Capítulo 4

Kareelle:

Estoy atenta a los lados de la calle en espera de verlo; al volverme a la izquierda, mi corazón se detiene con la imagen, ahí está él, usando unos jeans negros deslavados estilo pitillo, unas botas negras estilo militar, una camisa blanca con las mangas dobladas y con los dos primeros botones desabrochados y sin fajar; en las manos trae una cazadora de cuero negra y su cabello esta alborotado; se ve tan guapo, parece que lo hubiesen esculpido los ángeles, o bueno, también pudieron sacarlo de una revista de moda. Me alegro de la ropa que he escogido, así no desentonare con él.

- Hola Kareelle, ¿llevas mucho tiempo esperando? –sonríe y eso logra darme un pequeño infarto al corazón.

- No, recién llegue, te ves muy bien –digo, y espero no estar babeando.

- Lo mismo digo, te ves muy guapa –dice, lo que provoca que me sonroje. Su rostro es serio, pero sus ojos... sus hermosos ojos muestran, ¿fascinación?, ¿sorpresa? Ambos quizá, no sé describir lo que sus ojos reflejan.

- Sera mejor comprar las entradas –digo, evitando que vea como me sonrojo.

- Claro. –Nos dirigimos a la taquilla.

- Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlos? –dice una chica no mayor a nosotros, nos sonríe.

- Dos entradas para Hasta que la muerte nos separé, por favor –digo con tono cortes. Puedo notar que la chica no aparta su vista de Daied. Lo miro de reojo y me doy cuenta que me observa sólo a mí, ¡ja!; sonrío para mis adentros.

- Claro, son siete libras y ochenta y tres pee[1] –dice sin apartar la vista de Daied. Abro mi bolso para sacar mi cartera y pagar, cuando Daied se adelanta y paga.

- Gracias, que disfruten su película –dice mientras tomo los boletos y nos retiramos de la fila.

- ¿Por qué pagaste? Yo te invite, así que iba a pagar –lo miro con el ceño fruncido.

- Lo siento, pero un caballero jamás deja que la dama pague –su respuesta me sorprende–. ¿Te apetecen unas palomitas?

- Sí, pero sólo si dejas que sea yo la que pague –lo miro seria, no tenía ningún caso invitarlo si él iba a pagar.

- Lo siento, pero no –dice con tono amable. Pongo los ojos en blanco, está claro que no va a dejarme pagar.

- ¿Y siempre eres así? ¿Nunca dejas que la chica pague? –pregunto alzando una ceja curiosa.

- No, eres la primera chica con la que salgo –dice como si nada. Eso me sorprende; me sonrojo hinchándome de felicidad por dentro.

- Muy bien, paga tú –digo, ahora estoy demasiado feliz como para que eso me importe.

Caminamos a la dulcería y mientras el pide las palomitas, yo me acerco a otra empleada.

- Buenas tardes, me das un Ice de cereza grande, por favor –digo bajo, aunque no lo suficiente para que la chica no me escuche.

- En seguida, son dos libras con setenta y siente pee –dice tecleando mi pedido en la máquina registradora. Espero que Daied no me hubiese visto, pero antes de que pueda siquiera sacar mi cartera, el extiende un billete de cinco libras.

- Aquí tiene –dice sin inmutarse, a pesar que le he puesto mala cara; él se encoge de hombros, y yo hago un puchero.

- Aquí tiene su cambio, enseguida le doy su Ice. –La chica entrega el cambio y el ticket de compra.

- Al menos pudiste dejarme pagar esto –digo haciendo un puchero.

- Ya te dije que no –dice con una pequeña pero encantadora sonrisa, algo nuevo en él.

- Pues en que siglo vives. ¡Hola!, estamos en pleno siglo XIX, una chica es muy capaz de pagar lo que consume –digo con las manos en la cintura.

- Aquí tiene señorita –dice la empleada interrumpiendo mi rabieta.

- Gracias –digo con una falsa sonrisa. Me vuelvo donde Daied y él sólo se encoge de hombros, es tan exasperante.

- Me crie en otros tiempos; vamos, que la película está por comenzar –dice con un ademan de mano, señalando el camino hacia las salas. Asiento un tanto aturdida por su respuesta, «otros tiempos», tal vez sus padres lo educaron a la antigua o sus abuelos, a decir verdad, no conozco mucho de su persona.

Llegamos a la entrada de las salas, le entregamos nuestros boletos al chico de la entrada, el cual tiene una placa con su nombre... Bastián.

- Hasta que la muerte nos separé, sala seis, por el corredor izquierdo –dice comenzando a romper los boletos.

