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Catherine parecía ansiosa ante la noticia que anunciaba la llegada de Andrew Sterlingh, mientras su madre y su hermana escuchaban atentamente como su mejor amigo Kit hablaba con el capitán Alessandro acerca de unas jugosas inversiones para el proyecto de su buen amigo. Catherine moría de ganas por marcharse a casa pero ante la insistencia de Kit por quedarse a tomar un poco de té y las malas miradas que le aventaron su madre y hermana, no tuvo más opción que aceptar tal propuesta. Y ahora se encontraba sentada en uno de los lujosos sillones dentro de la estancia capitular que los Revensly habían mandado a adornar con un estilo cómodo pero gótico para el gusto de ella. Toda aquella situación le pareció poco juiciosa debido a que su madre casi se atraganta cuando escuchó que Kit pensaba hacer otra cuantiosa inversión y parecía interesado en volver a hacerlo por mucho tiempo. Mientras que su hermana descaradamente le aventaba miraditas al capitán Alessandro; quien no le prestaba la mínima atención y eso ponía de mal humor a la arpía de Adela.

Sin embargo, justo cuando Catherine pensaba que si estaba un segundo más en aquella casa enorme, se ahogaría, las conversaciones sobre negocios tocaron a su fin. Alessandro se retiró a un silencioso rincón cerca del hogar para reordenar sus ideas y poder admirar la belleza de lady Catherine con toda comodidad y tranquilidad que se requería cuando un hombre admira tanta belleza junta. Fiel a una táctica que utilizaba para conquistar a las mujeres, decidió mantenerse al margen de toda conversación que iniciaran aquellas tres mujeres y su viejo amigo.

—Lamento haberlas hecho esperar y más aún obligarlas a presenciar temas de poco interés por unas damas como ustedes —comenta Kit dándole un sorbo a su té al tiempo que una ligera sonrisa se dibuja en sus labios, misma que solo fue capturada por los ojos observadores de Catherine.

—¡Oh, no se preocupe Archiduque Revensly! —Exclama la señora Griftonn obligándose a poner la mejor cara posible para tratar de ocultar sus verdaderas intenciones—. Me disculpo por tal atrevimiento de mi parte y...

—Hemos venido hasta aquí, caminando, porque ha habido un error en la invitación que le ha hecho llegar a mi hermana mayor —indica Adela muy a pesar de los presentes.

—Adela... —habla Catherine lamentando lo que vendría si su buen amigo Kit no aceptaba invitarlas.

—¿Y puedo saber cuál ha sido ese error tan atroz que las hizo venir hasta mi humilde hogar, ignorando la distancia y el título que nos separa? —la mirada de Kit comenzó a estudiar a sus invitadas deteniéndose repentinamente en cuanto vislumbró a su hermana Enriqueta, menor que él por dos años, saliendo de un biombo de seda oriental situado junto a los grandes ventanales que poseía aquella estancia principal, y de la que tenía prohibida toda entrada.

—Querido hermano, no me has avisado que teníamos visitas —menciona lady Enriqueta; una muchacha de una belleza simple pero llamativa, diferente a su hermano, quien había heredado lo chismosa e imprudente de su madre, y el gusto exquisito de su padre el Archiduque Revensly, poseedora de unos bellos ojos oscuros, pestañas alargadas y una piel ligeramente tostada, había decidido no contraer matrimonio con nadie ya que tenía la firme creencia que nadie era más rico que ella por estos andares y al ser la consentida de la familia, siempre se salía con la suya.

—Hermana, como puedes darte cuenta son mis invitados y tú no deberías entrar a esta sala —le indica Kit agarrando su delicado brazo y llevándola a rastras hacia la salida—. Cuando termine hablaremos.

—Os pido una disculpa por mi intromisión —Enriqueta se suelta de las garras de su hermano y les avienta una mortífera y desdeñosa mirada a las Griftonn, en especial a Catherine—. Hasta luego.

