Rolando de Cortés y su alma
Rolando de Cortés y su alma
Por: Fede Rol
I.-Media Noche.

La noche cubre mi habitación, todos ya se fueron a dormir. Solo el eco del reloj de las escaleras retumba por la casa. Llevo horas acostado con los ojos cerrados. A pesar de estar tapado, puedo sentir con cada segundo que pasa como se enfría mi habitación más y más. 

Con sus doce campanadas el reloj marca la llegada de la media noche. Lo escucho a la distancia, entre sueños. Siento mi cuerpo flotando, como si abandonara mi cama y estuviera en un limbo.   

Me siento observado. El viento sopla tranquilo, produciendo un leve sonido. La sensación de ya no estar solo recorre mi cuerpo como un escalofrío. 

Me concentro en el sonido del viento. Escuchando su calma al ir y venir. Lo puedo sentir inundando todo a mí alrededor. 

Respiro profundo. Inhalo, exhalo. Me doy cuenta que no es el viento lo que estoy escuchando. Es alguien respirando con mucha calma desde la puerta.

Algo golpea el piso de madera provocando un sonido hueco que retumba. La respiración se escucha más cerca, otro golpe en el piso, cada vez se acerca más, acompañada con el golpeteo. Una gota de sudor gélido recorre mi frente, las palmas de las manos entumecidas me sudan sin control. El sudor me recorre el pecho, el estómago, las piernas, los brazos, dejando a su paso la sensación fría del miedo. Estoy petrificado, no quiero abrir los ojos. El sonido hueco está cada vez más cerca. Hasta que por fin se detiene. Es entonces cuando siento la respiración sobre mi cama. Y en un susurro, alguien me llama.

Beep, Beep, Beep. 

Suena la alarma del celular, son las 5 a.m. Sobre el tocador está acomodado mi uniforme de la escuela. Me pongo una camiseta porque la tela de la camisa es áspera, el suéter tejido me pica, los pantalones del uniforme son rígidos, los calcetines me llegan hasta las pantorrillas, los zapatos negros aún tengo que moldearlos. Nunca me ha gustado la idea de que todos tengamos que usar la misma ropa, de la misma manera. Es un crimen que nos priven de la posibilidad de expresarnos. Abro la puerta, las luces del pasillo, de la escalera y de abajo, ya están encendidas. La recamara de mi bisabuela, Anny, tiene la puerta y las cortinas abiertas.  

Bajo al comedor, hay fruta picada en la mesa. Anny, está desayunando. Me ve bajar y me sonríe. 

-Buenos días Rol -me saluda -te preparé unos huevos estrellados y pan tostado, están en la cocina. También hay café recién hecho. 

Le sonrío agradecido por el desayuno mientras me siento a la mesa. Anny me sirve un plato de fruta, sabe que no me gusta pero dice que es buena para la salud, me la como lo más rápido posible sin ponerle mucha atención.  El reloj de la escalera marca las 6 a.m. El timbre suena tres veces.

-Suerte en tu primer día de clases. 

Tomo mi mochila, salgo de la casa para encontrarme con mi abuelo en la puerta. Inclino el asiento de copiloto, mi abuelo viene escuchando al mismo locutor de siempre en 85.5 a.m.                            

–Hubo un incendio en las costas.

Dejo de escucharlo al ponerme mis audífonos, prefiero escuchar hip-hop que las noticias. En silencio nos hacemos compañía camino a la escuela.

El coche se detiene, mi abuelo me sacude del brazo para despertarme. 

-Ya es hora.  

Tomo mi mochila, bajo del coche.  

-Te veo a las 14:30 

-Sí abuelo -le contesto mientras entro al colegio.

En la entrada de la escuela hay un maestro recibiendo a los alumnos. Me acerco a él para preguntarle dónde está el salón de clases 4B. El patio de la escuela es amplio. Cruzo una cancha de basquetbol antes de llegar al salón de clases. 

Adentro está a obscuras, se escucha un golpeteo constante. Es un compañero sentado al fondo, en el penúltimo lugar de la penúltima fila. Estoy seguro que no se ha dado cuenta que entré, no creo que le importe mucho. 

