Crecimiento de la Princesa Luna

Crecimiento de la Princesa Luna

En una hermosa caverna hecha por su padre el río, la pequeña creció dando órdenes a los animales y disfrutando del alimento de las plantas. Allí había pavorreales, quetzales, muchas aves que adornaban y le daban calor a la pequeña, había hermosos venados, que ayudaban a que tuviera su alimento de niña, esa rica leche de venadas amamantándola, más adelante fueron las grandes aves, los agiles simios que llevaban otros alimentos a la criatura, como frutas y mieles de la rica selva petenera, y cuando fue conocedora de otros alimentos ella misma recibía una rica carne que los jaguares y fieras le llevaban como tributo.

En lo alto de las colinas que rodeaban la caverna, imponentes fieras y gigantescas aves protegían con recelo a la elegida por la diosa Ixchel. La Princesa aprendió a conversar con los animales y con el río, sabía preguntarle todo a su madre luna, con los árboles, con el viento; todos  ellos le contaban historias y ella escuchaba. Ixchel quería que ella aprendiera el idioma de los humanos, por lo que le otorgó poderes para que desde muy pequeña saliera de la caverna y escuchara como hablaban los humanos.

La primera vez que salió de la caverna lo hizo en forma de una linda mariposa, y todos los animales sabían que no se le podía causar daño alguno. Algunas veces tomó forma de aves hermosas, y conforme su crecimiento llegó a convertirse en cualquier animal dependiendo de su necesidad o tarea que se hubiere propuesto.

Si la tarea era solo de observar buscaba la forma de un animal o de una planta que inspirara ternura, pureza, o deleite. Fue posible verla trasformada en quetzal, esa ave que los habitantes de Kumal respetaban y amaban, o muchas veces en un búho, que era también un ave que se respetaba, otras veces en una paloma, con un vuelo ágil y un candor en su mirada, o algunas veces tenía que infundir temor y buscaba la forma apropiada como un zopilote; fuera lo que fuera esa pequeña era protegida por Ixchel, que se convirtió en una madre celosa, en una madre protectora que quería ver a su princesa en la cúspide, en los más alto de Kumal.

La hija del río y de la luna, comenzó su crecimiento, era dueña de todo el encanto de las flores, de la fuerza y la agilidad de los animales, de la proeza del viento, de la fuerza de las aguas, del ímpetu de los volcanes y todo lo que era natural obedecía en su presencia.

Fue la luna, fue Ixchel, la que ordenó que toda criatura que habitara la faz de la tierra, tuviera que servir y obedecer a la Princesa Luna. El río la protegió en esa hermosa caverna hecha por él mismo, para que sirviera de aposento a la que había sido nombrada su hija: “hija de la luna y del río”.

Fue este que le contó los cuentos con arrullos y sonidos, él fue que la hizo viajar por muchos lugares, la llevó por medio de sus cavernas a conocer los lugares tenebrosos, la hizo conocedora de lo oculto, para prepararla como se prepara a una reina, el río le dio su fuerza, su alimento, su pureza, su habilidad para esparcirse por cualquier lugar de la tierra, viajar sobre sus aguas, convertirse en ninfa. Fue el rio el que le enseñó el inframundo, fue en sus cavernas donde la Princesa Luna, pudo conocer tanto de los señores de Xibalbá, pudo observar a todos esos seres zoomorfos que habitan las tinieblas, a esos seres que iluminan las obscuras aguas subterráneas, a las enormes serpientes que custodian sus entradas, a los hombres lagartos que velan como soldados a los dioses, fue el rio quien preparó a la Princesa para su futuro cuando los dioses le pidieran alguna muestra de valentía.

La luna transmitió sus encantos a la niña desde que nació, La llenó de sabiduría, ese poder de la luna quedó en el aura de la pequeña princesa. Con tocar las plantas podría acelerar su crecimiento, agilizar la procreación de especies, controlar las mareas, aprendió de la luna a platicar con todos los elementos de la naturaleza, a vivir en comunión con las sierras, los cerros, los volcanes, los ríos, los lagos, los barrancos, las laderas, las rocas, las plantas y los animales.

