Hola Bellas!! ¿Qué les pareció el reencuentro de Rebecca y Nathaniel? Espero que lo vivan con la misma emoción con la que viví yo escribiéndolo. Todavía faltan algunos capítulos para el final, cosas que deben cerrar y momentos felices que quiero que compartan con ellos antes de despedirnos...
Esta fue una gran aventura y me siento feliz de que la compartieran conmigo.
También quería invitarlas a acompañarme en la travesía del segundo libro de esta serie que se llama: "La tentación del Señor Cavalli" y va a estar disponible en una semana si todo sale como espero.
Gracias!!!
Las llevo en mi corazón...
Rebecca —Dimelo otra vez, por favor. —Aún no podía creer que fuese libre, que todo aquello fuese real y que estuviésemos juntos nuevamente. Ni siquiera nos molestamos en en bajar las maletas, me llevó en brazos desde el estacionamiento mientras reía como un niño. —Soy libre, ya nada puede separarnos, nunca más... —afirmó y suspiré nuevamente al escucharlo.—¿Entonces quieres beber algo? ¿No es así? —Ronroneo contra mi cuello. Nathaniel bajo cabeza para besarme la línea de la mandíbula y la suave piel de detrás de la oreja. Dejé caer las manos detrás de su cuello y me arqueé contra él. Si seguía así, no llegaríamos a la habitación. —He cambiado de idea —susurré antes de bajar la mano hasta sus vaqueros para tirar del botón. —¿Estás segura? —preguntó mordisqueándome el lóbulo de la oreja. Me estremecí entre sus brazos, la reconciliación nos sentaba demasiado bie
Rebecca Me envolví en la manta y me tiré en el sofá con una taza de chocolate caliente, acomodándome junto a él. Nathaniel dejó la antigua copia de “Orgullo y Prejuicio", que tenía en las manos sobre la mesita y me acomodó, pasando su brazo a través de mi espalda. Todo aquello era perfecto, y si se trataba de un sueño, no deseaba despertar. —¿Qué hacías? —Le pregunté. —Algo importante…¿Cómo dormiste? —Preguntó dejándome un beso en la coronilla. —Mejor que nunca en mi vida… Sonrió. —Me gustaría poder ir a ver a Olivia—dije tomando un poco de chocolate —. Tengo muchas ganas de ver a la bebé. No puedo creer que rompiera bolsa cuando vino a buscarte. —Sí, es algo que contaré en cada cumpleaños de Leah y se sentirá avergonzada…—reímos y se quedo por un segundo pensando, antes de sonreír. —Es hermosa y pequeña…tan frágil. No creo que pueda explicar lo que sentí cua
Rebecca —¿Me oyes? —La voz de Allesia surgió entrecortada por la conexión de Skype—. ¿Hola? ¿Hola? —Te oigo. —Me puse los auriculares y miré por los ventanales, la impresionante vista. —No me volviste a enviar mensajes después de la propuesta. Entiendo que tenían que recuperar tiempo perdido, pero me moría por ver el anillo —dijo en cuanto su cara apareció en la pantalla del portátil—. ¿Qué dijo Nathaniel cuando le diste la noticia? ¡No puedo creer que a tu amiga se le adelantara el parto! ¿Ya conoces a la bebé? Y, por favor, dime que llamaras a tu mamá en cuanto cortemos, me está volviendo loca. Ya imprimió cada periódico donde se menciona tu compromiso y pretende que salgamos a repartir entre los vecinos los que mejor hablan de ti. Está encantada con la atención, ya la llamaron varios periodistas. —Rodó los ojos. —¡Ah, ah, ah! También papá ahora quiere que le de tu nuevo número…lo mandé al cuerno y le dije a mi mamá que me mudaría. E
RebeccaNo podía pegar un ojo.El corazón se me salía por la boca, sentía a cada instante el pulso acelerado. No podía quitarme la sonrisa de oreja a oreja al pensar en el grandioso día que me esperaba, en la forma en la que mi vida cambiaría al convertirme en la señora Wentworth.Salí de la cama nerviosa, me coloqué la bata y fui al cuarto de baño. Empapé una toalla en agua fría y la apreté contra mi cara, procurando no tocar los parches que la esteticista de la mamá de Nathaniel me había colocado antes de ir a dormir en la zona de las ojeras, para que luciera fresca por la mañana.Durante toda la tarde se habían dedicado a mimarme y ponerme bonita para el hombre de mis sueños, agradecí el gesto encantada, pero sabía que a mi futuro esposo le daba lo mismo. Para mi mala suerte ni siquiera me habían perm