Tiene la cabeza metida entre los brazos, recargada en la paleta de su escritorio, con la capucha de la sudadera puesta. Es delgado y pequeño. Aún más, con la ropa que le queda holgada. En la obscuridad del salón, parecería un montículo de ropa arrumbada, si no fuera por los dedos pequeños y delgados que salen de una manga, golpean en el escritorio al ritmo de una canción. 

Me siento en la última banca de la última fila.  Casi junto a él. Puedo ver los cables de sus audífonos sobresalir de la bolsa de su pantalón. Me pongo mis audífonos esperando a que empiece mi primera clase del día. 

La maestra de Lengua entra pidiendo al salón que nos presentemos, por nombre, qué hicimos en el verano y una actividad que nos guste realizar, Empezando por la compañera que se sienta frente al escritorio de la maestra, sentada a contra esquina a donde yo estoy sentado. 

Mientras mi compañera habla lo único en lo que me puedo concentrar es el uniforme horrible que hacen que las niñas usen en la escuela. La misma camisa y suéter que los hombres traemos puesta, acompañada de una falda a cuadros de la cintura hasta los tobillos, con medias blancas y zapatos negros.  

Somos poco más de 30 alumnos, la clase de Lengua finaliza sin que terminemos de presentarnos. Entra el maestro de física, azota los libros que trae en la mano en su escritorio, se presenta de manera enérgica. Dejando en claro que mientras el esté en el salón es el único con autoridad.

Saca la lista del salón mientras pregunta si ya nos presentamos. Nos pide que continuemos en el compañero que fue el último en presentarse. Los únicos nuevos del salón son dos compañeras y yo. 

Terminan las clases de la mañana, los hombres del salón se acercan a las dos compañeras nuevas como moscas, excepto el que estaba acostado en su banca. Él se queda sentado sin hablar. 

Salgo a la cafetería a comprar algo de comer. Mi primer recreo, solo observo a mis compañeros de escuela entrar y salir de la cafetería. Todos platican de qué hicieron en el verano y hacen planes para el fin de semana.

Suena la campana indicando que terminó el recreo. Levanto mis cosas de la mesa donde me senté y camino hacia el salón.  Igual de rápido pasan las clases y dan las 14:30. La dinámica de los padres de familia que recogen a sus hijos es formarse a la puerta de la escuela. De esa manera, el profesor podrá nombrarnos según vayan llegando. 

Soy el primero en ser nombrado a la puerta, a mi abuelo siempre le ha gustado ser puntual. No me sorprende que haya sido el primero en llegar. Salgo de la escuela y me subo al coche. 

-¿Cómo estuvo tu primer día?

-Bien. 

-Te traje una tortuga. 

Abre el compartimento entre los asientos y saca una torta de jamón con queso. Para comer algo en lo que llegamos a la casa. 

Al llegar, Anny ya tiene la comida servida en la mesa. Ella, mi tía bisabuela, Ofe y mi hermana bebé, Dana, ya están a la mesa esperándome para que comamos todos en familia. 

-¿Qué te pareció la escuela?- Pregunta Anny.

-Bien.

-¿Hiciste amigos?

-Aún no conozco a nadie.

-Ya irás haciendo nuevos amigos-. Me sonríe Anny mientras le da de comer en la boca a Dana.

-¿No va a venir a comer mi hermano?- Le pregunto a Anny mientras tomo un trozo de carne del centro de la mesa.

-Tu mamá tuvo que quedarse más tiempo en el trabajo y tu hermano se quedó con ella.

El reloj de la escalera marca las diez de la noche, me preparo para acostarme a dormir. Apago las luces, me arropo en la cama. Es una noche tranquila, cálida. La luz de la luna ilumina mi cuarto. Me acuesto de lado para poder ver la luna a través de la ventana. 

El viento sopla fuerte, puedo escuchar el árbol del patio trasero moverse al ritmo del viento. Respiro profundo con el sentimiento de paz que comparte la noche. Poco a poco mis ojos se van cerrando, puedo sentir la luz de la luna que ilumina mi cuarto desvaneciéndose, para dejar lugar a la obscuridad de mis párpados mientras me voy quedando dormido.

