Ámame... (Saga Tómame II)
Ámame... (Saga Tómame II)
Por: Loli Deen
28 Días

Los días en la rehabilitación son extremadamente rutinarios, nos levantan a las 8am, ducha y luego desayuno en el comedor. A las 10am tengo mi sesión de terapia individual, donde por dos horas hablo de mí, de mi pasado, de mi infancia, de mi adolescencia, de la muerte de Max, de mi anterior tiempo aquí, de Dante, de mi familia, de mi dependencia de Thomas, de mis miedos, de más miedos, y de cómo encarar los problemas y no huir de ellos. El doctor Pérez es un excelente terapista, ya lo conozco de mi primera vez aquí y le tengo confianza, hablar con él es fácil, y logra sacar de mí, mis más oscuros secretos. Incluso aquellos que ni yo recuerdo. Luego el almuerzo, vuelta al comedor, por supuesto mi natural rechazo al contacto humano me impedía sociabilizar con el resto de los pacientes, así que me limitaba a sentarme y comer en silencio, mientras por dentro una descomunal batalla se libraba repetidamente en mi cabeza, aún tenía la última imagen de Dante alejándose de mí en el salón de fiestas y las últimas palabras que me regaló con un desprecio tan enorme que aún me llenaba los ojos de lágrimas al recordarlas. “Gracias por tus servicios, lo he disfrutado” y luego la última imagen que viene a mi mente es la de mi desgracia, yo cayendo de rodillas sobre el frío mármol, y mi cuerpo convulsionándose por el llanto y la desesperación. Aún no podía creer que todo hubiera terminado así, parece una cruel broma del destino, que justo cuando me di cuenta de cuánto lo amaba, y al fin acepté mis sentimientos por él, justo entonces, todo acabó.

—Me pareces conocida, ¿eres actriz o modelo? —preguntaba una voz de mujer algo áspera.

—No, nada de eso.

—Pero eres española como yo, lo noto en tu acento.

—Sí, de Madrid ¿Y tú?

—Málaga. Soy Nuria.

—Lexy, encantada.

—¿Primera vez aquí?

—De hecho, la segunda. Y espero que sea la última.

—Para mí es la primera, pero ya llevo algo más de dos meses aquí. ¿Qué te trajo?

—Cocaína.

—Pastillas —Nuria era una chica de unos 25 años, pelo negro, tez trigueña, ojos marrones profundos. Muy española. De eso no había duda. Tenía una cálida sonrisa, pero unos ojos muy tristes. El resto del almuerzo fue en silencio. Luego teníamos un rato de ocio y decidí salir a caminar, pensé en la mejor forma de conseguir que Dante me hablara, sabía que no iba a ser fácil lograr que él me dirigiera la palabra o siquiera me mirase, sería una tarea muy ardua. Pero no iba a dejar las cosas así, conseguiría que me escuchara, aún conservaba la carta que había escrito el primer día que llegué, ¿Cómo se la haría llegar? No podía mandársela desde aquí, mi única esperanza era Tomy, cuando viniera a visitarme le pediría que se la entregara. Aunque jamás me perdonara, le debía una explicación. A las 2pm tenía mi sesión de grupo, odiaba eso, compartir con un montón de extraños mis más profundos sentimientos y miedos, no era algo que me dé mucha gracia, pero era parte del programa y debía cumplirlo. Escuché pacientemente cada historia, las similitudes entre todos nosotros se repetían una y otra vez, y llegó mi turno, me presenté, conté mi historia, al menos la parte que pude. Por la tarde teníamos diferentes actividades, algunas involucraban el crear la confianza en los demás, otras en aprender a afrontar los problemas, otras simplemente eran para matar el tiempo. Luego de la cena, me recluí en mi habitación a leer un libro, por supuesto uno de mis temas favoritos, Segunda Guerra Mundial, luego me dormí entre sollozos, mis noches sin la calidez del cuerpo de Dante eran espantosas, las pesadillas volvían y la intermitencia del sueño y el desvelo me agotaban.

Finalmente llegó el domingo, el día de visitas, Tomy apareció cerca de las 11am con una cesta de mimbre, vistiendo un pantalón caqui, un sweater negro de lana grueso con escote en V y una chaqueta de cuero negro. Su sonrisa iluminaba su rostro, pero sus ojos me rompieron el corazón. En su mirada vi tristeza y desaprobación, sabía que le había hecho daño, que lo había defraudado. Ese fue el peor de los castigos que jamás hubiera recibido. Sus largos brazos me acunaron con cariño, me aferré a él tanto como pude.

—Realmente lo siento Tomy, en verdad, nunca hubiera querido hacerte daño.

—Lo sé cariño, ya deja de disculparte, solo me alegra estar acá. Te extraño demasiado.

—Y yo a ti —caminamos abrazados hasta un claro que rodeaba el hermoso y verde prado de la clínica. Una de las cosas más bellas de Escocia eran sus increíbles praderas, el paisaje era majestuoso, el frondoso verde se fundía con las montañas. Nos sentamos a charlar y comer acompañados de café caliente, no permitían alcohol en el lugar, por supuesto.

—¿Cómo esta Xander?

—Está muy bien, Ari lo cuida a la perfección, casi tanto como tú.

—Extraño tanto a esa pequeña bestia.

—Pronto vas a volver cariño.

—¿Lo has visto, sabes algo de él?

