Una vida, mil historia
Una vida, mil historia
Por: d_araque71
Capítulo 1

Anaís una chica que desde niña tenía una mente muy especial, consentida por su padre que era el guardián de todas sus travesuras. A ella le encantaba bailar, a pesar de su corta edad con eso sentía que el mundo era maravilloso porque disfrutaba a plenitud cada nota musical, sentía que la música penetraba por cada fibra de su cuerpo, así fue creciendo impulsada por el amor de su padre y su familia. Era de una clase social media, pero bien respetada, tenía ocho hermanos, a los que su padre amaba pero era muy estricto, más que todo con los varones, ya que los enseñaba a ser los hombres de la casa mientras el trabajaba. 

Las muchachas eran preparadas para mantener el hogar, a cada una de ellas, les asignaban tareas diferentes todos los días. De todas ellas, Anaís era un poco enfermiza a pesar de ser tan alegre, padecía de asma, lo que la mantenía gran parte del tiempo encerrada en su cuarto. Cuando ella lograba sentirse bien no había quién la controlara con sus travesuras. Así fue creciendo rodeada de su familia y muy unida a su padre. 

Anaís recordaba siempre cuando pequeña una navidad donde su padre llegó con una bolsa inmensa de regalos para todos ellos, todos como eran más mayores que ella escogieron con suspicacia los mejores regalos y a ella tan solo le dejaron un pequeño burrito de plástico, el cual ella rechazó al ver a sus hermanas con hermosas muñecas. 

La madre la vio llorar y se le acercó a preguntar, ¿por qué lloras? y ella le contestó: Eso no me gusta, yo quiero esa muñeca, donde la madre le dijo: Eso es lo que te tocó y no hay nada más. Anaís sin poder dejar de llorar, vio que su padre la levantó entre sus brazos dándole un fuerte beso, le dijo: ese es el carruaje de una princesa. La subió en el lomo del burrito y empezó a jugar con ella hasta hacerla reír tanto que se olvidó de las muñecas y de todos los demás. 

Su madre al ver como la consentía su papá le dice un poco celosa: porqué no vienes a jugar con los demás chicos, él con gran entusiasmo le brindó un gran beso y dándole una palmadita le dijo: vamos todos juntos a cenar que es noche buena y debemos darle gracias a Dios por tan hermoso año. 

Así fueron pasando varios años y un día cuando ya Anaís tenía cinco año, sus padres deciden mudarse a otra ciudad con la idea de prosperar un poco más. Su padre Jacob, emprendió primero solo en busca de un buen lugar, así que por primera vez se separa de su familia.

Jacob, buscó sin perder la ilusión de algo mejor, un día se top con u amigo Juan y contándole su propósito esté al ver que tenía dinero, lo entusiasma a que comprara un terreno para que empezara a construir una casa, él con temor y duda logra caer en sus malas intensiones, sin darse cuenta que era una cruel trampa para quitarle el dinero que traía. 

Al pasar los días llega nuevamente a su casa y le cuenta a Marie, su esposa, lo que le había acontecido con su amigo Juan. Ella un poco temerosa pero como todo una esposa obediente y abnegada decide seguir los caminos de su esposo y como una vez lo juraron "Juntos hasta que la muerte los separe" emprendieron un día ese viaje que cambiaría a toda la familia. 

Fue un largo viaje, 8 horas de camino, todos disfrutaban de esos paisajes pero mientras más se alejaban de su ciudad, más agobiante se sentía Marie al ver que el clima a lo que ella estaba acostumbrada cambiaba cada vez que pasaban las horas, ella en un silencio veía a todos reír de los chistes de amado esposo que trataba disimular, sonriendo con temor. Ella solo deseaba llegar pronto a ese lugar tan especial de lo que Jacob, su esposo, le había contado. 

Ya después de tantas horas de camino llegaron a un extraño pueblo, Jacob con ternura miraba a su esposa Marie mientras ella observaba cada casa, tiendas y caminos con asombro. No era lo que ella se imaginaba, ni a lo que ella estaba acostumbrada, no dijo una palabra hasta que llegaron a una pequeña casa, dónde esperaba su amigo Juan, junto a su esposa e hijos. 

Jacob todo temeroso pero seguro de que ese sería el inicio de lo que sería el resto de su vida, abrió la puerta del auto donde viajaban, saltó con entusiasmo para abrirle la puerta a Marie. Cuando ella toda inmóvil y sorprendida del sitio a donde habían llegado que no se daba cuenta que su esposo le tendía la mano para que saliera del auto, sólo reaccionó cuando escuchó el llanto de su bebé más que pequeña, Elenor, de apenas nueve meses. 

Las hermanas mayores, Julia y Nancy, tomaron a la bebé en brazos y bajaron un poco apenadas al ver el lugar donde habían llegado, ya que ellas estaban acostumbradas a vivir en la ciudad y en una casa muy diferente, llena de pisos relucientes, muebles y cómodas de las mejores maderas, ellos no eran ricos pero su padre era un hombre muy trabajador y siempre les dio lo mejor para vivir.  

Ellas al ver que la casa a donde habían llegado estaba llena de malezas y muchos arboles a su alrededor, lo más difícil era el olor pestilente que se sentía en el ambiente ya que habían muchos animales, vacas, cochinos, gallinas, perros, eran varias las especies a lo que ellas tan solo estaban acostumbradas a comer. Los chico como todos los demás tan solo veían con admiración de todo aquello sin imaginarse que ese sería la piedrita en el zapato de cada uno de ellos. 

Marie logró bajar del auto con una sonrisa muy tierna al ver los ojos de su esposo que se veía muy asustado ya que su familia nunca había experimentado una travesía como esa, en fin, tomados de la mano la llevó a la entrada de la casa de Juan y este muy atento los recibió con una gran agasajos, comidas y bebidas en abundancia, todos emocionados tan solo hablaban del viaje largo y acalorado, ya pasada la media noche deciden ir a dormir, y es ahí donde reciben la primera sorpresa, ya que había sola una habitación para diez personas y una sola cama, lo demás eran unas colchonetas y hamacas, los chicos como eran los mayores, los llevaron a dormir en la sala de la casa, en unas hamacas y fue la peor noche para ellos, ya que entre los zancudos y el vaivén de las hamacas no lograron pegar un ojo.  

Las muchachas durmieron con sus padres en la habitación apretaditas una al lado de la otra. Marie se repetía en su mente; esto no será para siempre, es solo un tiempo, todo pasará pronto. Para darse ánimos a todo lo que apenas empezaba a vivir. El deseo de todos era que llegara el amanecer, después de aquel viaje tan largo, los zancudos, el mal dormir en el suelo en unas colchonetas que apenas tenían dos centímetros de grosor. 

Jacob, despertó muy temprano porque no llegaba conciliar el sueño, veía como sus hijas se golpeaban sus brazos cuando las picaban los zancudos y a Marie dar vueltas y vueltas en una cama que sonaba como un manada de grillos, él sólo sonreía y pensaba que ya vendrías días mejores. 

Al amanecer las muchachas se prepararon para conocer todo cuanto había en esa finca. Junto a las hijas de Juan, Vicky y Sandra, ya había buena conexión, ellas muy serviciales y cariñosas, les hacen un recorrido muy rápido porque tenían que preparar el desayuno para todos. Juan como todo un perspicaz aprovechador, llamó a los muchachos para que vieran lo que era la vida en el campo, pero ya tenía la intensión de tenerlos ahí como sus obreros. 

Los chicos muy entusiasmados en aprender como ordeñar, a montar caballos y llevar al rebaño al pastizal no se daban cuenta lo que estaba planeando Juan... 

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