- Gracias... Bastián –digo dedicándole una amable sonrisa, asiente y se sonroja, tal vez no muy acostumbrado a que le agradezcan o lo llamen por su nombre.

- Q-que disfruten la película –dice tragando saliva.

No tardamos mucho en dar con la sala; entramos y nos acomodamos en los asientos de atrás.

- Parece que le gustaste a Bastián –dice con tono frio y seco, como el que empleo para preguntarme de la película, ¿acaso no le agrada que otros chicos se interesen en mí?, ¿quiere decir que esta celoso? Sé que no debo alegrarme por eso, pero sonrío para mis adentros.

- ¿En verdad?, ni siquiera lo note –digo con tono inocente. Antes de que Daied pueda responder, comienza la película.

Después de una hora y media, la película llega al clímax, resulta que el chico es un fantasma; hacia un año que había fallecido, justo cuando la chica comenzó a trabajar ahí. Él se había enamorado a primera vista, pero un aparatoso accidente automovilístico acabo con su vida. Cuando la chica descubre el secreto del chico, él tiene que marcharse, pero ella lo ama tanto que no acepta la decisión de separarse, pero aun así él se aleja y la pantalla se vuelve oscura. Me sorprende que los protagonistas no terminen juntos; estoy por levantarme, cuando aparece la imagen de un parque y allí están los dos, sentados en una banca y tomados de la mano. Ven como otra pareja pasa y se sientan en la misma banca que ellos, para ser más exacta, encima de ellos.

En un flashback, se ve que la chica se suicida, y con esta escena la película termina; al final se quedan juntos, pero están muertos y la muerte no los había separado, al contrario, los había unido por toda la eternidad, eso quiere decir que lo único que los separaba, ¿era la vida? Que rara conclusión o, tal vez el mensaje es que, el amor puede trascender la muerte.

Salimos antes de que las luces se enciendan.

- Estuvo muy buena, ¿a ti que te pareció? –pregunto algo animada, había sido muy linda.

- En efecto, es bastante buena –dice con tono ausente. Pongo los ojos en blanco, el habla de dientes para afuera, puedo ver el disgusto en sus ojos.

Salimos del cine y comenzamos a caminar.

- ¿Te apetece cenar? –su pregunta me pilla desprevenida.

- Sí, gracias –me sonrojo–, ¿te puedo preguntar algo?

- Adelante –dice observándome de reojo.

- Se que no te gusto la película, lo que no se es, ¿por qué? –digo frunciendo el ceño sin ser consciente.

- No me gusta la forma en que manejan la vida y la muerte. La chica lo tenía todo para vivir y decide quitarse la vida, sin detenerse a pensar en lo que puede perder, eso es algo que no me gusta, que la gente se tome a la ligera la vida –dice, casi parece consternado.

- Tal vez lo tenía todo, pero ella no tenía lo más importante, a él; además, la muerte es algo que nos llega a todos, tarde o temprano y no se puede evitar –digo seria, pero era verdad, la muerte era algo natural, a todos nos llega nuestro día.

- Hablas como si no le tuvieras miedo –en su voz noto un atisbo de sorpresa.

- Eso es, porque no le tengo miedo, como ya dije, es inevitable –le miro segura y me encojo de hombros.

Cerca de un callejón, se escucha un ruido de bolsas al caer; me detengo en seco y me acerco a Daied. De la inmensa oscuridad sale una rata muy grande, grito, me aferro a Daied y cierro los ojos, poco falto para que le saltara encima. Puedo escuchar los maullidos de un gato, supongo que está persiguiendo a la rata.

- Tranquila Kareelle, todo está bien –dice con tono conciliador. Abro poco a poco los ojos y en efecto, la rata y el gato se han ido.

- ¿Viste el tamaño de esa bestia? ¡Era enorme! Qué miedo –digo temblando. Daied comienza a reír; lo volteo a ver con indignación, pero cuando lo veo reír así, de esa manera tan hermosa y sin inhibiciones, mi corazón se detiene y mi expresión cambia; se ve tan relajado y muy guapo. Así que dejo mi indignación a un lado, aunque no por completo–. Puedo saber, ¿cuál es el chiste?

- Dices no tenerle miedo a la muerte, pero ves un pequeño roedor y te da miedo, es algo extraño –dice sin dejar de reír.

- ¿Eso te parece graciosos? Pues yo no le veo la gracia. No es extraño, como ya dije, la vida tiende a llegar a su fin, pero esas cosas no tienen fin –digo con toda la aberración que esas bestias me causan. Él sigue riendo, es tan fascinante verlo reír.

