Capítulo 3

Siento su respiración en mi cuello, y mi cuerpo automáticamente empieza a temblar y el corazón a palpitar a toda velocidad.

—Calma tus latidos —pide susurrando, mientras mordisquea mí piel. Una sensación puntiaguda me sobresalta e intento zafarme, pero soy una simple presa a merced del cazador—. Tu aroma es fascinante.

La forma susurrante, suave y atrayente me sorprende un poco.

Mi ceño se frunce al imaginar el olor a hospital que tengo, me da una mirada y puedo observar sus ojos enrojecidos lo cual me alerta aún más y me obliga a gritar. Ya no estoy en posición de hacerme la fuerte cuando esto no es normal, forcejeo, pero nada. Estoy aterrada y atrapada.

—Ya suéltala —ordena otra voz, mucho más gruesa y más seductora.

El hombre afloja su agarre lo que me permite apartarme a toda velocidad de él. Gracias al cielo que este hombre apareció, sentí que sería alimento de un loco. Suelto un suspiro y seco las lágrimas que salieron de mis ojos sin percatarme.

Levanto la mirada para observar a mi salvador y juro que mi corazón empezó a latir mucho más rápido, la mandíbula se me desencaja de la cara, una corriente corre por mi cuerpo. Juro que es el hombre más bello que mis ojos han visto desde que tengo memoria. Su porte masculino, y con ese traje entallado a su cuerpo lo hace ver sofisticado, junto con su voz gruesa que lo hace ver un tanto imponente y con un aura que grita peligro.

Sonríe.

¡Oh! ¿Pero que ángel caído del cielo es este hombre? Tanto que quiero apapacharlo, mimarlo, consentirlo. El hombre ríe, y juro que es la risa más dulce que he oído. Niego varias veces al percatarme que se está riendo de mí.

—Podrás hacerlo pronto —habla con la mirada puesta en mí. ¿Me habla a mí? Miro a mi alrededor y no hay nadie a parte del demente que me acoso. Otra carcajada brota de él, y me siento extraña. ¿Acaso tambien está loco como el individuo? Que desperdicio—. No estoy loco, tranquila.

Mis ojos se abren por la sorpresa ¿será que lee la mente? ¿Es algún tipo de psíquico?

—¿Qué? —susurro para mí y comienzo a retroceder.

 —Y tu demente —continúa—, deja de molestar a las señoritas trabajadoras.

Su orden es sin espacios a reclamos, su mirada es dura y literalmente el hombre se muestra inquieto, sin embargo, lo enfrenta. Un enfrentamiento silencioso, como si estuviesen discutiendo mentalmente, lo que sería estúpido.

—Sube al auto —me ordena.

Doy un salto en mi lugar porque su voz se escuchó tan cerca y eso que estoy a unos kilómetros de distancia, retrocediendo; lo cual me asusta un poco más, su voz ya no es amable.

—¿Qué? —vuelvo a susurrar.

—¿Eres sorda?

—Claro que no soy sorda —respondo a la defensiva. No sé si me habla a mí, puesto que su mirada está en el hombre y literalmente no puede ser él porque está lejos—. ¿Qué te hace pensar que subiré con un desconocido?

Insisto para saber si me lo dijo a mí o a el hombre, pero su mirada se clava en mí y eso me da un miedo tremendo al darme cuenta que no es una persona normal.

—¿Prefieres quedarte con este demente? —su pregunta es más seca, su voz más siniestra. Está molesto, pero ese no es mí problema.

—Si muñeca, quédate conmigo, pasaremos muy bien —lo miro asqueada.

—Si esa es tu manera de ligar, definitivamente te quedaras solo —pienso en voz alta, y creo que oyeron lo que dije, pues el sujeto me mira con malicia y el otro solo ríe.

—Solo sube al auto —pide el hombre un poco más amable—. Y tú, no te metas con ella.

Observo la tensión entre ellos, y lo menos que quiero es estar en una pelea de gallos con súper dones en una calle desierta, por lo que aprovecho su distracción para alejarme mucho más a pasos sigilosos mientras ellos se enfrentan entre sí.

—Desde cuando andas en papel de seguridad por las calles —escucho decir al hombre, pero no esperé oír la respuesta del otro pues ya me encontraba corriendo con todas mis fuerzas y a la velocidad que da mis piernas.