Fue la luna que le dio la belleza y esplendor para iluminar, para sacar de la oscuridad a todos aquellos seres que sufrían de alguna opresión, también fue la luna la que le dio disciplina, para hacer todas las cosas conforme manda la naturaleza, fue la luna la que la convirtió en luz de su pueblo.

Desde muy pequeña ella sintió que la luna la cuidaba, y por las noches cuando se respiraba tranquilidad en el ambiente, ella miraba a su madre luna y le preguntaba tantas cosas. La pequeña consideraba que su madre era lo más hermoso que le rodeaba sin comprender mucho sobre su naturaleza le hacía preguntas que la diosa contestaba y depositaba en su creciente inteligencia. Ixchel se impregnó tanto en la criatura que le dio su color, una piel blanca y reluciente, un cabello largo y abundante como las cascadas de su padre el rio y el encanto de posarse en todo corazón que la viera.

Cuando cumplió los años necesarios para comprender, fue la misma diosa la que le contó su origen, la que le dijo de donde venía. A sus pocos años tenía la madurez y el conocimiento para entender muchas cosas de la vida, y optó por buscar acercarse a sus padres terrenales para conocerlos, para saber que era de ellos.

Cuando visitó Kumal por primera vez, convertida en halcón, pudo observar en su forma de halcón que era una ciudad muy bella, que todo lo que la luna le había contado sobre su padre que era un buen rey, se miraba superficialmente, que todo era verdad, sobrevolaba los enormes templos y percibió que la ciudad era enorme, llena de adelantos. Pero ella quería acercarse más para ver el rostro de su madre terrenal Aquetzalí y poder observar a su padre el rey Akbal.

Para ese trabajo buscó el consejo de la diosa Ixchel.

-¿Cómo puedo hacer para llegar hasta mis padres? -preguntaba la princesa.

La diosa le aconsejaba tomar formas de pequeños pajarillos como canarios o periquitos; esos que el humano no busca para hacerles daño.

Fue así como logró llegar muy cerca de sus padres y notar una gran realidad. Su madre estaba demacrada, había tristeza en su mirada, su padre no manifestaba un sentimiento definido, había incertidumbre en su mirada.

Muchas personas de la ciudad hablaban, no tan bien del rey. Logró escuchar como decían que había cambiado de la noche a la mañana y que ya tenía varios años tratando mal a los pobladores de Kumal, pero también oyó que fue un gran rey y que muchos creían que había cambiado porque la reina había perdido a su primogénito.

La Princesa Luna pasó sus primeros cinco años visitando a su familia terrenal, y comprendió por lo que le había contado su madre luna y su padre el río todo lo que estaba sucediendo. Fue testigo de muchas crueldades que su padre cometía contra de su pueblo.

Una mañana que la Princesa Luna se presentó muy temprano para ver cómo estaba su gente. De una de las casas, salía un sonido de sufrimiento, se escuchaba el sollozo de una mujer que lloraba. Se asomó en forma de esperanza y pudo observar que una mujer tenía entre sus brazos a una niña de unos doce años, la abrazaba y buscaba como despertarla, el cuerpo estaba totalmente inerte, las manos estaban colgando hacia el suelo, su cuello doblado hacia un lado, todo parecía que era una obra de Ah Puch, (dios de la muerte) que había llegado desde temprano y había realizado su trabajo.

La Princesa Luna, escuchó que aquella humilde familia culpaba al rey Akbal de cruel y comprendió que su padre algo malo había hecho con aquella familia. Sintió que algo estremeció su cuerpo, alzó su vista, miró al firmamento, queriendo buscar una respuesta, el cuerpo estaba aún tibio. Aclamó a su madre Ixchel, para que le ayudara. Ixchel le dijo que tenía que esperar la noche, pero que ella quería que esa criatura viviera, pero muchas cosas se deciden desde Hunab Kú, (único dios vivo) que tuviera paciencia, que quizá el dios único la escucharía.  