El reloj de la escalera marca con sus campanadas las doce de la noche. Como si el reloj me despertara a medias soy consciente de mi cuerpo y de mi mente. Pero ya no puedo sentir la luz de la luna. Ni escucho el viento golpeando las ramas del árbol. El tic, toc, del reloj, también dejó de escucharse.

Siento como se llena mi habitación de aire. Que se enfría más a cada momento. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Escucho la puerta crujir, un golpe seco en el piso, acompañado de la misma respiración de ayer. No puedo comprobar que sea la misma, pero se que lo es. 

El miedo se va apoderando de mí. No puedo moverme y no quiero abrir los ojos. Trato de concentrarme en algo más, pero es como si la respiración estuviera en mi mente y no me deja escuchar, ni pensar. Inhalo, exhalo tratando de relajarme y volver a dormir. Escucho de nuevo el golpe seco en el suelo, la respiración más cerca. En mi estómago se forma un vacío, en mi frente comienza a desbordarse el sudor frío.

Otro golpe seco en el suelo, la escucho, más cerca. No escucho nada más. Comienzo a concentrarme solo en la respiración, inhala exhala, inhala exhala, sin darme cuenta empiezo a copiar su ritmo. Inhalo al mismo tiempo, exhalo al mismo tiempo. 

Con cada respiro, dejo de sentir miedo, en su lugar comienzo a llenarme de paz, respiro un aire más ligero, el silencio se adentra en mí, las sensaciones desaparecen, la obscuridad me cubre con ella la infinita tranquilidad de la noche me arropa. 

Otro golpe seco en el piso, se acerca aún más. Ya no siento más mi cuerpo. La habitación ya no es fría ni es cálida. Ahora, solo sé que estoy.

Otro golpe seco en el piso. ¡No estoy solo! Comienzo a sentir de nuevo mi cuerpo. Ahora completamente cubierto en sudor. El frío hace que me estremezca. Me duele todo, cada músculo. No puedo moverme. Aprieto los ojos con toda mi fuerza. Los ruidos de la noche van lentamente volviendo a llenar mi habitación.

Beep, beep, beep.  

Son las 5 a.m. abro los ojos, estoy empapado en sudor. La mañana es bastante agradable, pero tengo mucho frío. Las luces del pasillo, de la escalera y de abajo ya están encendidas. La recámara de mi bisabuela tiene la puerta y las cortinas abiertas. Entro al baño, abro la llave del agua caliente. A pesar de sentir el agua hirviendo, sigo sintiendo frío. Es como si el frío proviniera de mí. 

Ya listo para irme a la escuela voy a desayunar. Anny está sentada a la mesa del comedor tomando una taza de café.  

-Buenos días Rol.- Me dice con una sonrisa en la cara. -¿Cómo amaneciste?

Aún me siento extraño por la sensación de frío. Sin mencionar lo sudado que desperté.

-No sé, hoy desperté sintiéndome raro. 

-Claro, es normal. Estás empezando a pasar por cambios, tú tranquilo. Te preparé unos huevitos estrellados con pan tostado, están en la cocina. También café recién hecho.

Los huevos ya están un poco fríos al igual que el pan tostado, el café sigue caliente. El reloj de la escalera marca las 6 a.m. El timbre suena tres veces.   

Mi abuelo me está esperando en el coche. Me recibe con una sonrisa mientras me subo. 

-¿Listo para tu segundo día de clases? –Me pregunta con un tono alegre. 

Levanto los hombros, aun no estoy seguro como me siento respecto a la escuela nueva. Recuesto el asiento del coche y cierro los ojos. Mi abuelo, pone las noticias.

-Buenos días radioescuchas, su radiofrecuencia de confianza, la que no les miente, los recibe con los brazos abiertos, abran sus oídos y prepárense a recibir las noticias como nadie más se las cuenta. Como deben de ser contadas por la mañana, de manera honesta y cordial. 

Cierro los ojos mientras me arrullan las diferentes voces de los locutores que dan los buenos días previo a dar las noticias. El coche frena de golpe, abro los ojos.

-Te noto cansado, ¿no quieres que me estacione para que puedas dormir otro rato? En lo que amanece, para que aguantes en tus clases.

-No abuelo, así está bien. Sirve que escojo mi banca donde sentarme.

