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 Las lágrimas llenaron mis ojos, ¿Cómo pude ser tan estúpida? Me secuestraron en mis narices. Me sobresalté cuando de repente la puerta se abrió y Keller entró, paseando sus ojos alrededor hasta que se enfocó en mí.

Vaya que era muy alto, parecía que la habitación le quedaba pequeña.

 -¿Por qué me secuestraste? –mi voz sonó más débil de lo que quería, limpié mi mejilla intentando en vano que mis ojos dejaran de botar lágrimas, pero parecía imposible.

 -¿Secuestrarte? –Repitió, su ceño se frunció-, ¿intentaste abrir la puerta?, se traba un poco, debes empujarla hacia dentro y luego tiras de ella.

 Oh.

 Eso explicaba un poco, no me había secuestrado, solo no sabía abrir la puerta.

«Eres una idiota Katiana».

 -Quiero irme a mi casa –dije-, ¿qué hora es? ¿Qué hago aquí?

 Keller rascó su espalda y se encogió un poco de hombros.

 -Deben ser las ocho –dijo-, te quedaste dormida y la calle donde vives tenían el paso restringido por el homicidio del templo, así que no tuve más opcion que traerte aquí.

 ¿Había pasado la noche por fuera?, ¡¿con Keller?! No podía pensar lo preocupados que estarían mis padres, ni mucho menos el castigo que me impondrían por no haberlos buscado luego del caos.

 -Tengo que irme –expresé más alterada de lo que esperaba-, mis padres deben estar preocupados, me castigarán, yo…

 Keller afirmó con la cabeza e hizo un ademán con su cabeza para que lo siguiera, probablemente era una forma disimulada de pedir que me callara, lo admitía algunas veces hablaba demasiado.

 -Si te van a castigar de todos modos, entonces te da tiempo de desayunar algo –dijo Keller y comenzó a caminar fuera de la habitación, así que decidí seguirlo con mis pies descalzos, si mi madre me viera ahora, le daría un paro cardiaco no solo porque anduviera sin zapatos, si no por haber dormido con uno de mis vestidos.

 Mi estomago gruñó cuando vi el cereal de hojuelas de maíz en la mesa. Keller sirvió dos tazones con leche y me ofreció la caja de cereal, además del café humeante.

¿Quién en su sano juicio tomaba cereal con café?

 -No tomo café –dije sirviendo exactamente lo que sería una taza de cereal en el tazón que era la medida justa para el desayuno según mi madre.

 Keller frunció el ceño y luego su mirada se volvió divertida con una sonrisa burlona.

 —Nunca pensé conocer a alguien tan estirada —dijo.

—¿Estirada?

—Si, ya sabes —mantuvo su sonrisa—, parecer una niña de esas delicadas y que desprecian a los demás por no comer con tenedor y cuchillo.

Abrí la boca ofendida, aunque si lo pensaba bien, comer con tenedor y cuchillo era una regla de oro en mi familia, creo que después de todo si era una estirada.

 -Es solo que mi madre dice que si tomo café eso manchará mi dentadura, y me volverá una adicta —dije intentando justificarme.

 Keller soltó un bufido burlón y volteó la caja de cereal en su plato haciendo que varias hojuelas cayeran en la mesa en completo desastre, entonces cuando vació la caja la tiró en el piso.

Joder, realmente a mi madre le daría un paro cardíaco si estuviera aquí.

«Ya deja de pensar en tu madre Katiana».

 -Levanta eso –dije-, tu mamá se va a molestar.

  Creo que mi comentario provocó que se ahogara con el cereal hasta que logró calmarse al tomar café y comenzó a reírse.

¿Había dicho algo gracioso?

 -¿Tengo cara de vivir con mis padres? —preguntó.

 -Creí… -balbuceé confusa- dijiste que tu padre te prestó la camioneta yo…

 -No vivo con ellos –interrumpió girando los ojos-, y la muchacha de servicio vendrá a limpiar a las diez así que me igual o no ensuciar.

 Iba a decirle que de igual forma no tenía por qué ser desordenado, pero cuando sus ojos azules se fijaron en los míos me desconcentré; su mirada era muy fija y podía hacerme olvidar incluso mi nombre, tuve que clavar mis ojos en el tazón.

 -¿Tus padres te controlan mucho? —preguntó.

 -No –dije, aunque obviamente era una mentira para cualquiera que prestara tan solo un poco de atención.

 -¿A qué edad te adoptaron? —siguió indagando.