—No, nada —hablamos durante horas. Me contó que Caroline vendría a Madrid unos días, que su relación estaba cada vez mejor, que se llevaban bien y estaban haciendo planes juntos para el verano, eso me alegró mucho, hacía mucho tiempo que no veía a Tomy tan feliz. También me contó que Ari empezaba la facultad esa semana, y que estaba muy emocionada, que Caty me mandaba cariños y que iba a tratar de venir a visitarme. Hablamos de mis padres, de cómo las cosas estaban mejor entre nosotros, no dejaba de sorprenderme el cambio en ellos, solo esperaba que mis estupideces no nos distanciaran de nuevo. Antes de despedirnos miré a Tomy con ojos suplicantes y le pedí que le entregara la carta a Dante. Él solo asintió y no dijo nada más. Me dio un beso en ambas mejillas y yo me abracé fuerte a él. Prometió volver el próximo domingo.

Al caer la tarde no encontraba nada con qué entretenerme así que volví a los libros.

Los días pasaban lentos, rutinarios, estaba volviéndome loca, cada domingo esperaba ansiosa la visita de Tomy, era lo único divertido de toda la semana, secretamente esperaba alguna contestación de Dante, pero nunca llegó. Mis padres vinieron uno de los días de visita, la sorpresa fue enorme, me abrazaron fuerte y me dijeron que estaban felices de que estuviera tratando de recuperarme, para ser honesta no necesitaba estar allí, solo había tenido una recaída, pero fue cosa de una sola vez en casi 4 años, pero sí, sabía que debía acomodar el lío de mi cabeza, y después de todo el doctor Pérez me ayudaba mucho, hicimos muchos avances, y me ayudó a entender mejor mis miedos, si bien entenderlos no significa curarse, era mejor ser consciente de ellos para poder afrontarlos. Al cabo de los 28 días cumplidos, Nuria y yo nos habíamos hecho amigas, era una chica simpática y divertida, con tantos o más problemas que yo, aún le quedaba un tiempo en la clínica, pero mi estadía estaba cumplida, el doctor Pérez me dio el alta con la condición que buscara un psicólogo en Madrid para que me viera, me recomendó algunos y quedé en llamarlos y ver cuál me gustaba más. También tenía que ir a reuniones de Narcóticos Anónimos, era parte del tratamiento. Tomy llegó a buscarme con un ramo de flores, lirios, uno de mis favoritos. Recogí mis cosas, nos subimos al auto y nos encaminamos al aeropuerto. No pude evitar revisar mi móvil en busca de mensajes de Dante, pero no había ninguno, ni una llamada perdida, ni un texto, ni un email, nada. Por otro lado, había muchos de mis amigos, y trabajo pendiente, eso me alegró, al menos tendría la cabeza ocupada y realmente lo necesitaba. Me llenaba de ansiedad ver a Xander, hacía un mes que no estaba con mi pequeño y moría de ganas de abrazarlo y llenarlo de besos. El jet privado de la familia nos esperaba listo para abordar de regreso a Madrid.

—¿Feliz de volver a casa?

—¡No tienes idea! Extraño tanto a Xander, mi casa, los amigos y no veo la hora de volver a trabajar, necesito un tiempo con mi lente.

—Eso te hará bien, ¿tienes algo pensado?

—Además de lo que debo hacer como parte de la terapia, quiero empezar a organizar la nueva muestra, así que me mantendré ocupada, no te preocupes.

—Me gustaría que te mudaras conmigo.

—Tomy no es necesario, puedo cuidarme sola, aunque no estés convencido.

—No se trata de que puedas cuidarte, sé que lo vas a lograr, solo quisiera que no estés sola.

—Yo estoy bien con la soledad, ya lo sabes.

—Promete que, aunque sea te lo pensarás ¿Vale?

—Vale, lo prometo —unas horas después llegamos a Madrid. Y en el aeropuerto nos esperaban Ari y Caty, al verlas no paré de sonreír. Fuimos a almorzar a nuestro querido y pequeño bistró italiano y charlamos durante mucho rato, nos pusimos al día, me contaron los últimos chimentos, Marco y Sofi estaban juntos y eso me puso de buenas. Ninguna mencionó a Dante. Ariana me dijo cuánto disfrutaba de la facultad y lo bien que le estaba yendo, Caty me habló del negocio y que estaba conociendo a alguien. La mirada de Tomy en ese momento me hizo darme cuenta que él también sentía algo por ella. ¿Pero qué les pasaba a estos dos? ¿Si ambos sentían lo mismo porque no estaban juntos? Dejamos a Caty y fuimos a buscar a mi pequeño al piso de Ari, mientras el ascensor subía mi corazón se desbocaba de ansiedad. Ni bien abrió la puerta unas enormes patas se apoyaron en mi pecho, la fuerza del impacto me hizo caer con el trasero al suelo, pero él no se movió, llenó mi cara de besos frenéticos mientras movía su cola sin parar y yo reía entre lágrimas, revolcada en la madera del piso.

—Mi pequeña bestia. ¡Cuánto te he extrañado! —besaba y mordía su hocico mientras lo agarraba por las orejas con ambas manos. Cuando se calmó, me dejó levantarme y ésta vez yo lo tumbé al suelo y le acaricié la barriga. Luego de los juegos entre ambos, nos fuimos a casa, Tomy ayudó a subir las maletas y se despidió, no sin antes repetirme que si lo necesitaba lo llamara sin importar la hora.

—Lo sé Thomas, no es noticia, ya relájate.

—Vale, no hagas tonterías. Te quiero.

—Y yo a ti, descansa cariño.

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