Siempre tú

Llegué a su edificio en Salamanca, estacioné el carro y bajé las cosas. Xander me siguió de inmediato. Marqué el último piso y sentí un nudo en el estómago, era la primera vez que volvía luego de nuestra separación.

Ni bien se abrieron las puertas del ascensor Félix estaba esperándome.

—Bienvenida de vuelta señorita Lexy. Es una alegría tenerla.

—Gracias Félix —le devolví una cálida sonrisa. Tomó las cosas y las metió a la casa. Entré tímidamente y se escuchaban murmullos. Xander corrió en busca de Dante y lo encontró en la sala rodeado de su familia. Enseguida dio un salto sobre él y comenzó a lamerlo de forma desesperada.

—¡Eres un bruto grandulón! —lo regañó con cariño mientras acariciaba sus orejas y jugaba con sus mofletes como de costumbre. Varias voces me saludaron al unísono y yo lo correspondí.

—Ya párale pequeño. Aún está convaleciente —regañé a Xander mientras lo bajaba de la falda de Dante tomándolo del collar. Pero estaba muy feliz y se dispuso a saludar a cada uno de los presentes. Sonreí. Estábamos donde pertenecíamos.

Dante estiró su mano, llamándome a tomar asiento a su lado. Y yo la acepté encantada. Me corrió el cabello y besó mi cuello.

—Bienvenida a casa nena —susurró en mi odio y yo me estremecí.

Cenamos todos juntos, Manuel y Paloma, Euge y Lautaro y también se unieron Mariano y Ari. La noche marchó de maravilla, teníamos mucho que celebrar, mi adonis estaba bien y volvíamos a estar juntos, como siempre debió ser. Cerca de las 11pm todos se marcharon y yo insistí en que Dan se metiera en la cama. Y finalmente lo hizo. Antes de acompañarlo al dormitorio le pedí a Franco si podía llevar a Xander por un paseo y aceptó de buena gana.

Entré a la habitación y mi amor ya estaba metido en la cama mirando las noticias. Me metí al vestidor cargando la maleta. Me quité la ropa y busqué el disfraz de enfermera que había comprado temprano en el sex shop. Me puse un conjunto de ropa interior blanco con encaje y ligero. Unos zapatos rojos de tacón. Luego el pequeño vestido de enfermera en látex abotonado por delante, la cofia en la cabeza y me colgué el estetoscopio del cuello. Me miré al espejo y me sonreí a mí misma. Haría que la recuperación de Dante fuera divertida. Recogí el iPod de mi bolso y escogí Physical de NIN. Ni bien los acordes comenzaron a sonar abrí las puertas dobles del vestidor y salí. Me topé de inmediato con la cara de sorpresa de mi adonis personal. Dejó caer su mandíbula y me miró atónito.

—Llegó su enfermera señor Navarro —anuncié juguetona y en tono zalamero. Comencé a moverme al ritmo de la música. Lenta y sensualmente. Me coloqué al pie de la cama y comencé a bailar para él, moví mis caderas y todo mi cuerpo mientras sus ojos me seguían atentos. Me quité el estetoscopio de juguete y jugué con él, pasándolo por mi cuerpo. Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro. Luego fue el turno del vestido, de un solo tirón desabroché los presillos y lo dejé caer por mi espalda mientras me arqueaba hacia atrás. Me quité los zapatos y me monté en la cama, comencé a gatear sobre el colchón y entremedio de sus piernas de manera muy sexy hasta que llegué a su pelvis y me senté sobre él. Enseguida estiró la mano sana para intentar tocarme, pero negué con la cabeza.

—Sin tocar señor Navarro —puse su mano por encima de su cabeza. Sonrió pícaramente y se mordió el labio al tiempo que levantaba su pelvis para pegarse más a mí.

Comencé a acariciarme el cuerpo, primero mis pechos, luego mi abdomen y por último mis muslos, mientras seguía contoneando mis caderas sobre su erección. Me quité la cofia y dejé caer mi cabello salvajemente sobre mis hombros y pechos. Mi sostén lo siguió, mis erectos pezones agradecieron el alivio, metí mis dedos en su boca y luego acaricié mis pechos. Él se retorció debajo de mí. Me paré sobre la cama y seguí meneándome al ritmo de la sensual música de NIN. Con la punta de mi pie acaricié su abdomen y su duro pene mientras me sostenía del techo. Comencé a bajar lentamente mi tanga y volví a sentarme sobre él, la giré en el aire y la dejé caer sobre su rostro, enseguida la atrapó y se la llevo a la boca y la apretó entre sus dientes. Pasé mi lengua por su pecho dejando pasionales besos en su abdomen, lamí sus pezones y emitió un sonoro quejido. Me enderecé de golpe con temor de haberlo lastimado. Pero él tomó mi cabello con su mano y me acercó a su boca, devoró la mía con ansias y desesperación. Nuestras lenguas se mezclaron y mis manos se enredaron en su cabello. No podía dejar de moverme estaba muy excitada. Mordió mi lengua y yo gemí en su boca, luego mi sobresaliente labio inferior fue la victima de su mordida. Lo lamió y me susurró.