- Que teorías tan raras manejas, son muy graciosas –dice intentando dejar de reír.

- Y eso que no has escuchado las descabelladas –susurro bajo, sin poder evitarlo, sonrío.

- Me gustaría escucharlas –dice con una sonrisa. Seguimos caminando mientras le cuento mis teorías raras, como él las ha llamado; en todo el camino no para de reír, un sonido hermoso. Al poco rato llegamos a un restaurante italiano; la fachada es rustica, en colores beige y rojo ladrillo; adentro, las mesas son redondas, con cubremanteles trenzado de lino en tonalidad marrón y con bajo mantel lino beige; en el centro está un florero con claveles rojos y blancos. También hay una pequeña canasta cuadrada con base ovalada, de color rojo ladrillo; con pan. Las sillas son de rattan en color marrón; el interior está iluminado por una tenue luz procedente de la lámpara del techo y las que están en las paredes. Un mesero nos lleva a una mesa ubicada en la esquina izquierda del restaurante; Daied me ayuda a sentarme, y cuando se hubo sentado, el mesero nos da la carta.

- En cuanto estén listos, vendré a tomar su orden –dice en tono suave y amable.

- Gracias –responde Daied; le sonrío al mesero y asiento. Cuando se va, vuelvo mi vista a la carta. Después de revisarlo tres veces, aún no sé que elegir, si los macarrones con cuatro quesos, el Tortellini, la salsiccia fusilli o, los macarrones con queso y salchichón, mmm... tal vez los macarrones con cuatro quesos. Daied hace la seña al mesero para que se acerque.

- Están listos para ordenar –pregunta el mesero con tono amable.

- ¿Kareelle? –me pregunta Daied, él siempre es así de caballeroso.

- Me gustaría ordenar los macarrones con cuatro quesos y una coca-cola, por favor –digo cerrando la carta.

- Enseguida y ¿usted signore? –dice con un tono de italiano que suena un poco falso.

- La salsiccia fusilli y una coca-cola, grazie –dice Daied con un perfecto italiano.

- Enseguida –dice anotando lo que le pedimos en una pequeña libreta, antes de retirarse.

- Que bien pronuncias el italiano –digo, sin agregar que además se escucha muy sexy.

- Mis padres son italianos –dice de forma escueta.

- Ya veo; ¿te puedo preguntar otra cosa? –digo suave, quería ver que tanta era mi suerte esta noche.

- Claro, lo que quieras –dice regalándome una de esas pequeñas pero sinceras sonrisas.

- Espero que no me lo tomes a mal pero, ¿por qué antes no habías salido con una chica? Porqué estoy segura que te habrás visto en un espejo –digo lo más seria que puedo, evitando sonrojarme. Antes de que pueda contestar, el mesero nos interrumpe, trae nuestras bebidas.

- Aquí tienen sus bebidas, en seguida regreso con su comida –dice el mesero colocando las botellas de coca-cola y dos vasos de cristal con hielo. Daied toma una de las botellas y lo vierte en uno de los vasos, cuando termina, lo coloca frente a mí. Hace lo mismo con la otra botella.

- Gracias –digo con una pequeña sonrisa, en verdad es un caballero.

- De nada. Sobre tu pregunta de hace un momento –dice Daied una vez que bebe de su vaso–, como habrás notado, soy algo tímido, si tú no me hubieses invitado al cine, estaría en mi casa leyendo o estudiando.

- Aquí tienen su orden –dice el mesero interrumpiendo–, para la signorina, macarrones con cuatro quesos, y para el signore, la salsiccia fusilli, bon appetit –sonríe antes de marcharse.

- Grazie –dice con tono amable.

- Gracias –digo con una pequeña sonrisa. Observo mi comida, la cual luce deliciosa.

- ¿Recuerdas que me dijiste que no te pegaba para nada la descripción del cachorrito? –digo una vez que el mesero se marcha.

- Sí, pero no se que tenga que ver –dice viéndome, la confusión bailando en sus hermosos ojos grises.

- Pues te pega y de maravilla –digo mientras sonríe, sabía que mi teoría rara le haría sonreír.

- Sera mejor que te deje comer –dice sonriendo, pero yo soy curiosa por naturaleza y además, quiero saber otra cosa.

- ¿Puedo preguntarte algo? –digo después de tomar un poco de mi coca-cola–, si no te molesta, claro.

- Adelante –dice con resignación, supongo que sabe que no me doy por vencida.

- ¿Hay alguna chica que te guste? –pregunto, y al instante bajo mi vista avergonzada. Di que no... No mejor di que sí... no mejor...