-Recuerda sentarte hasta delante para que los maestros digan, ¡Ay qué bárbaro, éste es de los inteligentes!

En la escuela solo las luces del patio están encendidas. Es tan temprano que la luna sigue en el cielo. Con las luces apagadas parece que no hay nadie en los salones. Entro al salón a obscuras. Dentro solo está el mismo compañero sentado en el mismo lugar de ayer. Tiene la cabeza entre los brazos. Supongo que está dormido, así que camino en silencio hasta la banca en la que me senté ayer. Me pongo los audífonos, recargo la cabeza en la pared, cierro los ojos.

¡Deja vu! 

Un escalofrío me recorre la espalda haciendo que sacuda todo mi cuerpo. Una expresión inerte en su cara pálida. Los ojos cafés entrecerrados no se mueven, solo me observan, ni siquiera lo veo parpadear. La nariz de ganzúa pareciera ser una flecha con la que me señala. Formando una mueca de estar buscando algo. Como si fuera una cosa rara que tiene que examinar.  

-Hola soy nuevo, ayer creo que no te presentaste. Soy Rol. Extiendo la mano. 

Ignora completamente lo que le digo y mi mano, él sólo me sigue viendo fijamente. Las luces del salón se prenden, brinco en mi lugar de la sorpresa. En la puerta un compañero con el suéter remangado, la camisa blanca abierta hasta la boca del estómago, en el cuello un collar de tela con un colgante de un ancla. 

-Ni te molestes en hablarle, está loco, ese es su apodo "Loco". 

Volteo de nuevo a ver a Loco. Él vuelve a acostarse sobre la banca metiendo su cabeza entre los brazos.

-¿Eres el nuevo no?

-Sí, me puedes decir Rol. –Extiendo la mano, chocamos las palmas y después los puños.  

–Qué onda bro, yo soy Pepe. –Con las yemas de los dedos jala las puntas del cuello de la camisa.

Un cosquilleo me recorre cada vez que Loco se me queda mirando, haciendo que me sienta incómodo. Suena el timbre del recreo. Camino a la cafetería a comer algo. En cuanto me siento veo a Loco sentado a la mesa, frente a la que yo estoy. Solo observando. Me le quedo viendo, él no aparta la mirada. Así que tomo mi bandeja con comida y me siento en la misma mesa frente a él. 

-¿No te molesta que te diga Loco?  

Se levanta de la mesa y se va. Suena la campana que indica que terminó el recreo. En el salón, Loco está sentado en su banca viéndome entrar. Trato de no ponerle atención el resto de las clases. El reloj marca las 14:30, suena el timbre indicando que terminaron las clases.  

-Rolando de Cortés. -Me nombra el perfecto a la puerta de la escuela para dejarme saber que llegaron por mi. 

Junto a mí sale Loco. Se queda parado viéndome subir al coche. Desde dentro me despido moviendo la mano de lado a lado. Él sólo levanta la mano y comienza a caminar.

-¿No quiere aventón tu amigo?

-No, abuelo, él vive muy cerca de aquí.  

No tengo la menor idea de dónde vive, pero a pesar de ser mucho más chaparrito que yo, me incomoda ¿Cómo se me queda viendo? Es como si estuviera buscando algo en mí. Eso no me gusta. Me voy en silencio todo el camino sin poder quitarme de la cabeza la sensación de estar siendo observado.

-Te veo mañana a las 6:00.

No me di cuenta cuando llegamos a la casa. Están sentadas a la mesa Anny, Ofe y Dana, con la comida preparada al centro de la mesa, como de costumbre. 

-Has estado muy callado últimamente.

-No he dormido bien. 

Terminando de comer llevo los platos al fregadero, empiezo a lavar los trastes. ¿Por qué no me dejaba de ver Loco en la escuela? ¿Será que por eso le apodaron así? Subo a mi cuarto, me siento al escritorio que da a la ventana. 

La abro, el jardín está particularmente bello. El árbol de limones sembrado en la esquina siempre me ha inspirado paz. Los pajaritos que vuelan en el jardín lo llenan de sonidos vivos, las mariposas lo adornan con sus colores, un colibrí vuela juguetón entre las flores, con el ritmo del zumbido de las abejas. 

