Ek Rey Akbal

 

El Rey Akbal

 

Fue increíble como aquel gran rey, comenzó una trasformación total, luego de consultar a los dioses y saber que algunos estaban distantes de él y sus decisiones y que otros eran afines a su pensamiento, su vida dio un giro de ciento ochenta grados, el rey pacífico, el rey que buscaba el desarrollo y superación de su pueblo, comenzó a convertirse en alguien tirano y ambicioso.

Dirigió su vista al dominio y fundó un ejército muy fuerte, sabía que a sus alrededores no había ciudad igual, que su fortaleza era tan grande que era imposible que un ejército extraño pudiera pasar, a sus guerreros los equipó de pieles de jaguar, lanzas de obsidiana, conocía venenos muy poderosos, y lo más importarte, estaba lleno de odio y resentimiento. Muchos pobladores comenzaron a temerle, de ser un rey tan admirado comenzó a ser un personaje temido. La misma reina Aquetzalí sabía que su Akbal no era el mismo.

Convocó a los sabios para que predijeran si algún día vendría un heredero, un varón y ellos le dijeron que no, que su destino estaba escrito, que sería un rey que daría solo princesas, fue por eso que se endureció y perdió esos atributos de gran rey. Los sabios le confirmaron que jamás daría un heredero, que su reina Aquetzalí ya no iba a darle descendencia.

Aquetzalí, suplicaba a la diosa Ixchel que ayudara a su rey, pero la diosa le respondía que no era solo así, el rey había quebrantado las leyes con su capricho de no querer a una hija que ya era una niña muy hermosa.

-Te recuerdas divina Ixchel, que cuando te pedí ayuda, me dijiste que lo harías y que serias mi consejera por siempre, y cuando te olvidé por un tiempo todo lo malo cayó sobre mi pueblo, por eso creo que fue culpa mía y no de mi rey, yo te abandoné y te fuiste por mucho tiempo -decía la reina con un lamento muy grande.

-No te eches la culpa, el culpable es él, Akbal al que tu llamas mi rey, él se hubiera desecho de la criatura a cualquier precio, él ya había dado órdenes de intervenir en la vida de la pequeña criatura, por eso fue que aparecí esa noche, cuando andabas perturbada por el bosque buscando qué hacer, por eso ella es hija del río y mía, pero ya sabe la verdad y será grande, más grande que su padre que desconoce de su existencia, porque para él, ella está muerta -dijo la diosa Ixchel.

-¿Por qué dices que él ya había decidido sobre la vida de la niña? -interrogó la reina.

-Había ordenado al Ahuacán que te diera un brebaje y causar que la niña fuera expulsada antes de nacer, fue por eso que yo te dije que no tomaras nada y que tuvieras a la niña, de la cual yo me encargaría- contestó la diosa.

-Sí, recuerdo sobre ese brebaje, el cual solo una vez tomé   -contestó Aquetzalí.

-Eran órdenes de tu rey -dijo Ixchel.

La diosa siguió orientando a Aquetzalí, a la que consideró y consideraba una mujer muy inteligente y valiente, por lo que sería su gran aliada en el desarrollo de su plan. -La princesa será la primera gobernante mujer que tenga Kumal -dijo con tono imperativo.

-Pero el rey sufre anda muy mal, casi no duerme y no come, se ha dedicado a fortalecer una guerra que solo el lleva en su mente, se ha vuelto injusto, tirano y todos sabemos que él no era así _argumentó la reina.

Llegará el momento en que él recapacite, pero algo tiene que sufrir para darse cuenta de su gran error, de su poca visión cuando quiso que la niña no viniera al mundo -externó Ixchel.

La maldad de Akbal fue muy grande, existían las llamadas cavernas de la oscuridad, donde día a día llevaba a muchos que se oponían a él, solo bastaba que alguien hablara mal de su gobierno para decidir sobre el encierro en esos lugares tenebrosos, mujeres, hombres y familias enteras que tenían la osadía de desobedecer los autoritarismos del rey, eran encerrados.

Dentro de esas enormes cavernas había gente de Xibalbá, que se complacía ayudando al monarca para hacer más grande el sufrimiento, esos seres horripilantes y monstruosos, que eran los que cuidaban las profundas tinieblas de las cavernas. En una celebración de Uinal Pop (año nuevo) se quemaba mucho copal y la actividad se convertía en algo de mucha solemnidad, todo se estrenaba, la ropa, los platos, y hasta la vivienda tenía decoraciones deslumbrantes, en signo de que se estaba en una gran fiesta. Los sacerdotes hacían reuniones en los templos, para la quema de copal y adoración de los dioses. Akbal practicaba con mucha espiritualidad estas celebraciones, pero algunos comenzaron a notar que el rey había cambiado, la alegría de su rostro y la luz de sus ojos, era algo que había desaparecido, llegó al festejo, pero su participación fue muy pasiva.