RebeccaMe despertaron los golpes en la puerta y los gritos tras de ella.—¡Ya voy! ¡Ya voy! —Me cerré la bata encima del pijama y abrí la puerta.Eran Popys y Oli.—¡Es tarde para maquillarte! ¿Acaso no te dijimos que tenias que estar lista a las ocho? —Oli negó con la cabeza—. Maquillaje y peinado están aquí hace casi una hora, vestuario hace dos. ¡Por dios, mira esas ojeras! ¿No te dijimos hasta el cansancio que no podías desvelarte?Las miré aturdida.—¿Te han entrado las dudas? —Popys arqueó una ceja.—¿Qué? ¡No! Nathaniel es el hombre de mi vida.—Perfecto, entonces. —Popys me arrastró hasta una silla y me hizo sentar de un golpe —. Dado que es tarde, les diremos al equipo que lo haremos todo en la habitación. As&iacut
RebeccaAntes de que pudiera decirle que yo también lo amaba, él me cogió entre sus brazos y me llevó por el pasillo. Los fotógrafos inmortalizaron cada paso, pidiéndonos que posáramos, pero estábamos demasiado ocupados saludando, riendo y sosteniéndonos la mirada para prestar atención a lo que pasaba a nuestro alrededor.Cuando nos acercamos a la casa, la señorita Jonás se interpuso delante de nosotros.—¡Es el momento de las fotos! Señor Wentworth, por favor, señora Wentworth … Él parpadeó y negó con la cabeza.—Señor Wentworth … —La mujer se cruzó de brazos—. Ambos estuvieron de acuerdo en hacer las fotos justo después de la ceremonia. En el futuro les gustará que haya sido así, créanme. Cuando sea viejo, querrá mostrárselo
Rebecca"Odiaba a mi jefe". No estaba exagerando o siendo dramática como decía mi madre unas cuarenta veces al día. De verdad lo odiaba y eso me hacía sentir de alguna manera una persona terrible con un ímpetu asesino burbujeando en las venas."Los ganadores no buscan excusas, Becca". Era lo que siempre me repetía mi mamá cada vez que estaba a punto de explotar o lanzar todo por la borda. Cuando me puse a llorar porque no quería seguir realizando equitación me dio un tortazo de esos que nunca se olvidan, me colocó esas incómodas botas y me obligó a subir al caballo nuevamente. Cuando le había confiado que no me gustaba abogacía en medio de una crisis nerviosa en mi segundo año en Yale me amenazó con asesinar a mi gato y dejar de pagar mi matrícula. La primera vez que descubrí a Gregor engañándome en una fiesta de fraternidad me obligó a disculparlo porque su familia era dueña de uno de los bufetes más prestigiosos de la ciudad.Por eso no me ex
Rebecca—Eh… hola, Rebecca —me saludó Alessia con las mejillas sonrojadas y una sonrisa de suficiencia dibujada en el rostro.Gregor se aclaró la garganta y la alejó con un amague brusco que evidentemente la molesto.—Estaba buscándote.—¿Y has pensado que me había escondido en el culo de Alessia? —No podía creer lo que estaba ocurriendo. Él era mi novio desde la universidad y ella mi m*****a familia. Alessia me miraba con rencor, tenía los brazos cruzados. Su rubio cabello caía en cascada sobre sus hombros y sus ojos celestes destellaban llenos de satisfacción. Ella era perfecta, la mujer más hermosa que jamás había visto. ¿Por qué necesitaba lastimarme de esa manera tan cruel?—No es lo que parece —dijo y me quedé completamente atónita—. ¿Qué tal te ha ido hoy, nena?No respondí. Me sentía mareada, todo me daba vueltas y su falta total de emociones realmente lograba desconcertarme.—Bueno, hablaré yo antes. Hoy me ha