Capitulo #5

Josué

Era domingo por la tarde y desde aquella noche del viernes cuando jugamos al juego de "las confesiones" en casa de Alexis, donde Fernando le hizo esa pregunta a Armando, pero no la pudo contestar porque fue interrumpido por el papá de Alexis que llegó en ese momento. (Que por cierto nos sacó a todos a gritones de su casa) Bueno, desde ese día no había sabido nada de Armando, ignoraba mis llamadas, mis mensajes y cuando iba a verlo me decía que no estaba.

El viernes hasta quería acompañar a Armando a su casa, pero me dijo que no y simplemente se fue y desde entonces no lo había visto. Pero no podía seguir así, no podía quedarme con esta duda de qué es lo que le sucedía a Armando, él era mi mejor amigo, yo tenía que verlo, tenía que ir a su casa, no podía estar más con esto, así que tomé mi chamarra y me fui a buscarlo.

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Armando

Desde esa noche del viernes no había podido ver a Josué, no podía verlo, no podía escucharlo, ni mensajear con él porque me daba vergüenza, ¿qué tal si él pensaba lo mismo que Fernando? ¿si pensaba que soy raro y ya por eso no me quiere hablar jamás? Eran preguntas que no dejaban de retumbar en mi mente. Aunque sé que no respondí esa pregunta, supongo que mi silencio dijo más que mil palabras.

Estaba acostado en mi cama con la almohada en la cara y tan hundido en mis pensamientos que no me percaté de que mi hermana Melanie de 14 años, entró a mi cuarto, no hasta que me quitó la almohada, haciendo que me asustara.

—¡Melanie! —me senté en la cama. —¿Cuantas veces te he dicho que toques la puerta antes de entrar?

—Lo hice como tres veces y no respondiste, hermano.

—Lo siento, estaba pensando en algo. Pero, ¿qué pasó Mel? —la miré.

—Te buscan allá afuera.

—¿Quién? —pregunté curioso y extrañado.

—Un amigo tuyo. —respondió.

—No es Josué, ¿verdad?

—No. Me dijo que se llama Alexis.

—¿Alexis? Qué raro que él venga a esta hora. —dije extrañado.

—Ay, yo no sé, a mí solo me dijo que salgas que porque tiene algo importante que decirte. Tú sabrás si sales o no. —dijo mi hermana para después salir de mi cuarto.

Se me hizo raro que Alexis fuera a esa hora, ya que casi era de noche, pero si lo había hecho era por algo importante, así que me puse una sudadera y salí de mi habitación para ir a la calle.

Cuando estuve afuera no miré a nadie, así que caminé más buscando a Alexis.

—¡Alexis! —dije su nombre mientras miraba a todos lados, pero no lo veía. —¿Estás por aquí? Mi hermana dijo que quieres decirme algo importante. —Miré a todos lados buscando a Alexis, pero no lo veía por ningún lado, ya me comenzaba a asustar.

—Sí, te quiero decir algo importante, —dijo una voz detrás mío. —pero no soy Alexis. —Al escuchar esa voz que reconocí al instante, me quedé sin palabras y poco a poco voltee.

—Josué... —dije viéndolo ante mí.

—Hola, enano. —saludó con esa gran sonrisa tan hermosa.

—A mí mi hermana me dijo que me buscaba Alexis. —bajé la mirada porque estaba muy nervioso por tenerlo enfrente de mí.

—Le tuve que decir a Mel que te dijera que soy Alexis para que salieras y ella me hizo ese favor. No te molestes con ella.

—¿Por qué pensaste que con decirme que eras tú no iba a salir?—pregunté mientras miraba al piso y jugaba con mis manos.

—Tal vez porque no me has contestado las llamadas, ni los mensajes y no has ido a mi casa como cada fin de semana, ¡Y no tengo ni idea por qué carajo me estas evitando! —dijo en un tono muy molesto y me alzó la voz, cosa que jamás había hecho.

—No me hables así, Josué. —dije muy triste.

—Perdón, mi niño —se calmó. —no te quise hablar así, pero es que estoy desesperado, necesito saber qué te hice o por qué estás así conmigo.

—Tú no me hiciste nada. —dije sin verlo.

—¿Entonces qué pasa? —volvió a preguntar.

—Solo quería estar solo estos días y así. Eso es todo.

—¿Y eso por qué?

—No me he sentido bien y así.

—Te preguntaré algo y quiero que me contestes con la verdad. —se acercó.

—D-Dime. —dije no muy seguro.

—¿Estas así por la pregunta que te hizo Fernando? —Yo no sabía que responder a su pregunta y me quedé callado. —¿Es eso? —me volvió a preguntar y yo solo seguía sin mirarlo, pero él me conocía tan bien. —Armando —se acercó más. —no tienes por qué sentirte así por eso.

—Es que, a lo mejor tú también crees que yo soy raro o así.

—Yo no creo eso, enano.

—¿No? —lo miré.

—No, —negó. —jamás lo pensaría porque ser gay no es ser raro y mucho menos es algo malo.

—Pero Fernando no solo cree que soy gay, cree que tú me gustas.

—¿Y te gusto? —me miró y otra vez no supe qué decir, me quedé helado, sin palabras y traté de no hacer contacto visual. —Armando. —se acercó más. —¿Yo te gusto? —Podía sentir su mirada sobre mí y eso me ponía cada vez más nervioso. —Dímelo mirándome a los ojos, mi niño.

