DE MIDZAN A UN LUGAR DESCONOCIDO 4

La semana concluyó y fue dado de alta una tarde soleada. Axel salió de la pequeña habitación, siendo esta el único territorio que conocía desde su llegada. Su mirada se fijaba en aquellos objetos fascinantes para su vista, los pasillos, ascensores, pinturas, personas, plantas, iluminación, muebles y pisos. Todo era sumamente extraño y extraordinario. En varias ocasiones se desvió́ del camino que debía seguir solo para acercarse a las ventanas y observar con atención y detenimiento los enormes edificios que se alzaban desde el suelo, con luces y diferentes diseños arquitectónicos.

—¡¿Qué es eso?! —preguntó con tono exagerado a una de las enfermeras, al tiempo que retrocedía dos pasos y casi caía al suelo, al ver que un avión volaba en el cielo—. ¿Qué clase de ave se supone que es?

Los pacientes y doctores lo ignoraron. Axel aclaró su garganta e hizo un intento por actuar normal, mientras que era tomado del brazo por los guardaespaldas.

—¿Qué tenéis en la cara? —inquirió retirándole los lentes de sol al chofer que estaba a cargo de él—. No deseo entrar allí—dijo rehusándose a entrar al elevador y preguntó—. ¿Qué clase de caja brillante es esta?

—¡Entre ya, joven Grape! —exclamó el chofer arrastrándolo dentro. Su curiosidad aumentaba con cada paso que daba, los botones que se iluminaban en el elevador captaron su atención.

—¿Me está permitido tocaros? —preguntó acercando su dedo a los mismos con sonrisa traviesa.

—No.

—Wow, y ¿esto qué es? —preguntó Axel tomando entre sus manos el auricular del chofer. Lo acercó lentamente a su oído para escuchar si salía algún ruido de ese extraño aparato. El hombre se lo arrebató de las manos y lo fulminó con la mirada.

—¡Ya basta! —ordenó irritado. Axel se sobresaltó y volvió su vista a un lado—. Compórtese, joven Grape.

—¿Qué le ocurre? ¿Acaso piensa que puede dictar vuestras órdenes sobre mí? —bufó viendo el techo del elevador.

Una vez se abrieron las puertas, salieron al salón principal, aproximándose a la recepción para informar a las secretarías que ya el joven Grape había sido dado de alta. Mientras observaba con curiosidad sus alrededores, cierta imagen le causó intriga, Axel frunció el ceño y se acercó a una mujer que fumaba cómodamente un cigarrillo en la entrada del hospital.

—Señorita, disculpad mi atrevimiento, pero me parece que necesita algo de ayuda, pues su vestido ha sufrido un accidente bastante trágico. Necesitará algo de ropa nueva, esta se encuentra rota e inservible—expuso señalando la corta y ajustada prenda que cubría la mitad de sus muslos. La mujer volvió su vista hacia él y lo miró con incredulidad, llevándose a la boca el cigarrillo—. ¡Se le quema la boca! —gritó Axel con horror, tomando con ágiles manos en un movimiento rápido, el cigarrillo de la mujer para luego arrojarlo lejos.

—¡¿Pero cuál es tu maldito problema?! —exclamó ella malhumoradamente.

—Discúlpelo, señorita —dijo el chofer tomándolo de los brazos para dirigirlo a la calle donde esperaba un vehículo por ellos—. ¡¿Por qué́ no se queda quieto?! Nos hace quedar mal.

—¡Noooo! ¿Qué son esos? —dijo llevándose las manos a la cabeza con tono sorpresivo—. ¿Qué clase de máquinas son estas?

Con ojos brillantes, Axel se dirigió hacia los autos que se encontraban estacionados en la acera. Comenzó a detallar cada aspecto de aquellas máquinas del futuro; colocó las manos en las ventanas y acercó su rostro para ver a través de ellas, se puso a gachas para observar por debajo de los autos, tocó los cauchos y analizó con detenimiento el material empleado para fabricarlo.

—Ya basta. ¡Venga para acá! —exclamó el chofer aproximándose a él para tomarlo de los brazos, pero Axel se acercó intencionalmente a otro auto para alejarse del irritado hombre.