- Sí –dice con tono alegre. Alzo la vista sorprendida y tal vez un tanto celosa (bueno, tal vez muy celosa); ahora quiero saber quién es esa chica.

- ¿Estudia en el Truro College? –pregunto, si ella estudia con nosotros, quiero saber quien es mi rival, si conozco al enemigo, me será más fácil darle batalla.

- Sí –responde sin más información. Pff... ¿Será de nuestro salón?

- ¿Está en nuestro grupo? –pregunto intentando sonsacarle la información; vamos Daied, dime quien es mi rival.

- Sí –dice otra vez. Doy un trago a mi bebida, como si al hacerlo me diera valor.

- ¿La conozco? –pregunto en otro intento de hacerlo hablar.

- Sí –dice con el mismo tono tranquilo. ¿Por qué sólo utiliza el monosílabo sí? Hay otros que puede usar, también bisílabos.

- ¿Podría saber quién es? –pregunto sin perder la paciencia.

- Lo siento, pero no –dice con el mismo tono tranquilo. Pff... «Pide y se te concederá».

- ¿Por qué no? Si crees que le voy a decir, yo no... –mi frase es interrumpida, «no es que vaya a decirle nada, sólo necesito conocerla para saber como ganarme tu corazón, pero sólo eso», pienso para mí.

- Es un secreto y estoy seguro que no le contarías, pero es mejor que las cosas se queden como están –dice ahora en un tono muy serio. Empieza a comer, estoy segura que no dirá nada, así que yo también empiezo a comer.

Después de un rato, el mesero vuelve para retirar los platos.

- ¿Desean ordenar algún postre? –dice mirándonos mientras sonríe.

- ¿Kareelle? –pregunta sin volverse hacia el mesero.

- Me gustaría el semiffredo di terrone, por favor –digo tras ver la carta, la dejó en la mesa.

- ¿Usted signore? –ahora le mira a él, Daied hacía como que miraba la carta, la deja en la mesa.

- Panna cotta con culis di fragole, per favore –dice mirándole unos segundos.

- Enseguida –dice anotando nuestro pedido, acto seguido, se va. En mi mente saco la cuenta, en verdad será caro.

- Serías tan amable de permitirme ayudarte a pagar la cuenta –digo, esperando que se dé cuenta que será una fortuna. En respuesta, clava sus hermosos ojos grises en mí, es una nueva expresión.

- Ya te lo dije, un caballero no permite que la dama pague –dice como si nada, hago un puchero y le saco la lengua, él comienza a reír.

- No es gracioso –digo haciendo un pequeño berrinche.

- Para mí sí que lo es, me gusta mucho verte haciendo esos gestos –dice con una sonrisa. Me sonrojo; estoy por replicar, cuando el mesero llega.

- Aquí tiene, semifreddo di terrone para la signorina y panna cotta con culis di fragole para el signore, bon appetit –dice antes de irse. Tomo el tenedor y corto un pedazo, esta delicioso. Amo la comida italiana (eso incluye los postres).

- Esta delicioso, aunque el tuyo también tiene buena pinta –digo tras ver el suyo, de verdad tenía buena pinta.

- ¿Te gustaría probarlo? –pregunta con tono amable, asiento en respuesta. Estoy por estirar el brazo para coger un trozo, cuando Daied alza su tenedor–. Entonces, abre la boca –dice con tono suave. Hago lo que me pide y con cuidado deja el pedazo de panna cotta en mi boca; en verdad esta delicioso. Al voltear a verlo, mi respiración se corta, su expresión denota, ¿placer?, ¿alegría?... No sé cómo catalogar aquello, lo que sí sé catalogar es el color en mi rostro, roja como un tomate. Su sonrisa es complaciente, bajo mi vista avergonzada y sigo comiendo.

- E-Esta bueno –digo con voz estrangulada, quiero darme un golpe por eso. Lo escucho suspirar con pesar.

- Esto no está bien –dice de repente, levanto la vista desconcertada, su rostro esta serio, pero sus ojos muestran preocupación.

- ¿Qué es lo que no está bien? –pregunto por demás confundida.

- Esta situación –dice de forma escueta, ¿él acaso sabrá que no sé de lo que me habla? Pero no quiero parecer una tonta despistada, así que no le preguntaré a que se refiere.

- ¿Por qué? –pregunto lo que me parece, una buena continuación de la conversación, y bueno, quiero ver si saco un poco más de información.

- Como ya dije, me gustaría que las cosas se queden como están, ahora tal vez, ya sea tarde –dice, y siento que me he perdido una parte de la conversación. Lo veo desconcertada, más que nada, porque sigo sin entender de lo que está hablando; así que no le respondo y sigo comiendo mi semifreddo.

Cuando terminamos, Daied hace un gesto con la mano para llamar al mesero y que le traiga la cuenta.

- Aquí tiene su cuenta signore, esperamos verlos de nuevo por aquí –dice con una sonrisa amistosa. Daied toma la cuenta, deposita el dinero en la bandeja, se la entrega al mesero y este se va.

Daied:

Cuando estoy cerca del cine, observo una figura conocida parada en la entrada. Mi corazón se acelera con la imagen, la observo con fascinación, es más hermosa que cualquier demonio, o incluso, la misma Afrodita.

Camino acortando el espacio, hasta que ella nota mi presencia. Observa mi atuendo, y por su expresión, se que esta asombrada, y tal vez, algo más.

- Hola Kareelle, ¿llevas mucho tiempo esperando? –digo suave, intentando que no se me note lo embelesado que me encuentro por su presencia.

- No, recién llegue, te ves muy bien –dice y le miro sonrojarse de manera leve.

- Lo mismo digo, te ves muy guapa –ella se sonroja, de una forma adorable.

- Sera mejor comprar las entradas –dice antes de caminar hacia el cine.

- Claro –digo dirigiéndonos a la taquilla.

- Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlos?

- Dos entradas para Hasta que la muerte nos separé, por favor –dice en tono cortes. La joven que se encarga de las entradas no aparta su vista de mí; sólo me doy cuenta unos breves instantes, puesto que toda mi atención está en la pequeña chica frente a mí. Observo a Kareelle viéndome de reojo; nuestras miradas encontrándose por unos segundos. Ella deja caer los hombros, ¿aliviada?

- Claro, son siete libras y ochenta y tres pee –dice la joven sin dejar de observarme. Saco el dinero en cuanto veo a Kareelle abriendo su bolso. Sé que ella invito, pero eso no quiere decir que la deje pagar. Le extiendo el dinero a la joven, quien lo toma y me da mi cambio.

- Gracias, que disfruten su película –dice mientras Kareelle toma los boletos, acto seguido, nos retiramos de la fila.

- ¿Por qué pagaste? Yo te invite, así que yo iba a pagar –dice con el ceño fruncido, se ve adorable.

- Lo siento, pero un caballero jamás deja que la dama pague –digo con naturalidad, ella me observa sorprendida; cambio de tema–. ¿Te apetecen unas palomitas?

- Sí, pero sólo si dejas que sea yo la que pague –dice haciendo un poco de berrinche.

- Lo siento, pero no –digo con tono amable. Ella pone los ojos en blanco, pero creo que empieza a hacerse a la idea de que no la dejare pagar.

- ¿Y siempre eres así? ¿Nunca dejas que la chica pague? –pregunta haciendo un mohín.

- No, eres la primera chica con la que salgo –digo con sinceridad. Veo su cara de sorpresa y después, una pequeña sonrisa se dibuja en su hermoso rostro.

- Muy bien, paga tú –accede.

Caminamos hacia la dulcería, me detengo con el encargado de las palomitas.

- Unas palomitas grandes, por favor, y unos chocolatines –digo extendiéndole un billete de diez. De reojo, observo que Kareelle está ordenando en la otra caja, el encargado me da mi cambio, hago un ademan con la mano, avisándole que regreso enseguida y camino donde Kareelle. Escucho cuando la chica le dice cuanto es por el Ice; tomo el billete que me acaba de dar el joven y le pago.

- Aquí tiene –digo sin que su mala cara me afecte, puesto que aun así se ve hermosa; me encojo de hombros y ella hace un puchero en respuesta. Es bellisima.

- Aquí tiene su cambio, enseguida le doy su Ice –dice la chica sin prestar atención a la pequeña rabieta de Kareelle.

- Al menos pudiste dejarme pagar esto –dice molesta, o tal vez frustrada.

- Ya te dije que no –digo con calma, lo que ocasiona que ella se enfade.

- Pues en que siglo vives. ¡Hola!, estamos en pleno siglo XIX, una chica es muy capaz de pagar lo que consume –dice colocando las manos en su cadera.

- Aquí tiene señorita –dice la joven interrumpiendo el berrinche de Kareelle.

- Gracias –dice, y su sonrisa no puede ser más falsa. Se da la vuelta, su atención puesta en mi otra vez; vuelvo a encogerme de hombros, puesto que se cuan enojada esta, pero no puedo evitarlo, es tan adorable cuando hace berrinche.

- Me crie en otros tiempos; vamos, que la película está por comenzar –digo con un ademan de mano, señalando el camino hacia las salas. Asiente un tanto aturdida; me golpeo de forma mental debido a mi desliz.

Caminamos hasta que llegamos a la entrada de las salas, ella le entrega nuestros boletos al encargado, el cual tiene una placa con su nombre... el joven se llama Bastián.

- Hasta que la muerte nos separé, sala seis, por el corredor izquierdo –dice sin mucho ánimo.

- Gracias... Bastián –dice ella dedicándole una amable sonrisa; él asiente mientras se sonroja. La observa con apreciación, es muy poco lo que me falta para gruñir.

- Q-que disfruten la película –dice tragando saliva.

Me coloco detrás de Kareelle, evitando que Bastián la vea. No tardamos mucho en dar con la sala; entramos y nos acomodamos en los asientos de atrás.

- Parece que le gustaste a Bastián –digo, mi tono es frío y seco. No me importa que note que estoy celoso.

- ¿En verdad?, ni siquiera lo note –dice con tono inocente, abro la boca para desmentir aquello, cuando la película comienza.

Al principio de la película no me parece malo, es el típico cliché de amor. El argumento de la película es bastante pobre, después de una hora y media, observo a Kareelle intentar levantarse cuando la pantalla se pone en negro, pero se detiene al ver la imagen que aparece. Es en esta parte, cuando me doy cuenta de porque a Asbeel puso reparo en la película. Al final, la chica termina por suicidarse, en nombre del amor que le tiene al chico. ¿Es que acaso el joven no pudo decirle que fuese feliz con alguien más? En verdad que es un insulto a mi trabajo, puesto que muchos desearían una oportunidad para volver a vivir y esto, era en verdad el más grande insulto.

Me levanto antes de que las luces se enciendan, Kareelle va unos pasos detrás de mí.

- Estuvo muy buena, ¿a ti que te pareció? –pregunta emocionada.

- En efecto, es bastante buena –digo, y mi tono de voz no pudo ser más falso. Ella voltea a verme y sé que puede ver en mis ojos el disgusto que esa película me causo.

Salimos del cine y comenzamos a caminar, tengo planeado llevarla a comer a un restaurante italiano, no muy lejos de aquí.

- ¿Te apetece cenar? –observo que mi pregunta la pilla con la guardia baja.

- Sí, gracias –se sonroja de un tenue rosa–. ¿Te puedo preguntar algo?

- Adelante –digo, porqué a estas alturas, creo que le respondería cualquier cosa.

- Se que no te gusto la película, lo que no se es, ¿por qué? –dice suave, aún así puedo ver como frunce el ceño.

- No me gusta la forma en que manejan la vida y la muerte –digo sincero–, la chica lo tenía todo para vivir y decide quitarse la vida, sin detenerse a pensar en lo que puede perder. Eso es algo que no me gusta, que la gente se tome a la ligera la vida.

- Tal vez lo tenía todo, pero ella no tenía lo más importante, a él. Además, la muerte es algo que nos llega a todos, tarde o temprano y no se puede evitar –dice seria, sin un atisbo de miedo o preocupación.

- Hablas como si no le tuvieras miedo –digo sin pensar, le miro atenta.

- Eso es, porque no le tengo miedo, como ya dije, es inevitable –sentencia encogiéndose de hombros.

Cerca de un callejón, se escucha un ruido de bolsas al caer; ella se congela y se acerca a mí. El olor de su perfume y de su fragancia natural, me golpea como una oleada. De la oscuridad sale una rata bastante grande; ella grita y se aferra a mí cazadora. La observo, y puedo ver que sus ojos están cerrados, así como el miedo en su rostro. Veo a un gato salir detrás del animal.

Cuando se alejan, tomo unos breves segundos antes de informarle que se han ido.

- Tranquila Kareelle, todo está bien –digo de forma conciliadora. La observo abrir poco a poco sus hermosos ojos avellana, unos ojos que son capaces de atraparme, sin que ponga resistencia.

- ¿Viste el tamaño de esa bestia? ¡Era enorme! Qué miedo –dice temblando. Comienzo a reír debido a su tono, y a su miedo a esos indefensos animales–. ¿Puedo saber cuál es el chiste?

- Dices no tenerle miedo a la muerte, pero ves un pequeño roedor y te da miedo, es algo extraño –digo negando mientras río.

- Eso te parece gracioso, yo no le veo la gracia, es extraño, como ya dije, la vida tiende a llegar a su fin, pero esas cosas no tienen fin –dice, y puedo ver la aberración que les tiene. Sigo riendo, se que puede molestarle, pero no puedo evitarlo.

- Que teorías tan raras manejas, son muy graciosas –digo cuando me he calmado.

- Y eso que no has escuchado las descabelladas –dice con una sonrisa.

- Me gustaría escucharlas –digo imitando su sonrisa.

Mientras caminamos, Kareelle me cuenta sus teorías, tanto las raras como las descabelladas. No he parado de reír, creo que jamás me he reído tanto en mi vida, ni mortal ni demoniaca.

Sin darme cuenta, hemos llegado al restaurante, y es como lo recuerdo. Fachada rustica, en colores beige y rojo ladrillo. Por dentro, mesas redondas, con sus manteles y cubremanteles; y todo tal cual lo había visto.

Un mesero se acerca y nos conduce hasta una mesa, la cual esta ubicada en la esquina izquierda del restaurante. Retiro la silla para que Kareelle pueda sentarse. Me muevo a mi asiento, que esta frente al suyo; y me siento. El mesero nos extiende la carta.

- Gracias –respondo con cortesía; ella le sonríe y asiente. Observo que ve su menú, así que la imito y comienzo a ver el mío, no tardo más de unos segundos en decidir qué voy a ordenar, la salsiccia fusilli. Teniendo en cuenta que Kareelle aún es menor de edad, me abstendré de pedir vino. Hago la seña al mesero para que se acerque.

- Están listos para ordenar –dice en tono amable mientras saca su comanda y una pluma.

- ¿Kareelle? –pregunto llamando su atención, puesto que aún observa el menú.

- Me gustaría ordenar los macarrones con cuatro quesos y una coca-cola, por favor –le sonríe dejando la carta en la mesa.

- Enseguida y ¿usted signore? –dice con falso acento, intento no reírme.

- La salsiccia fusilli y una coca-cola, grazie –digo en italiano, sin poder evitarlo. No había pensado en una bebida, así que pedir lo mismo que ella, me parece una opción viable.

- Enseguida –dice anotando lo que le hemos ordenado en una pequeña libreta antes de retirarse.

- Que bien pronuncias el italiano –dice con una sonrisa de lado.

- Mis padres son italianos –digo haciendo sonar que aún viven.

- Ya veo; te puedo preguntar otra cosa –ella me observa con fijeza, de una manera que, sea lo que sea que pregunte; no me negaré.

- Claro, lo que quieras –digo sin poder evitarlo, porqué es cierto, ella puede pedirme lo que quiera.

- Espero que no me lo tomes a mal pero, ¿por qué antes no habías salido con una chica? Porque estoy segura que te habrás visto en un espejo –dice seria, pero en sus ojos puedo ver que desea retirar la mirada, tal vez, por miedo a sonrojarse. Antes de que pueda contestar a su pregunta, el mesero nos interrumpe.

- Aquí tienen sus bebidas, en seguida regreso con su comida –dice el mesero colocando las botellas de coca-cola y dos vasos de cristal con hielo, nos sonríe y se retira. Tomo una de las botellas y uno de los vasos; vierto con cuidado el líquido y se lo paso a Kareelle. Hago lo mismo con la otra botella, y coloco el vaso frente a mí.

- Gracias –dice con una pequeña sonrisa.

- De nada. Sobre tu pregunta de hace un momento –digo después de beber un poco de mi soda–, como habrás notado, soy algo tímido, si tú no me hubieses invitado al cine, estaría en mi casa leyendo o estudiando.

- Aquí tienen su orden –dice el mesero interrumpiendo lo que sea que Kareelle quiera agregar–, para la signorina, macarrones con cuatro quesos y para el signore, la salsiccia fusilli, bon appetit.

- Grazie –digo sin apartar la vista de Kareelle.

- Gracias –dice ella observando su comida.

- Recuerdas que me dijiste que no te pegaba para nada la descripción del cachorrito –dice en cuanto el mesero se ha retirado.

- Sí, pero no se que tenga que ver –digo un tanto confuso, en verdad no sé que tenga que ver con todo esto.

- Pues te pega y de maravilla –dice con una sonrisa, comienzo a reír por la ocurrencia.

- Sera mejor que te deje comer –digo con una sonrisa, que es lo que queda de mi risa.

- ¿Puedo preguntarte algo? –dice después de beber de su soda–, si no te molesta, claro.

- Adelante –digo con resignación, ¿de verdad esperaba qué se quedará tranquila?

- ¿Hay alguna chica que te guste? –pregunta bajando la vista. Mi corazón palpita ante esa pregunta tan directa, pero claro, la respuesta no puede ser tan directa.

- Sí –respondo con tono alegre, porqué claro, me alegra decir que estoy enamorado. ¿Quién lo diría, no?

