Capitulo 3. Olvidar a Malcom.

Minutos antes en casa de Vicky.

Odio sentirme así de miserable.

No me gusta lo que veo en el espejo, el reflejo de una mujer sin alma, sin alegría. Mis ojos están tan tristes que casi me dan más ganas de echarme a llorar.

Hoy, justo hoy catorce de noviembre, mi novio ha cortado conmigo. Botada y tirada a la b****a. Justo cuando pienso que pudimos haber sido tan felices juntos. Mis lágrimas inundan mis ojos otra vez y quiero llorar nuevamente. Hace tan solo veinticuatro horas era la más feliz, al menos eso creía yo.

Me sentía amada y protegida con él. Quizá en mi propia necesidad de una figura paterna, de un hombre en mi vida, que no fuera a marcharse. Mi padre se marchó cuando yo apenas era una niña y se encargó de dejarnos bien jodidas a mi madre y mis hermanas; Neny y Fancheska. La luz de mis ojos, la razón por la que cada día me levanto y por la cual me esfuerzo tanto en conseguir un buen empleo. Me gradué de Psicología infantil, y aunque se supone que debería trabajar en un consultorio infantil o un centro educativo, realice una maestría de un año en psicología industrial y busco ampliar mis horizontes. Por ella, mis mujeres que se merecen el cielo y mucho más. Aunque tengo una diferencia de edad notoria con mis dos hermanas, lo cierto es que, en la calle, cualquiera creería que somos mejores amigas.

Y es que en verdad lo somos.

Ellas dos son mis mejores amigas y con ellas es que hablo de todas mis cosas, al menos, las que sé que son aptas para sus oídos.

Neny tiene Dieciocho y Fanchesca Dieciséis. Mi padre nos abandonó por una mejor familia cuando Fanchesca nació. El muy desgraciado abandonó a mi madre y dejó una nota sobre su cama. Una nota que encontramos cuando regresamos del hospital con mamá y la abuela.

Lo lamento. No puedo con tres hijas. No me busques.

Simples palabras, vacías igual que el que las escribió.

Yo leí la nota sin que mi madre se diera cuenta y terminé hecha un ovillo dentro del closet.

Gert Román no nos merece, ni a mi madre ni a sus hijas.

Creí que con Malcom tendría estabilidad, pero no pude haber estado más equivocada.

—No te merece. — es lo que me dijo mi mejor amiga Rosita cuando le comenté lo sucedido.

—No digas eso. —fue mi respuesta.

Sin embargo, algo dentro de mí me grita a voz abierta que Malcom realmente es un malnacido más que se aprovechó de mi inocencia y necesidad de estabilidad.

—No puedo creer que me acuses de una cosa tan atroz. — murmuró él cuándo le dije que sospechaba de una infidelidad por parte suya.

—Es que Tatiana…— comencé a decirle, pero él subió una mano y me detuvo.

—Guárdate tus razones. El hecho de que dudes de mí es más que suficiente para saber que no me amas. —Me dijo molesto y se levantó del sofá. —no puedo perder el tiempo con alguien que no confía en mí.

—Malcom, por el amor de dios, solo te he hecho una pregunta. — En ese momento, cuando le vi levantarse, sentí miedo. Malcom es mi novio desde hace cinco años, desde que comencé a estudiar en la universidad. —Te amo, tú sabes que es así. ¿Por qué estás comportándote tan extraño?

—No puedo más con esto. — dijo él y mi corazón se detuvo, dejando de latir justo como dejé de respirar al escuchar esas palabras. — No puedo seguir contigo, Vicky, no eres lo que busco.

Y así, sin más, él se fue y me dejó en la sala de mi casa, completamente deshecha.

—No te derrumbes. — comenta Neny acercándose a mí y sonriendo. — Mamá no va a enojarse. Sé que piensas en ella.

—Creí que me casaría con Malcom, Neny. No es justo.

—La vida no es justa, Vic. — dice abrazándome.

—No entiendo cómo sucedió esto. Tenemos cinco años juntos. — farfullo. —¿Cómo es que nada de eso le importó?

—¿Has pensado que a lo mejor él te ha sido infiel? ¿Has considerado que a lo mejor tus sospechas son ciertas? — mi hermana de dieciocho años me dice tranquila mientras acaricia mi espalda con suavidad. —No te culpes porque ese desgraciado decidió marcharse y abandonar cinco años contigo.

—Quizá el problema soy yo. — murmuro en su cuello mientras recuesto mi cabeza en su hombro.

—¡Ni se te ocurra! — ella se aleja y enmarca mi rostro con sus manos delicadas. — No te atrevas a culparte porque alguien te deja. Tu no has hecho nada malo. Solo preguntaste por los estúpidos comentarios de su hermana.