—Te amo nena, te deseo tanto. No me hagas esperar más, quiero estar dentro de ti.

No necesitó decir nada más, aunque deseaba darle más placer que solo eso, entendía a la perfección su necesidad, era la misma que la mía. Acomodé su pene en la entrada de mi vagina y lentamente se hundió en mí. Como una llama intensa sentí que me quemaba a su paso. Todo mi cuerpo lo extrañaba. Era suyo y lo sabía. El amor y el deseo que siento por Dante comenzaba a consumirme lentamente. Cuando finalmente lo sentí completamente dentro mío, me arqueé hacia atrás apoyándome sobre sus muslos y dejé caer mi cabeza y jadeé una y otra vez. No quería apurar la situación, necesitaba disfrutarlo, pero mis ansias de él no me dejaron. Comencé a moverme adelante y atrás, dibujando pequeños círculos sobre su pelvis. Su mano voló a mi pecho y lo apretó con fuerza mientras que un gemido, más bien un gruñido, escapó de su boca. Retorció mi pezón con dureza y yo me enderecé, me acerqué a su boca y lo besé profundamente. Un fuerte azote aterrizó sobre mi nalga.

—Lento, quiero disfrutar el momento —dijo con voz profunda mientras volvió a nalguearme con fuerza una y otra vez. Sentí que mi orgasmo comenzaba a formarse y lo cabalgué con rapidez, sus dedos se clavaron en mi cadera y siseó entre dientes. Apoyé mis manos sobre su pecho y lo miré directo a los ojos. Jadeé una y otra vez hasta que la contracción comenzó a formarse en mi interior. Él sintió la presión y levantó aún más su cadera.

—Córrete para mí Lex —exigió entre gemidos y obedientemente lo hice. El clímax me alcanzó fuerte y brutalmente. Él siguió sus acometidas en mí por unos movimientos más hasta que su cuerpo comenzó a temblar y se corrió en mi interior.

—Gracias Dan.

—Te extrañé tanto nena —dijo mientras me besaba con dulzura.

—Y yo a ti cariño.

—¡Eres maravillosa nena, siempre me sorprendes!

—Soy tú enfermera personal, debes dejarte cuidar por mí.

—Puedes hacer lo que quieras conmigo. Soy tuyo como tú mía.

Salió de mí, pero yo aún no tenía suficiente de él, probablemente nunca tendría suficiente. Lamí sus labios, su cuello y recorrí cada centímetro de su pecho con mi lengua, deleitándome con su sabor, hasta que llegué a la V de sus caderas. Lo besé una y otra vez, su pene volvió a endurecerse ante mis atenciones, y lo lamí por completo, en toda su extensión. Metí su glande en mi boca y lo succioné con esmero. Él se arqueó y gimió con fuerza. Lo albergué tan profundo como podía. Metiéndolo suavemente hasta el fondo de mi garganta. Una arcada instintiva no se hizo esperar, tomó mi pelo en su mano y manejó el ritmo, entraba y salía de mí con fuerza. Abrí mi boca tanto como pude para dejarlo hacer conmigo lo que quisiera. Acaricié sus testículos con delicadeza y di ligeros toques con mi lengua en su erección. Un hilo de baba cayó de mi boca luego de que su pene la abandonó, busqué sus ojos y vi como volvía a tener esa mirada de demonio que me encendía por completo. Volví a metérmelo por completo una y otra vez haciendo una leve presión con mis dientes en él. Se retorció de placer una vez más y mantuvo mi cabeza inmóvil mientras él mismo entraba y salía a su antojo, su cuerpo se estremeció y se corrió en mi garganta. Sentí su orgasmo cálido recorrer mi boca, extrañaba su particular sabor.

—Vas a matarme Lex.

—Solo si es de placer cariño —respondí mientras llevaba los restos de su clímax, con mis dedos a mi boca y los lamía mirándolo a los ojos.

