso de poder sembrar su semilla en aquellos nuevos seres, como había hecho en otras tierras... pero no contaba con el poder que Celos había ganado sobre su hermano mayor y sus aliados. Y es que, desde su creación, Celos se había enamorado de Amor al grado de no querer compartirlo con nadie, muriendo así al ver cómo regalaba sus dones a seres inferiores. Se podría decir que quería castigarlo por sentir que lo rechazaba, mas lo que él no sabía era que Amor sentía exactamente lo mismo por él... pero ante todo estaba su tarea de servir a los demás antes que abandonarse a su propio corazón.

Al detenerse en un lago para saciar su sed, los cuatro cayeron sobre él, apresándolo rudamente.

Amor no luchó contra sus captores, pues siendo débil, delicado y frágil sabía que no tenía oportunidad de ganarles. Preguntó la razón de su detención, y todo lo que respondieron fue: "es cosa nuestra."

Amor se giró a ver a Celos con los ojos llenos de inocencia y confusión, obligándolo a retirar la mirada.

— ¿Qué haremos con él? —preguntó Sufrimiento, encadenando las muñecas del pobre Amor, que paseaba la mirada sobre cada uno de ellos.

— Encerrarlo en el centro de Andrómeda. Ahí, nuestros padres no piensan crear vida todavía. —sugirió Control, jalando de las cadenas.

Se pusieron en marcha hacia Andrómeda, con Celos en completo silencio y con la mirada en la espalda de un Amor confundido y temeroso.

Al llegar al núcleo de la Galaxia, encerraron a Amor en una jaula diminuta y oxidada.

— ¿Lo dejaremos ahí? —por fin, Celos hablaba.

— ¿Algún problema? —le retó su hermano.

— ¿Solo?

— Es eso o matarlo —Amor sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo al igual que Celos—. Pero de hacer lo segundo, moriríamos de manera trágica como castigo y lo sabes: su sangre clamaría venganza y nos marcaría por la eternidad.

— Pero... ¿solo?

— Si quieres puedes quedarte con él. —sugirió Sufrimiento en una sonrisa burlona.

Celos se quedó un momento mirando al más pequeño de todos, que le veía angustiosamente aferrando los barrotes.

— Tenemos que irnos —Control le tomó del brazo—. Vamos, muévete.

— No podemos dejarlo aquí.

— Eso querías, ¿no? Al igual que nosotros: deshacerte de él.

— No quería hacerle esto.

— A nosotros nos negaron sus regalos, ¿por qué no privar a los demás de él?

No respondió.

— Sácalo de ahí.

— ¿Qué te hizo cambiar de idea, Celos?

— Nada. Sólo... sólo sácalo de ahí.

— ¿Estás loco? Si lo saco, volveremos a lo mismo.

— No. Yo me encargaré que no salga de Andrómeda.

— ¿Y cómo piensas hacer eso?

— Me quedaré con él —Amor clavó los hermosos ojos almendrados en su hermano—. Sólo seremos él y yo.

— Sería mejor dejarlo solo.

— No.

— ¿Por?

— Hasta Soledad siempre está acompañada de Silencio y Locura, ¿por qué condenarlo a él?

— Porque es lo que queríamos.

— Yo quería alejarlo de todos... pero no esto. Mal interpretaste mis intenciones. —le dirigió una mirada de enojo.

— Ya es tarde para cambiar de parecer. Vámonos, nuestros padres deben estar buscándonos.

Celos se soltó de su agarre.

— ¡No pienso dejarlo aquí encerrado! —se dio la vuelta, tirando con fuerza los barrotes tratando de romperlos para liberar a su pequeño hermano.

— ¡Detente! —Control se abalanzó sobre él para detenerlo. Uno se aferraba a la jaula, queriendo destrozarla para rescatar a un pequeño asustado, y el otro forcejeaba para impedirlo. En un mal movimiento, Celos cayó al piso, partiéndose la cabeza en dos. Control se acercó a él, un poco temeroso— ¿Ves lo que ha pasado? ¿Por qué tenías que complicar las cosas?

— Porque —pasó saliva, girando a ver a Amor que, desesperado, intercambiaba miradas con él, manteniendo los labios entre abiertos—... sólo míralo: tan hermoso... y tan perfecto. Él no es para compartirlo con alguien más... pero tampoco para alejarlo de todo.

— Celos... —la dulce vocecilla de Amor escapó en un susurro, al tiempo que dejaba caer un par de lagrimillas: las primeras lágrimas derramadas por amor.