La familia de la niña cuyo nombre era Itzel, inició los preparativos funerarios de la pequeña, a quien consideraron una niña muy entregada a las creencias, respetuosa y disciplinada, preparaban el cuerpo en una mortaja, molieron el maíz, que se llevaría para no padecer hambre alguna, pero cuando llegó la noche, Ixchel, dijo a la Princesa Luna, que la niña había sufrido un largo desmayo, un largo descanso, y que estaba por despertar.

Cuando todos los presentes vieron que Itzel comenzó a volver en sí, muchos se asustaron y salieron corriendo, otros se hincaron y agradecieron a los dioses. La verdad fue que Ixchel había rogado tanto a los dioses para que dejaran vivir más a la pequeña, que era una niña buena, que podía ser parte de la obra que ella visualizaba en su Princesa Luna.

Este acercamiento de la princesa con la doncella Itzel comenzó a ser esa primera amistad humana que la princesa comenzara a frecuentar, al principio en forma de ave o mariposa, pero luego logró que la doncella Itzel comprendiera su naturaleza y fue el primer ser humano que conociera el secreto de la hija de la luna y del río.

Itzel guardaba un profundo agradecimiento a su amiga la princesa, sabía que, gracias a ella, su vida se había prolongado sobre la faz de la tierra. Su entereza, su respeto por las leyes de su pueblo la hacían única, era una adolescente de grandes virtudes y buscaba siempre como agradar a los dioses.

Itzel se sintió agradecida con los dioses, a quienes ella tenía en total adoración, buscó la forma de dar gracias por esa nueva oportunidad de vida, fue así como decidió realizar un ritual, donde pediría por su pueblo y a la vez retribuir a la bondad de los dioses.

Eligió la montaña sagrada, esa montaña donde nadie iba porque sabían que era el lugar de los dioses, que la presencia humana, podía desatar la ira de Kauil, dios del fuego, de Chaac, dios de la lluvia, de Bolom Dzacab, dios del rayo, de Buluc Chabtan, dios de la guerra y los sacrificios humanos; pero ella se había preparado para entrar en la sagrada montaña.

Cuando Itzel llegó a la montaña, venía con el corazón muy agitado, traía en sus manos una vasija de barro y unos carbones. Prendió el fuego e invocó a los árboles, a los animales, al viento, al agua, a la luz, a la tierra. Se hincó durante unos momentos y elevó sus ojos al cielo, echaba el pom en su fuego para que el humo blanco se expandiera hacia la cima de la montaña y llegara hasta los titilantes astros que iluminaban la noche. La luna resplandecía y el humo de adoración se elevaba formando imágenes que opacaban la luz del astro lunar, sacó las mazorcas más hermosas de maíz en sus cuatro colores, negro, amarillo, blanco y rojo las ofreció a los cuatro puntos cardinales, luego esperó por largo rato.

El cansancio era muy fuerte pero no doblegaba la fe de esa doncella que estaba en la montaña para agradecer a los dioses la oportunidad de vida que se le había concedido. Pero Itzel, “lucero de la tarde”, también llegó porque su pueblo estaba sufriendo por la crueldad del rey Akbal, el río había bajado su caudal, los frutos prodigiosos de su recorrido ya no eran los mismos, su cuerpo de serpiente que recorría y besaba los valles y montañas no era igual, los animales estaban enfermando y el alimento de su pueblo estaba muy escaso, el árbol tenía muchas hojas secas, las aves volaban sin descanso, buscando el alimento sagrado, se escuchaban los quejidos de las fieras que estaban pasando hambre; pero también quería darle gracias a los dioses que le permitieron conocer y ser amiga de la Princesa Luna.

Tomó rumbo a la montaña sagrada y antes de subir le  habló y le dijo que la dejara llegar hasta su cima para estar más cerca del cielo y decirle al dueño del universo que tenían hambre, que tenían sed, que todos estaban sufriendo. La montaña abrió sus caminos y los árboles soltaron hojas, como una alfombra donde la bella doncella caminara hasta alcanzar lo más alto, cuando llegó después de un ritual con humo, realizó su ceremonia.