Alessandro, quien permanecía en silencio, recordó aquellos tiempos en los que ambos tuvieron un pequeño romance que no duró poco más del verano, aquella mujer era verdaderamente peligrosa, caprichosa y altanera, cualidades que sin duda la llevarían a tener una buena amistad con aquella chica Adela, a quien había percibido de la misma forma; ¡ambas víboras ambiciosas! En especial la chiquilla descarada con aquel vestido de color bronce, mucho más hermoso y que el que traía puesto lady Catherine, si no supiera que son familia pensaría que era la moza de aquellas dos mujeres. El vestido de la bruja que le había robado el corazón la engullía como un oscuro y pesado nubarrón de lluvia, pero si uno le prestaba la atención debida, con aquel cabello rubio parecía un sol de bronce dorado poniéndose sobre el Nilo, sus ojos azules eran todo un poema iluminando a los presentes como si de ellos emanaran rayos de calor.

—Siento mucho lo ocurrido, mi hermana a pesar de ser una dama educada, sigue comportándose en algunas ocasiones como una niña pequeña —Kit explica mientras se detiene a intercambiar algunas miradas con Catherine.

—Nosotras somos las que te debemos una disculpa Kit —comenta Catherine clavando su ávida mirada sobre su amigo e ignorando aquellos ojos grises que no se habían apartado de encima de ella desde que llegó.

Alessandro, sin embargo, no dejaba de estudiar cada detalle de lady Catherine, ¿acaso se estaba enamorando? ¿Esto era a lo que se referían los poetas cuando hablaban del amor? en todos sus años como capitán del ejército rebelde había tenido a todas las mujeres que quisiera a sus pies y en su lecho no le faltaba un cuerpo que le ofreciera calor y deseo, pero aquella mujer rubia de ojos azules, por alguna extraña razón lo volvía loco. Sus grises ojos repararon en la forma en que la vívida tela de su vestido contrastaba con sus pálidos hombros, complementando a su vez las resplandecientes ondas rubias de su cabello, recogidas en un torpe y no bien hecho trenzado griego. Pero toda aquella belleza salvaje solo hacía que la deseara más y que no dejara de pensar en tenerla debajo de su ardiente cuerpo.

—Pero díganme —continuó Kit con ojos de querer divertirse— ¿cuál ha sido ese grave error del que Adela habla?

—Mi hija Catherine —comienza a hablar la señora Griftonn con impaciencia—. Recibió hoy mismo una invitación en la que proclama su presencia mañana por la noche para su fiesta de cumpleaños.

—Eso es cierto, no veo cual es el problema, si cada año ha sido una invitada muy querida por mí y por mi familia —contesta Kit con toda la intención de sacar a esas mujeres de su hogar, con excepción de Catherine, de quien disfrutaba de su presencia.

—El problema Kit...

—Para ustedes soy el Archiduque Revensly, solo a mis más allegados y queridos amigos les permito llamarme por mi nombre de pila —las corrige Kit guiñándole discretamente un ojo a Catherine, puesto que él estaba enterado del mal trato que siempre le han dado esas dos.

—Tiene razón Archiduque Revensly, os pido una sincera disculpa, lo que intento decir es...

—Que no me ha invitado a mí —interrumpe de mala gana Adela, quien comenzaba a hartarse al no poder llamar la atención del capitán Stanton y dándose cuenta que este estaba embelesado con su hermana—. Estoy en la edad de encontrar un buen marido de gran fortuna, y un baile de tal abolengo me daría la oportunidad sin duda de que más de un caballero pose sus ojos en mí.

Kit suelta indudablemente una carcajada que resuena por toda la estancia y que pone los nervios de punta a la madre de Catherine.

—Disculpen una vez más pero no he podido evitar reírme ante tal sugerencia —Kit se pone de pie—. Me temo que seguramente pensaron que por la amistad que llevamos Catherine y yo, ustedes tendrían un trato especial, pero...

—Así es Archiduque Revensly —confirma la señora Griftonn con ojos chispeantes.

—¡No he terminado señora Griftonn! —Exclama Kit con un enojo aparente—. Debe ser una desdicha para el señor Griftonn tener a una esposa y a una hija tan maleducadas.

