Capítulo 4

Me arreglo el traje y me dirijo a la sala de conferencias, donde está convocado todo el consejo directivo de la empresa, hay situaciones que enfrentar, porque si no se hace ahora, más adelante será un problema aún más grave.

Todo lo que tengo que hacer es lanzar la bomba y rematar a los heridos, ¿la bomba? Mi asistente. Los heridos, pues solo Melvin.

En el camino me encuentro con mi padre, Emily está en la sala, ordenando unas carpetas con información relevante. Mi padre la ve y me da un codazo.

-Si te involucras con ella, sería la primera vez que no me molestaría contigo – lo miro sorprendido y me guiña un ojo -. Se le nota que es muy dedicada, inteligente y que te hará la vida imposible.

Suelta una carcajada por mi cara de horror y entra a la sala, saluda a Emily, quien le ofrece café con caramelo, un punto más a su favor, porque es el favorito de mi padre. La invita a tomar asiento a su lado, en el lugar que normalmente ocupa Pía y ya me pregunto qué hicieron con mi padre, porque ese puesto no lo ocupa nadie más.

Entro exhalando el aire que he contenido este rato, este hombre no es fácil de llevar cuando se propone ser espontáneo, por decir lo menos. La escucho hablar muy animada, con fluidez y relajada, algo que en estos dos días no había visto. Puede ser que ya se siente más a gusto con el trabajo.

Tomo asiento frente a ella y me digo que lo mejor que podemos hacer por ahora es relajarnos. Uno a uno comienzan a llegar y a tomar sus lugares, Melvin no deja de mirarme mal, lo que me da lo mismo, estoy acostumbrado a su actitud ácida.

Pero lo que en verdad me molesta es la forma en la que mira a Emily, como si le gustara, esa mirada la reconozco de los viejos pervertidos que desnudan en su imaginación a jovencitas como ella. Cierro mis puños, busco calmarme porque sobre eso no hay nada que yo pueda hacer. De pronto mi padre se pone de pie y dice que la reunión ha sido convocada por mí, para analizar una situación de conflicto interna y entregar una propuesta que la soluciona de raíz. Me pongo de pie y comienzo a hablar.

-Buen día a todos, menos para uno – lo miro y veo que se pone rojo de rabia, pero no dice nada -. Me veo en la penosa obligación de interrumpir sus labores para analizar una situación muy delicada. En la carpeta que cada uno tiene en frente podrá ver de qué se trata, les daré unos minutos para que revisen los antecedentes.

Algunos con un poco de escepticismo lo hacen, veo que algunos en pocos segundos se sorprenden, otros se sonríen, pero la mejor de todas es la reacción de Melvin, golpea la mesa sobresaltando a Emily que termina unos informes, y se pone de pie furioso, pero antes de que hable, lo hago yo.

-Oh, me olvidaba, primero quería presentarles a mi nueva asistente, la señorita Emily McDermott – pequeños murmullos salen de sus bocas para darle la bienvenida -. La señorita McDermott desde ahora será quien filtre todas mis reuniones, entre muchas más funciones de las que me enorgullezco es capaz de realizar.

“Melvin, me parece que quieres decir algo, te escuchamos.

-Estos papeles… son mis correos privados, ¡es una violación a mi intimidad!

-Sí y no. Verás, si son tus correos “privados”, pero de tu cuenta corporativa, la que se puede monitorear e intervenir si creemos que hay turbiedades – le digo mientras me acerco a él, hasta quedar frente a frente y agregó con la voz en un tono muy bajo -. Y aquí hay demasiada turbiedad, ¿o no, Melvin?

-Allí no hay nada malo…

-Verás, tu área es el marketing y en los últimos tres meses no has contratado a nadie en tu área – me alejo de él y comienzo a hablarle a los demás-. El correo número cuatro va dirigido a Roberto, quien debía crear el perfil de mi futura asistente y buscar a las candidatas, ¡que casualidad!

“Cito: ‘Debe ser especialmente bella, de esas que Luca no se puede aguantar, ya sabes, para que termine igual que siempre. Asegúrate de elegir candidatas de ese tipo’ – me giro hacia él-. ¿Por qué, Melvin? ¿Por qué te preocupaba tanto la apariencia física de mi asistente?

-Para acelerar lo que era obvio iba a pasar. En tres meses han desfilado once asistentes bajo tu mando, porque terminaban despechadas y renuncian al saber que no tendrán más que un revolcón contigo, porque convertiste esta empresa en tu antro personal. Y seguramente a ella – apunta a Emily con la cabeza -, también te la terminas f0llando en tu escritorio.

Me lanzo sobre él, pero mi padre me detiene sin hacerlo.

-No voy a permitir que hables así, hay damas presentes en esta sala y no tienen por qué escuchar tus groserías.

-Además, Emily es una dama… tan dama que es capaz de dejarme estéril de una patada si intento siquiera seducirla, me lo dijo en la entrevista, donde además me dijo que era la cuarta vez que postulaba a este cargo – Melvin se pone pálido y me paro al lado de Emily -. Verás, yo creo que mi nueva asistente es muy hermosa, cabe en el perfil que le describiste a Roberto, pero la dejaron de lado porque en ningún momentos usó sus atributos para ganar el puesto.