—¿A dónde vas? —lo escucho decir a mi lado, la impresión es demasiado que mis ojos se abren hasta casi salirse, con mis manos intento frotarlos para ver si no estoy loca mientras sigo al trote—. Te dije que subas al auto.

 Tanto fue mi susto que grite, todo lo que veía era imposible, él estaba lejos y es imposible que llegue en menos de un segundo hasta donde estoy. ¿Cómo llegó hasta dónde estoy? ¿Me estoy volviendo loca?

—¡Mierda! —es lo que digo, cuando tropiezo con mis propios pies y caigo de bruces sobre el pavimento.

A parte de loca ahora tambien soy torpe.

Intento levantarme nuevamente y seguir huyendo, sin importarme nada, y, sin embargo, él se dedica a sonreír. ¿Se está burlando de mí? Definitivamente se está burlando de mí. Afirmo cuando escucho su risa en mi espalda.

—Deja de huir, solo quiero ayudar —habla muy cerca mío. Pero no pienso obedecerlo, vuelvo a la corriente de mi huida.

—Aléjate alienígena —es lo primero que se me cruza en la cabeza decir, su carcajada me hace sentir con vergüenza, y enfadada.

Pero ahora mismo lo que siento es temor y por arte de magia, cuando pienso eso, aquella risa estruendosa se apaga abruptamente.

—Me ofendes —habla nuevamente al lado mío.

Veo las luces de la civilización y me llega el alma al cuerpo. Giro mi rostro para ver si dejó de perseguirme; un grito ahogado sale de mi boca al verlo corriendo al lado mío sin hacer ruido.

—¿Cómo carajos?

—Cálmate ¿sí? Solo quiero ayudar —avisa, posicionándose a una velocidad sumamente asombrosa frente mío, lo cual hace que me detenga con su cuerpo, rebotando en él.

—¿Qué quieres de mí?  —pregunto, con el corazón a punto de salir y la respiración agitada de tanto correr.

—Calma tu respiración, el latir apresurado de tu corazón me desconcentra —eso hace que se me paren los pelos, el temor inunda mi cuerpo—. No temas, no te haré de daño.

—¿Lo dice el hombre que se aparece de la nada corriendo a mi lado sin hacer ruido? ¿Qué eres?

—El amor de tu vida —responde.

Acaricia con sus dedos mi mejilla y eriza de ese modo mi piel. Me alejo unos pasos hacia atrás para evitar su cercanía.

—Ciertamente no pregunté quién eres, sino que eres —hablo—. Mira, no te haré preguntas, pero déjame ir a casa. Por favor —pido, aun con miedo. Tengo miles de preguntas, no lo negaré, pero en estos momentos solo quiero estar en mi casa, resguardada—. No sé qué seas, y realmente me cuesta trabajo normalizar mi corazón, tengo miedo y sé que te das cuenta.

—Lo sé. Solo no me temas, y en su momento sabrás quien soy.

—No me pidas que no te tenga miedo. La única diferencia a tu pedido es que se me quitaron las ganas de conocerte —murmuro.

—Vamos —demanda, tomándome de la muñeca y obligándome a caminar en dirección a su auto.

—¿Estas molesto? —consulto.

—No.

—Mira, lo siento, pero esto es irreal, no esperes que tenga ganas de conocer a alguien que aparte de que tiene una velocidad inhumana, creo que me lee la mente —justifico y ante esto último sonríe.

—No tienes que explicarme nada, entiendo tu argumento y me parece normal. Quisiera explicarte, pero aun no es el momento.

—Y en resumidas palabras yo te estoy diciendo que no me interesa saber.

—Mientes.

—Ok, está bien, si quiero entender, pero ahora tengo ganas de huir —confieso. ¿En que momento me he vuelto como su mejor amiga?

—Solo te sientes segura conmigo, eso es normal —responde.

Eso es realmente raro y ahora que lo dice, estoy tranquila con su compañía cuando minutos atrás estaba temblando.

—Eso es una locura —mascullo.

—No soy malo, pero tampoco soy el bueno Daila —me guiña un ojo para luego empezar a manejar con dirección a no sé dónde, pero se supone es a mi casa.

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