Capítulo cuarenta y siete

La vida volvió a su cauce. La falta de muertes en el río hizo que el interés bajara y los medios de comunicación se enfocaron en otras cosas. Por supuesto hubo ascensos, incluso Freire aparecía en el listado de ellos, pero a él le gustaba hacer lo que hacía, no quería pasarse el día encerrado en un despacho supervisando a agentes noveles. Él quería estar fuera, en la acción. Disfrutaba con ello.

Llegó a casa después de un largo día revisando casos que se habían acumulado sobre su escritorio. Ahora le apetecía algo menos complicado, algo más fácil, un culpable obvio, de esos que aparecen al abrir la carpeta.

Abrió la puerta, ya escuchaba el ruido de su nuevo compañero de piso. Lo había pensado mucho y muy detenidamente, hasta que al final tomó la decisión correcta. Aunque sería complicado cuando tuviera que irse de casa, pero lo tenía bien gestionado para que nunca estuviera solo.

— Hola Boby — saludó a su perro cuando este se agarró a su pierna moviendo la cola con locura. Era la mejo
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