¡Craw, Craw! Doy un brinco en mi silla. Pero en el jardín ya no hay ningún animal. Busco en el cuarto a ver si no se metió un cuervo por la ventana abierta. Pero no hay nada. Supongo que me quedé soñando despierto. 

Suena el reloj marcando las diez de la noche. Me acuesto en la cama. La luna se esconde detrás de las nubes. El silencio de la noche da un aire tétrico. El graznido sigue retumbando en mi cabeza. El día ha estado lleno de emociones, ese cosquilleo que me provocaba Loco al verme es extraño y familiar. Me quedo mirando el techo. El sueño me va venciendo hasta quedarme dormido.

A la distancia escucho el reloj marcando las doce. Estoy flotando lejos de mi cama, lejos de mi cuarto, lejos de mi mundo. A mi alrededor, la nada me llena de calma. No me muevo, solo estoy aquí. A lo lejos, un astro de luz vuela juguetón en distintas direcciones. 

Una agradable brisa llega a mí, comienza a circular a mi alrededor. Me relaja por completo, sólo me dejo llevar por ella, de un lado a otro, de arriba abajo. 

Veo la luz más cerca, sigue moviéndose de manera juguetona, pero ahora la brisa me mueve a mí de la misma manera. Con cada movimiento me acerco más a la luz. Hasta que chocamos de frente, es tanto su brillo que cierro los ojos. Una chispa de calor se enciende en mi pecho, dejando que me inunde. La luz está dentro de mí, entra por mi pecho, va recorriendo cada extremidad hasta que me cubre por completo, sale de mí en una explosión. La luz lentamente se va disipando.

Estoy en la esquina de una habitación, la única luz que ilumina es la de la luna, entra por pequeños agujeros que hay en el techo. No hay paredes, solo una hilera de ladrillos en el suelo que marca la división entre cuartos. No hay puertas, ni ventanas. Es una casa en construcción.

No alcanzo a ver más que la sombra de un sillón alto y ancho. Del respaldo sobresale al centro un semicírculo ovalado, al costado derecho se ve un búho tallado y del mismo lado en el piso se ve un bulto todo de piedra.

Tac, Tac, Tac.

Al fondo hay un pasillo iluminado por la poca luz que sale de la habitación. Apenas logro distinguir un barandal. 

Tac, Tac, Tac.

Se escucha el ruido de algo muy pesado subiendo escaleras.

TacTacTac.

El ruido está cada vez más cerca, el piso en el que estoy comienza a temblar. Es casi imposible ver que hay más allá del umbral de la puerta. 

Una nube de vapor comienza a entrar en la habitación cubriéndolo todo. 

TAC, TAC, TAC.

El sonido se detiene en la puerta, mientras el vapor entra a bocanadas. Del umbral de la puerta entra un hombre muy pequeño sosteniendo un bastón entre sus manos. A través del vapor comienza a asomarse el hocico de un toro, con un arete al centro. Sus ojos grandes se ven rojos por la luz. Tiene un aspecto desaliñado, el pelo despeinado. Mueve su cabeza buscando algo. El hombre del bastón se queda al pie de la puerta, voltea a ver al toro y hace un ademán de que se retire con la mano. El toro da la media vuelta yéndose por el pasillo. 

Tac, Tac, Tac.

El suelo se estruja con cada paso que da, tiembla mientras se aleja. El hombre del bastón se para frente al sillón. Con el bastón golpea el piso. Se escucha un sonido hueco, inmediatamente reconozco la respiración que he escuchado los últimos días a media noche.

No siento miedo, sino mucha curiosidad por ver a quién pertenece esa respiración. Trato de caminar, pero no puedo moverme. Del respaldo del sillón se levanta una mano de piedra. Es completamente negra. El bulto que estaba echado junto al sillón se levanta y comienza a gruñir. ¡Es un xoloescuincle! 

Se escucha el tronido de piedra tallándose contra sí misma. El búho que está posado en el respaldo del sillón gira su cabeza. Las plumas son completamente negras, de piedra. Los ojos son dos piedras hermosas que brillan en la obscuridad. El pico es de oro. Del sobresalto no puedo evitar pegar un brinco, el búho sale volando directo hacia mí.