Al regresar de la festividad, Aquetzalí consideró que era un buen momento para poder hablar nuevamente con su rey, así como lo hacía en años anteriores. La reina quería hablar de la Princesa Luna, contarle lo que sabía de ella, pero Akbal la trató muy mal, la amenazó y no la quiso escuchar diciéndole que si volvía a tocar el tema tendría que irse o la mandaría a esos lugares donde castigaba a la gente que no hacía la voluntad del monarca.

La vida siguió su curso, pero para el rey Akbal solo existía una pregunta, cada noche se preguntaba si algún día vendría ese heredero de su trono. Cuando buscaba a los sabios, estos siempre le decían que los dioses le habían dado una oportunidad, y que él la había rechazado, que su descendencia sería siempre de lindas doncellas, que ese ser que el despreció era del buen gusto de todas las deidades del panteón.

Estos pensamientos y respuestas de sus grandes sabios, lo desacomodaron y repentinamente comenzó a perder la razón, se sintió autosuficiente y consideró que su posición de rey le permitía oponerse aún a los designios de los dioses más grandes. Pidió ayuda a los señores de Xibalbá, para que lo ayudaran a destruir a todo aquel que se cruzara en su camino, los señores de la oscuridad se alegraban cuando alguien de los hechos de maíz, se enojaba e intentaba destruir a su propia gente, y esto estaba sucediendo en la mente perturbada del rey Akbal.

Sobre las grandes cúspides de su ciudad siempre había centinelas, fuera de día o de noche, bajo cualquier situación climática siempre había alguien que vigilaba las entradas a la ciudad de Kumal. Aquella gran plaza del jaguar que se vestía de gala en sus días de comercio, fue escenario de atrocidades que el rey Akbal comenzó a realizar sobre todo con los comerciantes que querían hacer uso de ese enorme mercado, los impuestos fueron triplicados y no había que poner resistencia.

Muchas personas comenzaron a sufrir la tiranía de Akbal, que se había trasformado de la noche a la mañana. Era muy común que el rey en traje ceremonial subiera por las noches a buscar una respuesta positiva de los dioses, una respuesta a su incertidumbre de que nunca tendría un heredero varón.

Aquellos proyectos de desarrollo en beneficio de los pobladores también fueron olvidados, los niños, los agricultores, las mujeres, habían sido abandonados por el nuevo pensamiento del rey, que le daba más importancia a su ejército, el cual, en cada invasión a algún pueblo, además de llevarse las riquezas, se llevaba esclavos para ser sacrificados.

La reina Aquetzalí estaba desesperada, y buscaba en los sacerdotes ayuda, el rey la trataba mal y ella sufría. En su desesperación buscó la ayuda del anciano ex rey que aun en sus aposentos seguía vivo, su longevidad era muy grande y ella lo buscó para pedirle un consejo, el ciego anciano le tocó la sien y le habló así:

-Solo hay que esperar, Akbal tiene que comprender que está en un error, ha venido conmigo muchas veces, pero en estas últimas hasta yo desconozco a mi propio hijo, está totalmente ciego, más ciego que yo, él no quiere ver con los ojos del alma. En su corazón hay mucho odio, el cree que es un castigo de los dioses, pídele mucho a Ixchel que te ayude, ella puede ayudarte -así hablaba el anciano ex rey de Kumal.

La reina Aquetzalí, buscaba la forma de platicar con aquel que un día la escogió como su esposa entre tantas doncellas. Hermosa, subía a lo alto de los edificios y se postraba para pedir el consejo de Ixchel, pero la diosa decía de que aún no era tiempo, había que esperar que los dioses se reunieran y hablaran de como poder hacer cambiar de idea al rey Akbal.

Fueron muchas las atrocidades que Akbal comenzó a cometer, había escarbado una enorme cueva bajo una gran montaña, y allí llevaba a cualquiera que se oponía a sus preceptos como rey. Era un lugar de tormento, donde había esclavos que había capturado en sus guerras. La entrada de la cueva era vigilada, al principio por hombres, pero conforme fue acercándose a los señores de Xibalbá, estos gozosos le proporcionaban criaturas horripilantes de las profundidades para que fueran los guardianes de esas cuevas que Akbal había construido.

De día esas criaturas estaban encerradas en la cueva, pero de noche se animaban a salir a la superficie, y cualquiera que andaba en altas horas de la noche era devorado fácilmente.

Tenían formas de gigantescas serpientes, o de enormes cocodrilos, o panteras con colmillos muy desarrollados, eran esos juguetes que los señores de Xibalbá utilizaban para sus entretenciones, eran los guardianes del inframundo.

Ah Puch, (dios de la muerte) y soberano del inframundo estaba muy complacido con el rey Akbal, se había convertido en uno de sus más grandes colaboradores para lograr imponer el terror y la muerte en todo Kumal.

 

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