Me atrajo hacia arriba y se llevó mi pecho a su boca, mordió mi pezón, tiró con fuerza de él y luego lo lamió y chupó con ansias. Luego el otro. Sus dedos buscaron mi trasero y comenzó a jugar con mi ano, llevó sus dedos a mi boca para que los humedeciera con mi saliva y lentamente y con cuidado metió su dedo en mi interior, abriéndose paso y tratando que se adaptara para poder penetrarme. Una vez que mi trasero cooperó con él, comenzó a meterlo y sacarlo de mí, mientras yo gemía y me retorcía. Luego, un segundo dedo y un grito de dolor y placer escapó de mi garganta.

—Ya por favor, fóllame cariño —rogué y supliqué. Estaba completamente empapada y deseosa.

—Túmbate en la cama de costado Lex.

—No quiero que te esfuerces, deja que yo esté encima de ti —un repentino cachetazo atizó en mi mejilla y me hizo dar vuelta la cara, mi excitación se disparó 100 grados.

—Haz lo que te ordeno. ¿Es que acaso ya no obedeces? —dijo con su voz autoritaria.

—Lo siento —respondí mientras me acomodaba como él me había dicho. Hizo lo propio y se puso detrás de mí, pasó su brazo sano por encima de mi cabeza y sentí su respiración caliente y agitada en mi nuca.

—Vamos cariño, acomódame en ti —susurró en mi oído y obedecí sin chistar. Tomé su pene y lo acomodé en la entrada de mi ano. Delicadamente comenzó a hundirse en mí. Sentí como cada anillo de mi interior luchaba por albergarlo, intenté respirar hondo y relajarme para facilitarle el acceso. Cuando estuvo completamente en mí, jadeé con desesperación, y solté todo el aire de mis pulmones. Sus embestidas fueron tomando un ritmo lento y cauteloso en un principio, luego fue aumentando la velocidad y la fuerza con que me penetraba. Sus gemidos me cosquillaban en la nuca. Moví mis caderas acompasando sus movimientos.

—Tócate para mí nena —dijo en un tono sexy y demandante mientras su mano se acomodaba en mi cuello controlando mi respiración a su antojo. Metí mis dedos en la boca y luego los llevé a mi clítoris, ejercí presión sobre él y sentí que estaba al borde del clímax. Su mano apresó mi garganta y mi respiración se cortó por unos instantes. Mis dedos comenzaron a acariciar con fuerza mi clítoris y jadeé en cuanto Dante me lo permitió.

—¿Quieres correrte nena?

—¡Sí, por favor!

—Aún no.

—Por favor, te lo suplico —su mano volvió a cerrarse impidiéndome respirar. Mi cuerpo se tensó en respuesta. Mordió el lóbulo de mi oreja y no pude contenerlo y me corrí.

—Eres una chica mala Lex. Estás desobedeciendo.

—Lo siento, lo siento. No pude aguantarlo.

—Oh nena, esto te costará muy caro.

Comenzó a penetrarme con fuerza hundiéndose por completo en mí una y otra vez, para luego salir por completo y volver a meterse de una sola y brutal acometida. Sentí el ardor crecer en mi trasero, me ardía, dolía, pero era una sensación de éxtasis total. Metió tres dedos en mi boca obligándome a abrirla y provocándome arcadas. No se detuvo por más que le rogué que parara.

—Te dije que lo pagarías. Ahora puedes correrte para mí —dijo mientras aumentaba aún más la velocidad. No pensé que mi cuerpo fuera a obedecer, pero mi orgasmo se formó de inmediato. Mis músculos se tensaron y el cosquilleo se hizo paso desde mi útero hasta mi vagina para terminar en un feroz orgasmo. Sentí como el fruto de su excitación se volcaba dentro de mi trasero.

Velozmente salió de mí y enderezándose, me giro para quedar boca arriba y comenzó a masturbarme con violencia. Mis piernas se cerraron involuntariamente y mi cintura se despegó por completo del colchón. Gemí como una posesa y sentí que iba a orinarme. Mi útero se contrajo y eyaculé brutalmente.

—Mía, solo mía —dijo con posesión.

Mi cuerpo se relajó y traté de que mi respiración volviera a un ritmo más normal, él se dejó caer a mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro, me dio suaves besos en la clavícula y nos quedamos inmóviles. Había pasado mucho tiempo sin dormir juntos, me abracé a su pecho, el sonido de su corazón, era la nana más dulce del mundo, su aroma me embriagó y me dormí profundamente.

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