Beep, se escucha a la distancia, beep vuelvo a escuchar,  miro a mi alrededor, pero no hay nada que pueda estar haciendo ese sonido. Beep, lo conozco. ¿De dónde lo conozco? Beep. ¿Qué está haciendo?  

¡BEEP! ¡BEEP! ¡BEEP!

Me siento de golpe en mi cama. Estoy sin aliento, el sudor me recorre el cuerpo. Mi estómago gruñe, lo siento vacío como si no hubiera comido nada en semanas. La boca completamente seca, ni siquiera tengo saliva para tragar. El cuerpo me duele, con la espalda entumida y las extremidades adormecidas. 

Me levanto de golpe de la cama, no me paran de temblar las piernas, mantenerme en pie me cuesta trabajo. Voy lo más rápido que puedo a la cocina. Anny  está picando fruta como todos los días. Me tiembla la mano mientras tomo un vaso, sirvo agua. Al beber, la mano me tiembla tanto que la derramo sobre mi cara y pecho. 

-¿Te sientes bien?

La expresión en la cara de Anny es de preocupación, me seco la boca con el brazo mientras trato de sonreír. Es tanta el hambre que el estómago me duele. Tomo un puñado de fruta y me lo llevo a la boca. Todos los días como fruta, pero nunca había notado su textura suave y rugosa. Lo jugosa que es, como con cada mordida se va deshaciendo mientras suelta más jugo. El jugo de la fruta me escurre mientras como otro poco.   

-Sí, solo desperté con mucho apetito.  

Tomo otro puñado de fruta antes de subirme a arreglar para la escuela. En la regadera comienzo a sentirme mejor. Cuando bajo a desayunar están a la mesa Anny, Ofe y mi abuelo. 

-Me dijo Anny que no amaneciste sintiéndote bien hoy, ¿Quieres ir al doctor? 

-No, gracias, estoy bien.

En el trayecto a la escuela no puedo dormir. Sigo recreando mi sueño una y otra vez. Mientras más lo pienso, menos lo siento como un sueño. Estoy seguro que esa casa la he visto antes. Esa misma respiración la he escuchado antes. Pero no logro recordar donde. Mi cabeza va a mil por hora, aun así, no entiendo nada. 

Mi abuelo me toma del brazo y me sacude. 

-Ahora no roncaste- me dice mientras ríe. -¿Quieres quedarte un rato en el coche? 

-No abuelo, en verdad estoy bien, gracias, te veo en la tarde.

Voy directo al salón, aun siento hambre, incluso después de haber desayunado, sigo con mucha sed. Hoy no está Loco en su banca como acostumbra. Saco mi botella de agua de la mochila, de un trago me la termino. Salgo del salón a los bebederos para rellenarla. 

De regreso veo la cafetería abierta, están vendiendo donas para desayunar. Nunca antes había notado lo suave que es la cubierta chocolatosa de una dona, lo esponjoso del pan que se va disolviendo en la boca conforme lo voy masticando. Es como si comiera mi primera dona. En el salón está Pepe sentado en la banca junto a la ventana.  

-¿Qué onda bro?  

-¿No ha llegado Loco?  

Pepe suelta una carcajada. 

-Así es Loco, hay días que no viene a la escuela, yo creo que es porque incluso en su casa su mamá sabe que está mal de la cabeza. 

Me pongo los audífonos, cierro los ojos. No dejo de revivir el sueño en mi cabeza una y otra vez. Mientras más lo pienso voy recordando los detalles con mayor claridad. Al concentrarme más la cabeza me comienza a doler. 

La maestra de lengua me pide que me quite los audífonos. Aún con los ojos abiertos no puedo dejar de recrear mí sueño. 

Casi terminada la segunda clase, una niña se asoma por la ventana del salón. Es muy pálida, su mirada es muy dulce. Tiene múltiples piercings en las orejas y otro en la nariz. 

Como aventarle un paquete de mentas a un refresco de cola, el salón entero hace explosión. Todos murmuran algo. 

-Oye, Pepe ¿quién es? 

-Es Sandra, la única amiga de Loco. Todos pensamos que se había cambiado de escuela porque el año pasado tuvo un problema muy grande con una compañera. Es aún más rara que Loco, te recomiendo ni hablarle, ya varios nos la hemos intentado ligar y ni nos voltea a ver.