—En eso estoy de acuerdo Kit —habla Adela dirigiéndose con toda imprudencia hacia él y teniendo el descontrol de colocar una de sus manos sobre su hombro—. Mi hermana suele ser un poco mojigata y taimada...

Catherine guardó silencio apenada por que el capitán Alessandro fuera espectador de tan terrible comportamiento y palabras de su madre y hermana menor.

—Creo que ha sido un grave error de mi parte por no dirigir bien mi comentario —Kit le avienta bruscamente su mano y enseguida se acerca a Catherine, tocando tiernamente su mentón para levantar la mirada de esta—. Catherine es una dama en toda la extensión de la palabra, me refería a vos, Adela.

—¡Esto es inconcebible! —chilla Adela colocando una de sus manos en el pecho y simulando dramáticamente como si fuera a darle algún paro cardiaco.

—Te equivocas querida, lo que es inconcebible es que ustedes dos se atrevan a venir mi hogar obligando a Catherine, con otras intenciones que no son más que querer colarse en una fiesta en donde está claro no son bienvenidas —bramó Kit.

—No soy tu querida y mi hermana os ha engañado a todos, ella no es más que una sucia taimada que solo busca calentar el lecho de...

La rabieta de Adela se vio interrumpida debido a un fuerte bofetón por parte de su madre, Alessandro; quien ya se había acercado a ellos con los puños cerrados, estuvo a punto de darle unos buenos azotes pero agradeció mentalmente que fuera su madre quien detuviera semejante escándalo y la barbarie de sus comentarios.

—Siento mucho que creyera eso de nosotras, no hemos obligado a mi hija Catherine a venir, de hecho ella ha sido quien lo propuso y nosotras vimos la oportunidad queriéndola tomar —la señora Griftonn hizo una ligera inclinación de cabeza—. Pero aclarado que solo mi hija mayor es quien está invitada, creo que no hay razón alguna por la cual debamos quedarnos.

Catherine no podía creer la sarta de mentiras que estaba diciendo su madre, intentando parecer dolida por el trato que Kit tenía hacia ellas y con la esperanza de hacerlo cambiar de opinión, pero lo que ellas aún no entendían era que cuando algo se le metía a la cabeza a su fiel amigo y peor aún, cuando alguien no le caía nada bien, podía llegar a ser una verdadera amenaza.

—Es lo mejor señora, ordenaré que un carruaje las lleve a su morada en consideración de Catherine —responde Kit asesinándolas con la mirada y sabiendo que el odio era mutuo.

—Si me permiten hablar, me gustaría cruzar unas cuantas palabras con lady Catherine antes de que se marchen —interrumpe Alessandro con toda la intención de no dejarla ir tan fácil.

—¿Y usted qué tiene que hablar con mi hija? —pregunta la señora Griftonn desdeñosamente.

—Eso es algo que solo lo tiene que saber lady Catherine —Alessandro se acerca a ella y tomando su mano, hace una inclinación y le vuelve a besar la mano rasposa, puesto que no llevaban guantes, no podían permitírselos.

—Yo... —Catherine sentía como las palabras se acumulaban en su garganta.

—Bien, los dejaremos solos un momento, mientras esperaremos afuera —sugiere Kit al darse cuenta de las intenciones de su amigo, más tarde tendría que hablar con él y decirle quién era realmente Catherine Griftonn, y lo inalcanzable que estaba su amiga para él.

—Pero... —la madre de Catherine le avienta una mortífera mirada a Kit—. No pienso dejar a mi hija con un hombre que es un capitán y un completo desconocido.

—Oh, vamos señora Griftonn, deje respirar un poco a Catherine, lo necesita, sean tan amables de seguirme.

—¡Qué horrible trato, nos sacan como si fuéramos la plebe! —grita Adela entre lágrimas obedeciendo a su madre.