—Mire, este es diferente. Tanto en forma como en color. Simplemente magnifico—afirmó con gracia. El chofer fue por él, pero Axel cambio de ruta y fue hacia una motocicleta de repartidor—. Wow, esta es tan extraña y tiene una caja con escrituras.

—Joven Grape, venga para acá inmediatamente —ordenó con autoridad el hombre. Quien parecía ser más una niñera que un chofer. Axel lo miró incrédulo haciendo una mueca y se acercó de mala gana a él.

En ese momento, Axel observó que a una distancia prudencial se encontraba una chica risueña bajando de un auto amarillo. Inmediatamente le pareció atractiva, por lo cual decidió acercarse de forma distraída para captar su atención. Aquella técnica nunca le había fallado. Sin embargo, mientras caminaba resuelto hacia ella, pisó una agujeta suelta de su zapato y en un abrir y cerrar de ojos cayó al suelo sobre ella. Se miraron a los ojos por algunos segundos, él sonrojado y apenado, ella con el entrecejo fruncido y leves lágrimas en los ojos. Axel no se colocó en pie hasta que ella le dijo: “¿No piensa quitarse de encima?”.

—Mis disculpas, señorita- Axel le tomó la mano y la ayudó a levantarse.

Ella lo observó recelosa y sin decir nada caminó hacia el interior del enorme edificio, donde se perdió entre la muchedumbre. Atónito, Axel la siguió con la mirada y luego frunció el ceño. «¿En qué pensaba al hacer caer a vuestra alteza? En definitiva, este lugar me repugna». Pensó irritado, aun así, la extraña mirada de aquella chica turbó sus sentidos. «Pero, ¿ella estaba llorando?». Se preguntó para sus adentros en tanto se sacudía la ropa.

—Suba a este auto, joven —indicó el hombre al tiempo que aguardaba junto a la puerta abierta de un vehículo negro. «Como sea».

Su fascinación se hizo más grande cuando dentro del vehículo, observó los asientos, palancas, botones, espejos y demás cosas. Sus incesantes preguntas y deseos de curiosear comenzaban a irritar al chofer del auto. No apartaba la vista de las ventanas, veía los altos edificios, los autos, las personas con trajes extraños. «Ahora que mi mente lo ha analizado mejor, he cambiado de opinión. Este mundo es realmente fascinante». Pensó con ojos brillantes. Fijó su vista en un restaurant de pollo, abrió la boca con asombro y sonrió traviesamente.

—¡Parad el vehículo! —. El conductor frenó y se volvió a verlo. Axel abrió la puerta y en un arriesgado intento de cruzar la calle sin morir, corrió al lugar de pollo—. ¡Wow!

Se acercó a las personas que comían mientras las observaba con sorpresa e inquietud y preguntaba a cualquiera, todo tipo de cosas. Lo miraban extrañados. Algunos se enfadaban por su comportamiento infantil, y otros se reían de sus gestos. Una de las meseras, quien fue hipnotizada por el atractivo de Axel, le ofreció una pieza de pollo y este la comió con curiosidad. «Delicioso».

El chofer entró al lugar y se lo llevó nuevamente al auto. “Nos avergüenza, joven Grape”. Fue lo que le dijo el hombre después de sujetarlo bien con el cinturón de seguridad en el vehículo. Con una expresión malhumorada, por cohibirle sus deseos de explorar las periferias de aquel desconocido territorio, Axel reflexionó sobre todo lo que sus ojos observaron: las edificaciones, tecnologías intrigantes, formas de vestir y comer, en general un estilo de vida completamente diferente al de su época. En su cabeza no cabían esos extraños hábitos de estas personas. «No veo posible mi adaptación a este lugar». Pensó después de dejar salir un suspiro.

Finalmente, llegaron a una residencia ubicada en el Barrio de Pescadores. Al bajar del vehículo, una hoja de un diario local se alzaba en serpenteante vuelo, se movía de manera tortuosa de un lado al otro en compañía de algunas hojas secas, luego voló en dirección a Axel, aferrándose firmemente a su pierna derecha por la presión del viento. Él se inclinó para tomarla con curiosidad, la observó, le dio vueltas al derecho y al revés y luego la guardó en el bolsillo trasero de su pantalón.

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