Capítulo 2

Sarah la tomó de la mano para entrar en el hotel. La música invadió sus oídos y comenzaron a bailar mientras saludaban a muchos de sus amigos, incluso Justin Luke, la gran estrella de fútbol, se acercó a Camila para darle un abrazo.

—Tenemos que ir al VIP, es en el segundo piso —dice Justin tomándola de la mano.

Esto no era extraño para nadie, cuando tienes dinero y vas a lugares como este puedes hacerte amiga hasta del hijo del presidente.

Camila fue saludada y elogiada por todos los que se cruzaban en su camino. Ella subió las escaleras mientras recibía un trago de Denise.

Su mirada se perdió en el pasillo de abajo, dónde había un hombre muy parecido a su novio, pero creyó que estaba alucinando, había demasiadas personas y era imposible que él estuviera aquí.

Entraron a un pequeño salón, en dónde se encontró a Gustavo Witmut, empresario y modelo multimillonario, definitivamente un hombre en la categoría de Camila que podía ser su amigo. Al menos, ella lo pensaba de esa manera en este último tiempo.

—¿Cómo estás, preciosa?

—Estoy bien —sonrió—. Quiero divertirme un rato ¿Y vos?

—Tambien, ha sido una semana pesada.

—No lo dudo. También tuve una semana de m****a.

—¿Mucho trabajo?

—Mucho estrés.

—¿Debería preocuparme por vos? —le es una mirada y Camila evita poner los ojos en blanco—. ¿Que tal si te tomas un descanso?

—Si, eso estaría bien. Aunque no sé si puedo, es algo complicado.

—Bueno, pero tienes está noche para disfrutar. Y si quieren nos vamos nosotros y tus amigos a Miami después de esto.

—¿Miami? —levanto un ceja.

—Si. Hay una fiesta electrónica en mí casa —él se ríe—. No sé cuánto tiempo esto se pondrá bueno, pero en cuanto comience a ser una m****a nos largamos.

—Está bien, tomo tu palabra entonces —sonríe.

—¿Quieres un poco? —preguntó señalando la mesa llena de polvo blanco, en dónde notaba que había muchos alrededor consumiendo.

Esa era la peor parte de este tipo de fiestas. A la gente se sorprendería de la manera en la que los famosos se juntan a consumir, ellos lo hacen más que cualquier otra persona. Y no todos, pero la mayoría lo hacía y ni siquiera los demás se daban cuenta.

—Sabes que no —lo miró haciendo una mueca.

—Bueno, lo que quieras me lo pides —dijo mirándola con una sonrisa

—No me mires como si fuese una de tus presas Gus, estoy fuera de tu lista —respondió con una sonrisa arrogante

—Sé que a ti te gustan los perdedores, pero de todas maneras solo estaba por decir que luces preciosa.

—Lo sé —sonrió—. Tu también estás sexy —admitió tomándolo del saco y dejando un beso en su mejilla.

—Buenos noches, mí gente.

Camila mira hacia un costado y ve llegar a su amigo Nicolás. Hacía tiempo que no lo veía y su sonrisa no pudo ser disimulada.

Él le dio un abrazo y le dijo cuánto la había extrañado, él había sido el más fiel desde que tiene memoria.

Juntos comenzaron a tomar y Camila se alejó de Gustavo, quién había intentado  seguir hablando pero ella lo ignoró.

Se pusieron al día con su vida mientras que ambos veían como Denise estaba con otro grupo que estaba consumiendo. Ella estaba en otra situación y ella no podía hacer nada.

El alcohol no tardó mucho en hacer efecto sobre ella, comenzó a bailar meneando sus caderas en el medio de todos sus amigos mientras Nicolás, le seguía los pasos, riendo con ella y abrazándose en cuanto tenían la oportunidad.

Ellos se conocían desee hace muchos años, prácticamente desde el jardín. Nicolas también era argentino, aunque últimamente vivía en cada país diferente cada vez que se aburría.

—Creo que quiero ir a otra parte, me aburrí —le dice al oído

—¿A dónde quieres ir? —preguntó él de la misma manera.

—No lo sé ¿Vamos a recorrer el lugar?

Ella sonrió y lo tomó de la mano, arrastrándolo a las escaleras mientras reían de cómo bailaban algunas personas allí.

Bailar y siguieron tomando, siempre se divertían juntos, eran grandes amigos desde hace tiempo y Nicolás era un chico muy divertido. Por eso podían tener tanta confianza de bailar juntos y entenderse, Camila podía confiar en Nicolás como no podía confiar en sus amigos de turno.

—¿Porqué nunca puedo verte por Buenos Aires? —cuestiona Camila—. Te extraño por allá.

—Tengo pensado volver cuando termine el mes. Mamá me está reclamando también, así que quiero resolver unos problemas que tengo acá.

—¿Problemas? ¿Que clase de problemas?

—Encontré a Carol con otro hombre —él hace una mueca cuando se refiere a su ex novia—. Me estoy recuperando de eso.

—Hija de puta, nunca me cayó bien.

—No creo que sea un buen lugar para hablar, pero mañana te cuento.

—Gustavo me invitó a Miami ¿Porqué no vienes?

—¿Gustavo? —se ríe irónicamente—. Ese tipo solo quiere cogerte, yo que vos no iría.

—Eso ya lo sé, pero es una fiesta, es igual.

—Como quieras. Si vas, te acompaño, como siempre.

—Trato —responde con una sonrisa.

Ellos siguieron caminando entre la gente, habían podido agarra uns botella en el camino. El hotel estaba lleno y aún más en el piso de abajo.