Levantó una mazorca blanca y la ofreció pidiendo luz, pureza y vida, para que su pueblo se volviera grande y para que la siguiente luna anunciara la vida, para que derramara sus bendiciones en los vientres sagrados de las madres, para ese pueblo que estaba en el valle, esperando que la madre naturaleza volviera a ser la misma.

Tomó una mazorca de maíz negro, y pidió por la tranquilidad, por el buen sueño de su pueblo, por el descanso, y por alejar a los espíritus de la parca de las cercanías de su pueblo.

Levantó una mazorca amarilla y suplicó por la abundancia, por la madurez de su pueblo, por la inteligencia de sus hombres y para que actuaran con la sabiduría, pidió por el núcleo familiar, para que siempre se mantuvieran unidas.

Luego tomó una mazorca de maíz rojo y la subió en sus manos y la presentó pidiendo fuerza para soportar, para que el sol se siguiera derramando sobre esas tierras, para que no existiera un derramamiento de sangre y para que el fuego volviera a calentar los alimentos sagrados y principalmente pidió por el rey Akbal, para que este volviera a ser el rey que todo Kumal amaba y veneraba.

Itzel, pasó más de dos lunas ofreciendo y suplicando a la madre naturaleza, se agotaba cada vez más y más, pero había prometido  quedarse en la montaña hasta que el dios de los dioses la escuchara. Muy exhausta se quedó dormida y fue entonces cuando comenzó a soñar sobre la transformación del clima, un águila enorme la levantó en vuelo y pudo observar como el río recorría la tierra con fuerza, como los árboles estaban llenos de ese color esmeralda, los animales pastaban y la naturaleza se llenaba de vida. Cuando despertó bajó de la montaña, antes de  abandonarla le dijo “gracias montaña por haberme permitido llegar a tu cima”, la montaña le contestó, “continua tú camino que tus sueños se volverán realidad”.

Cuando pasaron unas semanas, Itzel presenció el fruto de su fe, sus ruegos comenzaron a hacerse realidad, y su pueblo volvió a disfrutar de los regalos de la naturaleza. Itzel recibió la revelación de que muchos hombres ya no piden permiso a la naturaleza, para tomar sus frutos, ya no le piden permiso al río para tomar sus aguas o para sumergirse en él, no agradecen a los árboles que dan los frutos, tampoco piden permiso a la montaña para entrar en ella, no agradecen al bosque que les brinda carne, olvidan que el sol les llena de energía y que la luna es la dueña de la fertilidad.

Los dioses revelaron por medio de Itzel, que la naturaleza debe de ser respetada, todo aquello que viene de la madre tierra es algo bendito y digno de un ritual de agradecimiento, el agua, los alimentos, la tierra, el sol, la luna, las plantas, los animales, y otros que están para servir al hombre, pero este debe respetar cómo utiliza lo que se le da. A los dioses no les gusta que el hombre hecho de maíz no sea un ser agradecido con la madre tierra que todo se lo da.

Itzel se volvió muy amiga de La Princesa Luna de quien aprendió mucho, siempre con un pensamiento recto, encajó en el corazón de la princesa.  Juntas comenzaron a visualizar una ciudad diferente, con un rey compasivo, lleno de los atributos que en un principio el rey Akbal tenía; un rey amado respetado, alguien que conducía su pueblo por senderos de desarrollo y prosperidad, que miraba con amor a todos sus habitantes, y que propició adelanto y desarrollo a ese pueblo durante tantos años. Ellas no concebían que ese rey padre terrenal de la Princesa ahora fuera alguien odiado, alguien despreciado y al que todos los pobladores le echaban la culpa de las diferentes desgracias que estaba sufriendo Kumal.

Una tarde Itzel decide buscar al rey Akbal y abordarlo con esos temas preocupantes, como el descontento del pueblo. Se armó de valor, hizo un ritual e invocó a los dioses para que la ayudaran en su faena.