En el descanso de quince minutos entre clases, todos aprovechan para platicar. 

Sandra entra al salón, no puedo evitar verla, camina sin preocuparse por nadie. Usa el uniforme de manera muy peculiar. Su suéter lo trae amarrado para que solo le cubra el pecho, mientras la camisa blanca del uniforme la trae abierta dejando ver un pronunciado escote, su falda recortada con un bordado rosa con negro deja ver sus piernas largas. En su mochila trae varios muñecos vudú colgados y como si todo esto fuera poco para resaltar, tiene un aroma entre vainilla y flores. Se sienta hasta atrás, junto a mí, detrás del lugar donde se sienta Loco. 

En el momento en que se sienta, todos los que están en esa fila se cambian de lugar, excepto una compañera nueva que se sienta hasta delante. 

Desde que se asomó por la ventana antes de que terminara la clase anterior, no le he quitado los ojos de encima.

Al encontrarme de frente con su mirada tierna me paralizo. Ella es de otra realidad.

-Eres raro, esta cool.- Se coloca un audífono, saca un cuaderno de su mochila en el que se pone a dibujar. 

-Soy, Rol – con trabajo me presento.

Le extiendo la mano para presentarme como acostumbro hacer. Ella se queda mirando fijamente a mi mano hasta que por fin extiende su mano. Me toma de la muñeca, se lleva mi mano a su boca mordiéndome el dedo índice. 

-¡Auch! 

-¡Jajajajajaja! Soy Sandy y yo no te pienso decir Rol.

¿Qué acaba de pasar? –Qué forma tan extraña tienes de saludar, ¿cómo piensas llamarme entonces? 

Sandra vuelve a tomar mi mano dando un beso en el lugar donde me mordió. -¿Mejor? 

Levanto la mirada, Pepe y la mayoría del salón están viéndonos atónitos. Ahora me ven como un bicho raro. 

-Supongo que sí. Aun así, no me has dicho como planeas decirme.  

Sandra levanta la cara, de inmediato todos dejan de vernos. 

-Cuando sepas tu verdadero nombre podre llamarte de alguna forma. Por ahora, solo te diré Nuevo.

Saca colores de su estuche y comienza a dibujar. Tengo sus dientes bien marcados. De haberme mordido un poco más fuerte me hubiera arrancado el dedo. 

Suena el timbre del recreo. Salgo camino a la cafetería. Sandra sale del salón y me toma del brazo. 

-¿A dónde vamos Nuevo? 

El olor a flores con vainilla me hace sentir que voy flotando, su piel está fría a pesar de ser un día muy soleado.

-Yo voy a comer algo a la cafetería. ¿Y tú?

-Contigo.  

Llegamos a la cafetería, compramos algo de comer. Nos sentamos a la mesa. Sandra me ve con la misma mirada de intriga con la que me ve Loco. 

-¿Sabes qué eres?

-Sí, soy un hombre.

-Aún no sabes, ternurita. Aún no despiertas, ¿verdad?  

No entiendo lo que Sandra está diciendo, no puedo evitar que mi rostro refleje lo confundido que estoy. 

-No te preocupes, pronto me entenderás.- Dibuja una sonrisa dulce, toma sus cosas antes de levantarse. La veo caminar, volviendo a estar solo mientras termino mi almuerzo. 

Pasan el resto de clases, son las 14:30 de la tarde. Como todos los días mi abuelo es el primero en la fila de padres de familia. 

-Te traje una tortuga y algo de tomar.- Saca de la guantera una torta y una botella de agua. 

-Gracias abuelo.

Me despierta mi abuelo afuera de la casa. Estos días me he sentido muy cansado, no entiendo porqué. 

-¿Cómo te fue hoy en la escuela?- Me pregunta Anny, sentada a la mesa con Ofe y Dana. 

-Bien.   

Terminando de comer me levanto de la mesa. Voy a mi cuarto, me siento en el escritorio. No dejo de pensar en lo que paso hoy. Que extraño fue conocer a Sandra, la forma en la que a pesar del uniforme demostraba su individualidad. ¡Es increíble! Paso el resto de la tarde jugando Gears of War.

