A Fuego Vivo (Serie Amores que Renuevan 4)
A Fuego Vivo (Serie Amores que Renuevan 4)
Por: Sofía de Orellana
Prólogo

Miro por la ventana, pensando en mi dolor.

El haber perdido a mi padre me ha hecho sentir solo, pasaba la mayor parte del día con él, dirigiendo la empresa, escuchando sus consejos y sus regaños por mi “vida loca”.

No puedo evitar dejar salir un par de lágrimas pensando en la falta que me hace. Puede parecer estúpido, ilógico, infantil, tengo treinta y cinco años, pero hoy mejor que nunca entiendo esa frase “los padres siempre hacen falta”.

Suspiro con pesadez, quisiera tener a alguien que me ayude en este momento, pero estoy solo. Mi hermana está en casa, viviendo a su propia manera el dolor y, aunque he vivido los últimos diecisiete años acompañado casi todas las noches, es cierto que han sido compañías vanas, sin sentido.

Podría ver ahora mi agenda y ninguna de ellas sería capaz de levantarme el ánimo, de sacarme de mi pena. Llaman a la puerta, me limpio las lágrimas e indico que pasen. Veo entrar esos bellos ojos azules, esa sonrisa carmesí y ese cabello rizado color fuego.

-Di-disculpe, venía a traerle algo – saca detrás de su espalda una pequeña bolsa de papel de mi pastelería favorita -.

-Ven, toma asiento, Emily.

Se acerca rápidamente, se sienta frente a mí con su bella sonrisa, deja la bolsa sobre el escritorio y saca dos cajas, cada una con un trozo de pastel de chocolate.

-Sé que pre-prefiere los croissants, pero por experiencia sé que un pastel de cho-chocolate sube más el ánimo – me acerca uno, me extiende un tenedor y abre el suyo -. Yo lo acompañaré.

-Gracias, Emily, es un lindo gesto – recibo el tenedor, tocando levemente uno de sus dedos y un calor se extiende desde mi corazón hacia el resto de mi cuerpo -. ¿Cómo sabes que estoy triste?

-Por sus ojos, “los ojos son las ventanas del alma”. Además, lleva días sin llamar amigas – mira sus manos -, entiendo que está de luto, pero antes ha estado triste y así es como se ha levantado el ánimo.

-Me temo que esta vez nada podrá sacarme de esta pena, Emily – pruebo un trozo de pastel -. Pero tal vez solo necesito a la persona indicada para eso – la miro fijamente y ella se sonroja, es más bella así, pero la mejor versión de ella esa Emily enojada, llevándose a todos por defender su punto de vista -. Este pastel está delicioso.

Nos quedamos en silencio, comiendo este pastel levanta ánimos, ella sonríe de vez cuando, nuestras miradas se cruzan y siento más calor en mi pecho que nunca antes. Sin darme cuenta, estoy sonriendo otra vez. Ella se pone pie, retira las cajas vacías y las mete en la bolsa, una parte de mi cuerpo comienza a sentirse vacía, con miedo a que ella se vaya y ya no vuelva, para volver a sentir ese calor.

-Bueno, mi jefe ha recuperado esa sonrisa que derrite corazones, ahora me quedaré en el escritorio escribiendo algunas cartas, esperando a que agende alguna cita – me guiña un ojo, sonríe y se dirige a la puerta -.

De pronto, las palabras que muchas veces me gritó mi padre para entenderlas, se me vienen a la cabeza: “Tienes el amor en frente de tus ojos y no la estás viendo”. Me paro rápidamente y me dirijo a ella, la tomo del brazo y siento otra vez esa sensación inexplicable, pero que me hace sentir bien.

-Emily… agende una cita para las cinco de la tarde – veo sus ojos con decepción, pero me dedica una sonrisa de todas maneras -. Con la señorita Emily McDermott, le debo un postre.

-Yo… yo no sé si eso sea correcto.

-Y yo tampoco sé si esto lo sea – bajo mi rostro hacia el de ella y poso mis labios en los suyos, es una experiencia única, dulce, cálida, llena de todo lo que me ha faltado estos años. Me separo de ella lentamente, ella se queda con los ojos cerrados -. Si puedo pedirle algo más – abre los ojos -. Queme la agenda de citas, por favor.

-Co-con mucho gusto, señor.

Nos quedamos frente a frente unos segundos más, hasta que ella se aparta un poco y sale de la oficina, pero esta vez no siento ese miedo a la soledad, porque mi salvadora está cruzando esa puerta. Me regreso al escritorio con una sonrisa de bobo y me siento mirando la fotografía que tengo con mi padre sonriendo.

-Grazie caro papà.

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