Poco a poco levanté mi cabeza para mirarlo a los ojos y por unos segundos volví a perderme en esos hermosos ojos color café, eso hasta que tomó mis manos y se acercó más a mí.

—Si yo te gusto dímelo, quiero escucharlo de ti, enano. —me dijo en el tono más lindo posible.

—N...no..tú...tú no m-me gustas, Josué. —estaba demasiado nervioso y por ende él acarició mi mejilla.

—Dime la verdad. —dijo mientras se acercaba mucho a mi cara, tanto que podía sentir su respiración cerca. —Quiero escuchar la verdad de tu boquita, con esa vocecita que me encanta. —me dijo en voz baja, muy cerca de mi cara.

Estaba muy nervioso, pero tenía que ser fuerte porque si no se daría cuenta.

—No. —me alejé. —Tú no me gustas, Josué.

—Okay —asintió. —¿entonces? ¿cuál es el pinche problema? ¿por qué carajo me estas evitando? —volvió a alzar la voz.

—Sabes que odio que uses esas palabras, Josué. —bajé la mirada.

—Perdón, perdón, mi niño, —suspiró. —pero es que neta no entiendo.

—Pensé que tú también creías lo mismo que Fernando y que no me ibas a hablar más si pensabas que yo soy gay y así.

—Si no quisiera hablarte no te hubiera mandando tantos mensajes, ni llamado tantas veces y ni siquiera estaría aquí, ¿no crees?

—Pues sí, pero pensé que solo era para preguntarme si eso era verdad para que después me dejes de hablar y así. —dije viendo al piso.

—Si eres gay, hetero, bisexual o si algún día te quieres cambiar de sexo, a mí eso no me importa, Armando, yo te quiero, eres mi mejor amigo y te apoyaré siempre en cualquier cosa. Ya ves a Fernando que nos confesó que es bisexual y nadie lo juzgó por ello.

—Yo lo sé, pero las cosas cambiarían mucho si supieras que tú me gustas, ¿No? —lo miré.

—¿Supiera? —se acercó.

—Ay, es.... —me puse nervioso otra vez. —solo es un suponer, no estoy diciendo que sea así, solo si FUERA así.

—No sé si las cosas entre nosotros cambiarían, lo que sí sé es que no dejaría de hablarte solo por eso.

—¿De verdad?

—Te juro que no porque tú eres el único que está conmigo cuando nadie más lo está y no quisiera nunca dejar de verte o hablarte, siempre quiero estar junto a ti y que tú estés junto a mí cuando sienta que el mundo se me cae encima.

—Yo tampoco quiero nunca dejar de hablarte, ni verte, sabes que mi vida no es nada fácil y tú eres quien siempre está ahí conmigo.

—Entonces ya no pienses tonterías que dejaría de hablarte porque pase lo que pase eso nunca va a pasar, mi niño. —acarició mi cara.

—Nuestra amistad es muy rara. —reí.

—¿Por qué lo dices?

—La mayoría de amistades entre hombres no se dicen estas cosas y así.

—No es rara, enano, solo es diferente al resto y tal vez por eso creen que yo te gusto, ¿tú recuerdas que en la secundaria siempre nos molestaban por eso?

—Sí, me acuerdo.

—La sociedad no está lista para nuestra amistad.

—Yo creo que no.

—Entonces, ¿seguimos siendo amigos? —sonrió.

—MEJORES amigos. —aclaré y sonreí, Josué solo río cuando dije esto y me abrazó.

—Te quiero, enano. —me dijo en el oído.

—Yo también te quiero, Josué.

—Mi niño. —besó mi cabeza.

—Me gusta que me digas así. —dije en tono tierno.

—Ah, ¿sí? —me soltó para verme. —Pues te lo diré siempre, mi niño todo bonito. —tocó mi nariz y yo reí.

—Nunca me habías dicho bonito. —dije con una sonrisa.

—Lo sé, pero te lo diré ya porque es que la neta sí estás bien bonito, mi niño. —tomó mi cara entre sus manos.

—Bueno, pero ya no me digas groserías, eh.

—Te prometo que no. —sonrió. — Nunca más.

Miré a Josué a los ojos por largos segundos

—Ya me tengo que ir, enano, —dijo. —que mi mamá yo creo no tardará en llamarme.

—Sí, luego se te hará tarde. Yo también ya tengo que entrar a mi casa. —señalé.

—Que pases bonita noche. —besó mi cabeza.

—Tú también, Josué. —le sonreí.

Él se quedó un rato ahí acariciando mi nariz con la suya haciendo que suavemente se tocaran.

—Te quiero tanto, mi niño bonito.

—Yo te quiero más. —respondí.

Besó mi cabeza otra vez, me sonrió y después de eso se fue, pero yo me quedé ahí hasta que avanzó tanto que ya no lo vi más y ahí fue cuando me metí a mi casa.

Me fui a mi cuarto, me encerré y me acosté en mi cama viendo al techo y hablando solo.

—¡Perdóname, Dios! —hablé mientras lloraba y miraba al techo. —Yo no soy muy creyente, pero Josué sí, él cree mucho en ti, por eso perdóname por mentirle, pero aunque él diga que no, yo sé que cuando él sepa lo que yo siento por él...—hice pausa. —lo que yo siempre he sentido por él desde el día que lo conocí, cuando sepa eso, él me dejará de hablar y no querrá saber de mí. Solo fue una pequeña mentira porque tú mejor que nadie sabes que sin Josué...sin él mi mundo se derrumba. —sin poder evitarlo comencé a llorar.

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