El reloj de las escaleras marca las diez de la noche. Me arropo listo para dormir. Cierro los ojos y vuelvo a pensar en ella. Sus ojos, cabello, su forma de vestir pero es su aroma el que no me deja dormir.

Ding, dong, dingdong

El reloj marca con sus doce campanadas la llegada de la media noche.

Dingdongdingdong.

Cada campanada la escucho más y más lejos.

Dingdongdingdong.

Hasta que ya no la escucho. 

Estoy en la misma casa de ayer. La luz que ilumina entra por la habitación de atrás. No hay nadie, sólo está el sillón rojo desgastado a espaldas de la entrada. Camino por la habitación, el sillón es de terciopelo, las recargaderas de los brazos son de madera. Está por completo roído, como si llevara años ahí. Desde el cuarto se puede ver la reja de la entrada con su pintura negra desgastada. Entre los barrotes de la reja no se ve nada. Camino a través de la pared a medio construir que lleva al cuarto de atrás de la casa. Este está iluminado por luz blanca que entra por los huecos del techo sin terminar. Afuera del cuarto hay un pasillo largo, dividido por un barandal de madera. La iluminación de este es prácticamente nula. Camino por las escaleras, al bajar el primer escalón escucho la madera crujir. 

La madera vieja y enmohecida parece que se va a romper con cada paso que doy. Se escucha el viento silbando mientras pasa por los huecos de la casa. Ya no está a medio construir, al contrario. Tiene un aspecto de casa abandonada y vieja. Las paredes terminadas de ladrillo se ven desgastadas, los acabados de madera podridos y roídos. 

Frente a las escaleras. Se ve lo que era una puerta de madera con una ventana de cristal rota al centro. A través de esta puedo ver la reja negra, me inquieta muchísimo no poder ver más allá. Camino por el pasillo entrando a lo que parece ser la cocina, esta tiene una alacena de madera desgastada. Al fondo hay una pared sin puerta que lleva a lo que alguna vez fue un jardín. En él hay un muro del tamaño del primer piso. Aquí una luz blanca ilumina todo, pero por más que busco en el cielo no veo la luna. 

De pronto escucho el golpe de una piedra con otra. Me asomo por los huecos de las paredes buscando alguien más en esta casa, no veo a nadie. Me siento intranquilo al estar aquí. Quizá en alguna de las habitaciones a las que no entré había alguien. No veo a nadie en el piso de abajo. Levanto la cabeza para ver si alguien está asomando por los huecos de las paredes del segundo piso, pero tampoco hay nadie. Bajo la mirada, es entonces cuando lo veo. El cuerpo negro y tosco posado sobre el muro, con dos diamantes blanquísimos en lugar de ojos. Un pico de oro, con cuerpo de piedra. 

-Rol, ya se te hizo tarde, tu abuelo está afuera esperándote. - Anny está gritando para que me levante. 

Veo mi celular, ya son las 6 a.m. Me levanto con un brinco de la cama, me alisto lo más rápido para ir a la escuela. Mi abuelo ya tiene empacado algo para que desayune en el trayecto. 

-¿Por qué no te levantaste hoy?- Me reclama mientras me da lo que me preparo para desayunar, pero esta vez no tengo hambre, más bien estoy asqueado sin ganas de comer nada. 

-No sonó mi alarma.

Nos vamos escuchando las noticias todo el trayecto. Veo la torta de huevo que me preparo, el olor del huevo recién cocinado me provoca ganas de vomitar. 

-Te veo en la tarde.

Bajo del coche y entro en la escuela. Aún faltan 30 minutos para que empiece la primera clase. Es la primera vez que llego a la escuela sin que sea de noche, el sol brillante de la mañana ilumina el patio. En el salón ya tiene las luces encendidas. En la banca junto a la ventana ya están las cosas de Pepe. En su lugar habitual está Loco sentado, solo que hoy está atento a la puerta. Me sigue con la mirada hasta que me siento en mi lugar habitual casi junto a él.

-Buenos días Loco.

Él se estira sobre su silla para tomarme del brazo, sin dejar de verme ni un segundo.

-Sé lo del accidente.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo