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Me fui a mi casa cuando pude serenarme de la impresión que me dejó Keller, me aliviaba que hubieran cancelado la clase de la tarde de esa forma podía descansar. Mi madre estaba en una reunión de mujeres del templo (se reunían a tomar el té en un hotel) y mi padre en el templo asesorando a todos los que necesitaban ayuda.

Amaba tener la casa sola, con mis padres a veces sentía que ni siquiera podía respirar, ellos eran demasiado estrictos en cuanto a la disciplina.

Subí rápidamente a mi habitación, lo primero que hice fue sacar mis audífonos de su caja, quedando todavía más impresionada de que fueran azules, ¿Cómo pudo saberlo?

Sabia que algo raro estaba ocurriendo, pero también estaba ese lado que simplemente estaba feliz y agradecida sin nada de preguntas.

Me tomé mi tiempo para bañarme y cambiarme a mi vestido de puntos negros, este tenía un corsé por lo que no tendría que usar faja debajo, era un alivio porque a pesar de que había estado usando faja desde que tenía ocho, ya me molestaba, mi madre siempre insistía en eso. Me eché un poco de brillo en los labios y acomodé mi cabello en rulos, solo así pude salir al templo al ensayo que tendríamos antes del servicio.

 -¿Y esos audífonos? –preguntó Diara cuando tomé asiento después de ensayar, ella era una de mis amigas más cercanas.

 -Un muchacho me los regaló –dije como si no fuera nada de otro mundo-, me preguntó de qué color los quería y solo los sacó de su chaqueta.

 La sonrisa de Diara fue reemplazada por una de espanto.

Claro, ya sabía que no debía de ser tan sincera.

 -¿Así sin más? –su tono fue de regaño-, Katiana, pudieron ser robados, ¿conocías a ese muchacho?

Uh.

 ¿Robados?, me volví algo incrédula, ¿por qué me regalaría algo robado?

 -No –dije, pero rápidamente agregué: - Si, si lo conozco, se llama Keller, lo conocí ayer en la pastelería.

 -¿Y cómo es que te dio unos audífonos super costosos acabando de conocerte? –su ceja alzada provocó que yo pestañara varias veces con algo de nerviosismo.

Si, ya sabia que era raro, pero no quería darle tantas vueltas al asunto.

 -El altísimo lo mandó a que me los diera –repliqué. La risa de Diara hizo que mis mejillas se llenaran de vergüenza. Su mano acarició mi mejilla y me miró con ojos tiernos haciendome sentir como una pequeña niña tonta.

 -Katiana, está bien tener fe –dijo-, pero no puedes ser ingenua.

 Ante mi mirada confundida ella soltó un pequeño suspiro sin borrar esa sonrisa de su rostro.

 -Vives en una burbuja donde todos son buenos –continuó-, pero no lo son, hay personas que solo hacen cosas con mala intención. Katiana, tú no tienes malicia, es por la forma en la que te criaron. Pero ese muchacho… Keller, ni ningun chico, regala cosas tan caras a alguien a menos que tenga una intención oculta.

 De eso tenía que culpar a mis padres, en el ambiente donde me crié, mi único contacto con las personas fuera de nuestra religión era la escuela. Ya estaba acostumbrada a ese mismo discurso por parte de Diara, diciéndome que era muy ingenua, pero ella tenía razón, puede que Keller tuviera intenciones ocultas.

 -Solo, ten cuidado, ¿sí? –me abrazó y yo aspiré hondo, iba a comenzar a decirle que podía cuidar de mi misma, pero la musica comenzó a sonar y las personas a tomar asiento, esa era mi señal para levantarme e ir a iniciar el servicio. Vi a mi padre salir de la oficina del alto sacerdote abrazando a un hombre que parecía acabado por las drogas, a juzgar por las enormes ojeras y su aspecto demacrado.

 -Por favor, ubíquense en sus asientos –dije a través del micrófono esperando el segundo estribillo de la guitarra para comenzar a cantar, sin embargo, unas personas totalmente de negro y enmascarados entraron al templo de forma agresiva, en sus brazos cargaban sus armas con firmeza, entonces cuando el micrófono resbaló de mis manos, ellos comenzaron a disparar.

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