Desde su entrada al palacio del rey Akbal, ella sintió que las cosas no estaban bien, uno de los sacerdotes y consejeros del rey se le acercó y le preguntó sobre el motivo de su visita, ella con humildad y educación dijo que deseaba hablar con el monarca, que tenía un mensaje importante, le dijo que había visitado la montaña sagrada y que los dioses le dijeron que buscara al rey, era ese el motivo principal de su visita.

El rey salió para poder platicar con Itzel, con arrogancia éste le dijo que fuera breve en lo que tenía que decirle. Ella sin demostrar nerviosismo alguno le dijo que los dioses querían que él cambiara y que cuando él fuera el rey que era anteriormente, el pueblo de Kumal tendría la prosperidad que años atrás tenía que recuperaría su esplendor, que todo lo bello volvería a ser más bello aún.

Itzel llegó a suplicar y de rodillas pidió al rey que por un momento pensara en la felicidad de Kumal. El monarca observó a la doncella y después de verla por un rato llamó a los guardias y como un energúmeno ordenó que esa doncella fuera encerrada y que no tuviera ninguna comunicación.

Los guardias obedecieron y la llevaron a un encierro oscuro estuvo durante siete lunas. La Princesa Luna estaba desconcertada porque su amiga Itzel no aparecía y decidió visitar en forma de un ave la casa de su amiga, cuando se posó en un árbol que estaba en el patio de la casa, se dio cuenta de que la madre de Itzel lloraba, y pudo percatarse de que su amiga tenía algunos días de estar desaparecida.

Se le ocurrió preguntarle a la diosa Ixchel sobre el paradero de la doncella y esta le contó la verdad. Nuevamente tomó forma de ave y visitó a su amiga que estaba encerrada en ese lugar inhóspito. Ella no podía creer que tan malvado era su padre terrenal, le encontró amarrada, con muy pocas fuerzas en su cuerpo. Llena de tristeza, le dijo que hablaría con su madre luna para que ella la aconsejara sobre que debía de hacer para que no siguiera sufriendo en ese lugar.

El rey Akbal había decidido sacrificar a esa doncella, los dioses de Xibalbá, se la estaban pidiendo, pero era algo que no se podía permitir. Cuando el verdugo estaba en la piedra de sacrificios, presto a realizar su trabajo, el cielo se obscureció y miles de aves sobrevolaron sobre las cabezas de todos los encargados de ese sacrificio. Algunos entendieron que a los dioses no les agradaba el sacrificio y que mejor dejaran el cuerpo de la doncella, muchos bajaron asustados, fue cuando la Princesa Luna, tomó la decisión de sacar de ese lugar a Itzel, con sus poderes se convirtió en una serpiente voladora que pudo llevar a su amiga hasta el lugar más seguro.

El rey se quedó burlado y su cólera se agigantaba, no se explicaba de dónde provenía todo eso que impedía que sus órdenes fueran ejecutadas. Llamó a sus sacerdotes y les preguntó qué había pasado y ellos sin saber mayor cosa siempre contestaban con acertijos que los dioses ponían es sus bocas. “La luz está por vencer a la oscuridad”

La reina Aquetzalí, seguía su rutina de noche a noche invocar a la diosa Ixchel, para preguntarle sobre su pequeña. Ya habían pasado varios años y la perseverancia de la reina hizo que Ixchel se le presentara y para consolarla en ese sufrimiento que había mantenido durante tanto tiempo.

-Hermosa diosa Ixchel, te suplico, te imploro, que  des respuesta a mis dudas, quiero saber de mi hija, ¿dónde está, en que estrella la tienes? eran las palabras que noche a noche salían de lo más profundo del corazón de la reina, que se había conformado con vivir metida en sus aposentos, sin alegría, sin deseos; solo pensando en su pequeña desaparecida, pero convencida de que la diosa Ixchel la tendría en un buen lugar y que algo bueno estaba por suceder.

 -Ella está bien, pronto la conocerás, fue la revelación que recibió la reina. Su pensamiento y su espíritu se fortaleció con tan solo el hecho de haber obtenido una respuesta de la diosa, inclinó su rostro y siguió durante cada noche con su invocación a la diosa, de quien estaba segura encontraría la solución a su angustia vivida durante más de diez años.

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