Capítulo 3

Lo más lógico que debía hacer era ponerse en contacto con su madre y decirle que estaba en la ciudad, pero eso significaba ponerla sobre aviso. Raquel no era tonta. Sin necesidad de pensarlo mucho, sabría el motivo por el que su hija estaba de regreso, y Diana no quería darle ni una sola oportunidad de interponerse en su camino. Luego de que ya hubiese hablado con Rafael, respecto a su deseo de estudiar en la Escuela Taurina "Armando Vidal", y ya se hubiese instalado en su propio piso, en el corazón de Madrid... Solo allí, si su madre se enteraba que estaba en España, se jugaría la carta de la emancipación para que no le montara ningún espectáculo y la dejará vivir su vida

El camino del aeropuerto a su departamento fue rápido, casi unos quince minutos. Pagó al taxista y no perdió tiempo en mirar su alrededor. Madrid estaba igual a como lo vio por última vez, hacía casi cuatro años, que fue la última vez que estuvo en España. Solo se quedó un par de segundos observando el edificio frente a ella. Era muy parecido a los demás que lo rodeaban: cinco pisos, con ventanales y balcones. La diferencia es que era el único de ladrillo en la cuadra.

No le costó mucho subir hasta el tercer piso, pues solo llevaba consigo una maleta mediana con pequeñas ruedas y un bolso de mano que pesaba unos diez kilos. Se detuvo frente a la puerta que ponía 3-1 y tomó una profunda inhalación y la soltó muy despacio. Buscó las llaves en el bolsillo de su bolso de mano y se dispuso a abrir la puerta de madera de color blanco.

A primera vista, le encantó lo que vio. El lugar era idéntico a como se mostraba en las fotos de la página web. Era un piso de 45m2, de suelo de madera clara y paredes blancas. Echó una rápida mirada a su entorno. El lugar era muy acogedor, con una iluminación cálida y mobiliario muy moderno. A su derecha, una bonita sala de estar con un cómodo sofá blanco, una mesita de comedor para cuatro persona y un amplio estante, donde hizo cálculos que podría guardar una hermosa vajilla de porcelana y todos los utensilios que pronto compraría. Vio una puerta de cristal al fondo, lo que supuso que sería la habitación. A su izquierda, una pequeña, pero muy funcional cocina. El enorme ventanal daba a un balcón. Diana se vio tentada a salir y mirar Madrid desde la altura que representaba un tercer piso, pero descartó la idea de inmediato cuando sintió su estomago rugir.

En cuestión de segundos trazó un plan de acción. Primero, iría a comprar algo de comer, luego desempacaría sus cosas, se daría una ducha, descansaría un rato, y al final se pondría sus mejores ropas para ir a ver a Rafael Villanueva.

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