- ¿Estudia en el Truro College? –pregunta, supongo que intenta descubrir quién es.

- Sí –digo sin revelar más, no puede saber que es ella.

- ¿Esta en nuestro grupo? –pregunta, y su tono es insistente, laa ventaja, es que hay cerca de quince jóvenes en nuestro grupo.

- Sí –digo con el mismo tono alegre.

- ¿La conozco? –pregunta, la curiosidad, y otro sentimiento que no puedo reconocer; aparecen en su melodiosa voz.

- Sí –respondo con tranquilidad.

- ¿Podría saber quién es? –pregunta con una sonrisa un poco falsa, a mi parecer.

- Lo siento, pero no –digo con tono tranquilo, no puedo decirle que ella es la joven de la que estoy enamorado, porqué al confesarle eso, tendría que contarle lo demás, y no sé cómo reaccionaría.

- ¿Por qué no? Si crees que le voy a decir, yo no... –empieza ella a decir, incluso le veo moviendo la cabeza.

- Es un secreto y estoy seguro que no le contarías, pero es mejor que las cosas se queden como están –digo en tono serio; comienzo a comer dejando zanjado el asunto.

Después de un rato, el mesero vuelve para retirar los platos.

- ¿Desean ordenar algún postre? –dice sacando su comanda y pluma tras acomodar los platos en la charola.

- ¿Kareelle? –pregunto sin volverme hacia el mesero.

- Me gustaría el semiffredo di terrone, por favor –deja la carga sobre la mesa y le sonríe.

- ¿Usted signore? –me mira tras anotar el pedido de Kareelle.

- Panna cotta con culis di fragole, per favore –coloco la carta cerca de él, las toma y las coloca en la charola.

- Enseguida –anota mi pedido, y acto seguido, se va.

- Serías tan amable de permitirme ayudarte a pagar la cuenta –dice, y hay algo en su voz que me dice que hará un puchero si no accedo, eso será lindo de ver. Clavo mi vista en ella, dejándole claro la respuesta.

- Ya te lo dije, un caballero no permite que la dama pague –digo con tono casual, puesto que quiero lograr que haga un puchero. Ella lo hace, además de que saca su lengua y me la muestra; comienzo a reír.

- No es gracioso –dice haciendo un mohín.

- Para mí sí que lo es, me gusta mucho verte haciendo esos gestos –digo con una sonrisa, no pudiendo contener ese sentimiento. Se sonroja, y abre la boca para replicar, pero el mesero llega a interrumpir, de nuevo.

- Aquí tiene, semifreddo di terrone para la signorina, y panna cotta con culis di fragole para el signore, bon appetit –dice antes de irse. La observo tomar el tenedor, mientras ve el postre con fascinación, yo la observo a ella con la misma fascinación.

- Eshta delishiosho –dice después de llevarse un pedazo a su tentadora boca–, aunque el tuyo también tiene buena pinta –dice después de tragar.

- ¿Te gustaría probarlo? –pregunto sin dejar salir lo emocionado que estoy; asiente en respuesta. Veo que levanta su brazo en mi dirección, así que me muevo más rápido, quiero disfrutar de este momento–. Entonces, abre la boca –digo en tono suave, tal vez demasiado suave. Hace lo que le pido y abre la boca; con cuidado depósito el pedazo de panna cotta en su boca; la observo cerrar los ojos, debido al placer que el postre le provoca. Ella abre los ojos y me observa; su rostro se vuelve de color rojo intenso. Sonrío complaciente, ella baja la vista avergonzada, y sigue comiendo.

 - E-Esta bueno –dice, su voz sale estrangulada. Suspiro con pesar, esto esta llegando demasiado lejos.

- Esto no está bien –digo, ella alza el rostro confundida, tanto por mis palabras, como por la forma tan repentina en que lo he dicho.

- ¿Qué es lo que no está bien? –dice, y de verdad parece bastante confundida.

- Esta situación –digo intentando que mi voz no suene decepcionada por tener que renunciar a esto.

- ¿Por qué? –pregunta confundida.

- Como ya dije, me gustaría que las cosas se queden como están, ahora tal vez, ya sea tarde –ella me observa confundida, muy confundida, no dice nada y sigue comiendo. No sé qué hacer o pensar acerca de esto.

Cuando terminamos, le hago una seña al mesero para que traiga la cuenta.

- Aquí tiene su cuenta signore, esperamos verlos de nuevo por aquí –dice con una sonrisa amistosa. Tomo la carpeta, observo el precio y coloco el dinero; se la entrego al mesero y este se va.

[1] Pee es la forma para referirse a los penique en KU.

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