 -No soy adoptada –dije frunciendo el ceño-. El hecho de que mis padres sean así conmigo es porque me aman, quieren que sea una buena persona, tienen muchas esperanzas para mi futuro.

 Era el discurso que siempre les decía a mis amigos de la universidad, casi tenía esa respuesta automatica. Keller analizó mi rostro y alzó ambas cejas.

 -Bueno, no te pareces a tus padres –se limitó a decir y terminó de comer su cereal.

 Sabía a lo que se refería, mi madre era alta, esbelta y rubia por naturaleza, mi papá alto de rasgos duros y pelirrojo, era muy facil preguntarse de donde había salido una pequeña chica: castaña y de ojos oscuros, ni siquiera había sacado la firmeza de mis padres en carácter, ni su tenacidad, por eso nunca me metía en problemas, el castigo era terrible.

 -¿Por qué me regalaste esos audífonos? –murmuré luego de un momento.

 -Los necesitabas –dijo como si mi pregunta fuera un disparate y él siempre estuviera regalando audífonos costosos a todo el mundo.

De repente tomó con sus dedos mi mentón para alzar mi rostro y quedé sin respiración no solo por su tacto, si no por lo cerca que estaba.

No estaba acostumbrada a estar tan cerca de un chico.

Mucho menos de alguien tan guapo como él.

Quise alejarme como un reflejo, pero lo único que logré fue caer de espaldas de la silla al suelo llevándome el tazón con cereal y echándomelo encima…

Maldita sea.

Me empapé la cara de leche y mi vestido quedó completamente arruinado.

 —Quiero, realmente quiero decirlo, pero por respeto a ti guardaré mis palabras con doble sentido –dijo Keller soltando una gran carcajada, me miraba como si hubiera cometido el mejor acto del mundo.

Claro, yo era ingenua y un poco inocente, pero podía entender el doble sentido de la leche.

Cuando Keller pudo controlar su respiración me ayudó a levantarme, tan humillada como me sentía intenté apartar su mano, pero volví a resbalar, no tuve más opción que aceptar su ayuda para que me levantara del suelo.

 -Eres diferente –dijo Keller, no parecía una ofensa, parecía una especie de piropo; o al menos yo quería verlo así. Me ofreció un trapo de cocina para que pudiera limpiarme, y tomó otro colocándolo sobre la mesa tal vez para que la ama de llaves considerara que intentó limpiar.

 -Ya lo he escuchado antes –murmuré-. Diferente para sinónimo de rara.

 Esa era la historia de mi vida, porque de mi boca jamás había salido una grosería, y no veía series clasificación “B” por temor a que mis padres me regañaran así ellos no estuvieran en la casa.

 -De hecho iba a decir rara —afirmó Keller—, pero pensé que te ofenderías.

 Terminé de limpiarme el rostro y comencé a intentar limpiar mi vestido.

 -No me ofende –dije, era muy común en mí no ir a fiestas o simplemente ser así; distante, un poco asocial de los grupos que no pertenecían al templo sagrado.

Comencé a limpiar la mesa, había causado un catastrófico desastre, mi mamá me hubiera encerrado en la habitación luego de darme con la correa.

Keller colocó una de sus manos sobre las mías; deteniéndome, hasta ahora me daba cuenta de que sus manos eran bastante grandes comparadas con las mías. Cuando alcé la vista, noté que sus ojos azules me miraban con un eje burlón.

 -¿Siempre eres tan nerviosa? –susurró, su voz completamente misteriosa y profunda hizo que mi corazón se acelerara-, ¿o yo te pongo nerviosa?

 Decir que me ponía nerviosa era poco.

Cada vez que me miraba sentía que no tenía control de mí misma.

 Di un paso atrás pero choqué contra la silla, tragué saliva cuando dio un paso hacia mi acortando la distancia.

 -¿Me tienes miedo? –indagó la mano que mantenía sobre las mías se deslizó por mi brazo haciendo que mis piernas comenzaran a temblar y todo mi cuerpo fuera un manojo de nervios. No podía dejar que me tocara, el unico que podría tocarme alguna vez sería mi esposo según las reglas del templo, no podía imaginar lo que me diría mi padre si se enteraba que no me había casado y me había dejado manosear.

 -¡Suéltame! –grité saltando fuera de su agarre, tropecé con mis pies pero por suerte no me caí, pegué mi espalda de la pared muy lejos de él recuperando la respiración.

No podía dejar de temblar.

 La mirada de Keller se volvió confundida pareciendo algo preocupado.