—¿Ese no es tu novio? —preguntó Nicolás al oído.

Camila se giró rápidamente para ver el lugar en donde él estaba apuntando. Max se estaba besando con una chica rubia mientras subía las escaleras y los sentidos de Camila comenzaron a acelerarse.

M****a, no creía que eso fuera posible. Ella había confiado en que su novio aún estaría en viaje. No entiende como es que el hombre se atrevió a asistir a una fiesta como esta y encima de todo estar con alguien más.

El muy maldito había estado en España todos estos días y ese fue el plan principal.

Ella se dejó llevar por la rabia y comenzó a caminar furiosa.

—¿A dónde vas? —preguntó Nicolás tomándola de la cintura.

—¡¿Puedes creer lo que está haciendo? ¿Tienes idea de cuántas personas que me conocen están aquí? ¡Voy a matarlo!

—Espera, no hagas un escándalo frente a todos. Debemos hacer otra cosa, piensa.

—¿Que quieres que haga, Nicolás? —respondió furiosa

—Vamos a otro lado, tienes que pensarlo en frío —la agarra de la mano e intenta llevarla.

—¡No digas estupideces! —gruñó

—¡Espera, Camila!

Camila comenzó a abrir paso entre las personas, subiendo las escaleras para adivinar por dónde había ido el bastardo de su novio, pero había demasiados cuartos en el segundo piso.

Esto tenía que ser una puta broma. La idea de estar haciendo el ridículo no estaba en sus planes y estaba odiándolo aún más por eso.

Comenzó a abrir puerta por puerta, esperando encontrarlo mientras Nicolás intentaba frenarla sin éxito.

La sexta puerta fue la que la dejó paralizada. Había presenciado una escena horrible, dónde Max estaba acostado sobre la cama y la chica encima suyo, montándolo. Ella jamás creyó encontrarlo en pleno acto sexual, por lo que tuvo ganas de vomitar.

Él abrió los ojos sorprendido y tomó a la chica de la cintura para tirarla a un lado de la cama e intentar caminar hacia Camila, quien lo recibió con el puño cerrado sobre su nariz, que seguramente ahora se encontraba rota.

—No quiero que te vuelvas a acercar a mi. En tu asquerosa vida quiero volverte a ver.

Max intentó tomarla del brazo pero Nicolás lo detuvo mientras Camila bajaba las escaleras, intentando pensar en que había muchas personas mirándola.

Eso era inevitable, la pelea había sido pública e incluso se escucharon los gritos. Al menos un gran grupo de personas sabía lo que había pasado allí y las noticias comenzarían a volar.

Salió por la puerta de atrás, visualizando un fierro que había en el estacionamiento, pensando en lo que haría a continuación.

Buscó alrededor de diez minutos dónde podía haber estacionado su asqueroso auto, hasta que lo encontró.

Con la rabia, la adrenalina y el alcohol que tenía encima comenzó a golpear el frente con el fierro, viendo cómo se destrozaba todo, mientras la alarma sonaba sin parar.

Espejos, vidrios y todo el interior roto. Metió la mano por una de las ventanillas y sacó el colgante de oro que ella le había regalado, cortándose una parte de su muñeca en el proceso.

Nicolás llegó a tiempo para detenerla antes que todo se pusiera peor. La abrazó por detrás, sacándole el fierro de las manos mientras le susurraba que tenían que irse.

—Ven conmigo, por favor —le susurró—. Te llevaré a casa.

—Hijo de puta —murmuró con rabia mientras sentía que sus lágrimas caían y Nicolás la arrastraba hacia su auto.

Denise llegó antes de que ellos se fueran, Camila la había llamado por teléfono para decirle que debían marcharse. La mujer no reprochó eso cuando vio el estado de su amiga.

Subieron al avión privado en silencio, mientras Nicolás la abrazaba y ella intentaba tranquilizarse. Con él tenía confianza, de lo contrario jamás se hubiese permitido llorar frente a alguien y mucho menos por Max.

—Que se vaya a la m****a ese hijo de puta —Camila toma un sorbo de el champagne y mira a su amigo —. No quiero ir a otra parte, solo necesito estar en casa.

—Entonces vamos, que se vaya todo a la m****a —Nicolas le sonríe—. ¿Ella vendrá? —pregunta mirando como Denise bailaba sola en el otro extremo.

—Si, vayamos a casa.

Los reporteros estaban cerca, por supuesto que se enteraron de todo. Tenían fotos de Camila partiendo el auto y venderían eso por mucho dinero, por fin su espera había valido la pena y no solo obtuvieron fotos de celebridades ebrias, sino que ahora habían conseguido algo mucho mejor.

Max tampoco había tardado demasiado tiempo en salir y descubrir todo, su alarma sonaba sin parar. Con el auto destrozado solo podía pensar en que tenía que hacer algo y no dejar las cosas tan fáciles para Camila.

Quizás eso no era justo, pero él no podía salir perdiendo en esta oportunidad. Ese auto era su favorito de toda la colección y ella ni siquiera tuvo reparo.

Las cosas se pusieron feas del otro lado del mundo cuando el sol apareció en la ciudad.

Alejandro Colombo  recibió las noticias en su despacho a la mañana siguiente. El hombre estaba desconcertado, su hija cada vez estaba peor y no tenía idea de que carajo hacer para arreglar las cosas.

Y no, él no se refiere a Max ni a el dinero, sino de la actitud que ella está teniendo. Sus ataques de ira y ponerse ebria cada día estaban desencadenando algo horrible.

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