—Tatiana…

—Es igual de tonta. — interrumpe ella. — no merece tus lagrimas ni cavilaciones pesimistas. Ninguno de los dos.

—Cinco años. — repito alejándome de ella y comenzado a caminar hacia la cama.

—Sal con Rosita. Ella te hace bien.

—Es muy suelta y ligera de manos.

—Es una mujer segura de sí misma que sabe lo que quiere y necesita.

—Me va a llevar a un club a ahogar mis penas en alcohol. — es que no puedo ni creer que le he dicho que si hace unas horas.

—Necesita alejarte de esos pensamientos culposos. Tú no tienes la culpa de haber desperdiciado cinco años con un infiel y manipulador.

Me quedo en silencio. Soy psicóloga, he estudiado bastante para saber que mi hermana de apenas dieciocho años tiene toda la razón.

El hecho de haber confrontado a Malcom y que este se pusiera a la defensiva, son patrones de culpabilidad.

—Está bien. — digo después de un rato.

—¡Hola! — escuchamos a Rosita y mi hermana sonríe. —¿Dónde están?

—Llegó tu salvadora. — dice y me da un beso en la mejilla. —Ponte bella y si tienes que irte con un desconocido, hazlo sin remordimientos. ¡estás soltera! — grita antes de escabullirse y alejarse de mis correcciones.

No voy a irme con un desconocido.

—Ahí estás. — dice mi amiga entrando a mi habitación con dos bolsas de cartón en las manos.

Su cuerpo está enrollado en lo que parece un vestido, pero deja tan poco a la imaginación que solo puedo pensar que ha sido una blusa que ha tomado de su closet y ha tirado de ella hasta que esta llegó a sus muslos.

—¿Vas a ir con eso puesto? — pregunto sin poder evitarlo.

—No, tú lo harás. — dice y abro los ojos asustada. — ¡No puedo creer que te lo creíste!

—No estoy de ánimo. — digo haciendo un puchero.

—Vamos a cambiar eso.

En menos de media hora, Rosita me ha maquillado y obligado a ponerme un vestido de color negro y unas sandalias cómodas.

Las sandalias es lo único que he sacado de mi closet, porque incluso las bragas y el sostén han sido traídos por mi amiga.

—¿Por qué tengo que usar ropa interior nueva y tan provocativa? — cuestiono mirándome al espejo.

No puedo creer que la mujer que está allí es la misma que estaba hace unos minutos con ojeras profundas y los ojos tan rojos como la sangre de tanto llorar por el malnacido de Malcom Heins.

—Nena, necesitas liberarte de los tabús y las tonterías esas de tu madre. —dice y rápidamente agrega. —La amo, pero es muy conservadora ¡Tiene pensamientos tan anticuados!

—Ha tenido una vida dura. — la defiendo. Rosita sabe que nadie puede hablar mal de mi madre delante de mí. Ella es mi tesoro.

—Solo intenta cuidarme.

—En cambio te forzaba para que te casaras con Malcom. Un hombre que ni siquiera te besa en público. ¡Por Dios, Vic, ustedes dos no tenían pasión juntos!

No objeto absolutamente nada. Me tengo que quedar en silencio porque ella tiene toda la razón. Nosotros dos no fuimos la típica pareja que se besuquea en parques o que sus padres agarran con las manos en la masa en la cocina o la mesa del comedor.

Malcom siempre se comportó recatado y decente.

Al menos eso creí. Ahora ya no estoy tan segura.

—Vamos a salir. El club Spartacus te encantará. Van unos tipos que están buenísimos.

—¡Rosita! — Exclamo. — es solo un trago, mujer.

—Si, claro. — dice ella con sorna. — lo que digas.

—En serio. — la agarro del brazo justo antes de salir de la habitación. — un trago y nos regresamos. Sabes que el alcohol no me va tan bien.

—Estás soltera por primera vez desde que te conozco. Ese desgraciado te pegó los cuernos…

—No sabemos eso…

—Lo sabes, pero no quieres aceptarlo. — refuta Rosita. — estás en negación, es comprensible. Pero necesitas un respiro, una noche. Date la oportunidad de conocer a alguien, de disfrutar sin que nadie te juzgue.

—No necesito a nadie. Yo me juzgo sola. — tengo el terrible complejo de ser la peor juzgadora con respecto a mí y mis decisiones.

—Por eso mismo, nena. Saldremos y veremos qué tal va la noche. — ella quitó un flequillo loco de mi frente y me sonrió. — Es una noche de chicas solteras. No pienses en nada más que en eso. Olvidarás a Malcom. Ya verás.

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