“Ella sabe seis idiomas, puede organizar, contener situaciones problemáticas si su jefe no está… y también escribe excelentes cartas, como las de despedido – la sangre termina de dejar su rostro-. Una que puedes encontrar al final de tu carpeta.

“Fuiste tú quien convirtió esta empresa en un antro, porque algunas de esas chicas ni siquiera terminaron sus estudios, no tenían idea de cómo redactar un documento ni mucho menos dar un saludo en inglés. Gracias por preocuparte de mi vida sexual, pero puedo conseguir mejores mujeres que esas por mi propia cuenta.

-Luca… - me advierte mi padre -.

-Es todo, padre, no diré nada más.

Tomo asiento, veo a Melvin parado como idiota, sin poder hablar. Luego dirijo mi vista a Emily quien tiene el rostro carmesí, pero no es de timidez, creo que está molesta y no la culpo, ese tipo trató de insultarlo.

-Muy bien, Melvin. Te doy una hora para que pongas todo en orden y dejes está empresa.

-Massimo, ¿apoyas la injusticia de tu hijo?

-Por supuesto que apoyo a mi hijo, descubrió que a esta empresa se le estaba causando un daño terrible al contratar gente que no estaba capacitada, retrasando mucho trabajo, ¿o crees que Emily está haciendo un crucigrama, como sueles hacerlo tú? No veo ninguna injusticia, pero si alguno de los presentes puede decir algo a tu favor, yo mismo romperé esa carta y quedará sin efecto, son sanciones para nadie.

Pero nadie habló, por más que Melvin buscó apoyo, ninguno de los presentes habló. Miradas divertidas y reprobatorias fue lo único que consiguió, por lo que salió de la sala derrotado, sabiendo que nada más podía hacer por su pellejo.

Mi padre agradeció a todos, se retiraron y luego le pidió a Emily que me esperara en su escritorio. Luego se dirigió a mí.

-Eres un bruto. ¿Cómo se te ocurre hablar de mujeres delante de ella?

-¿Y qué tiene de malo? Todos saben eso, ella también se dará cuenta más temprano que tarde.

-Mejor vete, antes que te dé un par de coscorrones por tonto.

Salgo de allí sin entender nada. Al llegar a la puerta mi oficina, veo a Emily un poco afectada, como si estuviese conteniendo el llanto. Me acerco a ella para preguntarle qué le pasa, pero al darse cuenta se para cómo un resorte y se va con dirección al baño.

Seguramente le afectó más de lo que creí las palabras de Melvin.

Me quedo allí para esperarla, cuando aparece me fulmina con la mirada unos segundos, cierra sus bellos ojos y suaviza el gesto. Toma mis agendas y me dice.

-Ne-necesito que repasemos el itinerario de la pro-próxima semana, por favor.

-Claro, vamos adentro.

Me pongo de pie, abro la puerta para ella y le indico que tome asiento en el sofá.

Se mete de lleno en las agendas, sin mirarme. Habla nada más que para preguntar si mantengo o quito alguna cita, en especial de las personales.

Al terminar se pone de pie y camina hacia la puerta, pero la detengo porque no estoy tranquilo, sé que algo le pasa. Al tocarla, otra vez siento ese calor, esa sensación agradable en mi pecho, sin pensarlo más tiro de ella y la abrazo.

El aroma de su cabello inunda mis fosas nasales, mis latidos se relajan y su respiración me hace sentir libre, no sé de qué, pero me siento libre. Su cuerpo menudo, sus tacones ayudan a que su cabeza quede en mi hombro, pero estoy seguro que sin ellos podría dejarla enterrada en mi pecho, para protegerla de todo.

-Perdón por lo que tuviste que escuchar, lo que dijo él, lo que dije yo. Solo te pido que esto no te haga querer huir de mí – me aparto de ella y la miro a los ojos -. Te necesito, Emily. Eres la mejor asistente que podría tener.

Me aparta de golpe, lo que me deja sorprendido.

-L-le pido n-no vuelva a hacer eso, tal como dijo, so-solo soy su asistente.

Sale hecha una fiera y cierra la puerta con un fuerte ruido. Me quedo allí, parado, sintiendo de nuevo ese vacío. Me voy a mi escritorio desconcertado, sin saber lo que esa chica me está haciendo.

Suspiro y trato de distraerme con trabajo, lo que no logro.

Me quedo mirando por la ventana un momento, hasta que mi teléfono me saca de mi estado, veo a uno de mis compañeros de juerga en la pantalla y contesto de inmediato, él me llama cuando las cosas son muy interesantes y requiere de apoyo.

Al cortar, llamo a Emily.

-Señorita McDermott, le pido que suspenda la reunión con mi amiga de las siete, tendré una fiesta más interesante a esa hora.

-Muy bien, señor Cavalcanti. Pero le pido que solo me diga que suspenda o cambie sus citas personales, los motivos no son necesarios para hacer mi trabajo.

Cuelga el teléfono y me quedo aún más perplejo. Es demasiado eficiente, poco chismosa y muy frontal.

-Te sacaste la lotería con esta asistente, Luca.

Pero aun así, siento que me falta algo más.

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