 -Catira, no te voy a hacer daño…

 -¿Qué es lo que pretendes? –lo interrumpí, al ver que pareció no asimilar mis palabras lo grité:- ¡¿Qué pretendes?!

 Yo sabía lo que quería, solo manchar la imagen de mi familia, tal vez corromper a la buena e inocente Katiana.

—Cálmate loca —comenzó a murmurar, pero lo interrumpí diciendo:

 -Le regalaste una torta a mi padre, apareciste y me regalaste los audífonos de mis sueños y… y me salvaste del caos, ¿por qué haces esto?

 Mi tono había bajado hasta sonar civilizado, no podía perder la cordura, mi mamá me golpeaba la boca cada vez que comenzaba a alzar la voz, y tenía el presentimiento de que él también lo haría.

Así de traumada estaba.

 -No lo sé –apoyó su espalda de la mesa y se cruzó de brazos, podía notar como su musculatura resaltaba, los tatuajes cubriendo sus brazos en distintas imágenes le daban esa apariencia de chico malo.

 -¿Entonces es común que hagas esto con todas las chicas que te encuentras? —dije.

 -Escucha, Catira –soltó un suspiro-, no sé por qué lo hice, en realidad no sé por qué estoy hablando contigo, creo que solamente quería cuidar de ti.

 «Quería cuidar de ti».

 ¿Qué?, ¿por qué?, ¿acaso tenía cara de cachorro abandonado? Mis padres cuidaban excesivamente de mí, y Keller solo me daría problemas, pero realmente era difícil alejarme cuando no era lo que yo de verdad quería hacer.

 -Creo que es hora de que me vaya –me limité a decir. Keller afirmó con la cabeza y subió a su habitación para buscar unos zapatos y llevarme en la camioneta.

Definitivamente, esta era la aventura más loca que había tenido hasta ahora.

El resto del camino íbamos en un extraño silencio hasta que por fin me dejó cerca de mi casa.

 -Gracias –susurré bajándome del auto-. Keller…

 Aguanté la puerta y esperé a que sus hermosos ojos azules se fijaran en los míos, vaya, creo que nunca me acostumbraría a su belleza.

 -Escucha, te agradezco todo lo que hiciste —continué—. Pero no puedo seguir viéndote…

 Sus labios mostraron una pequeña sonrisa burlona.

Oh.

Tal vez yo me había imaginado todo, a lo mejor malinterpreté su interés en mí, maldición, de seguro estaba haciendo el ridículo.

 -Los ojos fueron hechos para mirar —dijo—, y sería un desperdicio que te pierdas de toda mi belleza.

 -Vaya, tu ego es tan grande como tu belleza —dije con sarcasmo, quería que fuera una clase de ofensa, pero después de que lo dije en voz alta me di cuenta de mi coqueteo descarado, él sonrió pareciendo entretenido y yo me sonrojé más que un tomate.

 -Tú también me pareces hermosa —dijo y creo que me dio una especie de paro cardiaco.

Yo le parecía hermosa.

¿Cómo era eso posible?

Bueno, sabia que no era fea, pero que alguien como él se fijara en mí elevaba sin duda mi autoestima.

 -Gracias —solté, ni idea de por qué le agradecía tal cosa, pero en ese momento no pensaba tan correctamente.

 -Un placer, siempre puedo decírtelo –me interrumpió ampliando su sonrisa, me guiñó el ojo y arrancó haciendo que la puerta que yo mantenía abierta se cerrara por la fuerza del viento.

Vaya.

 ¿Acaso estaba burlándose de mí?

 No sabía si todo habían sido ideas mías, no podía describir lo avergonzada que me encontraba, ¿Cómo podía pensar que un hombre como él podía fijarse en una chica como yo?, eso me hizo molestarme conmigo misma por ser tan ingenua, de seguro para él era una especie de niña tonta e inocente con la que podía jugar y manipular a su conveniencia.

Vaya idiota.

De igual forma no podía estar con él, mi religión exigía estar con chicos del templo que practicaran las mismas creencias.

 Respiré hondo, las cosas eran así, esta era mi vida, mis padres me amaban y tenía la suerte de poder haber sido criada con buenos principios… pero por alguna razón ese pensamiento no me hizo sentir más tranquila.

Caminé la calle hasta mi casa, preparándome mentalmente para aguantar los castigos que decidieran imponerme, solo esperaba sobrevivir, porque si mis padres se ponían agresivos temía que perdieran el control.


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