Catherine no había podido negarse o aceptar, se quedó muda sintiéndose avergonzada y vulnerable ante aquel hombre de ojos grises. Alessandro, consciente de la incomodidad notoria de ella, soltó un suspiro pasándose una mano por el pelo, ¿cuántas veces había imaginado que pasaba los dedos, la boca, por aquella piel suave y sedosa en el tiempo que estuvo comiéndosela con la mirada? Más de las que tenía el sincero atrevimiento de reconocer. Ante sus ojos ella era adalid de todas las cosas buenas y deliciosas que pudieran existir en el basto mundo. Lady Catherine era una dama perfecta en todo el sentido de la palabra.

—Disculpe mi atrevimiento señor, pero ¿qué era eso tan importante que tenía para decirme? —pregunta Catherine con un hilo de voz apenas reconocible.

—No seamos ignorantes, sé que me has reconocido y yo a ti desde que te vi —Alessandro estaba maravillado con la dulce voz de aquella mujer, ¿acaso no tenía algún defecto?

—Jamás olvidaría al hombre tan vil que tuvo la indecencia de robarme mi primer beso —Catherine da dos pasos atrás para colocar toda la distancia posible entre ellos.

—Viéndolo desde su punto de vista entiendo su molestia hacia mi persona, pero debo confesar que no me arrepiento de haberlo hecho, puesto que sus labios son lo más exquisito que he probado —Alessandro da dos pasos hacia adelante, mismos que ella se alejó, para acortar distancia.

—Usted es el capitán del ejército rebelde según lo que dice mi amigo Kit, así que debe ser como esos bárbaros que solo toman lo que quieren de muchachas inocentes como yo, le pido de favor que no me vuelva a dirigir la palabra, no me gustaría tener que darle un nuevo golpe —esta vez Catherine no se movió, ya que si lo hacía, aquel hombre volvería a acercarse a ella una vez más.

—¡Pero qué mal catalogados nos tiene la sociedad! —Alessandro suelta una carcajada—. Si me lo permite... quiero ser sincero con usted, me gusta, y mucho, más de lo que se puede imaginar, no voy a negar que siempre me encuentro rodeado de mujeres que me quieren complacer, nunca me ha faltado quien me caliente el lecho pero con usted es distinto, he notado que no cae ante mis encantos y eso me sugiere todo un reto, mismo que no pienso perder.

—¡¿Solo soy un reto para usted?! —Catherine cierra los puños pero sabiendo las consecuencias que tendría darle un buen golpe como su amigo Kit le enseñó en secreto, decidió volver a ser la delicada dama que todos deseaban ver—. Me temo que he confirmado que ustedes los de la alta alcurnia solo ven a las muchachas pobres como yo de ese modo, os doy el consejo de que no pierda su tiempo conmigo, no soy mujer digna para un hombre como usted, además hay algo que me impide no ver a otros hombres.

Alessandro sabía muy bien que él no era lo bastante bueno para ella, a pesar de ser dueño de unas tierras lo bastante lejos de la sociedad, de ser dueño y señor de una casa enorme en dicha y de tres propiedades más. Poseedor de una jugosa cantidad de dinero que con los años ha sabido hacer crecer, socialmente se sentía un mendigo admirándola. Sin embargo, ni su mente ni su sentido común tenían ya el control sobre sus actos. No sabía a qué se refería con aquel impedimento pero él estaba consiente hasta ahora que ella era libre y seguiría atesorando la relación platónica que estaba floreciendo con más fuerza desde que la besó por primera vez. Parecía un crío detrás de un nuevo pasatiempo, Catherine tenía que ser suya, ya que sus sentimientos eran más profundos de lo que limitaba una mera amistad y ahora, al estar cerca de ella no encontraba forma humana para acallar su corazón.

Aunque no dejó de maldecir su pasado oscuro, el noble linaje de ella, y todo...

—Lady Catherine, lamento no haberme expresado bien, pero la emoción ha capturado mis pensamientos llevando por un rumbo equivocado el significado de lo que realmente quería decir.

Catherine estuvo a punto de abrir la boca cuando su buen amigo Kit irrumpió en la sala con molestia.

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