Celos dibujó una sonrisa.

— Te amo.

Esas dos simples palabras jamás pronunciadas antes, no tuvieron ningún significado para Dolor, Sufrimiento ni Control, quienes veían, inmóviles, la manera en la que sus ojos perdían el brillo de la vida y entregaba su alma en un último suspiro, mas en el corazón de Amor se quedaron profundamente grabadas. Celos había expresado el nivel máximo de cariño; había creado la manera perfecta de describir aquel hermoso sentimiento.

Amor gritó el nombre de su hermano, quien ya no respondió: Muerte había pasado entre ellos de manera invisible, adueñándose de su vida.

El pequeño rompió a llorar desesperadamente, cayendo fulminado en un instante, pues su corazón no pudo soportar la pérdida de Celos.

Dolor, Sufrimiento y Control se quedaron viendo el triste espectáculo, en silencio, hasta que los padres de los tres hermanos, Tiempo y Naturaleza, los encontraron.

Tiempo trató de hacer reaccionar a Celos, pero nada logró.

Naturaleza sacó del encarcelamiento el cuerpo inerte del dulce Amor; lo tomó entre sus brazos y lloró amargamente la pérdida del más pequeño e inocente de sus hijos.

— Bien sabía yo que el cariño entre mis hijos terminaría mal —se dijo Tiempo, apretando los puños—. Pero ustedes —se giró a verlos—... ¡Ustedes apresuraron las cosas!

— Padre, yo... —Control trató de explicarse, pero antes de poder seguir hablando, Tiempo le tiró al suelo con una bofetada.

— Pudieron esperar a que la Tierra fuera tan perfecta como el resto de los mundos y que los hombres comprendieran a la perfección lo que mi hijo representaba... pero no... ¡¿Por qué demonios tenían que hacer algo así?!

— ¡¿Y por qué no, Padre?! —Control se sobre puso al golpe de Tiempo— ¡Siempre nos prohibiste los dones de Amor!

— ¡Porque ustedes no están destinados a ellos! Pero ahora... ahora pueden tenerlos. De hoy en adelante estarán condenados a ir de su mano en la vida de los hombres... ¡Condenados a una cadena sin fin!

Los cielos retumbaron y las estrellas alumbraron con toda su potencia ante sus palabras.

— ¿Y mis niños? —preguntó Naturaleza con el rostro bañado en lágrimas.

— Oh, hija mía —se acercó a ella, calmando sus ánimos—... Ya no hay nada qué hacer por ellos.

— Dales la gracia de reencontrarse en otra vida... en otro momento.

Tiempo lo pensó un instante.

— ¿Eso es lo que quieres?

— Amor tocó el corazón de su hermano. Ambos se querían y no tuvieron la oportunidad de demostrarlo. Deja que estén juntos de nuevo.

— Haré todo lo que pueda, pero será casi imposible que se reencuentren pronto... o si quiera que renazcan en el mismo espacio.

— Ellos encontrarán la manera. El cariño que les une guiará sus corazones.

Tiempo suspiró.

— Entonces... que se haga lo que desees.

A un gesto suyo, los cuerpos de ambos hermanos se volvieron polvo de estrella y sus almas escaparon al cosmos por lados diferentes, esperando el momento indicado para reencontrarse.

— ¿Puedo pedir algo más, querido Tiempo?

— Lo que quieras, amada mía.

— No permitas que esto cambie en algo el significado de Amor entre los hombres.

Tiempo suspiró sonoramente, con pesadez.

— En eso ya no hay nada que pueda hacer, amada Naturaleza. Ya que mi querido pequeño no pudo esparcir su semilla en ellos, no conocerán el amor absoluto... y ellos tienen la culpa —dijo señalando a Control, Sufrimiento y Dolor—. Son nuestra desgracia. ¡Lejos de mi vista! Gracias a sus acciones, los hombres tendrán que luchar solos contra sus nuevas creencias. ¡Largo de nuestro mundo!

Con pesar en sus corazones y el peso de la culpa a sus espaldas, desaparecieron de su presencia, ocultándose entre los humanos.

Desde entonces los hombres viven con ideas equivocadas y muy limitadas del amor, sin saber emplear de buena manera las últimas palabras de Celos que llegaron a sus oídos a manera de murmullo gracias al viento.

Y no podrán ser perfectos nunca, hasta que Amor y Celos logren una unión perfecta, en otro tiempo, con otra apariencia y bajo otros nombres.

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